Man Pondering in Search for Meaning
Cosas que no funcionan

¿Por qué Dios permite esto?

Autor: Ray C. Stedman


En los capítulos 4 y 5 de Eclesiastés, el antiguo Buscador de Israel contesta una pregunta que todos hemos hecho en un momento u otro. Siempre que ocurre alguna circunstancia trágica, o se revela una terrible injusticia, alguien seguramente hará la observación: “Usted dice que su Dios es un Dios de amor, pero ¿cómo un Dios de amor permite que tal cosa ocurra?". Puede que incluso haya oído estas preguntas la semana pasada: “¿Cómo pudo un Dios de amor dejar que siete personas inocentes tomaran cianuro en lugar de lo que pensaban que era un analgésico? ¿Cómo pudo un Dios de amor permitir el asesinato de mujeres, niños y hombres desarmados en los campos de refugiados de Líbano?”. Algunas veces la pregunta es más personal: “¿Cómo puede usted decir que Dios me ama, cuando deja que me deslome trabajando y permite que otra gente, que ha heredado riquezas, pase los días disfrutando?”.

En el capítulo 3, el Buscador declaró que Dios tiene un plan maravilloso para cada vida. Hay un tiempo para todo: “tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de llorar y tiempo de reír”. Por medio de esa lista de cosas opuestas, declaró que Dios tiene un plan perfecto que incluye lo que necesitamos, lo doloroso así como lo agradable. Si aceptamos todo como la elección de Dios para nosotros, escogido especialmente para nosotros, proveniente de Su amoroso corazón ―no de Su ira ni de un deseo de castigar, sino del amor―, descubriremos tres cosas maravillosas: Primera, seremos capaces de gozar de todo en la vida, incluso de las circunstancias dolorosas. Segunda, aprenderemos a conocer a Dios. Jesús dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Así satisfaremos el anhelo de eternidad que Dios ha puesto en cada corazón. Eso ocurrirá cuando nuestra actitud hacia la vida cambie a causa de nuestra relación con Dios. Tercera, esta lección nos la repetirá hasta que la aprendamos, hasta que la comprendamos bien.

Aquí seguían inmediatamente cuatro frecuentes sonoras objeciones que parecen contradecir esta idea de que Dios tiene un plan maravilloso para cada vida. Vimos la primera la semana pasada: la presencia de injusticia en el lugar donde la justicia se debiera encontrar, los tribunales y sistemas judiciales de nuestra tierra. Esta semana pasada los periódicos narraban la historia de un hombre que había pasado cinco años en la cárcel por el delito que cometió otro hombre. Cuando esto fue descubierto, pusieron al hombre en libertad, pero no se le dio absolutamente nada en compensación por su tiempo en la cárcel. Ese tipo de injusticia aflora la pregunta: “¿Qué quiere decir usted con ‘Dios tiene un plan perfecto para nuestras vidas’? ¿Cómo puede cuadrar esa afirmación con una circunstancia tan injusta?”. El Buscador nos dio dos respuestas. Una, debemos recordar que la recompensa final aún está por delante; Dios ha señalado un tiempo en que sacará a la luz todas las cosas ocultas y las enderezará; y segunda, incluso la injusticia nos enseña algo de gran valor; nos revela nuestra propia bestialidad: compartimos con los animales una naturaleza bestial que la injusticia sacará fuera, y, como los animales, tenemos una existencia temporal.

En el capítulo 4, el Buscador ahora debate las tres objeciones que quedan a la idea de que Dios tiene un plan maravilloso para nuestra vida. Primero, aborda la objeción a la que ya nos hemos referido: la opresión en la sociedad. Versos 1-3:

Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol: las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consolara; no había consuelo para ellos, pues la fuerza estaba en manos de sus opresores. Alabé entonces a los finados, los que ya habían muerto, más que a los vivos, los que todavía viven. Pero tuve por más feliz que unos y otros al que aún no es, al que aún no ha visto las malas obras que se hacen debajo del sol. (Eclesiastés 4:1-3)

¡Cuántas historias como esta podríamos contar cada uno de nosotros! La opresión casi invariablemente hace presa en los indefensos, los débiles y los enfermos, la gente que no se puede defender. El Buscador sabe esto. Fíjese cómo recoge la angustia, la tristeza que causa. Habla de “las lágrimas de los oprimidos”, el llanto, la aflicción y el quebrantamiento que sienten los oprimidos por algo que no pueden remediar. Segundo, describe dos veces la espantosa sensación de indefensión que provoca la opresión. No hay nadie que consuele al oprimido por un mundo lleno de cosas así. Los desamparados y desesperados preguntan: “¿A quién podemos acudir? ¿A dónde podemos ir para hallar liberación?". Sienten que la muerte sería preferible a pasar por lo que están pasando; llegan incluso al punto de desear no haber nacido. Job se sintió de esa manera. “¡Perezca el día en que yo nací!” (Job 3:3), decía. “¿Por qué no morí al nacer?”

¿Cómo cuadrar eso con la fácil declaración: “Dios tiene un plan maravilloso para tu vida”? ¿Cómo puede usted decirle eso a alguien que está siendo oprimido? El Buscador no intenta contestar a eso por el momento.

Antes, se fija una tercera objeción (versos 4-11), la idea de que más que el gozo, como pasión principal del hombre, es la envidia y la ambición, las que realmente son las fuerzas impulsoras detrás de su actividad. Verso 4:

He visto asimismo que toda obra bien hecha despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4:4)

¡Con qué precisión recoge esto lo que está ocurriendo en la historia humana! La gente en realidad no quiere cosas; ellos quieren ser admirados por las cosas que tienen. Lo que quieren no es un coche nuevo en sí mismo, sino oír a los vecinos decir: “¡Qué afortunado eres por tener un coche tan bonito!”. Eso es lo que la gente quiere: ser el centro, el foco de atención.

La semana pasada recorté un artículo de la revista Newsweek, de un reportero de la vida en Washington D.C. He aquí lo que dice que motiva a la gente de la capital de la nación:

La ambición es la bestia delirante e insaciable que más a menudo exige ser alimentada en esta ciudad. Es menos probable que el escenario sea un restaurante de clase o un deslumbrante club nocturno que un edificio de oficinas de cristal totalmente corriente, o un círculo íntimo de amigos en algún lugar de un edificio federal. La recompensa en la transacción frecuentemente no es dinero en absoluto, sino poder, privilegios y un masaje al ego. Por todo esto, el lote completo de recompensas sicológicas, hay gente que traicionaría casi cualquier principio, incluso el respeto a sí mismo, si lo hubiera, y el bienestar de miles de otras personas.

Esto describe exactamente lo que este antiguo Buscador está diciendo. El ansia de ser admirado es el verdadero objetivo de la vida. Pero, esto también “es vanidad y aflicción de espíritu”.

Algunas veces, sin embargo, cuando la gente se da cuenta de esto, se dan la vuelta hacia el extremo opuesto: se alejan de la sociedad, se salen de la carrera de ratas, buscan ayuda estatal y dejan que el gobierno les mantenga. Hace diez años vimos mucho de esa clase de reacción aquí en California. Los jóvenes, particularmente, decían entonces: “Ya no queremos ser parte de esa carrera de ratas; no queremos esforzarnos por ser admirados. Nos salimos de la sociedad”. Pero esa no es la respuesta tampoco, dice el Buscador. Verso 5:

El necio se cruza de brazos y se consume en sí mismo. (Eclesiastés 4:5)

Muchos jóvenes que formaban parte de la revolución juvenil, la sociedad de la contracultura de hace unos años, han descubierto que esto es verdad, que cuando te sientas perezosamente te devoras a ti mismo, tus recursos desaparecen, tu respeto a ti mismo se desvanece. Tuvieron que aprender la dolorosa lección de que la única manera de mantenerse, incluso físicamente, no digamos sicológicamente, era ir a trabajar y dejar de devorarse a sí mismos.

Sería mucho mejor, dice el Buscador, rebajar tus expectativas y elegir un estilo de vida menos ambicioso. Verso 6:

Más vale un puño lleno de descanso [paz de espíritu], que ambos puños llenos de trabajo y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4:6)

Aun así, la ambición y el deseo de ser envidiado son tan poderosos que los hombres en realidad siguen trabajando y esforzándose y destruyéndose a sí mismos, incluso cuando no tienen a quien dejar sus riquezas. Verso 7:

Me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol. Un hombre está solo, sin sucesor, sin hijo ni hermano. Nunca cesa de trabajar, sus ojos no se sacian de riquezas, ni se pregunta: «¿Para quién trabajo yo y privo a mi vida de todo bienestar?» También esto es vanidad y duro trabajo. (Eclesiastés 4:7-8)

¡Cuán cierto! Alguna gente sigue trabajando duramente aunque no tienen a nadie por quien trabajar, ni nada que hacer con el dinero que ganan. Incluso se niegan a sí mismos los placeres de la vida, para seguir amontonando fondos en el banco. ¡Qué ejemplo tan nítido se nos da con el final reciente de la historia del billonario Howard Hughes. Él no sabía qué hacer con su dinero. A sus herederos, a quienes nadie sabría ni siquiera identificar, se les ha dejado que peleen por él. De algún modo, en toda su trágica existencia, este hombre parece que nunca se preguntó: “¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Por qué estoy amasando tremendas cantidades de dinero, cuando ni siquiera gasto un céntimo en mí mismo?”. Así es la locura de trabajar duramente por las riquezas.

En contraste, el Buscador admite que la compañía es mejor que la soledad. Verso 9:

Mejor son dos que uno, pues reciben mejor paga por su trabajo. Porque si caen, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del que está solo! Cuando caiga no habrá otro que lo levante. También, si dos duermen juntos se calientan mutuamente, pero ¿cómo se calentará uno solo? A uno que prevalece contra otro, dos lo resisten, pues cordón de tres dobleces no se rompe pronto. (Eclesiastés 4:9-12)

Alguien podría muy bien decir: “Es verdad que los hombres trabajan por ambición y ansias de que otros les admiren, pero es mejor tener compañía mientras tanto”.

El Buscador está de acuerdo y enumera cuatro ventajas de esto:

Primera, ello aumentará la recompensa. Dos realmente pueden vivir más económicamente que uno. Mucha gente se casa por eso. Durante la Depresión, había una canción popular que decía: “Las patatas resultan más baratas, los tomates están más baratos; ahora es tiempo de enamorarse”. Muchos jóvenes estaban de acuerdo con eso y se casaron. Pero la economía ha cambiado. Hoy las patatas son más caras, los tomates son más caros, pero aun así, ahora es tiempo de enamorarse, porque pueden combinar sus recursos. Incluso Hacienda reconoce la ventaja de esto, dando algunas exenciones de impuestos en ese sentido.

Segunda, dice que un amigo proporcionará ayuda en tiempos de dificultad. Si usted tiene problemas su amigo o compañero de habitación estará ahí para ayudarle.

Tercera, le dará calor cuando hace frío.

¡Usted tendría que haber nacido en Montana para apreciar del todo la tercera ventaja! Cuando afuera la temperatura es de 40 bajo cero, usted entiende lo que el Buscador quiere decir cuando dice: ”si dos duermen juntos se calientan mutuamente, pero ¿cómo se calentará uno solo?”.

Cuarta, la presencia de otro o más de uno en su vida hace la derrota poco probable: “A uno que prevalece contra otro, dos lo resisten, pues cordón de tres dobleces no se rompe pronto”. Aun cuando hay ventajas en la compañía, sin embargo, el argumento del Buscador es que todavía añade más vacío; no satisface el anhelo de eternidad que Dios ha puesto en los corazones de los hombres. Muchas parejas se sientan en soledad, mirando la pantalla de televisión durante horas seguidas, o buscan otra diversión para llenar el vacío y la tristeza de sus vidas. No, la compañía, aunque es mejor que la soledad, no es la respuesta tampoco.

Una objeción final se plantea en la última parte del capítulo 4. Efectivamente, dice que vivir una vida larga no siempre garantiza que uno vaya a aprender los secretos del gozo. Esto es lo que el Buscador ha estado diciendo; que Dios tiene un plan perfecto que le enseñará a usted sobre la marcha; si usted vive lo suficiente y escucha cuidadosamente, aprenderá que el gozo es un don de Dios. Pero ahora viene el argumento de que la gente que vive una vida larga no parece aprender esto. Verso 13:

Mejor es el muchacho pobre y sabio que el rey viejo y necio que no admite consejos, aunque haya salido de la cárcel quien llegó a reinar, o aunque en su reino naciera pobre. (Eclesiastés 4:13-14)

Un joven sabio es mejor que un rey viejo y necio a quien se le han otorgado grandes oportunidades. Aun más, la edad puede hacerle a uno cabezota y fanático, convencido de que todo lo que quiere hacer está bien. Ni siquiera vivir mucho tiempo nos enseña todas las lecciones, si bien una vida larga normalmente enseña un montón de cosas. Pero todos nosotros conocemos gente que debería saber más y mejor, gente que ha olvidado, como aquí se señala, las lecciones que aprendieron en su juventud. Aquí tenemos un rey que había ido desde la prisión al trono, porque entendió la vida; había sido pobre y fue exaltado a una posición de poder, pero había olvidado todas las lecciones que había aprendido.

El segundo argumento del Buscador es que el joven sabio seguirá hasta repetir el mismo error. Verso 15:

Y vi a todos los que viven debajo del sol caminando con el muchacho sucesor, que ocupará el lugar del otro rey. La muchedumbre que lo seguía no tenía fin; y sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu. (Eclesiastés 4:15-16)

He aquí un hombre joven que pasó por las mismas dificultades, que se labró su camino hacia la popularidad y el poder; sin embargo, no aprendió esas lecciones tampoco. Aunque tuvo el ejemplo de su predecesor, finalmente perdió el respeto de los demás. Así que, ni siquiera la edad avanzada, ni el tiempo, nos enseñan siempre estas lecciones. Todo sigue siendo aún “vanidad, vacío y atrapar vientos”.

En el capítulo 5, un capítulo maravilloso, el Buscador contesta a estas objeciones de un modo maravilloso. Hay cuatro cosas que declara. Primera:

Cuando vayas a la casa de Dios, guarda tu pie. (Eclesiastés 5:1a)

Aprende a dejar que Dios sea Dios; esa es la primera cosa que declara para nosotros. Las lecciones de la vida encajarán en su sitio cuando usted aprenda eso. Dios está a cargo de la vida; déjelo estar a cargo; reciba las lecciones de Sus manos.

El lugar donde aprender eso es la casa de Dios. Cuando usted vaya allí, guarde su pie, o sea, entre con reflexión, esperando que le enseñe algo. En el antiguo Israel, por supuesto, la casa de Dios era el Templo de Jerusalén. Allí se ofrecían sacrificios, y se explicaba a la gente lo que significaban. Allí se leía la ley, y se le daba a la gente la sabiduría de Dios sobre la vida; este maravilloso Antiguo Testamento era revelado, con su tremendo conocimiento de la verdad de la vida, de lo que la humanidad es básica y fundamentalmente. El Templo era el único lugar en la tierra donde la gente podía aprender estas cosas. En nuestros días, la casa de Dios ya no es un edificio. Debemos tener eso claro. Ustedes, el pueblo, son la casa de Dios. Lo que está diciendo el Buscador es que cuando ustedes se reúnan como pueblo de Dios, estén expectantes, porque habrá algo que hay que aprender.

Segunda: Él dice que escuchemos con atención:

Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, quienes no saben que hacen mal. (Eclesiastés 5:1b)

Un necio es alguien que atolondradamente dice cosas simplonas, ingenuas y normalmente falsas. Lo que el Buscador tiene claramente en mente aquí es nuestra tendencia a quejarnos y murmurar acerca de lo que se nos ha dado en la vida. Cuando nos quejamos y rezongamos por nuestras circunstancias, en realidad nos estamos quejando de Dios. Nos quejamos de las decisiones que Dios ha tomado en Su plan maravilloso para nuestra vida. Nunca aprenderemos a disfrutar de nada de esa manera, ni siquiera de nuestros placeres, y no digamos de nuestro dolor. Así que, él dice, escuche con atención, pues la verdad de Dios está siendo declarada entre Su pueblo; la sabiduría de Dios está siendo expuesta. Justo esta mañana un hombre me dijo: “He estado pasando por una dolorosa experiencia la semana pasada. Aprendí a verme a mí mismo y quedé horrorizado. Vi cosas en mí mismo que desprecio en los demás”. Eso es alentador. He ahí un hombre que se está enterando de la verdad sobre sí mismo.

El Buscador continúa en el verso 2:

No te des prisa a abrir tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios, porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus palabras. Porque de las muchas ocupaciones vienen los sueños, y de la multitud de palabras la voz del necio. (Eclesiastés 5:2-3)

Casi todo el mundo entiende la frase “Dios está en el cielo” como que Dios está afuera, en alguna parte, en lo alto, por encima del universo, vigilando los asuntos de los hombres; mientras que nosotros, insignificantes pigmeos, luchamos aquí abajo. Pero eso no es lo que se dice aquí en absoluto. El cielo no es algún lugar lejano. En la Biblia, el cielo siempre significa el mundo invisible de la realidad, lo que está pasando y que nosotros no podemos ver pero, sin embargo, está realmente ahí. Dios está en ese reino, y esa es la razón por la que ve mucho más que nosotros.

Al mirar esta congregación esta mañana veo sus caras y cuerpos. Ellos revelan ciertas cosas: algunos de ustedes tienen interés, algunos están dormidos. Si tuviera que orar por ustedes, sin embargo, no habría forma de que yo pudiera comprender la tremenda complejidad y profundidad de la lucha por la que ustedes están pasando. Pero Dios sí. Dios no sólo les ve a ustedes; Él ve lo que hay dentro de ustedes, aquello que ni siquiera ustedes ven. Él ve vuestra herencia biológica, vuestro medio ambiente, vuestras luchas. Él nos ve a cada uno de nosotros de esa manera. Recuerden que cuando estén tratando con Dios, cuando Él les habla a través de Su Palabra, esa palabra es muchísimo más verdadera que cualquier cosa que puedan encontrar como explicación de la vida, porque Dios ve todo en la vida, de principio a fin. Él está en el cielo y ustedes en la tierra; así que, por amor de Dios, no empiecen a quejarse de lo que Dios les ha dado. Ese es el argumento del Buscador. Dios sabe lo que está haciendo. Él sabe de qué va esto. Déjele hacer. Los santos han tenido que aprender esta lección desde tiempos inmemoriales. Está reflejada en un himno de William Cowper.

Dios se mueve en formas misteriosas
para realizar sus maravillas;
Él planta sus huellas en el mar,
y cabalga sobre la tormenta.
En lo profundo de insondables minas
de infinita destreza,
Él atesora sus brillantes designios,
y elabora su soberana voluntad.
Ustedes, santos temerosos, renueven su valor;
Las nubes que tanto temen,
están henchidas de misericordia,
y se romperán en bendiciones sobre sus cabezas.

“Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra. Sean, por tanto, pocas tus palabras”, dice el Buscador. “Porque de las muchas ocupaciones vienen los sueños”. Con esto se refiere a las fantasías, y fantasear produce mucha actividad, pero no consigue nada. Del mismo modo, un necio con sus muchas palabras de queja no consigue nada.

Segundo, él dice: “¡No juegue con Dios!”. Verso 4:

Cuando a Dios hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. (Eclesiastés 5:4)

Creo que no hay una lección en la vida más importante que aprender que Dios es realista. Nunca juega con nosotros. Ve las cosas tal como son en realidad y nos cuenta cómo son. Dios espera que cumplamos nuestra palabra. Es peligroso hacer promesas superficiales sobre lo que vamos a hacer con tan sólo que Él hiciera esto o aquello. Él oye nuestras promesas y nos toma la palabra. Hay una penalización si no guardamos nuestra promesa. Esto debería enseñarnos a ser cuidadosos con lo que prometemos a Dios. No hagan eso, pues Él no se complace con los necios. De hecho, el Buscador sigue diciendo:

Mejor es no prometer que prometer y no cumplir. No dejes que tu boca te haga pecar, ni delante del ángel digas que fue por ignorancia. (Eclesiastés 5:5-6a)

No diga: “No quise decir eso en realidad”. Cuántos dijeron eso de sus votos matrimoniales. Dios le toma la palabra.

¿Por qué hacer que Dios se enoje a causa de tus palabras y destruya la obra de tus manos? Pues, donde abundan los sueños abundan también las vanidades y las muchas palabras. Pero tú, teme a Dios. (Eclesiastés 5:6b-7)

Tenga respeto porque usted está tratando con el mismo Autor de la vida, el Señor del universo. Él sostiene tu existencia en la palma de Su mano. Dios no es cruel ni despiadado; Él es amoroso pero realista, así que no juegue con Él. Sea sincero con Dios; eso es todo lo que el Buscador está diciendo. Así que preste atención cuando esté oyendo las palabras de Dios. Escuche cómo describe la vida para usted. Él se lo está diciendo para que encuentre gozo en todo lo que haga.

Tercero: Valore al gobierno; él también viene de Dios. Verso 8:

Si ves en la provincia que se oprime a los pobres y se pervierte el derecho y la justicia, no te maravilles: porque sobre uno alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ambos. El provecho de la tierra es para todos y el rey mismo está al servicio del campo. (Eclesiastés 5:8-9)

El argumento es muy simple: no se asombre ni se amargue. Dios ha establecido funcionarios más altos que puedan corregir la opresión cuando se enteren de ella. Pero, incluso si no lo hacen, hay Uno aun más alto. Él está enterado, y sabe lo que hace. Reconozca que hay bien en los gobiernos. Alguien ha dicho muy bien: “Incluso un mal gobierno es mejor que ningún gobierno en absoluto”. No podemos vivir en la anarquía. Hasta la peor clase de gobierno es mejor que ningún gobierno en absoluto. Reconozca eso. Ello ayudará al lidiar con los problemas de la vida.

Entonces el Buscador aborda una cuarta circunstancia. La mayoría de la gente siente que con sólo que se volvieran ricos podrían enfrentarse a las presiones y los problemas de la vida. Esta sección se extiende por los versos 10 al 17:

El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la riqueza no sacará fruto. También esto es vanidad. (Eclesiastés 5:10)

En primer lugar, el dinero no le satisfará; el dinero no le dejará sintiéndose pleno ni gozando de la vida. Hay testimonios de sobra de ello hoy día.

En segundo lugar:

Cuando aumentan los bienes, aumentan también quienes los consumen. ¿Qué beneficio, pues, tendrá su dueño, aparte de verlos con sus propios ojos? (Eclesiastés 5:11)

Es decir, pronto descubrirá que una multitud de parásitos se apiñaran alrededor de usted, para gastar su dinero en su lugar; no conseguirá nada de ellos excepto gastos.

Él desarrolla esta teoría aun más:

Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho o coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia. (Eclesiastés 5:12)

Una segunda desventaja de tener dinero es que usted se preocupa por cómo tener cuidado de sus propiedades. Permanece despierto durante la noche preocupándose de cómo conservar lo que tiene.

Hay todavía una tercera desventaja:

Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal, las cuales se pierden por mal empleadas, y al hijo que ellos engendraron nada le queda en la mano. (Eclesiastés 5:13-14)

Usted también puede perder sus riquezas. Pueden desaparecer de la noche a la mañana. Un giro de la fortuna, una caída en el Dow Jones, y su fortuna se ha ido.

Finalmente, las riquezas no permanecerán tras la muerte, pero usted sí:

Desnudo salió del vientre de su madre y así volverá; se irá tal como vino, sin ningún provecho de su trabajo que llevarse en la mano. También eso es un gran mal: que tal como vino se haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano? Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán, dolor y miseria. (Eclesiastés 5:15-17)

Usted no se puede llevarse absolutamente nada. La vida se queda vacía y sin sentido para muchísima gente. Sufren la “enfermedad del destino”; habiendo llegado a donde siempre quisieron estar, y teniendo todo lo que siempre quisieron tener, no quieren nada de lo que tienen.

Una vez más llegamos a la verdadera respuesta con las palabras que cierran el capítulo:

He aquí, pues, el bien que he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar de los frutos de todo el trabajo con que uno se fatiga debajo del sol todos los días de la vida que Dios le ha dado, porque ésa es su recompensa. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da bienes y riquezas, le da también facultad para que coma de ellas, tome su parte y goce de su trabajo. Esto es don de Dios. (Eclesiastés 5:18-19)

El gozo no viene de las posesiones o de las riquezas. Ni tampoco de la compañía, ni de la popularidad o la fama, ni de la aprobación y admiración de los demás. El gozo viene de conocer al Dios vivo y recibir todo de Su mano con acción de gracias, ya sea dolor o placer. Ese es el don de Dios, y esa es la lección de este gran libro.

Fíjese en cómo acaba el capítulo:

Porque así no se acuerda mucho de los días de su vida, pues Dios le llena de alegría el corazón. (Eclesiastés 5:20)

¿Ha conocido usted alguna vez gente así? Ellos han vivido una vida plena, pero nunca hablan del pasado. Algunas personas viven en el pasado.

William Randolph Hearst, quien amasó una de las mayores fortunas de nuestro tiempo, acabó sus días en medio de toda la opulencia y esplendor del castillo que construyó en el sur de California, sentado en un sótano, poniendo una y otra vez las películas de su amante de Hollywood, en un esfuerzo por escurrir una gota más del gozo del pasado.

Cuando la gente descubre las riquezas de la vida que Dios proporciona, no piensan en el pasado, ni hablan siquiera de él. Tampoco hablan del futuro, ya que están sumamente absortos en el gusto del presente. ¡Qué bueno es conocer al Dios vivo! Saber que Él controla lo que llega a su vida. Él espera que usted tome decisiones; las Escrituras siempre animan a ello. Pero alégrese en la sabiduría del corazón del Padre y goce abundantemente de lo que le da día a día; ese es el secreto de la vida. Tal persona “no se acuerda mucho de los días de su vida, pues Dios le llena de alegría el corazón”.