Clouds Parting Revealing the Heavens

Devoción del 11 de septiembre

Los efectos del juicio

El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre que fueron lanzados sobre la tierra. Y se quemó la tercera parte de los árboles, y toda la hierba verde fue quemada.

Apocalipsis 8:7

Lo que estamos viendo aquí en el juicio de los últimos días no es nada nuevo. Éstas son sanciones comúnmente experimentadas por la maldad, aumentadas hasta un grado increíble. Dios ha estado enviando juicios como éste a lo largo de toda la historia de la humanidad. Ha habido erupciones volcánicas, caídas de meteoritos sobre la tierra, lluvia roja, aguas venenosas, etc. Todos estos desastres han golpeado antes, pero ahora alcanzan su punto álgido. Sin embargo, no debemos malinterpretarlos, pues son para nuestro bien.

Hay varios efectos que el juicio ejerce sobre nosotros, ya que todos experimentamos en algún sentido el juicio de Dios sobre la maldad humana. Ante todo, los juicios nos asustan. Su objetivo es atraer nuestra atención. Entonces, como nos aterroriza, el juicio también nos tranquiliza. ¿Cuánta gente reordena sus prioridades poco después de experimentar un desastre natural? Estos nos ayudan a replantear nuestras vidas. Cambian nuestras prioridades. C.S. Lewis bien dice que el miedo, el dolor o el juicio son el megáfono de Dios para llegar a un mundo sordo. Así que los juicios también nos corrigen. Nos fuerzan a encararnos con hechos desagradables acerca de nosotros. Y eso no nos gusta. Pero el juicio nos despierta de nuestras ilusiones y nos devuelve a la realidad. El juicio también nos hace humildes. Empezamos a ver que realmente no tenemos el control. No tenemos dominio sobre todo en nuestras vidas. No somos criaturas autónomas. No somos diosecillos, capaces de hacer todo lo que queramos por nosotros mismos. Vemos lo tontos que hemos sido en el pasado, que hemos cometido muchos errores cuando pensábamos que teníamos razón. Empezamos, al fin, a aceptar que nos guíen, a escuchar a los demás y, especialmente, a buscar la sabiduría de la Palabra de Dios. Finalmente, el juicio nos tranquiliza. Nos consuela. Contesta a la gran oración de Habacuc: ¡En la ira acuérdate de la misericordia! (Habacuc 3:2). Nos enteramos de que a Dios tampoco le gusta el juicio. Él lo llama, en Isaías 28.21, su extraña obra. Lo hace lo más breve posible. Él da amplias advertencias antes de que se vuelva insoportable. Envía anticipaciones de ello, recordatorios contundentes de que esta clase de cosas pueden suceder, de modo que podamos hacerle caso y actuar antes de que se nos vayan de las manos.

Todo esto respalda la imagen que la Biblia da en todas partes de un Dios amoroso: lento para la ira y grande en misericordia (Salmo 103:8). No es extraño que las personas que no leen la Biblia mucho, cuando usted les habla del juicio, casi invariablemente digan: Bueno, el Dios al que yo adoro es un Dios de amor; ¡Él nunca haría una cosa así!. Pero, ¡es el mismo amor de Dios el que le hace juzgar! Dios debe juzgar, con el fin de eliminar el mal en Su creación de una vez por todas y producir el mundo de bendición universal que los hombres han anhelado a lo largo de toda la historia humana.

Padre, gracias, porque, incluso en el juicio y la ira, recuerdas la misericordia. ¡Cuán bellamente se manifestó esto en la cruz de Jesús! Amén.

Aplicación a la vida

¿Cómo ha impactado en su vida el juicio de Dios sobre la maldad humana?

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

Los ángeles de la destrucción

Lea el mensaje de Ray