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Antiguo Testamento

Salmos: La adoración de un corazón sincero

Autor: Ray C. Stedman


Hay 150 salmos en este libro, por lo que es el libro más largo de la Biblia. ¿Ha descubierto usted que son en realidad cinco libros en uno? Se dividen muy fácilmente y evidentemente en cinco libros, y cada una de estas divisiones acaba con una doxología. La primera la encontrará usted en el Salmo 41, y las demás secciones terminan también con esta clase de doxología. El Salmo 41 acaba diciendo:

¡Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, por los siglos de los siglos! ¡Amén y amén! Salmo 41:13

Estos libros fueron deliberadamente recopilados con un propósito especial en mente. Se ha dicho con frecuencia que el libro de los Salmos es el libro de las emociones humanas. De hecho, en este libro se reflejan todas las experiencias del corazón humano. Sea cual fuere su estado de ánimo, habrá algún salmo que lo refleje, porque este extraordinario libro deja constancia de cada una de las emociones y experiencias humanas. Los que han descubierto el "secreto de la perpetua emoción" deberían sin duda familiarizarse con el libro de los Salmos. Por ejemplo, si se siente usted atemorizado, lea usted el Salmo 56, el 91 o el 23 (claro que este se lo sabrá usted bien), y si se siente desanimado, lea el Salmo 42, un ejemplo entre muchos. Si da la casualidad de que se siente usted solo, le sugeriría que leyese el Salmo 71 o el 62. Si se siente oprimido por el sentido del pecado, encontrará usted dos salmos que son maravillosos: el 51, escrito después de que David cometiese el doble pecado de adulterio y asesinato, y el Salmo 32, una gran expresión de confesión y perdón. Y luego, si se siente usted preocupado o ansioso, le recomendaría que leyese el Salmo 37 y el 73. Si está usted furioso, intente leer el Salmo 58 o el 13. Si está resentido, lea el Salmo 94 o el 77. Si se siente usted feliz y quiere algunas palabras con las que expresar su felicidad, trate de leer el Salmo 92 o el 66. Si se siente usted abandonado, lea el Salmo 88. Si se siente usted agradecido y le gustaría expresarlo, lea el Salmo 40. Si tiene usted dudas y comienza a fallarle la fe, lea el Salmo 119. Y así podríamos continuar de manera interminable, porque los 150 salmos reflejan todas las experiencias.

La mayoría de nosotros creemos que los salmos son obra de David. De hecho, más de la mitad de ellos fueron, efectivamente, escritos por él, el dulce cantor de Israel, al que Dios le concedió el don de captar las emociones y vivir toda la gama de experiencias por las que pasó, expresándolas mediante preciosos términos líricos, convirtiéndose en el libro de los salmos o el libro de himnos de Israel. Muchos de estos salmos fueron escritos con el propósito de cantarlos en público, y es por eso por lo que al principio de ellos leemos que el salmo ha sido escrito "al músico principal", y en algunas de nuestras Biblias encontramos la palabra maskil, que es sencillamente la palabra hebrea que quiere decir "salmo". Tal vez le interese saber que hubo un salmo, el 90, que fue escrito por Moisés, y dos fueron escritos por Salomón. Hubo además una serie de ellos que fueron escritos por un grupo que no tiene nombre, llamado los hijos de Cora, que estaban especialmente encargados de dirigir los cánticos de Israel. Hubo además un hombre llamado Asaf que escribió muchos de los salmos, y, como vemos en muchos casos, los títulos se refieren al autor.

Ahora bien, los cinco libros de los salmos que ya he mencionado son un paralelismo del Pentateuco, o los primeros cinco libros de la Biblia. Estos cinco primeros libros fueron diseñados por Dios para mostrarnos el modelo de la obra de Dios en la vida humana, o en toda la creación, o en toda la historia del mundo, y Dios sigue siempre el mismo modelo, ya sea en el caso de una persona o de una nación, haciendo que sigan los mismos pasos. Y esos cinco pasos fueron revelados por inspiración divina en los cinco primeros libros de la Biblia.

Los salmos siguen los mismos pasos, reflejando las reacciones del corazón humano ante el modelo de la obra de Dios en la vida del hombre.

Para empezar, el primer libro de los salmos, del 1 al 41, es equivalente al libro de Génesis y tiene esencialmente el mismo mensaje. Es el clamor de la necesidad humana. Es la expresión, mediante preciosos términos poéticos, de la más honda necesidad que existe en el corazón humano. Verá usted que sigue muy de cerca la historia de Génesis. Comienza con el Salmo 1, ofreciendo la imagen del hombre perfecto, de la misma manera que Génesis empieza con el hombre en el huerto del Edén. A continuación, en el Salmo 2, encontramos al hombre y su rebelión. Este es un salmo notable, que comienza diciendo:

¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes conspirarán contra Jehová y contra su ungido, diciendo: "Rompamos sus ligaduras y echemos de nosotros sus cuerdas". (Salmo 2:1-3)

Describe al hombre en su rebelión, de la misma manera que Génesis nos presenta una imagen del hombre en el huerto del Edén. En el tercer salmo vemos al hombre en su actitud de rechazo, y así en el resto de los salmos de este primer libro. A continuación se presenta la gracia de Dios. Aquí tenemos una imagen de Dios buscando al hombre en la oscuridad, de la misma manera que lo hizo en el huerto, llamándole: "Adán, ¿dónde estás?", y actuando para restaurar al hombre de su estado perdido. Y al leer todo este libro, escuchará usted la expresión del corazón humano con su profundo anhelo, su separación de Dios, clamando a Dios en su necesidad.

El segundo libro de los salmos, del 42 al 72, corresponde al libro de Éxodo en el Pentateuco. Esta es la experiencia de una nueva relación. Del mismo modo que Éxodo nos cuenta la historia de Israel durante su cautividad en Egipto, aprendiendo lo que es el sufrimiento, la esclavitud y las ataduras del pecado, y después aprendiendo algo acerca de la inmensa gracia de Dios con Su poder para librarles, para sacarles de Egipto, el segundo libro de salmos sigue el mismo relato, captando cuidadosamente el tema de Éxodo. El Salmo 45 es el salmo de Dios el Rey, acerca de Dios y Su gobierno soberano sobre el hombre y la experiencia del hombre acerca de Dios como Rey. Y en el Salmo 46 leemos la promesa que hace Dios con respecto a Su ayuda liberadora, diciéndonos que Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. En el Salmo 50 se ofrece un ejemplo de la fortaleza de Dios,y el Salmo 51 revela la gracia liberadora de Dios ante el pecado del hombre. Y en el Salmo 72, el último de este libro, se nos ofrece una imagen de Dios con Su gran poder para conquistar y liberar al hombre de la esclavitud a la que el pecado le ha sometido.

El tercer libro de los salmos, del 73 al 89, corresponde al libro de Levítico. Este es el libro del tabernáculo de la adoración, del descubrimiento de cómo es Dios cuando el hombre viene ante Su presencia y cómo es el hombre ante la presencia de Dios. Y Levítico es el libro que revela lo más íntimo del corazón humano. Vemos en él la necesidad, su profunda conciencia de su propio pecado y el descubrimiento de lo que Dios se ofrece a hacer al respecto. Y en estos salmos, del 73 al 89, se lleva a cabo el mismo proceso. El Salmo 75, por ejemplo, es una expresión exquisita de la conciencia que tiene el hombre del juicio de Dios en el fondo de su corazón. El Salmo 78 es un relato del amor inconmovible de Dios y, a pesar de que Dios ama al hombre, no va a permitir nunca que éste se salga con la suya. Dios nunca hace componendas ni cede; escucha las súplicas de misericordia que le hace el hombre, pero es absolutamente implacable a la hora de cortar con el pecado. Pero cuando el hombre está dispuesto a reconocer su pecado, y concuerda con Dios en lo que se refiere a dicho pecado, Dios le trata con amor. El Salmo 81 describe la nueva fortaleza que ofrece Dios al hombre, y el Salmo 84 es un maravilloso retrato de la continua provisión que nos ofrece Dios.

Los salmos 90 al 106 comprenden el cuarto libro, siendo un paralelo de Números, el libro del desierto, que enfatiza la experiencia del fracaso humano. En todo este libro se encontrará usted la victoria alternando con la más terrible derrota. De igual manera que sucede en nuestra experiencia, Dios hace su aparición y libera a los israelitas en el desierto, realizando poderosos milagros y atendiendo a sus necesidades, alimentándoles con pan del cielo, abriéndoles la roca para que fluya el agua de ella; y luego, en el próximo capítulo, Israel murmura, se queja y se enfrenta con la derrota. Ese es el ejemplo que aparece en el cuarto libro de los salmos.

El quinto libro, del Salmo 107 al 150, corresponde al libro de Deuteronomio, la experiencia del nuevo recurso en Dios. En estos salmos encontramos la imagen de la persona que ha llegado al final de sí misma y que está dispuesta a aprovechar la plenitud de Dios. Y este último libro de los salmos no es otra cosa que una acción de gracias y de alabanza, de principio a fin. En él suena la nota triunfante a lo largo de todo el libro, y la parte final es una constante: "¡Aleluya, alabado sea el Señor!". Es la expresión de alguien que se siente tan emocionado que lo único que se le ocurre hacer es gritar: "¡Aleluya!". Y así es cómo termina el libro de los Salmos.

Esta es la experiencia del hombre que aprende a entender el modelo que sigue Dios al obrar en su vida. Puede que le interese saber que los libros de Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los Cantares forman una sección aparte en la Biblia. Son los libros poéticos. En Job leemos acerca del clamor del espíritu del hombre, el profundo clamor de un hombre que necesita fe, que necesita depositar su confianza en Dios, a pesar de que le dé la impresión de que todo sale mal y aunque todo le parezca inexplicable. Cuando el sufrimiento llega a tal intensidad que parece algo que no tiene sentido y que ya no posee ningún valor evidente, el único recurso que le queda al hombre es la fe reposada, porque el hombre fue creado para creer en Dios.

Salmos, Proverbios y Eclesiastés se unen para expresar el grito que sale del alma del hombre, y de igual modo que el alma se divide en tres partes: las emociones, la mente y la voluntad, estos libros también tienen tres divisiones. Salmos es el libro de las emociones, Proverbios es el libro de la voluntad, y Eclesiastés es el libro de la mente, la historia del examen investigador de Salomón con respecto a las filosofías de los hombres, que llega a una conclusión, sobre la base de la razón humana, de lo que es justo y bueno. Aqui tenemos, por lo tanto, la expresión del alma de su necesidad que apunta a una gran respuesta: la esperanza. De la misma manera que el clamor del espíritu es la fe, la respuesta al clamor del alma es la esperanza.

En el Cantar de los Cantares de Salomón tenemos, esencialmente, el anhelo del cuerpo con respecto al amor. Nuestra más profunda necesidad como hombres y mujeres es el amor. Los niños no pueden crecer de manera adecuada y bien a menos que les queramos; y este clamor del cuerpo se expresa por medio de la más preciosa canción de amor que jamás se ha escrito, el Cantar de los Cantares de Salomón.

A muchos les cuesta trabajo sacarle mucho provecho a los salmos. Leen los salmos como si estuviesen solo repletos del clamor de David en contra de sus enemigos o de lo que parece ser solo un relato de los obstáculos y las tribulaciones. A muchos les inquieta lo que en ocasión se ha llamado "los salmos imprecatorios", aquellos salmos que hablan con palabras amargas y sarcásticas contra los enemigos, pidiendo que caiga sobre ellos la ira de Dios, deseando que sean despedazadas sus extremidades y que sean colgados de la farola más cercana. Esto inquieta a muchas personas. "¿Qué clase de escritos son estos?", preguntan. "¡Esto no concuerda con el mensaje del Nuevo Testamento, según el cual debemos amar a nuestros enemigos!". Pero creo que podemos entender incluso esos inquietantes salmos si recordamos lo que el Nuevo Testamento nos habla acerca del Antiguo Testamento: "Todas estas cosas...", dice Pablo, "están escritas para amonestarnos a nosotros" (1 Corintios 10:11). Y si nos ponemos en el lugar del salmista, en su propio mundo, nos daremos cuenta de que los enemigos con que él se enfrentaba son los mismos enemigos con los que nos tenemos que enfrentar nosotros. El Nuevo Testamento nos dice que "no tenemos lucha contra sangre ni carne" (Efesios 6:12). En ocasiones la gente se siente confusa por esto, pensando que cualquiera que se les oponga se convierte en su enemigo, pero las personas no son nuestros enemigos, sino que lo son más bien los principios del mal, las filosofías del mundo, las actitudes de la carne, porque nuestros verdaderos enemigos proceden de nuestro interior. Jesús dijo: "No lo que entra por la boca contamina al hombre; pero lo que sale de la boca... los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias (Mateo 15:11, 19).

Ahí tenemos a nuestro enemigo, y si leemos los salmos entendiéndolos de este modo, siempre que nos encontremos con la palabra "enemigo", considerará usted esas tentaciones que tenemos en relación con la codicia, los celos, el orgullo, la ambición como el enemigo al que se refieren los salmos, y entonces se dará cuenta de que estas duras palabras tienen sentido, porque es preciso tratar estas cosas con dureza. Son cosas que no tienen derecho de vivir en el corazón, ni en la vida del cristiano, y no tienen derecho a que las honremos. Esto concuerda exactamente con lo que nos dijo el Señor Jesús en el sermón del monte: "Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti... Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti... (Mateo 5:29-30a). Claro que no quiere decir que eso lo tenemos que hacer literalmente; lo que quiere decir es que tenemos que enfrentarnos con la tentación de manera absolutamente implacable, sin alimentar para nada estas actitudes. Por lo tanto, estos salmos implacables son sencillamente una imagen de la manera cómo debemos tratar a los verdaderos enemigos del corazón del hombre.

Permítame que le dé un ejemplo. El Salmo 43 es un salmo muy corto, y lo examinaremos juntos, para que vea usted lo que quiero decir. He aquí el clamor del salmista:

Júzgame, Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía y del hombre engañador e inicuo. Tú que eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? (Salmo 43:1-2)

Al leer un salmo así, no piense usted en que el enemigo se refiere a las personas, a los vecinos que están al otro lado de su valla o a un jefe insoportable. Los enemigos proceden de su interior. Piense en ellos de ese modo y, cuando lo haga, estará usted tratando la Escritura tal y como debe interpretarse. Estas son instrucciones que nos han sido dadas, como nos dice Pablo. Al leer este salmo, se dará cuenta de con qué facilidad se divide. Los dos primeros versículos hablan acerca de una actitud de ataque. ¿Y quién no se ha sentido de ese modo? Estas cosas en nuestro interior, estos celos que nos consumen, estos deseos de atacar a otros para vengarnos y ajustarles las cuentas; esos sentimientos son nuestros enemigos. Semejante ataque debería llevarnos a clamar, como lo hace el salmista: "Señor, defiende mi causa contra estas cosas. Tú eres el Dios en el cual me refugio". Y si tiene usted la impresión de que Dios no le está escuchando, entonces podrá usted entender al salmista cuando dice: "¿Por qué me has desechado? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?".

Pero ahora veamos el segundo grupo, los versículos 3 y 4. Hay una súplica del corazón, una oración:

Envía tu luz y tu verdad; estas me guiarán, me conducirán a tu monte santo y a tus moradas. (Salmo 43:3)

En otras palabras, aférrese a alguna promesa de las Escrituras, alguna luz, algún versículo que le hable directamente a su corazón, alguna verdad que necesita usted recordar acerca de lo adecuado de Jesucristo, que ya ha crucificado estas cosas en la cruz. A continuación leemos:

Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo. Y te alabaré con el arpa, Dios, Dios mío. (Salmo 43:4)

Esto significa que su propia alma responderá por medio de la oración y la alabanza.

En el versículo 5 tenemos la aplicación, al comenzar usted a preguntarse:

¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? (Salmo 43:5a)

"Mire, usted ya ha pasado por esto y sabe cuál es la respuesta: Dios es suficiente. Entonces, ¿por qué se siente de ese modo? ¿Por qué se deja usted llevar por ese estado de ánimo que le hace sentirse descontento? ¿Por qué sigue usted siendo desagradable y se muestra molesto con los que le rodean? ¿Por qué contesta usted bruscamente a la gente? ¿Por qué está tan inquieto?".

Espera en Dios, porque aún he de alabarlo, ¡salvación mía y Dios mío! (Salmo 43:5b)

"No pierda usted la esperanza; todo se resolverá poco a poco y se sentirá usted mejor. No tire la toalla". ¿Se da cuenta? Así es cómo se deben interpretar los salmos.

Además los salmos nos revelan, de una manera maravillosa, a la persona de Jesucristo. Recuerde que en el camino a Emaús, después de Su resurrección, Jesús dijo a los dos discípulos que estaban tan angustiados: "... era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos" (Lucas 24:44b). Y aquí, en los salmos mesiánicos, tenemos una maravillosa imagen de Cristo; nos permiten captar una visión interior de algunas de las crisis por las que pasó el Señor en su vida terrenal, descritas en los evangelios. Por ejemplo, el Salmo 2 nos habla de Cristo como el hombre de destino, como el punto central de toda la historia. Dios dice que toda nación, toda tribu y cada persona en particular hallará su valor o falta de él en relación con el Hijo.

Honrad al Hijo, para que no... perezcáis... (Salmo 2:12)

El Salmo 22 relata la angustia que padeció el Señor en la cruz. Este asombroso salmo nos lleva a la mismísima cruz:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Salmo 22:1a)

En él se describe la escena de las gentes alrededor del pie de la cruz, contemplando al que traspasaron y contándole entre los transgresores, cómo agarraron Sus ropas y sobre ellas echaron suertes, y cómo sintió destrozarse Su corazón por el abandono de Dios. Esta es una descripción gráfica y maravillosa de la oración del Señor y de Su experiencia en la cruz, seguida por la oración de triunfo de Su resurrección.

El Salmo 40 es otra de las oraciones que hizo el Señor, y el Nuevo Testamento lo cita como un reflejo de la persona de Cristo. El Salmo 45, uno de los salmos más preciosos, nos ofrece una imagen de la belleza del carácter de Jesucristo, de Su esplendor como Rey, y el Salmo 72 es un salmo magnífico que describe el reino de Cristo sobre toda la tierra, y es una de las grandes expresiones de triunfo en toda la Biblia.

El Salmo 110 es uno de los grandes salmos acerca de la deidad de Cristo y se cita en el primer capítulo de Hebreos. El Salmo 118 es el salmo de la dirección:

Este es el día que hizo Jehová; ¡nos gozaremos y alegraremos en él! (Salmo 118:24)

Es el día en que la piedra de tropiezo de los hombres "ha venido a ser la cabeza del ángulo" (v. 22), el día de la resurrección.

El propósito de todos los salmos ha sido el de enseñarnos a hacer una cosa: a adorar. Estos salmos son un reflejo de todas las emociones humanas, pero lo expresan de una manera diferente e importante; son las emociones vistas en relación con Dios. Cada uno de los salmos ha sido escrito en la presencia de Dios. Por lo tanto, este libro nos enseña cómo ser honestos ante Dios. Si tiene usted un problema, cuénteselo a Dios; no lo oculte; no lo disimule. Si está usted furioso con Dios, dígalo. Si está usted molesto por algo que Él ha hecho, dígaselo. Si está resentido, expréselo abiertamente, y si está usted contento y feliz, expréselo también. En eso consiste la adoración, en la sinceridad del corazón. Como dijo Jesús a la mujer que estaba junto al pozo en Samaria, "los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:23). Dios está buscando esa clase de adoradores; y al adorar usted en Espíritu y en verdad, descubrirá una nueva fuente de fortaleza. Si puede usted ser sincero ante Dios, incluso con respecto a los molestos problemas de sus estados de ánimo y de sus actitudes equivocadas, se encontrará usted con que la gracia responde a sus necesidades.

Se cuenta una antigua historia sobre un avaro que se convirtió, al que siempre se le había conocido como una persona exageradamente agarrada. Después de convertirse, uno de sus vecinos tuvo una grave pérdida. Cuando el hombre que había sido un avaro se enteró de ello, su reacción inmediata fue: "En ese caso necesitará ayuda y comida. Iré a mi ahumadero y tomaré un jamón y se lo llevaré". Pero de camino al ahumadero su antigua naturaleza comenzó a susurrarle: "¿Por qué darle un jamón entero? Con la mitad será más que suficiente". Y estuvo pensando en ello todo el camino al ahumadero. Entonces se acordó de lo que había aprendido en la presencia de Dios. Recordó que se había propuesto entonces que, por la gracia de Dios, lucharía contra todas las cosas negativas correspondientes a su vida anterior, siempre que intentaran introducirse de nuevo en su vida. El tentador no hacía más que decirle en voz baja: "Dale la mitad del jamón", y el anciano dijo por fin: "¡Mira, Satanás, si no te callas, le voy a dar el ahumadero entero!". Como ve usted, esa es una manifestación de la gracia suficiente. Donde abunda el pecado, la gracia sobreabunda; y ese es el propósito de los salmos: traernos a la gracia.

Oración

Padre nuestro, te suplicamos que nos permitas sumirnos de lleno en este maravilloso libro y que hallemos en él no solo aquello que se refiera a nuestros estados de ánimo y nuestras actitudes, sino también la solución mediante Tu gracia. Te damos gracias por esta revelación, escrita no solo con pluma y tinta, sino con la sangre, el sudor, las lágrimas, el sufrimiento, el dolor, la felicidad y el gozo manifestados en las vidas de hombres y mujeres como nosotros. En el nombre de Cristo, amén.