Priest Reading God's Word

Devoción del 16 de octubre

La primacía de la predicación

Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría, pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

1 Corintios 2:1-5

Cuando Pablo llegó a Corinto, llegó con debilidad, y mucho temor y temblor. Él vio la degradación de Corinto, y ésta parecía incurable. La depravación sexual, centrada en el templo de Afrodita, que presidía la ciudad, estaba tan extendida y era tan popular que parecía imposible enfrentarse a ella. Pablo conocía los miedos supersticiosos de las masas de Corinto; estaba enterado de la retorcida deshonestidad de sus políticos y la desvergonzada injusticia de los tribunales de la ciudad.

Él mismo había sentido a menudo la tiranía de Roma, que controlaba con puño de hierro todo el mundo conocido; esto era especialmente evidente en Corinto por su historia de rebelión en el pasado. Veía a diario la desesperación sin salida de los ciudadanos, la mitad esclavos de la otra mitad y viviendo en la miseria. Sin embargo, en contraste, percibía el orgullo de Corinto por su bello emplazamiento; la arrogancia de sus filósofos, como herederos de los grandes pensadores de Grecia; la riqueza que traía el comercio de la ciudad; la fama de la que disfrutaba como una de las principales ciudades del imperio. ¿Cómo podría alcanzarlos? ¿Cómo podría cambiarlos? ¡Parecía impenetrable, inexpugnable!

Pero entonces, recordó su mensaje ¡y sus recursos! Comenzó a predicar, no con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder. Pablo expone llanamente su mensaje: Jesucristo, y éste crucificado. Esto deja claro que, hasta que la gente sea cambiada por un acto generoso de Dios, sus máximos esfuerzos y sus más ingeniosas estrategias para mejorar demostrarán ser inefectivas. Cuando Pablo comenzó a predicar este mensaje en Corinto, dependiendo del poder del Espíritu, la gente empezó a cambiar. Un grupo de gente transformada surgió en esa ciudad pagana. Perdieron su miedo y desesperanza. Bajo el impacto de una nueva vida interior, fueron gradualmente transformados en personas afectuosas, bondadosas e íntegras. Algunos aún luchaban con los residuos de su pasado, pero la ciudad nunca volvió a ser la misma.

Esto muestra las enormes repercusiones de la predicación auténtica, y la terrible desgracia que cae sobre una congregación o comunidad privada de estas insondables riquezas de Cristo. Digamos otra vez con Jeremías: Fueron halladas tus palabras, y yo las comí. Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón (Jeremías 15:16).

Dios todopoderoso, vivimos en unos tiempos que desesperadamente necesitan Tu Palabra. Suscita, Señor, un ejército de personas transformadas, armadas con Tu Palabra, dependiendo de Tu Espíritu para traer un verdadero cambio.

Aplicación a la vida

¿Qué puede usted hacer para apoyar la propagación de las buenas noticias de "Jesucristo y éste crucificado" en su vecindario y ciudad? Dedique tiempo a orar por esto.

Esta devoción diaria fue inspirada por un mensaje de Ray

The Primacy of Preaching

Lea el mensaje de Ray