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Nuevo Testamento

2 Corintios: Cuando soy débil, soy fuerte

Autor: Ray C. Stedman


Al leer la segunda epístola de Pablo a la iglesia de Corinto, nos damos cuenta de que es la más personal y emocional de sus epístolas. En ella se trasluce el sentimiento de las glorias de la gracia de Dios.

El haber podido visitar Corinto en mi último viaje fue una conmovedora experiencia para mí. Queda muy poco en pie de la ciudad original, porque fue destruida por los romanos poco después de que Pablo la visitase y ha estado en ruinas desde entonces, pero quedan aún algunas columnas del templo, así como el mercado y otros lugares públicos de la ciudad, que se pueden discernir claramente, y la calzada que existe actualmente de la sala del tribunal del procónsul romano está bien conservada.

No me resultó difícil imaginarme al apóstol Pablo descendiendo de Atenas a la ciudad que en aquel entonces era un centro de placer, una gran ciudad comercial y además una ciudad de gran belleza en la que había muchos, muchos templos. Tenía fama de ser el centro de la adoración lasciva, de adoración a la diosa del amor. Había unas 10.000 prostitutas relacionadas con el templo de Afrodita, y la ciudad vivía fielmente, o degradándose, por así decirlo, a su reputación como lugar de placer sensual, representando a una sociedad saturada por el sexo. Esto es algo que podemos ver en las epístolas que escribe Pablo a la iglesia de esta ciudad. Resulta fácil imaginarnos al apóstol llegando por el camino polvoriento, como un desconocido y sin que nadie le anunciase, con el aspecto de un sencillo fabricante de tiendas de campaña. Habiendo encontrado a dos personas que se dedicaban al mismo oficio, vivió y trabajó con ellas mientras predicaba el evangelio por las calles de la ciudad, en el mercado y en las sinagogas, y de ese modo Dios le utilizó para poner el fundamento de la iglesia en Corinto.

Al encontrarme allí, no pude evitar pensar en algunas frases muy concretas de esta epístola de Pablo. En el capítulo seis habla acerca de sí mismo:

No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios; en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero; en palabra de verdad, en poder de Dios, y con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero llenos de vida; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo. (2 Corintios 6:3-10)

Pero al hallarme en medio de las ruinas de la ciudad era fácil entender estas palabras. El apóstol había sido considerado como la escoria de la tierra por la clase intelectual de Corinto, que amaba la filosofía y la sabiduría de las palabras de los hombres. Despreciaban a este viajero, a este campesino de Judea, que iba de paso. Pablo no gozaba de ninguna reputación ni evidencia de riqueza, poder de engrandecimiento o influencia. Pero, a pesar de ello, antes de marcharse consiguió conmover a la ciudad y establecer una iglesia que sobrevivió a la vida de esa ciudad. El evangelio que predicó Pablo es actualmente un poder vivo en la tierra, aunque hace ya muchísimo tiempo que aquella ciudad desapareció, quedando en ruinas.

No es posible entender esta segunda epístola de Pablo a la iglesia de Corinto sin tener algunos conocimientos acerca de sus antecedentes. Una vez que Pablo hubo establecido la iglesia allí y que hubo trabajado con gran esfuerzo en la ciudad durante casi dos años, se marchó y fue a la ciudad de Éfeso, en la región de Asia, y desde allí escribió su primera epístola a los corintios, cuyo propósito era el de resolver algunas de las divisiones que se habían producido en la iglesia de Corinto, así como ciertas irregularidades y escándalos, además de las inmoralidades que se estaban introduciendo en la iglesia procedentes de la ciudad que les rodeaba. Esta epístola ha sido conservada para nosotros, y es posible que estén ustedes familiarizados con sus importantes temas: el llamamiento a los cristianos a que regresen a un entendimiento de lo que puede significar la comunión con Jesucristo, la exposición de nuevo de los grandes valores espirituales que hacen de la fe cristiana algo vivo y vital.

Eso es lo que necesitaba la iglesia en Corinto, pero después de que Pablo hubiese escrito esa primera epístola, el partido judío, que le había causado tantos problemas en la ciudad, evidentemente continuó fortaleciéndose. A la cabeza de dicho partido se encontraba un maestro contrario a las enseñanzas de Pablo, que posiblemente hubiese venido de Jerusalén y organizado la oposición a la enseñanza del apóstol. Pablo se veía importunado por un grupo de judaizantes que le acosaban y le seguían dondequiera que establecía iglesias, enseñando a las gentes que era preciso que observasen la Ley de Moisés, diciéndoles que los grandes temas de la gracia de Dios no eran el evangelio cristiano exacto y auténtico y que era preciso que se circuncidasen y que cumpliesen otros requisitos de la Ley, considerándose a sí mismos como los verdaderos seguidores de la Ley y llamándose a sí mismos "el partido de Cristo", algo a lo que Pablo hace referencia en su primera epístola.

Después de que Pablo hubiese escrito la primera epístola, es evidente que este partido se apoderó de la iglesia de Corinto, por lo que Pablo visitó de nuevo la ciudad durante un corto tiempo y aparentemente se vio rechazado por los dirigentes de la iglesia. Aquella misma iglesia que él había plantado se había visto impregnada de falso cristianismo, de modo que cuando el apóstol fue a ellos, le rechazaron y no le permitieron enseñar en la iglesia. Eso es algo que queda claro al leer entre líneas en la segunda epístola, así que Pablo regresó a Éfeso. Desde allí les escribió una epístola breve, dura y mordaz, reprendiéndoles y censurándoles por sus actitudes, pero esa epístola se ha perdido y no ha llegado hasta nosotros. Está muy claro que Pablo la escribió, pero no se ha conservado, posiblemente debido a que Pablo, escribiendo dejándose dominar por la pasión, tal vez dijese cosas que fuesen más allá de lo que el Espíritu Santo desease que se mencionase en esa epístola, no siendo totalmente inspirada como el resto de lo que escribió Pablo, por lo que se ha perdido. O quizás tratase de una manera total temas locales y careciese de una aplicación universal, algo que requiere toda Escritura inspirada.

Esa epístola fue enviada por medio de Tito. Mientras Tito llevó la epístola a la iglesia de Corinto Pablo permaneció en Éfeso, esperando ansiosa y ávidamente para enterarse de cuál había sido el resultado, y esa es la nota con la que empieza la segunda epístola. Pablo les dice que ha estado preocupado por ellos y ha tenido además que pasar por grandes sufrimientos mientras ha estado en Éfeso esperando a que le llegase noticias de ellos.

En el capítulo 1, versículo 8, dice:

Hermanos, no queremos que ignoréis acerca de la tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados en gran manera, más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. (2 Corintios 1:8)

Luego nos dice lo preocupado y ansioso que se ha sentido por ellos en el capítulo 2, versículo 4:

Por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fuerais entristecidos, sino para que supierais cuán grande es el amor que os tengo. (2 Corintios 2:4)

De modo que estuvo en Asia, esperando que le llegasen noticias de lo que había sucedido, pero mientras esperaba, surgieron problemas en Éfeso, según nos cuenta el capítulo 19 del libro de los Hechos. Posiblemente recordarán ustedes que los plateros causaron un gran alboroto en la ciudad, y Pablo se vio amenazado con verse arrastrado y llevado ante los jueces romanos de la ciudad. Pablo logró escapar a esta situación y decidió irse a Macedonia para encontrarse con Tito, que vendría pasando por Macedonia de regreso de Corinto. Pablo no podía seguir esperando para recibir noticias, debido a la gran ansiedad que sentía por los corintios. Además, tenía la intención de levantar algunos fondos allí para ayudar a los cristianos en Jerusalén, que estaban pasando por grandes dificultades debido al hambre que había allí. Sintiendo estas dos preocupaciones en su corazón, fue a Filipos en Macedonia.

Allí se encontró con Tito y se enteró de que la dura y mordaz epístola que había escrito había realizado su labor y que la mayoría de los cristianos corintios se habían arrepentido de haber rechazado su ministerio y habían comenzado de nuevo a vivir la vida en Jesucristo. Sin embargo, había aún una minoría que no estaba dispuesta a ceder y que seguía rebelándose en contra de la autoridad del apóstol. De modo que, desde la ciudad de Filipos, Pablo escribió la segunda epístola a los corintios, que expresa tan claramente la ansiedad y preocupación que sentía en su corazón.

Una vez examinados los antecedentes, se puede entender algo acerca de la pasión que siente el apóstol al escribir. De los problemas, las lágrimas que había derramado y los muchos sufrimientos que había padecido y que se reflejan en esta epístola, surgen los tres grandes temas que la forman: el ministerio dentro de la iglesia, el ofrendar y el servicio, o el atender a las necesidades de la iglesia, y el tema de la autoridad, es decir, dónde reside el poder espiritual y la autoridad.

Al leerla, se darán ustedes cuenta de que los primeros cinco capítulos, en especial, son una maravillosa explicación de lo que debiera ser el ministerio dentro de la iglesia. El apóstol sabía que la iglesia de Corinto no había entendido las verdaderas funciones de los ministros de Jesucristo. Como resultado de ello, estaban esperando obedecer a las enseñanzas de los verdaderos ministros de Cristo, el propio Pablo, Silas, Tito y otros que habían venido a ellos. Debido a que no estaban obedeciendo a la enseñanza de la Palabra de Dios, no estaban cumpliendo el ministerio en Corinto. A eso se debe que la iglesia que aparentemente lo tenía todo, no pudiese hacer nada en la ciudad de Corinto. y es con el fin de corregir esta dificultad por lo que fueron escritas estas dos epístolas. Con esta clave, nos es posible entender el motivo por qué Pablo se sentía tan preocupado y ansioso y el por qué de sus lágrimas.

En estos primeros capítulos, nos encontramos con una impresionante declaración de cómo debiera ser el ministerio. Como dice Pablo en el capítulo 3, por ejemplo, no se trata del ministerio del antiguo pacto, sino del nuevo. En otras palabras, el mensaje no es la exigencia de la Ley sobre las personas, obligándolas a someterse a ciertas normas y reglamentos. Cuando el cristianismo se convierte en eso, siempre es algo sumamente peligroso, mortífero y paralizante. Por desgracia, en eso es en lo que se ha convertido precisamente entre mucha, mucha gente. Entonces, no se trata ya de seguir a un Señor que mora en el interior de la persona, sino de la simple y severa determinación a intentar cumplir ciertas normas y reglamentos, exigencias que se hacen conforme a la carne. Como dice Pablo acerca de ese antiguo pacto, del cual los diez mandamientos son un ejemplo, nos pide y nos exige el cumplimiento sin ir acompañado de la dinámica necesaria para cumplirlos, siendo siempre un ministerio de muerte. "La letra mata", nos dice, "pero el Espíritu da vida" (2 Corintios 3:6b).

A continuación expone el maravilloso ministerio del nuevo pacto. Este es el nuevo plan para nuestra vida, no la antigua y severa determinación de apretar los puños y los dientes para intentar hacer lo que Dios quiere que hagamos, que no es nunca cristianismo, sino que nos demos cuenta de que Él ha provisto el Espíritu Santo a fin de que pueda concedernos la vida de un Señor resucitado, mediante Cuya fuerza y gracia podemos hacer todo lo que nos exige la vida. Esa es la nueva forma de vida; por lo tanto, en esta sección, expone los recursos con los que cuenta el cristiano.

En primer lugar tenemos la Palabra de Dios. La obligación del ministro de Jesucristo (es decir, la de todo cristiano) es declarar la Palabra de Dios, como nos dice en el capítulo 4:

Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios. (2 Corintios 4:1-2a)

En eso es en lo que está fallando actualmente la iglesia en tantos aspectos, adulterando sutil e inteligentemente la Palabra de Dios, minando su autoridad, cambiando su mensaje, haciendo caso omiso a sus declaraciones, negándonos a actuar sobre los hechos que nos han sido transmitidos; y Pablo nos dice que tenemos que rechazar todo esto.

Por el contrario, manifestando la verdad, nos recomendamos, delante de Dios, a toda conciencia humana. (2 Corintios 4:2b)

Ese es el primer recurso del ministerio, la verdad y la luz de la Palabra de Dios.

En segundo lugar, y como ya he sugerido, tenemos un tesoro interior, el misterio del Espíritu de Dios que mora en nosotros. Esto lo encontramos en el capítulo 4, versículo 7:

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros. (2 Corintios 4:7)

No es gracias a nuestra personalidad, ni por ser inteligentes, listos, estudiosos por lo que podemos vivir victoriosamente. Es evidente que lo que está sucediendo es algo que está muy por encima de lo que podemos conseguir de manera natural. Tenemos este tesoro en un vaso de barro, a fin de que quede claro que el poder no es nuestro, sino que le pertenece a Dios. Pablo une esto a los principios de la cruz. Ese es el secreto mediante el cual se libera el poder.

¿Es así como viven ustedes? ¿Están ustedes mostrando la clase de vida que sólo se puede explicar en términos de la obra que Dios realiza en ustedes? En eso consiste realmente el cristianismo. Al observarles a ustedes los que les rodean, debieran ver el vaso de barro y decir: "La verdad es que no lo entiendo. La clase de vida de la que es ejemplo esta persona no se puede explicar jamás viendo la clase de persona pesada y aburrida que es por naturaleza. Debe de haber algo más en esa persona". El secreto de la liberación de ese poder radiante es el principio de la cruz, que pueden ustedes encontrar expuesto en el capítulo 4, versículo 10:

... llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. (2 Corintios 4:10)

Eso significa aceptar siempre el juicio de Dios sobre la carne, sobre la vida natural. Él la ha juzgado en la cruz y ha declarado que carece de todo valor. Pablo dice: "Siempre llevo conmigo la sentencia del juicio sobre la vida natural, a fin de que la vida de Jesús, con todas sus gloriosas posibilidades, pueda manifestarse en mí". Es más, "mientras vivimos estamos siendo todo el tiempo entregados a muerte por causa de Jesús", es decir, tenemos que estar encontrándonos constantemente en dificultades, presionados, pasando problemas y metiéndonos en líos. ¿Por qué? Con el propósito de que se manifieste la vida de Jesús en nosotros, en nuestra carne mortal. Por eso es por lo que ustedes experimentan dificultades. Por eso es por lo que es posible que mañana por la mañana se encuentre con problemas en la oficina. Puede que le llame su jefe y que le eche una bronca totalmente injustificada. Si se queja usted para adentro, diciendo: "¿Por qué me pasa esta clase de cosas? ¿Por qué tengo que ser siempre yo? ¿Qué he hecho para merecerme esto?", revelará lo absolutamente ignorante que es usted de lo fundamental de la vida cristiana. Dios permite que nos encontremos en estas situaciones para que sepamos reaccionar, no como los hombres y las mujeres del mundo, con resentimiento, con amargura, quejándonos e intentando vengarnos, sino más bien, de tal manera que la vida de Jesús pueda manifestarse en nuestra carne mortal. Ese es el secreto del nuevo plan de vida, y eso es lo que nos dice Pablo que es la gloria del ministerio y la vida cristiana.

Pablo habla acerca de la gran esperanza del creyente, diciendo: "no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven" (2 Corintios 4:18a). Sabemos que tenemos un cuerpo que no se puede destruir: "una casa no hecha por manos, eterna, en los cielos" (2 Corintios 5:1b). Dios tiene un gran futuro para nosotros. La vida que actualmente vivimos es una preparación para esa vida venidera y, por lo tanto, como dice:

... esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. (2 Corintios 4:17)

El presente es tan solo un prólogo del futuro. Luego declara sus motivos en el capítulo 5, versículo 11:

Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres... (2 Corintios 5:11a)

Y en el versículo 14:

El amor de Cristo nos constriñe [nos hace ir adelante]... (2 Corintios 5:14a)

Esto hace que tengamos una confrontación cara a cara con la gran declaración escritural del carácter transformador del evangelio de Jesucristo. Estas buenas noticias consiguen lo que ninguna otra cosa puede conseguir. Es por ello que Pablo no se avergonzó nunca de él, ni en Corinto, ni en Roma ni en ningún otro lugar, porque puede conseguir lo que no puede ninguna otra cosa en el mundo; no hay filosofía, ni argumento ni proceso educativo, ni reforma de ninguna clase que pueda lograrlo. Es una transformación que se produce gracias a la implantación de una nueva vida.

Y [Cristo] por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él. (2 Corintios 5:15-21)

Pablo nos dice que Dios nos ha confiado el mensaje de la reconciliación, y por ello somos "embajadores en nombre de Cristo, y Dios hace esta súplica por medio de nosotros", declarando que ya ha reconciliado al mundo a Sí mismo y que Su mensaje es, por lo tanto, para todos los hombres, y dicho mensaje es "Reconciliaos con Dios". "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él". Ese es el evangelio.

En los capítulos 8 y 9, tenemos la declaración de Pablo sobre el ministerio en la iglesia. El gran discurso sobre el hecho de dar ha sido ocasionado por la colecta que estaba recogiendo Pablo para aliviar la necesidad de los santos de Jerusalén acosados por el hambre. El dar, nos dice, ha de ser la prueba del amor. En esta sección encontramos este gran versículo:

Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos. (2 Corintios 8:9)

Ese es el proceso inverso mediante el cual funciona el cristianismo: como pobre, pero enriqueciendo a muchos. Los cristianos macedonios, a pesar de su pobreza, nos dice Pablo, dieron con liberalidad, más allá de sus posibilidades, y por ello Dios derramó Su riqueza espiritual en sus vidas. Esa es la esencia de la vida cristiana y es la base de los grandes principios de las ofrendas cristianas, acerca de las cuales se habla en el capítulo 9, especialmente en los versículos 7 y 8:

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. (2 Corintios 9:7)

Aquí no hay ningún decreto sobre campañas financieras ni programas de presión con el fin de extorsionar dinero a los cristianos. Nadie debe ser sometido a ninguna presión ni sentirse obligado para nada. Hemos de dar conforme cada uno de nosotros haya puesto en su propia mente "no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre". Juntamente con esto encontramos esta maravillosa promesa:

Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra. (2 Corintios 9:8)

¿Se ha atrevido usted a ponerlo a prueba? Esa palabra es tan cierta en el siglo XX como lo fue en el primer siglo, cuando Pablo lo escribió: "El que siembra escasamente", dice Pablo, "también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará" (2 Corintios 9:6).

Ahora bien, en los capítulos 10, 11 y 12, nos encontramos con un cambio total de enfoque. Aquí Pablo se dirige a una minoría rebelde de cristianos en Corinto que seguían rechazando la autenticidad de su ministerio entre ellos. No era que, según dice el propio Pablo, rechazasen la palabra que él les transmitía, sino que estaban siendo desobedientes a la verdad de Dios. De esta situación surge una gran disertación sobre la base, o el terreno de la autoridad en la vida cristiana. Estos falsos maestros pedían que las gentes les siguiesen debido a ciertas cosas acerca de las cuales presumían ante ellos: lo fieles que eran, lo generosos que eran en servirles, las muchas tribulaciones que soportaban y las dificultades por causa de Cristo, exaltándose a sí mismos ante aquellas gentes y alardeando de su linaje, de sus antecedentes y de sus conocimientos.

El apóstol va directamente al grano, diciendo, en efecto: "Habéis sido engañados. No es en esto en lo que se basa la autoridad; no es en eso en lo que se basa el gobierno". Dice: "Si insistís en dejaros impresionar por esta clase de cosas, también yo podría enorgullecerme ante vosotros, pero si lo hiciese sería un insensato. No haría otra cosa que comportarme como estos hombres insensatos, a los que con tanta facilidad seguís, pero debido a que os habéis dejado impresionar de tal manera por esta clase de situación. Está bien, me jactaré un poco y os contaré lo que Dios ha hecho por medio de mí".

Y a continuación tenemos este extraordinario pasaje del capítulo 11:

¿Son hebreos? Yo también. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? También yo. ¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; [Cualquiera que hable de este modo es un insensato, pero es lo que os gusta y lo que os impresiona. Está bien.] en trabajos, más abundante; en azotes, sin número; en cárceles, más; en peligros de muerte, muchas veces. (2 Corintios 11:22-23)

Y a continuación ofrece una impresionante lista de las muchas tribulaciones por las que tuvo que pasar:

De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. [Treinta y nueve azotes en cinco ocasiones durante su ministerio.] Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; [Queda constancia de ello en el libro de los Hechos.] tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez. (2 Corintios 11:24-27)

Luego dice: "Todo esto es ociosa jactancia. No es en eso en lo que se basa mi autoridad. Si realmente queréis saber", dice, "dónde reside mi autoridad y de dónde viene el auténtico poder espiritual, permitidme que os cuente de qué modo aprendí la lección. Esto no sonará muy impresionante, pero quiero que sepáis que os estoy diciendo la verdad. Este es el hecho acerca del cual me jacto más que de ninguna otra cosa en mi vida: del momento en que empecé a aprender el secreto del genuino poder". Luego dice algo asombroso, comenzando en el versículo 31 del capítulo 11:

El Dios y Padre de nuestro Señor Jesús, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas puso guardias en la ciudad de los damascenos para apresarme, y fui descolgado en un canasto desde una ventana del muro, y escapé de sus manos. (2 Corintios 11:31-33)

¡Qué gran cosa de la que jactarse! Pero Pablo dice: "Al pensar en aquella noche, cuando me sentí tan desanimado, tan derrotado, me doy cuenta que fue entonces cuando empecé a aprender el secreto de la vida efectiva y victoriosa. Me había creído que mi conocimiento, mi inteligencia y mi entendimiento de las Escrituras, mis antecedentes hebreos y mis cualificaciones serían la clave que me abriría los corazones de los judíos de Damasco, pero me encontré con que no fue así y me vi obligado a huir como un vil criminal. Fue precisamente entonces cuando el Señor Jesús comenzó a enseñarme la maravillosa lección de que soy hecho fuerte cuando me encuentro en debilidad; que cuando más débil soy es cuando soy más fuerte". Y de eso dice: "He aprendido una gran lección que me ha producido gozo y gloria en mi debilidad":

... porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:10b)

Precisamente en esta relación cita su experiencia sobre "un aguijón en mi carne", esa cosa tan desagradable que le atormentaba, le molestaba y le perjudicaba. Pablo suplicó al Señor que se lo quitase, pero le vino palabra del Señor, diciéndole:

"Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad". (2 Corintios 12:9a)

Ese es el secreto de la fortaleza, no el impresionar exteriormente, no disfrutar de un gran prestigio, ni del bombo ni del favor; ni se halla en los grandes edificios ornamentados y con muchísimas decoraciones en cuyo interior se encuentran impresionantes estatuas y maravillosos cuadros. Oh, no. El poder espiritual no radica nunca en esas cosas. Tampoco radica en una personalidad brillante e impresionante, ni en la habilidad para hablar con una elocuente oratoria, con dominio y elegancia de lenguaje. No, no se trata de eso. Se halla en el corazón que es consciente de que no puede hacer nada aparte de la dependencia de un Señor que mora en el interior. Cuanto más débiles somos nosotros, más fuerte puede ser Cristo.

¿No es cierto que eso nos anima? ¿No nos fortalece? ¿No dice usted: "No puedo hacer nada"? Claro que no puede, y si pudiese, no serviría para gran cosa, pero Él todo lo puede hacer a través de usted. Ese es el gran secreto de esta epístola y es lo que el apóstol deseaba ardientemente impartir a aquellas gentes. Era lo que necesitaba desesperadamente Corinto, de la misma manera que lo necesita actualmente con desesperación Palo Alto, hombres y mujeres que aún siguen creyendo en este gran, impresionante y urgente principio mediante el cual se manifiesta el poder de Dios en la vida humana: La fortaleza surge de la debilidad.

De manera que Pablo concluye la epístola dirigiéndose a estas personas de Corinto de la misma manera que se dirige a nosotros hoy:

Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe. ( 2 Corintios 13:5a)

¿Cree usted en Dios? ¿Cuenta usted con que hará lo que ha dicho que hará por medio de usted? ¿Se mete usted en ciertas situaciones y luego tiene que salir arrastrándose, y si Dios no le ayuda en ellas, quedará usted como un tonto? "Examinaos a vosotros mismos para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos" (2 Corintios 13:5a).

¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? (2 Corintios 13:5b)

Ese es el secreto de la vida cristiana.

Oración

Padre nuestro, te pedimos que la pasión de este apóstol no sea algo de lo que nosotros no seamos conscientes hoy, que nos demos cuenta una vez más de que el mundo está enfermo, tan sumido en problemas, en ansiedad, en sufrimientos y en desesperación en este siglo XX como lo estuvo en los tiempos de Pablo; que necesita, más que ninguna otra cosa, la declaración del poderoso evangelio de Dios, la nueva forma de vida, el nuevo pacto mediante el cual el Espíritu Santo toma la imagen de Cristo que está en nosotros y la convierte en algo nuevo y fresco en nosotros, concediéndonos, de ese modo, el poder para vivir con la fortaleza y la gloria de Su vida en nosotros: "Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor". Permite que estas verdades calen profundamente en nuestros corazones, convirtiéndose en algo real, pues te lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.