Stained Glass Window of Christ with His Disciples

Devoción del 18 de enero

La vida con Dios

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Juan 6:56

Estas palabras tan maravillosas representan lo que aparentemente era una afirmación muy ofensiva para estos judíos. Hasta a nosotros, si tomamos Sus palabras literalmente, nos lo parece. El hablar sobre comer la carne humana y beber la sangre humana les resulta repugnante a muchas personas. Evidentemente los que estaban escuchando a Jesús se sintieron de este modo. Se puede oír el cinismo en sus voces: “¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne? ¿Qué cree que somos, caníbales?”. Esto resultaba de lo más ofensivo a los judíos porque durante siglos les habían enseñado que Dios no quería carne en la que permaneciese aún sangre. La palabra kosher significa “limpiar”, y se refiere en particular a la preparación de la carne. Los judíos no pueden comer ninguna carne a la que no se le haya escurrido la sangre.

Pero por medio de estas palabras nuestro Señor revela la absoluta necesidad de recibir Su vida: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Eso es inequívoco, ¿no es así? No se puede dudar en cuanto a lo que Él está diciendo. Esto es absolutamente esencial para la vida real. Si usted no tiene esto, se encuentra deslizándose hacia la corrupción definitiva y la muerte total. Lo más que puede hacer es sencillamente preservar su vida durante un tiempo y mantener a la muerte alejada, pero la muerte es inevitable a menos que conozca usted al que da la vida. A continuación Jesús muestra cómo esa vida es real: “porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Es la verdadera clase de vida que Dios nos tiene reservada a nosotros.

Este compartir la vida con Jesús, más adelante en este evangelio se convierte en el tema del aposento alto. Yo no creo que se pueda encontrar ningún tema más exaltado, más asombroso que éste de compartir la vida entre Jesús y nosotros: “Vosotros en mí y yo en vosotros” (Juan 14:20). Éstas son palabras muy sencillas, pero entender lo que significan es entender la esencia misma de la verdad: “tú en mí y yo en ti”, que refleja el hambre universal de intimidad.

El sexo es el acto físico más íntimo, que es una manera de compartir la vida juntos. El sexo se ha descrito adecuadamente como “el deseo de unirse”. Eso es lo que sucede físicamente hablando, pero también sucede desde el punto de vista psicológico. La amistad es una forma de intimidad. Cuando usted es un amigo, ¿qué es lo que hace? Le cuenta usted a su amigo lo que ha estado haciendo y le pregunta a él o a ella lo que ha estado haciendo, compartiendo sus secretos. Ése es el impulso por unirse a nivel psicológico.

Cuando pensamos en la grandeza, en la gloria y en la maravilla de Dios, ¿qué es lo que deseamos? La verdadera adoración es el deseo de unirse con Dios, permitiendo que Él se apodere de nosotros y nosotros de Él. Esto es lo que dice Jesús que sucede cuando comemos y bebemos de Su vida. Cuando nosotros venimos y creemos en Él, y continuamos acudiendo y creyendo en Él, desarrollamos una relación íntima con Dios.

Jesús ha modelado esto para nosotros: “De la misma manera que el Padre viviente me envió y yo vivo por medio del Padre [éste es el secreto de Su vida], también aquel que me come vivirá por medio de mí”. Ésta es una descripción maravillosa de la vida cristiana. Jesús vivía por medio del Padre, y también nosotros debemos vivir por medio de Él en todo lo que hacemos.

“Tú en mí y yo en ti”; eso es lo que quiero sentir más, Señor. Ayúdame para que continúe acudiendo a Ti y confiando en Ti para que proveas todo cuanto necesito.

Aplicación a la vida

¿Qué aspecto tiene nuestra relación con Jesús? ¿Es la relación íntima que Jesús desea para todos los cristianos, vosotros en mí y yo en vosotros?

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

Life with God

Lea el mensaje de Ray