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Devoción del 21 de mayo

El caso de la perla valiosa

También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.

Matthew 13:45-46

La anterior parábola mostraba cómo Jesús lo dio todo para desvelar el tesoro que es Israel. Ahora llega a otro aspecto de la obra de la cruz. ¿Qué otro tesoro valora Dios en este mundo? ¿Por qué otra cosa Jesús ha dado todo lo que tiene con el fin de obtenerla? La respuesta obvia es: la iglesia. Nuestro Señor vino a este mundo y dio todo lo que tenía de modo que la pudiera obtener.

Es difícil agotar todas las implicaciones de esta vasta frase: vendió todo lo que tenía y la compró. Al intentar reflexionar sobre el sacrificio de Jesús, algunos piensan de él que es una especie de empresa comercial —el Señor pagó el precio—, como si méramente hubiera hecho una compra en el mercado. O nos centramos en la agonía física de la cruz. Pero este nivel físico no toca el significado más profundo de la cruz. Sólo empezamos a entenderlo cuando vemos la experiencia emocional del Señor Jesús, entrando en la familia humana, y en la cruz, identificándose con nuestro dolor y vergüenza. Incluso es fácil cantar a las heridas y la sangre, pero perderse la profundidad de lo que esta frase significa. Es difícil captar el dolor en el corazón de Dios cuando se identifica con nosotros en toda nuestra agonía y nos concede Su perdón.

Remediar el daño de los humanos es tarea de Dios. La cruz es la respuesta de Dios al daño que la humanidad ha causado. Pertenecemos a una raza que hiere. Todos nosotros nos herimos a nosotros mismos y nos herimos unos a otros. No tenemos esa intención, pero lo hacemos. Nuestros mismos esfuerzos para satisfacernos a nosotros mismos y cubrir nuestras necesidades nos dañan de muchas maneras. Así, por ignorancia, vamos derechitos a hacer las cosas que hieren y nos destruyen a nosotros mismos y a los demás.

De modo que, ¿cómo podía Jesús alcanzarnos? Pues, dando todo lo que tenía, con el fin de obtener la perla que tanto ama. Vino a donde estamos, al lugar del dolor, la angustia, la soledad, la tristeza, la vergüenza y la oscuridad, y se transformó en lo que somos. Pablo dice: Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado (2 Corintios 5:21). El pecado es sólo una etiqueta para toda la maldad y la miseria de la humanidad. Sobre la cruz, Jesús cargó con toda nuestra dolorosa soledad, angustia, tristeza, rechazo y desesperación y con la espantosa hostilidad que nuestro pecado engendró. Sintió la condena de un Dios justo. Dio todo lo que tenía, y ahora, cuando viene a nosotros en nuestro dolor, puede decir: Sé muy bien cómo te sientes, porque he pasado por lo mismo y lo entiendo. Él puede poner Su mano sobre nosotros y empezar a guiarnos hacia una salida.

Eso es lo que Jesús nos está diciendo en esta parábola. Él vino y dio todo lo que tenía para poder conocer la dolorosa agonía de todo lo que padecemos, y así ser capaz de sanarnos, de ministrarnos, de vestirnos con Su propia belleza, de lavar con Su propia sangre nuestras heridas, nuestros pecados, nuestra culpa, de limpiarnos e impartir Su vida, para que pudiéramos llegar a ser más y más como Él.

Gracias, Padre, por Tu mano sanadora de amor y gracia que transforma en algo bello justo aquello que me hiere.

Aplicación a la vida

¿Me estoy escondiendo, o le estoy dando a mi Señor un acceso íntimo a mi corazón, para que pueda sanar las heridas que hay en él?

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

The Case of the Valuable Pearl

Lea el mensaje de Ray