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Devoción del 7 de marzo

Ciudadanos del cielo

Solamente os ruego que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo.

Filipenses 1:27a

Pablo utiliza una palabra interesante aquí, traducida “manera” en otras versiones. Es una palabra de la cual obtenemos la palabra “política” en inglés o “político”. La palabra griega es politeuma, una palabra que significa tu conducta como ciudadano o como una colonia. Ésta es la primera indicación en esta carta de una condición única en la ciudad de Filipos. Todo el mundo en esa ciudad estaba al tanto de que sus ciudadanos eran ciudadanos de Roma, aunque estaban a miles de millas de dicha ciudad. Esto era a causa de la gran batalla que había sido ganada por el emperador romano, y en gratitud a los residentes, fueron hechos ciudadanos de Roma.

Pablo desarrolla esta idea y les dice, en efecto: “Ustedes cristianos son miembros de otro gobierno. No pueden tener la misma actitud que el resto de los ciudadanos de Filipos. Pertenecen a una colonia del cielo; así que deben comportarse como ciudadanos del cielo. Deben permitir que la manera de su conducta sea digna del gobierno al que pertenecen, el reino de Dios y el evangelio de Cristo”.

Siendo ciudadanos del cielo, ¿cómo deberíamos vivir? Pablo menciona dos cosas esenciales. Primero: “estáis firmes en un mismo espíritu”. Nunca te desvíes de la completa dependencia del Espíritu de Dios, para que Él haga por medio de ti lo que sea necesario hacer. La vida cristiana se vive mediante un proceso totalmente distinto del que vivías antes de que vinieras a Cristo. Es la vida de Dios por medio de ti. Es el Señor que mora en ti quien se expresa en términos de tu personalidad humana. Nunca te desvíes de eso. La segunda cosa esencial es: nunca dejar que nada más que la más seria herejía te prevenga de trabajar lado a lado en el evangelio.

Ahora, lo más interesante es que todas las artimañas del diablo, toda la fuerza de su actividad, apunta a estas dos cosas. Para evitar que observemos estas cosas, el enemigo nos prueba primero en un punto y, si no nos puede descarrilar, entonces va por el otro punto. Primero intenta conseguir que dependas de ti mismo, no de la presencia de la vida de Cristo habitando en ti, y hacerte, por tanto, temeroso, preocupado, desanimado, impaciente o enfadado con algo. ¿No te has sentido así? Éste es el ataque del demonio, intentando desplazarte de tu posición en Cristo, que es lo que hace que se obtenga la victoria.

Cuando nos encontramos desanimados, estamos dependiendo de nosotros mismos. Estamos desanimados porque estábamos esperando poder hacer algo y fallamos. Hemos estado seguros de nosotros mismos, contando con nosotros mismos, pensando que lo tenemos todo para conseguir hacer la obra. Pensamos que no necesitamos ninguna ayuda de Dios. Entonces nos desplazamos de esa posición de dependencia en el Espíritu de Dios. Nos preocupamos, estamos ansiosos, temerosos, tímidos, impacientes. Hemos cedido al ataque del enemigo y nos hemos desplazado temporalmente de la posición de dependencia.

Si eso no funciona, si no nos mantenemos firmes, entonces el enemigo intenta otra estrategia. Él intenta hacer una brecha entre nosotros y aquellos que obran con nosotros. Él intenta dividirnos, crear sospechas, hacer que ardan los resentimientos y que ocurran conflictos de personalidad. Él intenta hacer que no nos hablemos los unos con los otros, hacer que no queramos tener nada que ver los unos con los otros, mirar mal a otros, distanciarnos de nuestras congregaciones, de la conversación y el contacto.

A menudo nos sentimos en guerra espiritual y que cada vez que nos damos la vuelta estamos bajo ataque, y nunca sabemos cuándo él nos volverá a atacar, y que tenemos que estar constantemente de guardia. Pero eso no es verdad. Sólo tenemos que vigilar dos cosas: que nos mantengamos firmes en un mismo espíritu y que nos esforcemos por obrar lado a lado, juntos en el evangelio. Eso es todo. Si ponemos diligencia en mantener los ojos abiertos al poder de Dios obrando en esas dos áreas, nuestra conducta será digna del evangelio de Dios.

Gracias, Señor, que me has hecho un ciudadano del cielo. Enséñame a mantenernos juntos, lado a lado, con mis hermanos y hermanas en Cristo.

Aplicación a la vida

Como cristianos somos ciudadanos de la comunidad del cielo, y Satanás, el enemigo, utilizará dos estrategias principales en su intento para dividirnos y derrotarnos. ¿Cómo nos mantenemos firmes de un mismo espíritu, comportándonos de una manera que sea digna de este elevado llamamiento?

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

The Practice of Unity

Lea el mensaje de Ray