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Devoción del 14 de mayo

El príncipe de la pretensiosidad

Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró. Cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; la sacaron y la sepultaron junto a su marido. Y sobrevino gran temor sobre toda la iglesia y sobre todos los que oyeron estas cosas.

Hechos 5:10-11

¿Por qué ocurrió esto? ¿Por qué fue tan severo el Espíritu Santo? ¿Es esto lo que siempre hace con Su iglesia? Alguien dice: “Gracias a Dios que no ocurre todavía; si así fuera, tendríamos que poner un tanatorio en cada iglesia”. Ésta es una imagen de lo que ocurre en la vida cuando se permite la pretensiosidad. En el momento que finjo ser algo que realmente no soy, en el segundo en que asumo una postura de impecabilidad espiritual que no poseo, en ese momento entra la muerte. Inmediatamente soy desconectado del fluir de la vida de Cristo. No significa que ya no soy cristiano, pero significa que la vida del cuerpo ya no fluye a través de mí. En vez de ser parte de un movimiento vivo y vital, me convierto en una célula muerta e indiferente en el cuerpo.

Eso es lo que está mal en la iglesia de hoy en día. Es la enfermedad trágica de la iglesia en cualquier época ―teatro, farsa, hipocresía― el fingir ser algo que no somos. La cosa más increíble sobre esto es que es una hipocresía inconsciente en su mayor parte. Raramente me encuentro con hipócritas deliberados. Yo soy culpable de ello frecuentemente, y tú también lo eres, siendo así un hipócrita inconsciente. Pensamos que es “religioso” o “cristiano” de alguna forma, el no mostrar lo que realmente somos.

Esto es lo que resalta esta historia de Ananías y Safira para nosotros. En el momento que fingieron que eran algo que no eran, ¡muerte! Cuando venimos a la iglesia nos ponemos una máscara de suficiencia, pero interiormente somos insuficientes, y lo sabemos. Estamos batallando con problemas en nuestros hogares, pero no lo queremos admitir ante nadie. El orgullo que no quiere que nadie más sepa lo que está ocurriendo entre maridos y mujeres, y entre padres e hijos, nos impide compartir. ¡Venimos a la iglesia y nos ponemos una máscara que dice que todo está bien! ¡Todo está maravilloso! Alguien nos pregunta cómo nos van las cosas. “¡Estupendo, estupendo! ¡Bien!”. “¿Cómo te van las cosas en casa?”. “¡Oh, maravilloso! ¡Nos lo estamos pasando maravillosamente!”. En el momento que decimos eso y no es verdad, morimos. La muerte se establece. Pronto la muerte se difunde por toda la iglesia completa. Es por eso que la insinceridad es la característica primaria de la iglesia hoy en día.

¿Cómo nos encargamos de los problemas internos? En las Escrituras, la manera de curar la enfermedad espiritual es siempre la misma: arrepentirse y creer. El arrepentimiento significa que reconoces que lo has hecho mal. Significa el enfrentarse con el hecho de que no ha estado bien. Luego, el creer significa que entiendes que Dios ya te ha dado, en Jesucristo, todo lo que es necesario para hacer lo que debieras. ¡Entonces, comienza a hacerlo! Empieza a ser sincero y a compartir tus cargas. Empezarás de una forma pequeña, quizás, y será difícil al principio. Pero es el compartir las vidas lo que hace que el poder y la gracia fluyan a través del cuerpo.

Padre, perdóname por mi propia presunsión, y enséñame a ser sincero con mis hermanos y hermanas en Cristo, para que cuando la gente nos vea, puedan decir: “¡Vaya, cómo se aman estos cristianos los unos a los otros!”.

Aplicación a la vida

¿Estoy contribuyendo personalmente a estos graves asuntos de hipocresía? ¿Qué pasos debo dar para abordar esta amenaza a la vida misma de Cristo en mí y por medio de mí?

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

Body Life

Lea el mensaje de Ray