Man-made Columns in Ruins Surrounded by God’s Solid Rock

Las señales de un apóstol

Autor: Ray C. Stedman


Hay un famoso comentario de Mark Twain, citado a menudo, que dice: “Cuando era un muchacho de 14 años pensaba que mi padre era el hombre más ignorante del mundo, pero cuando tenía 24 años estaba asombrado de cuánto había aprendido el viejo en diez años”.

Esto es, de algún modo, análogo a la situación aquí en Corinto. Pablo fundó esta iglesia. Era el padre espiritual de los corintios, habiéndoles enseñado cómo vivir como cristianos. Pero, después de irse, llegaron algunos maestros itinerantes y empezaron a enseñarles cosas distintas. Estos maestros eran tan suaves, tan sofisticados y tan impactantes que, poco después, los corintios empezaron a mirar a Pablo como a un rústico ignorante que no sólo no sabía mucho, sino que ni siquiera decía muy bien lo que sabía. Pablo se vio obligado, como hemos estado viendo, a comparar su historial con el de estos falsos apóstoles, y en todos los aspectos eclipsó a estos farsantes.

El apóstol ahora concluye esta sección en el capítulo 12, empezando con el versículo 11, con lo que a mí me gusta designar como “Las señales de un apóstol auténtico”, para que podamos contrastarlas. Tenemos muchos falsos apóstoles alrededor hoy día. Están en la televisión y en la prensa. Están consiguiendo seguidores en todas partes. En este pasaje veremos cuatro señales por las cuales podemos identificar a un verdadero apóstol de Cristo. (Sugiero que las pegue a su refrigerador y las compare con lo que ve en la televisión o lee en los libros hoy día):

He sido un necio al gloriarme, pero vosotros me obligasteis a ello. Yo debía ser alabado por vosotros, porque en nada he sido menos que aquellos «grandes apóstoles», aunque nada soy. Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, señales, prodigios y milagros, porque ¿en qué habéis sido menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga? ¡Perdonadme este agravio! (2 Corintios 12:11-13)

En este breve párrafo, Pablo indica que hay ciertas señales de un verdadero apóstol que él ha realizado ante esta gente de Corinto. Expresa su sorpresa porque ellos no le defendieron cuando estos falsos apóstoles aparecieron. Después de todo, ellos habían visto las señales de un apóstol auténtico, así que deberían haberlos reconocido y venir en su defensa. Por no haberlo hecho, por haber sido tan crédulos y ser engañados tan fácilmente, Pablo ha visto necesario defenderse a sí mismo de una manera muy embarazosa. Esto hace surgir la pregunta: ¿Cuáles son las señales de un verdadero apóstol?

El apóstol las llama señales, es decir, tienen un significado simbólico; significan algo; representan algo. Y se les llama “prodigios”, es decir, son impresionantes demostraciones del poder de Dios. Hacen que la gente abra los ojos. También son llamadas “milagros”. Es evidente que sólo Dios podría hacerlas. El hombre no puede actuar en este campo. Bien, ¿cuáles son esas señales? Bueno, asombrósamente, Pablo ha hecho una referencia muy escasa a alguna señal en su ministerio. No habla de ninguno de los milagros que ocurrieron. (El libro de los Hechos cuenta varios de ellos, pero no vemos a Pablo hablando de ellos). No obstante, ahí estaban, y es mi opinión personal que están relacionados con las señales que encontramos mencionadas en el capítulo 16 del evangelio de Marcos.

En este pasaje un tanto discutido, Jesús dijo que ciertas señales acompañarían a aquellos que creyeran. Pues bien, él no está hablando de cualquiera que crea en el evangelio. Desgraciadamente, algunas personas han malinterpretado ese pasaje y pensaron que estas señales acompañarían a cualquiera que creyese en el evangelio. Pero si ustedes leen cuidadosamente este pasaje en Marcos 16, lo que nuestro Señor indica es que estas señales acompañarían a aquellos de entre los apóstoles que creyeron en Su resurrección. Jesús les había regañado porque no creyeron en Su resurrección, incluso teniendo amplia evidencia de ella. Aunque Él mismo estaba de pie ante ellos como un ser resucitado, todavía algunos tenían dudas. Él les reprendió por ello y dijo que estas señales acompañarían a aquellos que creyeron (Marcos 16:17-18): Echarían fuera demonios; hablarían otras lenguas; agarrarían serpientes y no les harían daño; beberían veneno y no les causaría ningún mal; impondrían sus manos a los enfermos y se recuperarían. Casi todas estas señales están recogidas en el libro de los Hechos como que ocurrieron en el ministerio del apóstol Pablo; por tanto, las señales de un verdadero apóstol habían sido hechas entre la gente. Hemos de entender ese pasaje a la luz de este, como señales que probaban que los apóstoles originales venían verdaderamente del Señor mismo. Recuerden que el pasaje en Marcos concluye con estas palabras:

Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándolos el Señor y confirmando la palabra con las señales que la acompañaban. Amén. (Marcos 16:20)

Así que estas son las señales de un apóstol a las que Pablo se refiere aquí. Evidentemente, él las había hecho en Corinto, pero ellos todavía estaban cuestionando su apostolado. Hay algo más aquí en el versículo 11 que Pablo no señala, pero que ellos podrían haber usado como una marca de identificación de un apóstol genuino. Escondida en el versículo 11 hay una paradoja extraordinaria que es posible sólo para aquellos que son verdaderos siervos de Cristo. Fíjese cómo la expresa: “en nada he sido menos”, dice, y luego en la frase siguiente: “aunque nada soy”. Esa es la marca de un verdadero siervo de Cristo: la habilidad de decir ambas cosas y que ambas sean igualmente ciertas. Cuando Pablo dice “en nada he sido menos”, quiere decir: "Todo lo que soy en Cristo, todo lo que Cristo puede hacer a través de mí, me hace igual a cualquier cosa que ellos puedan hacer”.

Esa es la actitud a la que todo cristiano debería llegar con respecto a sí mismo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Si Dios me dice que haga algo, puedo hacerlo. Puedo obedecer Su Palabra. Puedo seguir Sus preceptos; puedo hacer lo que pide”. Hay una nota resonante de confianza, porque usted no está apoyándose en sí mismo, sino en Cristo. Al mismo tiempo el apóstol podía añadir: “Apoyándome en mí mismo no soy nada. Todas mis habilidades, mis dones, mis talentos naturales no me llevarán a ninguna parte a los ojos de Dios. Son impresionantes para otra gente, y podría engañar a muchas personas de esta manera, pero no son impresionantes, en absoluto, a los ojos de Dios”.

Ojalá hubiera muchos más cristianos hablando de esa manera en el presente, dispuestos a decir: “Si Cristo me dice que haga algo o que sea algo, entonces no hay límite para mi habilidad de hacerlo, porque Él me proporcionará el poder. Pero por mí mismo, al intentar hacer cualquier cosa dependiendo de mis cualidades, no conseguiré nada de algún valor a los ojos de Dios”. ¡Pues esa es la marca de un verdadero siervo de Cristo! Una de las maneras en que ustedes pueden examinar a los falsos apóstoles de nuestros días es escuchar atentamente lo que dicen sobre sí mismos. ¿Declaran que haya algo que venga de ellos mismos? ¿Afirman ser personas extraordinarias con habilidades extraordinarias, o hablan del poder que viene de Cristo? Esa es la gran diferencia. Pablo debería haber sido reconocido por esto por estos corintios. Ahora, él añade lo siguiente: “¿Rechazasteis todo esto sólo porque no fui una carga para vosotros? Lo siento; debí haberos dejado mantenerme. Perdonadme este agravio”. Eso es una referencia, claro está, a todo el énfasis que había puesto en el hecho de que él se mantenía a sí mismo cuando estaba con ellos, en lugar de vivir a costa de la congregación, como estos apóstoles. Bueno, esa es la primera señal de un verdadero apóstol: hay ciertas marcas que lo autentifican.

Yo personalmente pienso que no hay sucesores de los apóstoles en el pleno sentido de ese término; la razón es que, en cierto sentido, estos hombres todavía están con nosotros. Ustedes y yo hemos estado escuchando al apóstol Pablo durante meses, enseñándonos aquí todos los domingos por la mañana. Podemos acudir a Juan, Pedro, Santiago y otros apóstoles también. Ellos pusieron los fundamentos mucho tiempo atrás, al principio de la era cristiana, pero ellos todavía nos hablan a través de sus cartas y de sus palabras. Por lo tanto, no hay necesidad de que vengan otros apóstoles. Cuando oiga voces alrededor afirmando que son nuevos apóstoles, que tienen nuevas revelaciones de la mente de Dios más allá de las Escrituras, pregúntese a sí mismo: "¿Dónde están las señales de autenticidad?". Las señales de un verdadero apóstol tienen que aparecer; de otro modo, no hay razón para aceptarlos. En el siguiente párrafo tenemos una segunda señal de verdadero apostolado:

Ahora, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré una carga, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Y yo, con el mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos. (2 Corintios 12:14-15)

Aquí se establece muy claramente un principio muy importante. Pablo se da a sí mismo con un amor desinteresado, porque él es el padre y ellos son los hijos; él los ha llevado a Cristo. Es responsabilidad de los padres proveer para los hijos, no esperar que los hijos, mientras sean niños, mantengan a los padres. Muchos de ustedes son nuevos padres, y algunos de ustedes están ya poniendo dinero aparte para que se use en los años de educación de sus hijos que están por venir. Eso es porque sus corazones de padres desean proveer para el bienestar y el futuro de sus hijos, porque Dios lo ha hecho de esa manera. Una de las grandes señales de un verdadero siervo de Cristo, un apóstol auténtico, es que se da a sí mismo a los que está ministrando, sin restricciones. No les pide nada a cambio. Qué contraste tan grande con los falsos apóstoles. Cuánto se alteran si usted no los sirve y les da amor a cambio de su ministerio.

Pero note cuál es la actitud de Pablo. Él dice: “con el mayor placer, gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos”. Ahí está; estos corintios no estaban respondiendo con amor. La respuesta normal de un hijo al cuidado de sus padres es amarlos. Pero, incluso si los corintios no lo hacen, Pablo dice,z “Aun así, me volcaré totalmente por vosotros”. E indica que su amor es una forma de amor sin reservas. Recuerdo haber leído hace algunos años la historia de una madre que bajó a desayunar una mañana y se encontró una nota de su hijo al lado de su plato. Él le había escrito:

Cortar el césped ….. 2 dólares
Secar los platos……. 1 dólar
Barrer las hojas….... 3 dólares
Limpiar el garaje….. 4 dólares
Deuda total ……….. 10 dólares

Ella no dijo nada, y se fue a sus quehaceres. Cuando el muchacho regresó a casa del colegio para el almuerzo ese día, encontró una nota al lado de su plato. Decía:

Planchar la ropa ……. nada
Zurcir calcetines …... nada
Cocinar ………….......... nada
Vendar cortes …….....nada
Hornear galletas ….. nada

Con cariño, Mamá.

Esa es la actitud del apóstol, ¿verdad? Él no espera ni exige nada a cambio. Sería bonito si lo obtuviera, pero aunque no lo obtenga, eso no lo va a detener. Esa clase de amor desinteresado y sin reservas es la marca de un verdadero siervo de Cristo. Usted puede usarla para examinar las afirmaciones de muchas voces de hoy y ver si son siervos de Cristo o no, porque es la señal invariable de aquellos que aman genuinamente, el amar sin exigir algo a cambio. Esta es la segunda señal de un apóstol auténtico. Ellos son tan suspicaces con él, sin embargo, (aunque cueste creerlo), que incluso llevan esto más lejos. En el versículo 16 dice:

Pero admitamos esto: Yo no os he sido carga, sino que como soy astuto, os atrapé con engaño. (2 Corintios 12:16)

Esto es lo que algunos de ellos estaban diciendo. No podían encontrar una falta en lo que él hizo, así que dijeron: “Bueno, sólo lo hace porque quiere apaciguar nuestras sospechas. Cuando nos tenga comiendo de su mano, entonces se aprovechará de nosotros”. Pablo sigue diciendo: “Sólo nombradme alguna vez en que hiciera eso”. Versículos 17 y 18:

¿Acaso os he engañado por medio de alguno de los que he enviado a vosotros? Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Os engañó acaso Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu? ¿No hemos seguido en las mismas pisadas? (2 Corintios 12:17-18)

¡Qué hermosa y desinteresada actitud muestra el apóstol aquí! Él les reta a que nombren siquiera una vez en que él se aprovechara de su relación, esperando que le dieran algo a cambio por lo que había estado derramando para ellos. Estoy seguro de que esto silenció la oposición en Corinto efectivamente en cuanto a eso. Luego, comenzando con el versículo 19, tenemos aun una tercera señal de un verdadero apóstol de Cristo, pues dice:

¿Acaso pensáis aún que nos disculpamos con vosotros? Delante de Dios en Cristo hablamos; y todo, muy amados, para vuestra edificación, pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado por vosotros cual no queréis. Temo que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes; temo que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado y no se han arrepentido de la impureza, fornicación y lujuria que han cometido. (2 Corintios 12:19-21)

El primer versículo del capítulo 13 continúa lo anterior.

Ésta es la tercera vez que voy a vosotros. Por boca de dos o de tres testigos se decidirá todo asunto. (2 Corintios 13:1)

Lo que dice claramente aquí es que un verdadero apóstol sólo responde ante Dios, no ante la congregación. Un verdadero siervo de Cristo no necesita justificarse siempre a sí mismo ante la gente a quien ministra. Es agradable tener su aprobación, pero no es necesario mientras tenga la aprobación de Dios; y, por no requerir de su aprobación, no fallará en hacer lo que sea necesario cuando llegue otra vez a ellos. Este es su argumento. Él lidiará con la realidad de lo que encuentre, con lo que esté realmente pasando en la congregación.

Evidentemente ese no era un panorama muy agradable. Él preveía que habría ciertas malas actitudes, como, por ejemplo, “contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes”. El doctor William Barclay las llama “señales de una iglesia anticristiana”. Me gustaría poder decirles que hay muy pocas iglesias así, pero tengo que admitir, desgraciadamente, que, conforme voy viajando, encuentro que esta situación es muy común en muchas, muchas iglesias. Es siempre vergonzoso que las iglesias estén divididas, peleándose, llenas de envidia, ira y egoísmo. Creo que la razón detrás de todo esto es un fallo en querer obedecer lo que las Escrituras nos dicen que hagamos en relación a los demás. Una razón por la que muchos cristianos tienen que ir a los sicólogos y consejeros seculares a pedir ayuda para sus problemas es que han sido negligentes en hacer lo que dicen las Escrituras que hemos de hacer los unos con los otros. En lugar de dirigirse a alguien para decirle sus faltas, entre usted y esa persona solamente, empieza a cotillear con otros sobre el asunto, quejándose con amargura y rehusando hablarle al implicado. Esta es la clase de cosas que destruyen el testimonio de una congregación. Pablo dice: “Cuando llegue me las veré con estos, porque no hace falta que me deis vuestra aprobación; por lo tanto, puedo enfrentarme honestamente con lo que vea que pasa ahí.”

No sólo había malas actitudes, sino que había una muy mala conducta. Pablo habla de “impureza”, “inmoralidad” y “libertinaje”. Estas son actitudes sexuales que tienen que ver con todo el ámbito de la sexualidad y sus propósitos. Estoy impresionado por estas cartas a los corintios. Cuán lealmente trata el apóstol de estos asuntos de la impureza sexual en un lugar y tiempo donde eran ampliamente aceptados como normales. (En nuestros días estamos acercándonos rápidamente a esta situación). El apóstol persiste en esto. No abandona. Trata esta situación durante un periodo de meses, incluso años. Les envió gente. Él mismo fue. Les escribió cuatro cartas, todas intentando ayudarles en este aspecto, para tratar sincera, abierta y valientemente con las cosas que están mal en la vida pública, y para rechazar seguir la corriente de la moda de los tiempos y rendirse a lo que todo el mundo hace, ese argumento que ha destruido a tantos en el curso de los tiempos. Si hay algo a lo que un cristiano está llamado, es a no hacer lo que hace todo el mundo. Tiene que ser diferente, porque Cristo ha hecho la diferencia en nuestras vidas. El apóstol trata de esto y dice que irá de nuevo y se ocupará de ello honestamente. Él es libre de hacerlo así, porque como verdadero apóstol sólo responde ante Dios, no ante la congregación.

Bueno, ¿y qué es lo que va a hacer? Él dice que va a tratarlo de manera ordenada. Cualquier acusación debe ser sostenida por la evidencia de dos o tres testigos, pero las cosas se van a poner al descubierto; nada va a estar escondido después de que él llegue; todo va a ser aireado. ¿Y luego qué? ¿Cómo se gestionará? Eso es lo que el siguiente párrafo nos pone delante, y ello constituye la cuarta señal de un verdadero apóstol. Versículos 2 al 4:

He dicho antes, y ahora digo otra vez como si estuviera presente, y ahora, que estoy ausente, lo escribo a los que antes pecaron, y a todos los demás, que si voy otra vez, no seré indulgente. Así tendréis una prueba de que habla Cristo en mí, y él no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros. Aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Y también nosotros somos débiles en él, pero viviremos con él por el poder de Dios para con vosotros. (2 Corintios 13:2-4)

Dos veces en este párrafo Pablo habla del “poder de Dios”. En eso confía un verdadero siervo de Cristo. He visto que muchos de los comentaristas que se ocupan de esta sección pintan al apóstol como volviendo a Corinto y sentándose como juez, el cual trae todos estos casos delante de él y, como una especie de obispo de toda la congregación, pronuncia sus juicios y luego moviliza a la congregación para que pongan presión económica y social sobre los individuos disidentes, para boicotearlos o excomulgarlos.

Pero yo no encuentro nada semejante en las Escrituras. Estas son ideas de hombres que los hombres inventan. De lo que habla el apóstol Pablo no es de alguna clase de presión social que se impone a un malhechor para hacerle obedecer. Él está hablando de la capacidad de Dios para actuar dentro de la conciencia y el corazón de la gente y cambiarlos por presión o por tribulación, incluso puede que por medio de desastres. Lo que sea que Dios permita. Pero la confianza de Pablo no está en la congregación, para que lleve a cabo este juicio, sino en Dios, en Cristo; y eso es muy diferente de lo que a menudo pensamos en este sentido.

Pablo, probablemente, se está refiriendo al hecho de que él daría el último paso que se menciona en Mateo 18:15-20, en la disciplina de una iglesia y de sus miembros: La disciplina comienza con que usted vaya a alguien y, entre usted y esa persona solamente y con discreción, le señale su falta. Entonces, si él no quiere escucharle, tome a uno o dos más y dígaselo y háblenlo entre ustedes. Pero, si él no los escucha, entonces llega el momento en que hay que decírselo a la iglesia. De esto habla Pablo aquí. Cuando él llegue, todo lo que hará será simplemente hacer público lo que es ahora de conocimiento privado. Se lo contará a toda la iglesia, y entonces la iglesia buscará el modo de alcanzar a este individuo y llevarlo al arrepentimiento. Si él no escucha a la iglesia, entonces el Señor dice que sea considerado como publicano y pecador, o sea, no considerarlo ya como cristiano; dejen que siga su camino. Pero no se requiere nada más, pues Dios comenzará a obrar. Como dice Pablo: “Él fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios. Él no es débil al tratar con vosotros, sino que es poderoso en vosotros. Cuando lleguemos, aunque somos débiles en él, al tratar con vosotros viviremos con él por el poder de Dios”. Él confía en el hecho de que Dios producirá el resultado.

Quiero compartir con ustedes lo que considero un ejemplo destacado de esto mismo. Algunos de ustedes estaban aquí hace unos cinco años cuando tuvimos que actuar en esta iglesia respecto a un hermano cristiano. En ese momento fue algo muy doloroso. Él estaba implicado en ciertos actos de homosexualidad y se resistía a ser aconsejado y se negaba a reconocer que estaban mal, y al final, teníamos que dar el paso de contárselo a la iglesia, y lo hicimos. Fue una ocasión muy dolorosa y grave porque lo amábamos profundamente. Hace un par de semanas, sin embargo, recibí esta carta de él, y la comparto con ustedes con su pleno permiso:

Mis compañeros cristianos:

Hace varios años las congregaciones de PBC y South Hills Community Church emprendieron una acción pública contra mí de acuerdo con Mateo 18:15-20. Los cargos contra mí eran ciertos.

No puedo rectificar la historia ni atenuar los acontecimientos que me condujeron a mi caída. He hecho daño a mucha gente y me he traído la ruina a mí mismo. Al ser un prominente y declarado miembro de la comunidad cristiana, mis pecados han sido aun más deplorables y horrendos.

Después de convertirme en cristiano, hace unos 18 años, fracasé a la hora de enfrentarme a la lujuria, la avaricia y la masturbación. Con el tiempo llegué a autoengañarme y a ser orgulloso y arrogante. Además, al final Dios gritó desde los tejados lo que yo, desesperadamente, había tratado de mantener oculto. Dios, finalmente, dejó que me deslizara hacia el alcoholismo y la inmoralidad sexual, de modo que ambas cosas fueron peores que las que experimenté antes de mi conversión. Dos veces pasé por el horror e infierno de la sicosis maníaco-depresiva (como le pasó a Nabucodonosor), para que aprendiera que Dios resiste a los soberbios pero da Su gracia a los humildes.

Tengo mucha suerte de estar vivo. Estuve muy cerca del suicidio, y debería haber muerto en la ignominia y la desgracia, a no ser porque las Escrituras dicen: “¿Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? ¿Será proclamada en el sepulcro tu misericordia o tu verdad en el Abadón?” (Salmo 88:10-11).

Tengo necesidad de vuestro perdón porque os he perjudicado a todos. Deseo que oréis en serio por mi sanidad y por mi completa liberación de la homosexualidad. Mucha gente en la iglesia cree hoy día que no hay otra cura para la homosexualidad más allá de detener su desarrollo siendo célibe. Estoy seguro de que Dios puede hacer mucho más de lo que ya ha hecho por mí y por incontables personas en este área que están sufriendo con esta enfermedad devastadora.

Es imposible para mí desandar mis pasos y corregir todos los errores; sin embargo, recibo con alegría la oportunidad de reunirme y orar con cualquiera que tenga algo contra mí y que requiera una solución. Estoy buscando y esperando la aun más extensa gracia y misericordia de Dios en este asunto. Lo que habéis atado en la tierra, ha sido atado en el cielo, y ahora sé que vuestras acciones fueron hechas en amor por mi propio bien y el del Cuerpo de Cristo.

Sinceramente.

Hace unos cuantos días algunos de nosotros que habíamos tenido una asociación muy estrecha con él, le pedimos que se uniera a una cena de “bienvenido a casa”. Matamos el becerro gordo. (Comimos ternera a la barbacoa. Esta fue la primera vez que los filetes de ternera se hacían a la barbacoa, creo). Entonces, le pedimos que se pusiera en pie, y le dimos la bienvenida por su vuelta, como a uno que había estado muerto pero que había vuelto a la vida. Mandamos traer un anillo de oro para ponerlo en su dedo. Le compramos una cazadora y se la pusimos encima y le dimos la bienvenida como al hijo pródigo.

Se sintió tan acogido y perdonado, que se sentó después a contarnos por lo que Dios le había hecho pasar en estos años transcurridos, cómo Dios había lidiado con él de manera implacable pero amorosa y por qué infierno había pasado. Nos dijo: “He llegado a comprender el significado pleno de las palabras: “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Hebreos 10:31. Pero fue un tiempo gozoso de restauración y de renovación de nuestro amor y compañerismo.

Nos regocijamos, como estoy seguro que los ángeles en el cielo se están regocijando, de que Dios haya aplicado esta disciplina, no por presiones humanas, sino por el poder de Dios obrando en el corazón de un individuo en obediencia a la Palabra del Dios vivo. De esto es de lo que está hablando el apóstol.

Por tanto, estas son las señales de un verdadero apóstol, determinados signos de autentificación, que sólo los apóstoles originales tenían: un espíritu desinteresado que ama y no exige nada a cambio; una conciencia de responsabilidad sólo ante Dios y no básicamente ante la congregación o cualquier otro hombre; una confianza en que el poder de Dios llevará a cabo la obra de Dios en la tierra. Si basamos nuestra fe en hombres con estas cualidades, nos encontraremos a nosotros mismos firmes, a pesar de toda la agitación que está ocurriendo en nuestros días. Os insto a ello en esta hora.

Oración:

Padre misericordioso, cuánto te damos las gracias porque eres un Dios fiel, fiel a Tus propias normas y, sin embargo, fiel a Tu inexplicable e increíble amor, fiel en seguirnos, en corregirnos, y fiel también en redimirnos, restaurarnos y perdonarnos. Ayúdanos a caminar callada y cuidadosamente ante Ti en estos días, dispuestos a levantarnos y estar disponibles, a hablar abiertamente y defender la justicia y la verdad, en medio de esta decadencia. Lo pedimos en el nombre de Jesús, nuestro Señor. Amén.