Jesus Feeding the 5,000

Devoción del 25 de mayo

Rompiendo la barrera del resentimiento

Entonces, llamándolo su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?

Mateo 18:32-33

El Señor está poniéndonos delante de un espejo, para que podamos vernos a nosotros mismos. Nosotros somos el siervo a quien se ha perdonado una vasta y abrumadora cantidad de dinero, y Dios es el gran rey que nos ha perdonado. Estos diez mil talentos son una cantidad increíble. Son diez millones de dólares, los cuales, en aquellos días, serían el rescate de un rey. Cuando llegó el ajuste de cuentas, este hombre fue encarado con esta enorme deuda, y no pudo pagarla. El rey ordenó que se hiciera justicia y que el hombre, su esposa y sus hijos, y todo lo que tenía, se vendieran, como podía hacerse en aquel tiempo. Incluso así, la cantidad sería mucho menor que lo que debía. Desesperado, el hombre cae de rodillas y le dice al rey: Señor, ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo. Él nunca podría hacer eso, pero el corazón del rey se conmovió por la situación imposible de este hombre y lo perdonó, con un coste desmesurado para sí mismo.

Jesús sitúa, en contraste directo con esto, otro ajuste de cuentas que dice ocurrió inmediatamente después de que este hombre saliese de esta experiencia de ser increíblemente perdonado. Al salir se encontró a un hombre que le debía veinte dólares, y agarrándolo por el cuello le dijo: Págame lo que me debes. Pero, cuando el segundo hombre dice exactamente las mismas palabras que el primero había dicho sólo unos momentos antes: Ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo, en lugar de perdonar esta cantidad irrisoria, lo mandó a la cárcel, hasta que le pagara la suma completa.

Eso es lo que nosotros hacemos cuando no nos perdonamos los unos a los otros, aunque sean las más insultantes e injuriosas ofensas. No importa lo dolidos que estemos por lo que alguien nos haya hecho; en comparación con lo que Dios nos ha perdonado, es como comparar veinte dólares con diez millones. No habrá ni un sólo cristiano que no se dé cuenta de que no dejó de pecar cuando fue perdonado en Cristo por primera vez. No pasa un día en que no estemos en desesperada necesidad de la palabra de perdón del gran Rey. Y sin embargo, cuando alguien nos ofende, cuán fácilmente nos apoyamos en la justicia y empezamos a exigir: Págame lo que me debes. Exijo que te disculpes. Denme mis derechos.

Debemos perdonar; cualquier cosa menos es hipocresía. No podemos exigir justicia de otros porque nosotros mismos no vivimos en justicia. Como dijo el rey a su siervo: ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?. Esa es la base del perdón cristiano. También es lo que hace posible el perdonar. A causa de que esta vasta y abrumadora deuda contra nosotros ha sido barrida por la gracia de Dios, nosotros también tenemos la capacidad de perdonar.

Gracias, Señor Jesús, por recordarme las riquezas de la gracia. Que yo oiga una vez más la palabra del gran Rey: Todo está perdonado. En la gloria de esa relación restaurada, que pueda volverme a los otros y decir: Te perdono.

Aplicación a la vida

¿Comprendo cuán abrumadora es la deuda que Dios me ha perdonado? ¿En qué relación estoy guardando rencor por cosas triviales en comparación?

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

Breaking the Resentment Barrier

Lea el mensaje de Ray