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Antiguo Testamento

Nehemías: La reconstrucción de las murallas

Autor: Ray C. Stedman


Durante mucho, mucho tiempo lo único que sabía acerca de Nehemías era que se suponía que era el hombre más bajo de la Biblia, por causa de un chiste en inglés acerca de su estatura: "knee-high-miah" (un hombre que solo llega a la altura de las rodillas). Me alegra haber descubierto mucho más acerca de este hombre a lo largo de estos años, y espero que usted también lo haya descubierto, porque es uno de los más importantes personajes del Antiguo Testamento, pero quizás no tan conocido como algunos otros.

Esdras y Nehemías son un solo libro en las Escrituras hebreas, porque son parte del mismo relato. De hecho, los libros de Esdras, Nehemías y Ester corresponden todos ellos al mismo período general de la historia de Israel. En nuestra Biblia han sido invertidos en el orden cronológico en el que sucedieron. En otras palabras, de hecho Ester aconteció cuando Dios comenzó a moverse en medio de la cautividad de Israel con el fin de hacer que la nación regresase a su tierra. Eso fue poco después de la mitad de los setenta años que había profetizado Jeremías que duraría la cautividad. Dios hizo que Ester, una joven doncella judía, ascendiese al trono de Persia como reina. Fue su esposo, el rey Asuero de Persia, el Artajerjes que se menciona en los primeros capítulos de Nehemías. Este rey pagano dio la orden de que Nehemías regresase a Jerusalén a construir las murallas de la ciudad. Tal vez eso justifique el interesante paréntesis que se produce en este libro en el capítulo 2, versículo 6, cuando Nehemías acudió al rey: "Entonces el rey (y la reina estaba sentada junto a él) me preguntó... ". Creo que esa reina debió ser Ester, la joven judía, que había alcanzado ese destacado lugar por la gracia de Dios.

Ni Artajerjes ni Asuero son los nombres de este rey, por lo que resulta muy confuso. Estos son en realidad títulos. Artajerjes quiere decir "el gran rey", y Asuero significa "el padre venerable". De modo que ese no era el nombre del rey. Puede que sea de ayuda, o puede que no, saber que este Artajerjes y Asuero es también Darío el Meda, que se menciona en el libro de Daniel. Y para añadir aún más a la confusión, el Artajerjes del libro de Nehemías no es el mismo Artajerjes del libro de Esdras. ¿He conseguido confundirle por completo?

Sea como fuere, en la historia de este pueblo, Ester, como instrumento de la gracia de Dios, fue enviada a ocupar el trono de Persia y conmovió de ese modo el corazón de su marido, el rey, que permitió a Nehemías, su copero, volver a Jerusalén. Nehemías comienza a reconstruir la ciudad de Jerusalén, y unos veinticinco años después Zorobabel regresó con unos cincuenta mil cautivos procedentes de Babilonia, como se relata en el libro de Esdras.

Dios ha invertido este orden en las Escrituras. En lugar de Ester, Nehemías y Esdras, se da la vuelta a estos libros, y nos encontramos con Esdras, Nehemías y Ester. A las Escrituras no les preocupa simplemente la cronología, sino la enseñanza de cada uno de los libros. En estos tres libros encontramos la historia de la salida de la cautividad, para regresar a Dios. El libro de Esdras empieza con la construcción del templo. La restauración de la casa de Dios es siempre la primera cosa para regresar a Dios. Luego viene la construcción de las murallas, como veremos en el libro de Nehemías, lo cual cubre la necesidad de seguridad y de fortaleza. Finalmente, el libro de Ester viene a ser la revelación del propósito de todo ello en la vida de la persona. Esa es una panorámica de estos tres libros.

El libro de Nehemías se divide en dos partes. Los primeros seis capítulos tratan acerca de la reconstrucción de la muralla, mientras que el resto de los capítulos, hasta el 13, tienen que ver con la reconstrucción del pueblo. Con estas dos tenemos el libro completo. Ahora bien, ¿qué es lo que simboliza una muralla? Uno de los lugares más famosos de nuestro mundo actual es la muralla de Berlín, que divide la ciudad en dos, pero normalmente una muralla simboliza la fortaleza y la protección. En las ciudades antiguas el único medio verdadero de defensa eran las murallas. Las murallas de Babilonia, como se cuenta en la historia de Daniel, eran de unos 116 metros de grueso y 31 metros de alto, unas murallas realmente masivas. Por lo tanto, la ciudad de Babilonia se consideraba segura.

¿Qué quiere decir, entonces, reconstruir las murallas de nuestra vida? Nehemías es el relato de la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, y a su vez Jerusalén es un símbolo de la ciudad de Dios, el lugar donde Él habita y el centro de la vida para el mundo. Por lo tanto, en la vida de la persona, la reconstrucción de las murallas sería una imagen del restablecimiento de la fortaleza en esa vida. Todos hemos conocido a personas cuyas defensas se han desmoronado. Se han convertido en vagos, que van de un lado a otro por las calles de nuestras grandes ciudades, sin esperanza y completamente impotentes, pero con frecuencia Dios, en Su gracia, extiende Su mano y toca las vidas de algunas de estas personas y las trae con el fin de reconstruir las murallas. Esta es la imagen de la manera en que las murallas en cualquier vida, iglesia local, comunidad o nación pueden ser reconstituidas de nuevo en fuerza, poder y propósito.

El primer paso en este proceso aparece en el capítulo 1, versículo 4, que comienza con el interés por las ruinas. Nehemías dice:

Cuando oí estas palabras me senté y lloré, hice duelo por algunos días, ayuné y oré delante del Dios de los cielos. (Nehemías 1:4)

Usted no logrará nunca construir las murallas de su vida sin que antes le preocupe enormemente las ruinas. ¿Se ha fijado usted detenidamente en alguna ocasión en las ruinas de su propia vida? ¿Se ha detenido usted alguna vez el tiempo suficiente como para meditar en lo que podría llegar usted a ser bajo la dirección de Dios, y lo ha comparado con lo que es usted? ¿Ha examinado usted las posibilidades que Dios le ha concedido en su vida y se ha dado cuenta de lo mucho que se ha desviado de ese potencial? Al igual que Nehemías, ha recibido usted una palabra, en una forma u otra, acerca de la desolación y la ruina que existe. Cuando Nehemías escucha este informe acerca de Jerusalén, llora y ora durante días enteros, mostrando su profunda preocupación. Usted no logrará reconstruir las murallas de su vida hasta que no haya usted llorado primero por las ruinas.

A esto sigue la confesión. En el capítulo 1 hallamos la preciosa oración de Nehemías al confesar que la nación entera ha abandonado a Dios y reconocer la justicia del trato de Dios para con ellos. A eso le sigue de inmediato la entrega. El versículo 11 del capitulo 1 dice:

"Te ruego, Jehová, que esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo... " (Nehemías 1:11a)

¿Para hacer qué cosa? Como ve usted, este hombre ha estado urdiendo un plan en su mente, mientras ha estado orando, acerca de cómo reconstruir las murallas. Tiene algo concreto que desea pedir. Pide:

"... y dale gracia delante de aquel hombre". (Nehemías 1:11b)

¿Qué hombre? Lo vemos en el próximo versículo:

En aquel entonces servía yo de copero al rey. (Nehemías 1:11c)

De modo que aquí tenemos el caso de un hombre que por su preocupación, y después de haber confesión de corazón, se entrega de lleno a un proyecto. Pide a Dios que comience a actuar en el corazón del rey; así es cómo debe empezar cualquier regreso a la gloria de Dios. Debemos sentir preocupación y a continuación debemos confesar. Luego nos comprometemos a la acción, y también le pedimos a Dios que actúe a nuestro favor, porque invariablemente en una empresa como esta hay factores sobre los cuales no tenemos ningún control, y Dios tiene que ocuparse de ellos.

Hace algún tiempo, en una conferencia para hombres, un hombre contó cómo, en los primeros tiempos de su experiencia cristiana, alguien le animó a orar acerca de aquellas cosas que estaban relacionadas con su trabajo, con la relación que tenía con su jefe y con sus otros compañeros de trabajo. Dijo: "Al principio no creí que orar fuese lo indicado, pero lo intenté, y me di cuenta de que funcionaba. Creí que era aprovecharse injustamente de aquellos pobres paganos, pero funcionó tan bien que me di cuenta de que Dios había provisto la oración para nosotros. Nehemías es plenamente consciente de esto, de que es preciso que Dios se mueva en los diferentes aspectos en los que Nehemías no podía hacerlo. De modo que ora acerca de la posibilidad de ir a ver al rey. Cuando se encuentra ante su presencia, el rey se da cuenta de la tristeza reflejada en el rostro de Nehemias y le pregunta que qué desea. Se trata del mismo rey que se había casado con la que se convertiría en la reina Ester, y es un hombre que siente ya una gran preocupación y conoce los problemas de los judíos, por lo que se muestra receptivo a la súplica de Nehemías para que le permita regresar a Jerusalén.

El próximo paso necesario en el programa de reconstrucción es el valor. En el versículo 9 del capítulo 2 leemos:

Fui luego a los gobernadores del otro lado del río y les di las cartas del rey. También el rey envió conmigo jefes del ejército y gente de a caballo. Pero cuando lo oyeron Sanbalat el horonita, y Tobías el siervo amonita... (Nehemías 2:9-10a)

¿Reconoce usted estos nombres? Cuando leemos acerca de los amonitas, amoritas, amalequitas, hititas, jebusitas, perizitas y otros "itas", tenemos una imagen del enemigo de Dios, es decir, la carne. Esta agencia satánica en el hombre se resiste inevitablemente a la obra, la voluntad y los caminos de Dios. Aquí tenemos esta misma enemistad; cuando los enemigos de Dios oyeron esto

... les disgustó mucho que viniera alguien a procurar el bien de los hijos de Israel. (Nehemías 2:10b)

El valor se necesita de inmediato. Siempre que un hombre como Nehemías dice: "Me levantaré y edificaré", Satanás contesta siempre: "Entonces yo me levantaré y me opondré". Satanás hace las cosas difíciles cuando nos proponemos regresar a Dios.

Vemos además la necesidad de la cautela. Cuando Nehemías regresa a Jerusalén y cabalga por la ciudad de noche, no se limita sencillamente a colocar ladrillos uno encima de otro. No sale apresuradamente a hacer que se sientan todos emocionados por edificar las murallas. De haberlo hecho hubiese caído en una profunda trampa tendida por sus enemigos. Lo primero que hace es levantarse de noche, cuando nadie lo sabe; cabalga alrededor de las murallas de la ciudad y examina las ruinas, anotando con exactitud lo que es preciso hacer, y realiza una inspección honesta. Estos tres principios de la reconstrucción, la muestra de preocupación, la confesión y el compromiso, así como el valor precavido, son básicos para hacer posible la reconstrucción. En el capítulo 3 nos enteramos de cómo llevó a cabo esta tarea de reconstrucción. Si las murallas de su vida están rotas, si sus defensas se han desmoronado, de modo que el enemigo le está atacando a usted por todas partes, y cae usted fácilmente en la tentación, sugiero que preste usted una especial atención al proceso de la reconstrucción que encontramos en el libro de Nehemías. Lo primero de lo que nos enteramos es de que el pueblo estaba dispuesto a trabajar. En segundo lugar, que pusieron manos a la obra y comenzaron de inmediato a hacer algo al respecto. Nehemías, con la sabiduría que Dios le dio, hizo que cada uno de ellos se pusiera a trabajar en la parte de la muralla que estuviese más cerca de sus casas, de modo que participasen de manera personal en el trabajo. El resto del capítulo describe cómo realizaron la construcción. Todo ello giraba alrededor de las diez puertas de la ciudad de Jerusalén. Se asignaba a las personas una cierta porción de la muralla, definida por las puertas que permitían el acceso a la ciudad. Al leer este capítulo, encontrará usted el nombre de las diversas puertas, y los nombres hebreos son sumamente importantes. Quisiera describirlos rápidamente para su propia edificación, y al mismo tiempo podemos sacar una lección de cada una de ellas.

En primer lugar tenemos la Puerta de las Ovejas. Esta era la puerta a través de la cual se traían las ovejas a la ciudad para ser sacrificadas en el altar. Claro que la Puerta de las Ovejas representa al Cordero de Dios, cuya sangre fue derramada en la cruz por nosotros y, por lo tanto, revela el principio de la cruz. Ese es siempre el punto de partida para fortalecer su vida. Es preciso que reconozca usted el principio de la cruz, el hecho de que Dios va a moverse en su vida de tal manera que anule totalmente su propio ego, sus planes y su interés propio. La cruz es el instrumento del programa de Dios que sirve para hacer morir el ego, y es a partir de ahí donde tenemos que construir para que tengamos fortaleza.

El relato habla a continuación acerca de la Puerta del Pescado. ¿Qué le sugiere a usted "la Puerta del Pescado"? ¿Recuerda usted que el Señor Jesús les dijo a Sus discípulos: "Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres" (Marcos 1:17)? Esto representa el testimonio del cristiano. ¿Se ha derrumbado la puerta en su vida? ¿Se ha desmoronado la muralla alrededor de la Puerta del Pescado? Si es así, es preciso volver a construir esta puerta de defensa y la muralla, porque el Señor Jesús dijo que todo cristiano debía dar testimonio de Él. Si esta muralla se ha derrumbado, se encontrará usted con que a través de ella entrará una y otra vez el enemigo. Si no ha dicho usted nunca ni una palabra a favor de Cristo, si no hay nunca ningún testimonio en su vida, entonces la muralla está rota y es preciso volver a reconstruir la Puerta del Pescado.

La próxima puerta es la Puerta Vieja, que encontrará usted en el versículo seis. ¿Qué simboliza esta puerta? Yo sugiero que representa la verdad. En la vida de muchos cristianos esta puerta está rota, porque ya no se basan en la verdad. La verdad es siempre algo viejo, y es sobre lo antiguo en lo que todo lo nuevo ha de basarse. Alguien ha dicho muy acertadamente: "Todo lo que es verdad no es nuevo, y lo que es nuevo no es verdad". Vivimos tiempos en los que la vieja verdad está siendo olvidada y en los que los hombres están eliminando todo lo que la iglesia representaba, diciendo que ya no necesitamos esas cosas. Pero si permitimos que esa vieja verdad sea eliminada, nos encontramos con que la muralla se derrumba y los enemigos tienen libre acceso a nuestra alma. La verdad no cambia jamás; fue verdad cuando fue transmitida y continuará siéndolo de aquí a mil años.

Pienso con frecuencia en la historia de un hombre que un día fue a visitar a un anciano músico. Llamó a su puerta y dijo: "¿Qué buena noticia tiene usted para hoy?". Pero el músico no le contestó. Se dio la vuelta, cruzó la habitación y se acercó a donde estaba colgado un diapasón. Agarró un martillo y golpeó el diapasón de tal modo que la nota retumbó por toda la estancia.

Entonces el músico dijo: "Eso, amigo mío, es un ꞌlaꞌ. Fue un ꞌlaꞌ ayer, lo fue hace cinco mil años y continuará siéndolo dentro de otros cinco mil años". Y entonces añadió, "El tenor que vive al otro lado del pasillo canta desentonando, la soprano que vive arriba no llega bien a las notas agudas, y el piano que está en la habitación de al lado está desafinado". Golpeó el diapasón de nuevo y dijo: "Ese es un ꞌlaꞌ, y eso, mi buen amigo, es la buena noticia hoy". Eso es verdad. La verdad es siempre igual; no cambia jamás. Necesitamos reconstruir la vieja puerta de la verdad.

La próxima puerta es la Puerta del Valle, y vemos de inmediato lo que sugiere. Es el lugar de la humildad, ¿no es cierto? Es un lugar de humildad mental y de corazón. Dios ha dicho en todas las páginas de las Escrituras que está en contra del orgullo del hombre. Él busca a los humildes y contritos, a aquellos que han aprendido que no son indispensables, que han aprendido a tener una baja opinión de sí mismos y una alta opinión de Dios. Lo que Él busca es esta actitud. Esta Puerta del Valle necesita con frecuencia ser reparada.

La próxima puerta es la Puerta del Muladar, el lugar por donde se llevaban todos los desperdicios. Toda la basura y la suciedad se llevaba por la Puerta del Muladar. Y usted, mi amigo, si no tiene una puerta del muladar en su vida, está en malas condiciones, porque toda la basura en su vida se acumula, y causará que huela horrible ante Dios y al hombre. Y si esta puerta se desmorona, y la basura no se puede limpiar y eliminar, necesita ser reparada.

A continuación está la Puerta del Manantial. Ese nombre nos recuerda de inmediato las palabras que le dijo el Señor Jesús a la mujer que estaba junto al pozo: "... el agua que yo le daré será en él una fuente de agua, que salte para vida eterna" (Juan 4:14b). Esta es una imagen del Espíritu Santo, que es un río de vida que corre en nuestro interior; es decir, el Espíritu que fluye en nuestras vidas y nos permite obedecer a Su voluntad y a Su palabra.

A esta sigue la Puerta del Agua, que es siempre el símbolo de la Palabra de Dios. Lo interesante acerca de esta Puerta del Agua es que no necesitaba reparación y era evidentemente la única parte de la muralla que aún se mantenía en pie. Menciona a las gentes que vivían junto a ella, pero no dice nada en cuanto a que necesitase ser reparada. La Palabra de Dios nunca se avería, por lo que nunca necesita ser reparada, y lo único que necesita es ser nuevamente habitada.

Luego está la Puerta del Este. La Puerta del Este estaba en dirección a donde sale el sol, y es la puerta de la esperanza. Es la puerta de la anticipación de lo que ha de venir, cuando todas las pruebas y las luchas de esta vida terminarán y el glorioso sol nuevo saldrá sobre el nuevo día de Dios. Esta es una puerta que tiene que ser reconstruida en muchos de nosotros, que nos dejamos llevar por el espíritu de pesimismo de estos tiempos y nos sentimos desmoralizados por la desesperación de nuestra época.

A continuación encontramos la Puerta de los Caballos. En las Escrituras el caballo es un símbolo de la guerra o, en este caso, de la necesidad de batallar contra las fuerzas de las tinieblas, "porque no tenemos lucha contra sangre y carne", nos dice el apóstol, "sino contra principados, contra potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este mundo, contra huestes espírituales de maldad en las regiones celestes" (Efesios 6:12). ¡Esa es la batalla!

La novena puerta es la Puerta del Juicio, o, literalmente, "la puerta de la inspección". Este es, evidentemente, el lugar en el cual se llevará a cabo el juicio. De vez en cuando necesitamos detenernos a examinarnos a nosotros mismos, a volver a evaluar lo que estamos haciendo.

Esto nos vuelve a situar, en la última parte del capítulo, en la Puerta de las Ovejas, que es la puerta de la cruz. La cruz debe estar al principio y al final de cada vida. De esta manera tan maravillosa el libro de Nehemías nos enseña lo que necesitamos hacer para fortalecer las murallas de nuestra vida.

Los próximos capítulos, del cuatro al seis, relatan la persecución que se produjo cuando estaban siendo edificadas las murallas de la ciudad. Como ya he sugerido, cuando empiece usted a reconstruir la fortaleza de su vida, se encontrará usted con que de inmediato surgirá una fuerza, tanto de su interior como del exterior, que se resistirá a la obra de Dios en su vida, ejerciendo toda la influencia que puede ejercer contra usted. La persecución que se revela aquí puede resumirse con tres palabras: desdén, conspiración y sagacidad. Los enemigos intentaron burlarse o desdeñar lo que Dios estaba haciendo, y cuando fracasaron intentaron una conspiración. Se esforzaron por que los israelitas se vieran envueltos en un complot para echar abajo este trabajo, y cuando no lo consiguieron, intentaron distraer a Nehemías de su labor mediante toda clase de estratagemas sagaces que se les pudo ocurrir, pero cuando llegamos al capítulo 6, versículo 15, nos encontramos con esta maravillosa frase:

Fue terminado, pues, el muro el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. (Nehemías 6:15)

¡Un récord extraordinario!

En la última parte del libro, en los capítulos 7 al 13, nos encontramos con la historia de un nuevo aprendizaje, y así es cómo se mantiene la fortaleza una vez construida. En el capítulo 8, nos encontramos con la importante reunión de todo el pueblo, convocada por Esdras, el sacerdote, que se nos cuenta además en el libro que lleva su nombre. Veamos los pasos que sigue. Comienza con la lectura de la ley, en el capítulo 8, versículos 5 y 6:

Abrió, pues, Esdras el libro ante los ojos de todo el pueblo [así es como se predica] ―pues estaba más alto que todo el pueblo―; y cuando lo abrió, el pueblo entero estuvo atento. Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo, alzando sus manos, respondió: "¡Amen! ¡Amen!"; y se humillaron, adorando a Jehová rostro en tierra. (Nehemías 8:5-6)

Y versículo 8:

Y leían claramente en el libro de la ley de Dios, y explicaban su sentido, de modo que entendieran la lectura. (Nehemías 8:8)

Esto no es otra cosa que una predicación expositiva, que era el primer medio de retener la fortaleza que representaban las murallas.

Después de esto, el pueblo celebró la Fiesta de los Tabernáculos, cuando Israel tuvo que habitar en cabañas construidas con las ramas de los árboles, para recordarles que eran sencillamente extranjeros y peregrinos en la tierra. A continuación está el recordatorio de las lecciones del pasado, y en el capítulo 9 nos encontramos con la impresionante oración hecha por Esdras, en la que cuenta lo que Dios había hecho en la vida de este pueblo. Es siempre bueno que nos paremos a meditar en lo que Dios nos ha enseñado en el pasado, y es una manera segura de conservar la fortaleza que Dios nos da. Después de esta oración, el pueblo firmó un pacto, y acordaron hacer lo que les exigía la ley. Hicieron un pacto, disponiéndose a dar el paso de obediencia. Puedo decirle, basándome también en mi propia experiencia, que usted no podrá nunca conservar la fortaleza que Dios le da hasta que no esté usted dispuesto a obedecerle en lo que Él le diga. Es preciso que le obedezca cuando le oiga y sepa usted lo que Él quiere.

En el capítulo 11 está el reconocimiento de los dones entre el pueblo. Están los levitas, los encargados de vigilar las puertas, los cantores, y otros diversos ministerios que se llevaban a cabo en el templo. De manera semejante, se nos dice en el Nuevo Testamento que descubramos los dones que nos ha concedido el Espíritu, y que los pongamos por obra: "... que avives el fuego del don de Dios que está en ti...", le escribió Pablo a Timoteo (2 Timoteo 1:6). Si quiere usted conservar su fuerza, comience a usar lo que Dios le ha dado.

El capítulo 12 relata la dedicación de las murallas, la reunión del pueblo que marchó alrededor de ellas con instrumentos, cantando y gritando, tocando los instrumentos y regocijándose, clamando con gran júbilo. No hay nada que pueda añadir más a la fuerza que tenemos en el Señor que expresar el gozo del Señor en nuestra vida.

El libro termina con una advertencia para que resistamos al mal. Podremos mantener nuestra fortaleza si adoptamos la actitud que adoptó Nehemías con respecto a Dios, que estuvo dispuesto a decir "¡No!" a las fuerzas que podían destruir lo que estaba haciendo Dios en su vida. Fíjese bien en lo que tuvo que hacer. En el capítulo 13, versículo 7, habiendo regresado a Babilonia y después a Jerusalén, dice:

... entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías [a este hombre se le menciona por primera vez al comienzo del libro como un enemigo de los judíos], haciendo para él [al enemigo de Dios] una habitación en los atrios de la casa de Dios. (Nehemías 13:7)

¡Había permitido a Tobías que se trasladase al templo! ¿Qué hizo Nehemías al respecto? Dijo:

Esto me dolió mucho, y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la habitación. (Nehemías 13:8)

Tiró los muebles de Tobías a la calle, pero eso no es todo. Se encontró con que habían engañado a los sacerdotes, por lo que restableció el dinero que les pertenecía. A continuación descubrió que por toda la ciudad la gente estaba haciendo caso omiso del sábado, trayendo mercancía y vendiéndola por las calles, y en el versículo 19 dice:

Sucedió, pues, que al caer la tarde, antes del sábado, ordené que se cerraran las puertas de Jerusalén y que no las abrieran hasta después del sábado. (Nehemías 13:19a)

Les mantuvieron fuera de la ciudad, pero luego descubrió que algunos de ellos estaban esperando fuera de noche, junto a las puertas, con la esperanza de que saliese alguien y de ese modo pudiesen hacer algo de negocio. ¿Qué hizo entonces?

... yo les amonesté diciéndoles: "¿Por qué os quedáis vosotros delante del muro? Si lo hacéis otra vez, os echaré mano". (Nehemías 13:21a)

Pero entonces descubrió otro problema más. El pueblo seguía casándose con las razas de alrededor, con las que les estaba prohibido hacerlo. Entonces Nehemías actuó de manera violenta. En el versículo 25 nos dice:

Reñí con ellos y los maldije, hice azotar a algunos de ellos y arrancarles los cabellos [¡qué hombre!]; y les hice jurar, diciendo: "No daréis vuestras hijas a sus hijos, ni tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ni para vosotros mismos". (Nehemías 13:25)

Pero tampoco acabó ahí la cosa. Se encontró con que uno de aquellos hombres, que era uno de sus principales enemigos, había hecho más que ningún otro para oponerse a que fuese edificada la muralla; era Sanbalat el horonita. Leemos en el versículo 28:

Uno de los hijos de Joiada, hijo del sumo sacerdote Eliasib, era yerno de Sanbalat, el horonita; [así que, ¿qué hizo con él?] por tanto, lo eché de mi lado. (Nehemías 13:28)

Es posible que considere usted que Nehemías fue demasiado severo, pero en este caso, como verá, tenemos a un hombre que sabe que no se puede llegar a acuerdos con lo que está mal, y que ha aprendido una de las más importantes lecciones que puede enseñar el Espíritu de Dios a alguna persona: a decir que no cuando es preciso hacerlo.

Fue precisamente sobre esta nota que el Señor Jesús comenzó Su ministerio en Jerusalén. Al entrar en el templo y encontrar que estaba lleno de cambistas que estaban profanando la casa de oración, hizo un látigo de cuerdas y les echó del templo. ¡No hay nada de moderado en esa actitud! Aquí tenemos a un hombre que se sentía muy furioso, que echaba chispas por los ojos, pero que con todo y con eso está perfectamente justificado en lo que hace porque está diciendo muy claramente que no a lo que profana el templo de Dios. Aquellos que han llevado la marca de Dios a lo largo de toda la historia de la iglesia han sido los que han aprendido a decir que no y lo han dicho en el momento oportuno. Leemos relatos de los Covenanters, Martín Lutero, John y Charles Wesley, aquellos que han adoptado una postura contra el mal cometido por el mundo, y han sido siempre hombres y mujeres que han aprendido a decir que no y que han luchado contra todo cuanto profana el templo de Dios.

Así es cómo también nosotros mantenemos la fortaleza en nuestra vida. Al llegar al final de este libro, vemos que las murallas de Jerusalén se yerguen de nuevo y el testimonio de Dios queda nuevamente establecido en esta ciudad.

Oración

Padre nuestro, te damos gracias por permitirnos leer una vez más Tu Palabra, por poder encontrarnos con la verdad que afecta a nuestras vidas. Te pedimos que también nosotros podamos aprender, como lo hizo Nehemías, a ser disciplinados, valientes, confiados en Ti, y a que estemos dispuestos a decir que no, a ser absolutamente implacables contra las fuerzas que minarían y debilitarían la vitalidad de nuestras vidas en Ti. En el nombre de Cristo. Amén.