Friends Talking about the Bible
Antiguo Testamento

Cantares: Un cántico de amor y un himno

Autor: Ray C. Stedman


Espero que esté usted descubriendo el maravilloso carácter de la Biblia, su agudo discernimiento, y la manera tan profunda de sondear la vida humana. Las Escrituras nos fueron dadas con el propósito de que pudiéramos entendernos a nosotros mismos y a nuestro Dios, y los libros del Antiguo Testamento contribuyen de una manera asombrosa a esta comprensión.

En la actualidad el Cantar de los Cantares está considerado como posiblemente uno de los libros más confusos y difíciles de la Biblia, pero seguramente le sorprenderá saber que durante todos los siglos del cristianismo ha sido uno de los libros más leídos y amados de todos. Durante la sombría época antes de la Reforma protestante, cuando los albiguenses huyeron de la iglesia católica y John Huss llevó a su pequeño grupo de cristianos hasta Bohemia, este fue uno de los libros de la Biblia que se leía, se citaba, al que se hacía referencia y se memorizaba con más frecuencia, pues les servía de gran consuelo. En los días posteriores a la Reforma, en los tiempos de amarga persecución de los Firmantes de Escocia, de los cuales salió la iglesia presbiteriana, bajo el liderazgo de John Knox y otros, este fue una vez más uno de los libros que se leían con más frecuencia y que más se citaban. Les sirvió a los Firmantes de mucho consuelo, y sostuvo el espíritu de aquellos hombres y mujeres, a los que daban caza como si fuesen animales, por las montañas y los valles estrechos de Europa.

Este es el último de cinco libros del Antiguo Testamento. Job es el primero; luego vienen Salmos, Proverbios y Eclesiastés, y finalmente el Cantar de los Cantares. Cada uno de estos libros revela uno de los elementos básicos del hombre. Job es la voz del espíritu, la parte más profunda de la naturaleza del hombre, que es por lo que el libro de Job es y será siempre un misterio para nosotros. Según palabras de uno de los salmos, es uno de los libros en el que "un abismo llama a otro", y no podemos leerlo sin reconocer lo que tiene de profundo. Es casi imposible agotarlo. He aquí la voz del hombre clamando a Dios en medio de su dolor y su lucha. Job dice: "¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!" (Job 23:3a).

Los libros de Salmos, Proverbios y Eclesiastés forman una trilogía en la que se destaca la voz del alma. El alma del hombre se compone de tres partes: la mente, las emociones y la voluntad, y en estos libros nos encontramos con la expresión de estos elementos de la personalidad del hombre. Salmos es el libro del corazón, de las emociones, y en él hallamos reflejadas todas las emociones conocidas por el hombre. Este es el libro que podemos leer cuando sentimos fuertes emociones en nuestra vida, para encontrar un salmo que sea la respuesta, que refleje y supla la necesidad de nuestro estado de ánimo. Por eso es por lo que los Salmos ha sido siempre una porción tan amada de las Escrituras.

El libro de Eclesiastés es la voz o la expresión de la mente del hombre. Es una interrogante penetrante sobre la vida que busca respuestas, y en este libro encuentran expresión todas las filosofías que el hombre ha descubierto. El Eclesiastés nos habla acerca del hombre que está buscando respuestas. Y la respuesta que halla, debido a que enfoca la vida solo desde el punto de vista intelectual, es que todo es vanidad y vacío, que todo cuanto hacemos y vemos es inútil. Eso es lo que descubre la mente que no tiene a Cristo.

El libro de Proverbios es la expresión de la voluntad del hombre, resumida en el que es el proverbio más citado: "Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas" (Proverbios 3:5-6). La mente y el corazón deben aplicar juntos el conocimiento, de modo que la voluntad elija lo que es justo. En todo el libro de Proverbios encontramos que lo que se enfatiza es el gobierno de la voluntad.

Ahora bien, si el libro de Job es el clamor del espíritu y los Salmos, Proverbios y Eclesiastés son el clamor del alma, el Cantar de los Cantares es, sobre todo, el clamor del cuerpo en su anhelo más esencial; ¿y cuál es el anhelo esencial del cuerpo? El amor. Por lo tanto, el tema del libro es el amor. Es un cántico, un poema de amor oriental, y esto es algo que no podemos negar. Es sencilla y absolutamente eso. Es una revelación de todo lo que pretendía Dios que fuese la función que llamamos sexo. Es el sexo tal y como Dios deseaba que fuese, no solo como una actividad física, sino como la expresión de toda la naturaleza del hombre.

Porque el sexo es algo que impregna nuestras vidas, y al menos en eso Freud tuvo razón. Pero la respuesta sexual y su impulso nos afectan más que en el aspecto físico; también nos afecta emocional e incluso espiritualmente. Dios nos hizo de ese modo, y no hay nada de malo en ello, pero ahí es donde se desvió el concepto victoriano del sexo. Fue llevado a extremos por el enemigo. (Esto es siempre la actividad del demonio: llevar las actitudes acerca del sexo a posturas extremas.) Por lo que el sexo se convirtió en algo mojigato, como si fuese un tema que no se podía mencionar, como algo para estar encerrado en un cajón y que era preciso mantener oculto, tras una cortina.

Pero no es así como se habla acerca del tema en la Biblia. En ella, el sexo, al igual que cualquier otro tema, se enfoca con sinceridad y se trata abiertamente, expresándolo tal y como Dios quiso que fuese. De modo que para empezar y sobre todo, el Cantar de los Cantares es un cántico de amor que describe con franqueza, y al mismo tiempo de una manera pura, cómo el hombre y la mujer se deleitan el uno en el cuerpo del otro. No hay nada de pornográfico ni de obsceno en ello, nada libertino. Al leerlo se dará usted cuenta del enfoque tan precioso y casto del que se vale para hablar sobre el tema.

El libro llega hasta nosotros en lo que podríamos llamar una forma de comedia musical. Los personajes son Salomón, el joven rey de Israel ―ya que este libro fue escrito al principio de su reinado, en toda la belleza y esplendidez de su juventud― y la sulamita, que era una sencilla campesina de una belleza extraordinaria que se enamoró del rey cuando él se disfrazó como pastorcillo y se puso a trabajar en una de sus propias viñas al norte de Israel.

En el libro de Eclesiastés, Salomón nos dice que realizó expediciones para descubrir cómo era la vida a distintos niveles. Una vez se disfrazó como un sencillo pastorcillo y bajo esta guisa conoció a la joven. Se enamoraron, y una vez que se hubieron prometido amor mutuamente, se marchó y estuvo ausente durante un tiempo, y es entonces cuando la sulamita llora y le busca en su soledad.

A continuación nos encontramos con el anuncio de que el rey, en toda su gloria, va a ir a visitar el valle. Si bien la muchacha está interesada en este hecho, no es algo que le preocupe demasiado, porque su corazón anhela y echa de menos al joven del que está enamorada; pero de repente le llega la noticia de que el rey quiere verla. Él se la lleva y se casan en el palacio.

La comedia tiene lugar en Jerusalén, la capital de Israel, y un coro de cantantes, conocido como "hijas de Jerusalén", hace, de vez en cuando, una serie de preguntas de gran importancia durante el relato sobre los acontecimientos que conducen al noviazgo, el compromiso y el matrimonio. La muchacha sulamita habla sobre ellos en tres ocasiones, y es interesante darse cuenta de que "sulamita" es la forma femenina de Salomón. Por lo que podemos llamar a la joven "Sra. Salomón". Ella es la novia, y leemos acerca de su encuentro con el joven, su noviazgo, y la fortaleza, los métodos y los deleites del amor.

El lenguaje del libro es sumamente poético y figurativo, y puede que en algunos casos sea difícil determinar quién de ellos está hablando, pero se puede distinguir a los diferentes participantes de la siguiente manera: el novio se refiere siempre a la muchacha como "amada mía", y la novia le llama a él "mi amado". Y al describir el uno al otro se descubre la pasión y el embeleso del amor. He aquí el lenguaje del amor al describir la muchacha al joven:

Mi amado es blanco y sonrosado,distinguido entre diez mil; su cabeza es oro fino; sus cabellos crespos, negros como el cuervo. Sus ojos, palomas que junto a arroyos de aguas se bañan en leche, están a la perfección colocados. Sus mejillas, eras perfumadas con especias aromáticas, son como fragantes flores; sus labios, como lirios que destilan mirra. Sus manos, anillos de oro engastados de jacintos; su cuerpo, claro marfil cubierto de zafiros. Sus piernas, columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino; su aspecto, como el Líbano; esbelto cual los cedros. Su paladar, dulcísimo, y todo en él codiciable. ¡Tal es mi amado, tal es mi amigo, hijas de Jerusalén! (Cantares 5:10-16)

Y él la describe con un lenguaje semejante:

Amada mía, eres bella como Tirsa, deseable como Jerusalén, imponente como ejércitos en orden de batalla. ¡Aparta tus ojos de mí, pues me subyugan! Tu cabello es como manada de cabras que bajan retozando las laderas de Galaad. (Cantares 6:4-5)

Vemos lo figurativo de este lenguaje. Si los jóvenes enamorados se lo tomasen actualmente de manera literal e intentasen transmitir este lenguaje, estoy seguro de que sería malinterpretado, pero este es un enfoque impresionista, y esta expresión es de una gran belleza:

Tus dientes, como manada de ovejas que suben del baño, ninguna estéril, todas con crías gemelas. (Cantares 6:6)

Eso significa que no le faltaba ni uno solo. Tenía una dentadura completa y acababa de lavárselos.

Tus mejillas, como gajos de granada, detrás de tu velo. Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas, y las jóvenes, sin número; mas única y perfecta es la paloma mía, la única de su madre, la escogida de quien la dio a luz. Las jóvenes la vieron y la llamaron "bienaventurada"; la alabaron las reinas y las concubinas. (Cantares 6:7-9)

Evidentemente, este es el lenguaje del amor.

El libro describe el amor en el matrimonio tal y como debe ser, y es importante que esto lo tengamos en cuenta, porque el abandono absoluto de ambos para hallar la mutua satisfacción solo es posible porque se experimenta dentro de esa unidad total que solo permite el matrimonio. Esto es algo que se enfatiza poderosamente por todo el libro, mediante una advertencia con tres facetas, que la esposa dirige a todas las muchachas solteras: el coro de las llamadas hijas de Jerusalén. En tres ocasiones diferentes, y dejando por un momento el deleite y el embeleso de su amor, revela a las muchachas el secreto de su deleite:

¡Yo os conjuro, hijas de Jerusalén... que no despertéis a[l] amor [hasta que] quiera! (Cantares 2:7, 3:5, 8:4)

Este es el secreto del deleite como este en el matrimonio. ¿Qué es lo que ella ha querido decir con estas palabras? Lo que está diciendo es que no se debe estimular prematuramente al amor, sino que es preciso permitir que se desarrolle por sí solo. No se debe despertar valiéndose de métodos artificiales, hasta que el amor esté preparado. Lo que hay que hacer es dejar que comience a su tiempo.

Resulta verdaderamente monstruoso ver cómo algunas madres insensatas y fatuas animan a sus hijos a imitar a los adultos, bailando, acudiendo a citas, acariciándose y teniendo contacto físico antes de llegar a la adolescencia. ¿Por qué? Porque están intentando provocarles a participar en actividades adultas, en las actividades del amor, antes de que les haya llegado el momento. Es como intentar abrir el capullo antes de que esté listo para abrirse; lo que se hace es destruirlo.

Estamos siendo testigos de los resultados de mucho de ello en nuestra sociedad. Pues a los jóvenes que quieren lo mejor del amor, lo más grandioso, lo principal que este libro les enseña es a abstenerse del contacto físico y las caricias amorosas hasta que puedan decir, como dice esta novia:

Me llevó a la sala de banquetes y tendió sobre mí la bandera de su amor. (Cantares 2:4)

O como dice el novio:

Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte como la muerte es el amor y duros como el seol los celos. Sus brasas son brasas de fuego, potente llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor ni lo ahogarán los ríos. (Cantares 8:6-7a)

Dios ha ordenado que todos estos deleites, que encontramos reflejados aquí, formen parte de la experiencia de hombres y mujeres, pero solo en la relación que los hace posible, que es el matrimonio. Por lo tanto, este libro es un poderoso llamamiento a la castidad y a la pureza en la vida hasta que llegue el momento del matrimonio.

Pero, claro que no habremos escuchado el mensaje más profundo de este cantar hasta que no nos adentremos en la descripción de este amor puramente físico y humano que, aunque es tan perfecto, debe leerse como una expresión de lo que es la comunión entre el hombre y Dios, entre Cristo y Su iglesia.

Desde los primeros siglos del cristianismo, este libro ha sido interpretado de ese modo. Hasta los judíos lo interpretaron alegóricamente en ese sentido. El prefacio de este cantar es uno de los libros judíos, o Targums, que dice algo así:

Este es el Cantar de Salomón, el rey profeta de Israel, que cantó ante Jehová, el Señor.

Como vemos, no estaba sencillamente cantando un cántico de amor humano, sino que lo cantó ante Jehová. Este es un cántico acerca de su propia relación con Dios, y los padres de la iglesia primitiva lo interpretaron bajo esta luz. Fue precisamente por ello por lo que este cantar fue de gran consuelo para los santos perseguidos del período de la Reforma y los períodos posteriores.

Alguien ha dicho muy apropiadamente: "Si ama usted a Jesucristo, le encantará este cántico, porque aquí tenemos palabras que expresan de modo perfecto el embeleso del corazón que se ha enamorado de Cristo. Cuando lee usted el libro de Eclesiastés, lee acerca de la búsqueda del hombre por el mundo entero de algo que satisfaga plenamente su corazón, y el mensaje de ese libro es sencillamente que el que el hombre se gane al mundo entero no es suficiente. Su corazón sigue aún vacío porque el corazón es mayor que su objetivo, pero el mensaje del Cantar de los Cantares de Salomón es que Cristo es tan grande, tan poderoso, tan magnífico, que el corazón que se haya enamorado de Él nunca podrá llegar a las profundidades de Su amor, Su preocupación y Su ternura para con el hombre. Cristo, el objetivo, es mayor que el corazón.

Por lo tanto, cada uno de los pasajes de este cantar puede ser reverentemente elevado a un nivel superior para representar al corazón embelesado con su Señor. Visto de este modo, revela una verdad altamente significativa. Deja claro que el matrimonio es la clave de la vida humana, lo cual no significa que las personas que no están casadas deban sentirse desanimadas por ello. Porque tanto si encontramos el matrimonio a nivel físico como si no, esto sigue siendo cierto. ¿Qué es el matrimonio? ¿Ha pensado usted alguna vez en el matrimonio? ¿Ha pensado en lo que se encuentra tras la institución del matrimonio? He tenido muchas veces el privilegio de casar a personas, y para ello tengo que enfrentarme con ciertas leyes del estado. El matrimonio no es el producto de la sociedad humana; no es algo que inventaron las personas después de haber estado viviendo juntas. El matrimonio tiene su origen en los albores de la humanidad y forma parte integrante de la vida humana, y el matrimonio físico entre el hombre y la mujer es sencillamente una imagen de una relación más profunda que es cierta en la vida de todo el mundo.

Este principio se expone en Romanos 7, al introducir Pablo este gran argumento con un ejemplo de una mujer casada. Mientras está casada, está atada a la ley de su marido; y si mientras está casada se enamora de otro hombre, tendrá que soportar el estigma de adúltera, exponiéndose a quebrantar la ley básica de la vida, pero si muere el esposo, entonces queda libre para casarse con otro hombre (Romanos 7:1-3).

¿Por qué dice todo esto? Porque es un ejemplo de lo que sucede en la vida de cada uno de nosotros. Pablo dice que estamos casados con la vida del viejo hombre, con el viejo Adán. Estamos unidos al hombre malvado, y ese es el problema en la vida humana. El hombre fue creado para tener quien le señorea y no puede existir sin alguien que sea su señor. Todos nosotros tenemos un amo, nos guste o no nos guste. Todo el relato de la Biblia deja claro que o bien es Dios quien se enseñorea de nuestra vida o lo es el demonio, y fue precisamente por eso por lo que Jesús dijo que el hombre no puede servir a dos señores. No podemos entregarnos a ambos; es preciso tomar una decisión en la vida. O bien odiamos a uno y amamos al otro, o nos aferramos a uno y nos separamos del otro. No es posible hacer las dos cosas.

Por lo que es preciso que el hombre sea gobernado. En otras palabras, fue creado para el matrimonio, porque el matrimonio es una imagen del gobierno de una vida sobre otra. Y este libro dice que el dueño que fue establecido para que gobernase al hombre es el Señor Jesucristo. El hombre gobernado por Jesús llega a la plenitud y a la gloria, en todo aquello que Dios le tenía destinado al hombre.

Al leer en este libro acerca del deleite embelesado que experimentan la esposa y el esposo el uno con el otro, estará usted leyendo una descripción magnífica y maravillosa de lo que Dios pretendía que fuese la relación entre Sí mismo y cada persona. Por eso es por lo que dice el gran mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente" (Mateo 22:37). Por eso es por lo que este es el más importante de los mandamientos, porque de él depende todo lo demás, incluyendo el amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es por eso por lo que este libro es muy importante, porque trata acerca de una relación muy importante. En Cristo tenemos al Esposo, y la iglesia es Su esposa, como dijo Pablo en Efesios:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella. (Efesios 5:25)

Pablo continúa describiendo la obra de Cristo a favor de Su iglesia y vuelve a decir:

Grande es este misterio, pero yo me refiero a Cristo y a la iglesia. (Efesios 5:32)

De modo que el amor entre el esposo y la esposa es el amor de Cristo y de Su iglesia. En otras palabras, el amor de los esposos es sencillamente una manifestación y una imagen de ese amor más profundo que es lo que Dios desea para la vida humana.

Por lo tanto, tenemos en este libro una imagen de lo que Dios convertirá en realidad en el corazón y en la vida de aquel que le ame. Escuche usted estas preciosas palabras que dice el esposo a la esposa:

Ya ha pasado el invierno, la lluvia ha cesado y se fue; han brotado las flores en la tierra, ha venido el tiempo de la canción y se oye el arrullo de la tórtola en nuestro país. Y la higuera ha dado sus higos y las vides en cierne, su olor. ¡Amada mía, hermosa mía, levántate y ven! (Cantares 2:11-13)

Esa es la primavera de la vida, pero no se encuentra en el pasado, sino en el futuro. Un día también este mundo experimentará una primavera como esa. El Señor Jesucristo, que volverá por fin a reclamar a Su esposa que le espera, la recibirá con palabras muy parecidas a estas. Llegará la primavera, el tiempo en el que habremos de cantar, el tiempo en que la tierra volverá a florecer y desaparecerá la maldición, por lo que volverán a aparecer las flores en la tierra. Esta es una imagen de lo que puede suceder en el corazón de aquel que se enamore de Jesucristo y podrá disfrutar de esta primavera. El frío del invierno con su soledad, su desgracia y su egoísmo ha quedado atrás, y ha llegado el momento de cantar.

Oración

Padre nuestro, te damos gracias por este precioso pasaje que destaca de un modo tan magnífico todas las posibilidades de satisfacción que Dios tenía destinadas al corazón humano. Oh Señor, permite que podamos participar de esta clase de relación contigo, que has vencido todos nuestros prejuicios y luchas contra Ti, por lo que clamamos: "Me rindo, me rindo; no puedo resistirme más. Me dejo sumergir compelido por un amor agónico y te reconozco mi conquistador". En Tu nombre lo pedimos. Amén.