Friends Talking about the Bible
Antiguo Testamento

Hageo: Algunas palabras para carpinteros desanimados

Autor: Ray C. Stedman


Al leer este libro se dará usted cuenta de que el tema de la profecía de Hageo es "daos prisa y construid la casa del Señor". Permítanme decirles que aunque su iglesia esté un poco abarrotada y no les quede más espacio, el edificio de la iglesia no es la casa de Dios. En los días de Hageo era una imagen o una sombra de la verdadera casa de Dios. Estas sombras (como aprendimos en el Nuevo Testamento) apuntan a la verdadera casa de Dios, que es el creyente, o, de manera colectiva, todos los creyentes que forman la gran casa de Dios que es la iglesia, el lugar en el que habita Dios; y eso es lo que le interesa edificar a Dios.

En la época de Hageo, la casa del Señor era el templo; y posiblemente recuerden ustedes que tuvieron algunas dificultades para edificar el templo después de la cautividad en Babilonia. (Esta profecía debería leerse en relación con los libros históricos de Esdras y de Nehemías, que aparecen mucho antes en el Antiguo Testamento.) Como habían profetizado muchos de los profetas, la nación babilonia fue levantada y arrasó la tierra de Israel. Capturaron Jerusalén; el rey fue tomado cautivo, le sacaron los ojos, y fue llevado como cautivo a Babilonia, y allí, como había anunciado la profecía de Jeremías, el pueblo permaneció cautivo durante exactamente 70 años. Por cierto que esta es una de las profecías más asombrosas que se ha cumplido ya; así que pueden ver ustedes de qué modo Dios habla por boca de los profetas, diciendo lo que ningún hombre podía decir por sí mismo.

Después de que se hubieron cumplido los 70 años, Daniel, que profetizó en Babilonia, nos dice que Dios comenzó a moverse para traer de nuevo a Su pueblo a su tierra. Vinieron primeramente bajo el reinado de Zorobabel, al que se menciona en los primeros versículos de la profecía de Hageo. Zorobabel, que descendía de reyes, fue el capitán del remanente que volvió de Babilonia. Cuando llegaron a Jerusalén, se encontraron la ciudad en ruinas, las murallas derruidas y el templo completamente destruido.

Lo primero que hicieron fue comenzar a trabajar en el templo. Aunque se encontraban todavía bajo el dominio y el gobierno de los babilonios, tenían permiso del rey de Babilonia para empezar a trabajar en la edificación del templo. De modo que comenzaron a edificarlo y lograron poner los fundamentos y posiblemente una tira entera de sillares, construyendo un templo mucho más pequeño que el que construyó originalmente Salomón. Entonces el trabajo comenzó a demorarse y, después de un tiempo, cesó por completo, y durante 15 años no hicieron nada en el templo. Es precisamente al llegar a este punto cuando apareció en escena Hageo y comenzó a hablar.

Hageo transmite cuatro mensajes a este pueblo, todos ellos en espacio de un año y medio y todos ellos relacionados con la construcción del templo, pero el mensaje más profundo, como ya he sugerido, se aplica a nosotros, que somos el templo, o la gran casa de Dios, que Él ha estado construyendo durante veinte siglos ya. De modo que leeremos esta profecía no solo como un mensaje del profeta a la gente de su tiempo acerca de la edificación del templo, sino también como un mensaje al pueblo de Dios en todo lugar respecto a su responsabilidad de edificar la gran casa de Dios, el templo que el Espíritu Santo ha estado construyendo con los corazones humanos.

En esta profecía hay cuatro mensajes con fecha de calendario. Cada uno de ellos revela la excusa que dio el pueblo por no trabajar en el templo, hablando tanto sobre la excusa como acerca del motivo tras dicha excusa. El primer mensaje incluye todo el capítulo 1. Leemos:

En el año segundo del rey Darío, en el mes sexto, en el primer día del mes, fue dirigida esta palabra de Jehová, por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote: "Así ha hablado Jehová de los ejércitos: Este pueblo dice: ꞌNo ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificadaꞌ". (Hageo 1:1-2)

La profecía fue dirigida al gobernador civil y a los dirigentes religiosos, Josué y Zorobabel, y en este versículo el profeta revela la excusa que dio el pueblo por dejar el templo abandonado durante 15 años. Estaban diciendo: "Es que no ha llegado el tiempo todavía. Se ha cometido una equivocación al calcular los 70 años que profetizó Jeremías. No sirve de nada hacer algo ahora, porque Dios todavía no está listo". Pero lean ustedes la respuesta que Dios les da a su excusa:

Entonces, llegó esta palabra de Jehová por medio del profeta Hageo: "¿Es acaso para vosotros tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? Pues así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos". (Hageo 1:3-5)

En otras palabras, Dios dice: "¿Acaso el problema consiste en que creéis que aún no ha llegado el momento de que yo obre? Pues es sorprendente que penséis que es hora de que os ayude a construir vuestra casa, y ¿qué pasa con la mía?". Y sugiere de manera un tanto irónica que el verdadero motivo por el que han demorado la obra de Dios es porque están totalmente sumidos en sus propios asuntos, por lo que han dejado las cosas de Dios en un segundo lugar, colocando primero sus propias necesidades.

Había algo de lo que se habían olvidado. El mero hecho de que se encontraran en la tierra demostraba que había llegado la hora de Dios. No hubieran estado de regreso allí si no se hubiesen cumplido los 70 años. Por lo tanto, el verdadero motivo era que no estaban dispuestos a colocar a Dios en primer lugar. Sus propias comodidades, su conveniencia y sus deseos venían primero.

Pero Dios dice que quiere que vean cuáles son los resultados, diciendo en tres ocasiones: "Meditad... meditad... meditad". Fíjense en lo que dice en los versículos 5 y 6:

"Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, pero recogéis poco; coméis, pero no os saciáis; bebéis, pero no quedáis satisfechos; os vestís, pero no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su salario en saco roto". (Hageo 1:5-6)/P>

¡También en aquellos tiempos existía la inflación! Está diciendo que toda la labor y el trabajo que habían realizado no había servido para conseguir lo que esperaban. "Estáis intentando prosperar", dice Dios, "pero os elude la prosperidad. Estáis intentando satisfaceros a vosotros mismos, pero no os sentís nunca realizados, y siempre hay algo que os falta". Los versículos 7 a 11 dicen:

"Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, traed madera y reedificad la Casa; yo me complaceré en ella y seré glorificado, ha dicho Jehová". (Hageo 1:7-8)

¿Por qué?

"Buscáis mucho, pero halláis poco; lo que guardáis en casa, yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué?, dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi Casa está desierta, mientras cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso los cielos os han negado la lluvia, y la tierra retuvo sus frutos. Yo llamé la sequía sobre la tierra y sobre los montes; sobre el trigo, sobre esta tierra y sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino, sobre el aceite, sobre todo lo que la tierra produce, sobre los hombres y sobre las bestias, y sobre todo trabajo de sus manos". (Hageo 1:9-11)

Dios dice: "Yo estoy tras esto". ¿Por qué hizo esto? ¿Por qué puso trabas a todos sus esfuerzos por conseguir la prosperidad? ¿Era porque estaba intentando castigarles? No, Dios no castiga nunca en ese sentido. Lo que estaba intentando era despertarles. Estaba intentando mostrarles que había una norma infalible que aparece por todas las Escrituras y durante toda la vida, y que los hombres están siempre intentando invertir, que dice: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). La manera de conseguir lo que necesitamos, en términos de alimento material, de cobijo y de suplir nuestras necesidades en la vida no es darle mayor importancia y prioridad a estas cosas, sino a avanzar la obra de Dios. Para eso estamos aquí. Tenemos un Padre en el cielo que sabe perfectamente las cosas que necesitamos en este sentido y es perfectamente capaz de suplir estas necesidades, y lo hará al interesarnos nosotros primeramente en todo lo relacionado con Su obra.

Eso es algo perfectamente actual, ¿no es cierto? Eso es llamarnos a que regresemos y pongamos por práctica este gran principio, y el Nuevo Testamento nos recuerda que no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que hemos sido comprados por precio y le pertenecemos a Él (1ª de Corintios 6:19-20). Estamos aquí para avanzar Su causa y Sus intereses. Estamos aquí para edificar la casa de Dios. Por eso es por lo que Dios nos ha dejado aquí en este mundo, para que podamos ser Su instrumento en la obra de erigir el gran templo de los seres humanos que será y es la habitación de Dios, el lugar donde Él reside.

¿Es ese el primero de nuestros intereses? ¿Es para eso para lo que vivimos? ¿O es para obtener una nueva televisión en colores o un automóvil mejor o una casa más hermosa o mejores cortinajes o una alfombra más mullida? No que esas cosas les sean negadas a los cristianos. Entendamos que Dios, en Su gracia y bondad, en ocasiones concede riqueza a los cristianos, y ellos deben usarla, como nos recuerda Pablo en su epístola a Timoteo, para ser generosos, dando abundante y libremente.

Pero Dios nos ha llamado principalmente a que erijamos primeramente la casa de Dios, no el edificio de ladrillo y argamasa, sino a la iglesia de Dios. Hay personas a nuestro alrededor que el Espíritu Santo tiene la intención de añadir a la casa de Dios, si nosotros actuamos como Sus instrumentos y canalizamos Su obra; y la importante pregunta con la que Hageo hace que nos enfrentemos es: ¿Cómo es posible que encontremos el tiempo necesario para sacar adelante con tanto afán, tanto anhelo y con tanto cuidado, nuestros propios intereses, pasando tanto tiempo pensando acerca de cómo hacer que progrese nuestra propia ganancia material, y luego nos excusemos con respecto a construir la casa de Dios diciendo: "Aún no es el momento apropiado"?

¿Recuerda usted la historia de William Carey, el padre de las misiones modernas, que en la Inglaterra del siglo XVIII se interesó profundamente en la India, un país tan lejano, y oró para que Dios de algún modo alcanzase a esos pobres paganos, sumidos en la ignorancia, que no habían escuchado nunca el evangelio de Jesucristo. Intentó despertar el interés en las iglesias de Inglaterra, pero en todas partes que fue se encontró con una persistente resistencia a su idea. En una reunión, Carey hizo un pedido apasionado para ser enviado como misionero. Aunque él no era más que un sencillo zapatero remendón sin estudios, estuvo dispuesto a ir. Uno de los ancianos que estaba en la reunión apuntó con el dedo a Carey y dijo: "Joven, siéntate. Cuando Dios quiera evangelizar a los herejes, lo hará sin tu ayuda".

Esta era la clase de persistente resistencia con la que se enfrentó Carey, pero era un hombre que no estaba dispuesto a dejarse derrotar, y fue usado por Dios para convertirse en el primero y gran fundador del actual movimiento misionero, que sigue adelante con su labor, porque fue un hombre que se interesó por la obra de Dios. En nuestra vida habrá una profunda emoción cuando nos sintamos muy sinceramente interesados y pongamos primeramente las cosas relacionadas con Dios, sin preocuparnos por proveer nuestras propias necesidades. Por eso es por lo que Dios dice: "Esta es la hora aceptable; hoy es el día".

Así que leemos que empezaron esta obra:

Entonces Zorobabel hijo de Salatiel, y Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote, y todo el resto del pueblo oyeron la voz de Jehová, su Dios, y las palabras del profeta Hageo, tal como le había encargado Jehová, su Dios; y temió el pueblo delante de Jehová. Entonces Hageo, el enviado de Jehová, habló por mandato de Jehová al pueblo, diciendo: "Yo estoy con vosotros, dice Jehová". Así despertó Jehová el espíritu de Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu de Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote, y el espíritu de todo el resto del pueblo. Éllos fueron y comenzaron a trabajar en la casa de Jehová de los ejércitos, su Dios. Era el día veinticuatro del mes sexto del segundo año del rey Darío. (Hageo 1:12-15)

¿Cuánto tiempo duró el trabajo? Tres semanas, y luego volvió a pararse en seco. Fíjese en el calendario:

En el mes séptimo [del segundo año de Darío], a los veintiún días del mes [veintiún días después], llegó esta palabra de Jehová por medio del profeta Hageo: "Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote;, y al resto del pueblo, y diles: ¿Quién queda entre vosotros que haya visto esta Casa en su antiguo esplendor? ¿Cómo lo veis ahora? ¿No es ella como nada ante vuestros ojos?". (Hageo 2:1-3)

Dios estaba sencillamente repitiendo lo que estaba diciendo la gente. Habían comenzado la construcción, y el templo había empezado a erigirse, y había un gran entusiasmo por el trabajo hasta que vino un anciano a contemplar el trabajo. Había sido un niño cuando fueron llevados cautivos a Babilonia y había visto el templo de Salomón en toda su gran gloria y, como hacen a veces los ancianos, vivía en el pasado; así que dijo: "¿A esto le llamáis templo? ¿A este montón de ruinas? Yo he contemplado el templo de Salomón, y lo que vosotros estáis construyendo aquí no tiene ni punto de comparación con el de Salomón. ¡En aquel templo había enormes cantidades de plata y oro; era realmente asombroso! Y vosotros no tenéis ni siquiera plata ni oro. No tenemos nada para hacer que este templo sea hermoso. ¿De qué sirve? ¿Para qué trabajar?". Así que abandonaron el trabajo.

Pero el Señor dijo:

"Pues ahora, Zorobabel, anímate, dice Jehová; anímate tú también, sumo sacerdote Josué hijo de Josadac; cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová... " (Hageo 2:4a)

¿En base a qué, Señor?

"... trabajad, porque yo estoy con vosotros". (Hageo 2:4b)

Esa es siempre la respuesta de Dios: "Trabajad, porque yo estoy con vosotros. No os preocupéis por el hecho de que las cosas no tienen tan buen aspecto como deberían tener".

"Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi espíritu estará en medio de vosotros, no temáis. Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; haré temblar a todas las naciones... " (Hageo 2:5-7a)

Cuando Dios dice que hará temblar los cielos, a los pueblos y a la tierra, no está hablando literalmente, sino de manera figurativa. Lo que quiere decir es que va a reconstruir todo el escenario histórico:

"... vendrá el Deseado de todas las naciones y llenaré de gloria esta Casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mía es la plata y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos". (Hageo 2:7b-8)

"No tenéis necesidad de preocuparos de eso. Tengo todo cuanto necesitamos de eso, y si quisiera que esta casa estuviese decorada con oro y con plata, lo amontonaría aquí en el escalón de atrás, pero no es esa la clase de gloria en la que pienso. Yo llenaré esta casa de modo que":

"La gloria de esta segunda Casa será mayor que la de la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos". (Hageo 2:9)

Dios es así. Él dice: "Mira, te sientes desanimado porque crees que lo que estás haciendo no es gran cosa, pero no dejes de trabajar por ello, porque yo tengo un plan diferente en mente. Esta casa, por pequeña que sea, aunque tenga un aspecto poco pretencioso, sin oro ni plata, poseerá realmente una gloria superior a la de la anterior".

Esas palabras se cumplieron. ¿Sabe usted cómo? Un día llegó a esa casa Uno que la encontró llena de cambistas, y, tirando las mesas, los echó y les dijo: "vosotros la habéis hecho [la casa de mi Padre] cueva de ladrones" (Mateo 21:13). Y la limpió, convirtiéndola en un lugar de oración, llenándola con la gloria de Su enseñanza, estando en medio de ella y diciendo cosas que las gentes nunca habían oído antes, cambiando totalmente la vida entera de la nación y de cada nación en el mundo por lo que dijo. Y desde esa casa, cambiada y un poco alterada por Herodes pero siendo aún la misma casa, salió una gloria que nunca ha cesado, una gloria diferente.

No hay que dejar el trabajo sencillamente porque no se puede comparar con algo que estuvo ahí en el pasado, que es uno de los problemas que tiene el pueblo de Dios. Estamos siempre fijando nuestros ojos en el pasado y diciendo: "¡Ay, ojalá fueran los días de D.L. Moody! Ay, ¿quién pudiese hacer volver los días de la iglesia de la que procedemos? ¡Ay, lo que hicimos entonces!". Y sentimos melancolía, deseando que las cosas fuesen de ese modo, pero la gran lección que Dios quiere darnos es que Dios realiza siempre un trabajo nuevo y diferente. Lo que va a suceder en el futuro es siempre mejor que nuestra situación actual y que el pasado. No tenemos necesidad de aferrarnos a lo que está relacionado con la tradición. Dios nos está diciendo: "Seguid adelante con vuestro trabajo; pues, estando Yo en medio de vosotros, no tenéis que preocuparos sobre cómo van a salir las cosas. Puede que sean diferentes, pero siempre serán mejores.

Eso tuvo un efecto durante un tiempo, pero ¿y luego qué? Pues, que dejaron de nuevo el trabajo. En los versículos 10 a 12, leemos:

A los veinticuatro días del noveno mes [es decir, dos meses después], en el segundo año de Darío, llegó esta palabra de Jehová por medio del profeta Hageo: "Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pregunta ahora a los sacerdotes acerca de la Ley, y diles: Si alguno lleva carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella toca el pan o la vianda, el vino o el aceite, o cualquier otra comida, ¿será santificada?". (Hageo 2:10-12a)

Esto era conforme a la ley de Moisés. "Si os encontráis en una situación", les dijo Moisés, "en la que no sabéis qué hacer, id a preguntar a los sacerdotes, para que declaren el principio apropiado, y a continuación aplicadlo"; y es lo mismo que se nos dice a nosotros que hagamos. Cuando se encuentre usted en una situación que no sabe cómo resolver, acuda a la Palabra de Dios y busque el principio que se aplique a esa situación.

Y esa era la pregunta que debían hacer al sacerdote: "Si tenéis algo limpio (santo) con vosotros y tocáis otra cosa, un poco de pan, vino o aceite, ¿se vuelve eso santo por el hecho de tener vosotros carne santa? ¿Se vuelve lo impuro santo? Y los sacerdotes respondieron correctamente diciendo que no.

Entonces Hageo continuó: "Si uno que está impuro por haber tocado un cadáver, toca alguna cosa de estas, ¿quedará ella inmunda?". (Hageo 2:13)

Los sacerdotes respondieron: "Sí, será impura". ¿De qué trata todo esto? ¿Cuál es el problema que hallamos aquí? Al seguir adelante lo descubriremos:

Hageo respondió: "Así es este pueblo y esta gente que está delante de mí, dice Jehová; asimismo es toda la obra de sus manos: todo lo que ofrecen aquí es inmundo. Ahora, pues, meditad en vuestro corazón desde este día en adelante, antes que pongan piedra sobre piedra en el templo de Jehová. Antes que sucedieran estas cosas, venían al montón de veinte efas, y solo había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros, y solo había veinte. Os herí con un viento sofocante, con tizoncillo y con granizo en toda la obra de vuestros manos, pero no os convertisteis a mí, dice Jehová. Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón". (Hageo 2:14-18)

¿Qué quiere decir? Si sabe usted leer entre líneas, podrá usted ver de nuevo lo que estaba diciendo el pueblo. Estaban diciendo: "Escuchad, llevamos dos meses trabajando en el templo. Dijisteis que el motivo por el que nos estaba costando tanto, desde el punto de vista material y físico, era que no estabamos trabajando en el templo. Pero llevamos dos meses trabajando en él, veintiún días, y todavía nos estamos encontrando con problemas. ¿Qué es lo que está pasando? No está pasando nada. No funciona". Eran como somos nosotros; querían obtener resultados inmediatos: "Ayer lo arreglé todo, por lo que hoy debería ir todo a maravilla".

Una vez cuando vino a verme una pareja para pedirme consejo matrimonial, el hombre me dijo: "Sencillamente no podemos vivir juntos. Ella está siempre explotando y regañándome por todo". Examiné la situación y averigüé que me encontraba ante un hombre que nunca le prestaba atención a su mujer; la tenía totalmente descuidada, y ella lo aguantaba durante un tiempo y luego explotaba. Así que se lo dije, y me contestó: "Creo que tiene usted razón". De modo que regresó a su casa con la intención de hacer algo al respecto. A la mañana siguiente me telefoneó y me dijo: "Anoche la llevé a cenar, y lo pasamos muy bien. Ella disfrutó mucho, y pensé que tenía usted razón; pero esta mañana volvió a explotar; así que no funciona".

Tuve que decirle lo que le dijo Hageo a aquellas gentes. ¿Creéis que la profunda contaminación del pecado que ha existido durante tantísimos años se va a resolver de la noche a la mañana al empezar a hacer las cosas bien? ¿Creéis que la costumbre de pensar equivocadamente, que tienen profundamente arraigada en la mente, se va a eliminar de repente sencillamente porque empiecen ustedes a funcionar desde una base de justicia? No, necesitamos tiempo y paciencia". "No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos" (Gálatas 6:9).

Ahora preste atención a esta palabra de estímulo:

"¿No está aún el grano en el granero? [Cuando se planta la semilla no se espera un resultado inmediato, ¿verdad? Lo que se espera es, valga la redundancia, tener que esperar a la cosecha, y a la semilla le lleva tiempo desarrollarse.] Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; pero desde este día, yo os bendeciré". (Hageo 2:19)

No se preocupen; sigan adelante. No dejen de trabajar por el hecho de no ver los resultados inmediatos. Si están ustedes haciendo lo correcto, sigan haciéndolo y obtendrán los resultados.

Una vez más, en aquel mismo día, necesitaban un poco de estímulo, así que les fue enviado otro mensaje, el último:

Hageo recibió por segunda vez esta palabra de Jehová, a los veinticuatro días del mismo mes: "Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y dile: Yo haré temblar los cielos y la tierra; trastornaré el trono de los reinos y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones; trastornaré los carros y a los que en ellos suben; caballos y jinetes caerán bajo la espada de sus propios hermanos. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar [la señal de autoridad], porque yo te he escogido, dice Jehová de los ejércitos". (Hageo 2:20-24)

He aquí una palabra especial de ánimo al dirigente, mientras que el pueblo se encontraba todavía bajo la autoridad de Babilonia, aunque estaban de regreso en la tierra y edificando una vez más el templo, pero aquejados por una serie de problemas, y por todas partes que miraban se encontraban con la señal de la autoridad ejercida por un poder extranjero. Veían por todos lados los carros y los soldados marchando por las calles y todas las señales de la esclavitud, por lo que sus corazones se llenaron de temor, y dijeron: "¿Cuándo será? ¿Seremos libres alguna vez?".

Pero Dios les dijo: "No os preocupéis. Tengo un plan que va a trastocar todo el orden de las cosas. Destruiré el poder de este reino; haré que sus carros queden inutilizados. Os liberaré de la esclavitud de este pueblo y voy a tomar a Zorobabel, el hombre que dirige al pueblo, y le haré un anillo de sellar. Zorobabel tenía sangre real; era de la línea de David. Estas palabras no se cumplieron literalmente en Zorobabel, sino que fueron dichas acerca de su descendiente, que era Jesús de Nazaret. En Jesús, Dios cumplió todas estas palabras. Tomó al hijo de David y le hizo un anillo de sellar, por medio del cual serán finalmente gobernadas todas las naciones.

¿De qué modo se aplica esta palabra a nosotros? Es una palabra de estímulo en un día de oscuridad, una palabra para que nos levantemos y actuemos ahora, para que empecemos a edificar y no esperemos. La Palabra de Dios necesita realizarse ahora, no el año que viene ni dentro de diez años; tiene que ser ahora. ¿Están abiertos sus hogares? ¿Están dispuestas sus vidas? Tenemos ante nosotros un gran campo con su cosecha, aquí y por todo el mundo. Las oportunidades abundan como nunca en el pasado. ¿Es esto lo primero en sus oraciones? ¿Es lo más importante en sus intereses que esta cosecha sea recogida? ¿Están sus hogares abiertos a los estudiantes que abarrotan las universidades, a fin de que puedan venir a Cristo, y para sus vecinos, a fin de que puedan venir y encontrar un corazón amigable, una sonrisa sincera y un oído dispuesto a escuchar?

¿Hasta qué punto estamos dispuestos a edificar la casa del Señor? Esa es siempre la clave, ¿verdad? Es la obra del Espíritu. Cuando todo lo que ha llevado a cabo el hombre se desmorone a nuestro alrededor y se convierta en nada, y las grandes civilizaciones y los profundos secretos de la naturaleza queden olvidados, lo que permanecerá será la obra del Señor, la casa de Dios que Él está edificando ahora. ¿Estamos nosotros invirtiendo en las cosas eternas? Esa es la palabra de Hageo.

Oración

Padre nuestro, te pedimos que sepamos escuchar con oídos dispuestos a estas palabras y que las oigamos como si fuesen nuevas, aplicándolas a nuestros corazones como nos inspira a hacerlo el Espíritu de Dios en este momento. Lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.