Master Washing the Feet of a Servant
El Siervo que gobierna

Cuando se amortigua la luz

Autor: Ray C. Stedman


Hoy vamos a examinar la sección en la que Marcos describe cómo y por qué Jesús comenzó a usar las parábolas como método de enseñanza. Una parábola es un relato breve que ejemplifica una verdad. Es como una caricatura vocal. A todos nos gustan las caricaturas, porque sirven para transmitir una verdad de una manera llamativa, y a los pastores les gustan de manera especial las caricaturas. No hace mucho tiempo, visité a un pastor que tenía una pared entera de su estudio cubierta de caricaturas, ¡algunas de ellas muy graciosas! A mí mismo me gustan. Mi esposa me dio una el otro día, y la coloqué en mi estantería. En ella aparece un viejo, calvo, con una nariz en forma de gancho, delante de toda una congregación, diciendo: "Acabo de recibir un mensaje directamente del Señor. ¡Me ha dicho que está harto de la música de guitarra y panderetas!". Ese no representa mi propio punto de vista, pero sé apreciar el humor, porque enfatiza un punto concreto. Eso es lo que es una parábola. Es una manera de expresar algo clara y verbalmente, y ese fue el método que empezó a usar Jesús.

Seguimos aún en la sección de Marcos en la que trata acerca del peligro de la popularidad. En nuestro último estudio vimos uno de los peligros que pueden producirse como resultado de un movimiento popular. Fue el momento en el que nuestro Señor se vio rodeado de las multitudes, que venían en grandes cantidades de todo el país. Vimos de qué manera este hecho despertó una oposición de carácter satánico que amenazó con despojar de la verdad al ministerio de Jesús. Hoy queremos examinar el tema de cuando la luz se atenúa, algo que fue necesario por causa de Su popularidad. Eso es lo que es una parábola, algo que atenúa ligeramente la luz. Es así como ocultar un poco la verdad, como veremos cuando examinemos el tema de una manera más profunda. Marcos nos presenta el tema en el capítulo 4:

Otra vez comenzó a enseñar junto al mar. Y se reunió alrededor de él tanta gente, que subió a una barca que estaba en el mar, y se sentó; mientras, la gente se quedaba en la orilla. Entonces les enseñaba por medio de parábolas muchas cosas. (Marcos 4:1-2a)

Esta descripción, con la que empieza el pasaje, nos retrotrae a lo dicho en el capítulo 3, en el que se nos describe lo inmensa que era la multitud. Venían de Judea, de Jerusalén, de Idumea, y de más allá del Jordán, así como de la región de Tiro y Sidón. Los versículos 8 al 10 del capítulo 3 nos dicen que

... grandes multitudes vinieron a él, Entonces dijo a sus discípulos que le tuvieran siempre lista la barca, para evitar que la multitud lo oprimiera, pues, como había sanado a muchos, todos los que tenían plagas se echaban sobre él para tocarlo. (Marcos 3:8b-10)

Es preciso que recordemos por qué había venido aquella multitud. Deseaban ser sanados. Habían traído a grandes cantidades de enfermos y le apretujaban pretendiendo que Jesús les sanase. Sanó a muchos de ellos, pero no estaba especialmente interesado en sanar los cuerpos. Lo que tenía en mente era una misión mucho más importante, el enseñar y predicarles la Palabra, con el propósito de sanar el corazón y el espíritu; pero la multitud dificultaba enormemente Su objetivo, porque lo que les interesaba era el aspecto físico. Esto es algo que todavía sucede en nuestros días, por lo que el relato resulta perfectamente actual.

Nuestro Señor había preparado una salida de emergencia en caso de que le apretasen demasiado. Le había pedido a Sus discípulos que tuvieran preparada una barca en la que se pudiese sentar y alejarse de la orilla, para mantener a la multitud alejada de Él, con el propósito de poder enseñarles. Marcos nos dice que eso fue precisamente lo que sucedió, que la multitud comenzó a apretujarle de tal modo que se tuvo que alejar en la barca. Por lo que la multitud anuló el propósito para el que habían venido al insistir tanto en las sanidades, y Jesús hizo uso de Sus preparativos en caso de emergencia; se metió en la barca y se alejó de la multitud y comenzó a enseñarles.

Pero les enseñó de una manera que no había enseñado nunca; empezó a contarles historias, a hablarles mediante parábolas. Esta es la primera ocasión en la que Jesús hizo uso de las parábolas. Fue la parábola del sembrador, y todos los escritores de los evangelios concuerdan que fue la primera parábola que contó. Los discípulos se sintieron impresionados por el relato y por la manera de contarlo Jesús, y después le preguntaron sobre ello. Leamos la historia que les contó:

Les decía en su enseñanza: "Oíd: El sembrador salió a sembrar; y, al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol se quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, pues brotó, creció y produjo a treinta, a sesenta y a ciento por uno". Entonces añadió: "El que tiene oídos para oír, oiga". (Marcos 4:2b-9)

Esta parábola del sembrador y de las diferentes clases de tierra está unida en esta sección con otros relatos sobre las semillas. Hay una semilla que crece en secreto, en los versículos 26 en adelante, y esto viene seguido de inmediato por la historia de la semilla de mostaza, que se convirtió en una planta de gran tamaño. Pero ahora no vamos a dedicar tiempo a estas historias directamente, sino que las reservaremos para nuestro próximo estudio. En lugar de ello, quiero centrarme en lo que sigue de inmediato al relato de esta historia del sembrador, porque los discípulos sintieron curiosidad y quisieron saber por qué Jesús se valía de las parábolas. Quisiera enfocar directamente este problema, ya que Marcos nos ofrece una explicación que procede directamente de boca del mismo Jesús. ¿Por qué hizo uso de las parábolas y nunca dejó de hacerlo, a partir de ese momento? Bueno, tenemos un párrafo en el que se explica, comenzando en el versículo 10:

Cuando quedó solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. Y les decía: "A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; pero a los que están fuera, por parábolas todas las cosas, para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados". (Marcos 4:10-12)

Este último versículo ha causado grandes dificultades en opinión de muchas personas. ¿Qué fue lo que quiso decir? ¿Quiso realmente decir que habló por medio de las parábolas para poder ocultar la verdad, de modo que las personas no la pudiesen entender y no pudieran ser perdonadas? Esa es la impresión que nos da, pero ese es sólo uno de los tres párrafos de explicación que introduce Marcos aquí, de los mismos labios de Jesús, que nos ayuda a entender los motivos por los que Jesús habló por medio de parábolas.

El primero nos ofrece un motivo que resulta revelador. El Señor mismo nos dice que hay dos clases de personas que escuchan y que por eso es por lo que habla por medio de parábolas: "A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios". Esa es una clase de persona, que le escucha y acepta Su autoridad como Señor y Maestro, y a esas personas les es dado saber el misterio del reino de Dios.

La palabra que usa, de hecho, es "misterio", el misterio del reino de Dios. Yo me siento siempre fascinado por estos misterios que se mencionan en las Escrituras. No son algo indefinido y difícil de entender; la palabra no quiere decir eso. Pero sí son secretos para el resto de la gente. Pablo, en su primera epístola a los Corintios, dice acerca de los apóstoles: "que los hombres nos consideren como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Corintios 4:1). Es decir, como hombres a los que les han sido confiados los sagrados secretos que les ha contado Dios a los hombres.

¿Cuáles son estos misterios? Básicamente vemos, al leer las Escrituras, que son informaciones internas sobre la vida, sobre la cual sólo se ha dado a entender a los creyentes y los discípulos, y son, de hecho, verdades que el hombre natural no puede descubrir por sí mismo. Son, por así decirlo, importantes piezas que faltan al rompecabezas de la vida. Estamos en un mundo en el que toda la humanidad se esfuerza por descubrir y poder explicar lo que somos, por entender el universo en el que vivimos y la sociedad en la que nos movemos, cómo funciona y por qué existen problemas tan difíciles. Llega el físico nuclear y coloca una de las piezas del rompecabezas. Luego aparece el geólogo y coloca otra pieza. Luego el psicólogo y el psiquiatra rellenan otra parte, y empezamos a entender un poco mas. Los filósofos también añaden su parte, y continuamos esforzándonos juntos para desvelar este asombroso y tremendamente complejo rompecabezas que es la vida, intentando comprenderla.

Pero aquí Jesús declara que existen ciertas piezas que faltan y que solo Dios puede colocar. ¡Y resultan esenciales para entender el problema! A estas piezas las llama "los misterios de Dios". En los capítulos 1 y 2 de 1ª de Corintios, Pablo las describe como "lo profundo de Dios" (1 Corintios 2:10) y dice que el hombre natural no las puede entender, porque solamente son reveladas por medio del Espíritu de Dios: "porque ¿quién de entre los hombres conoce las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11). Sólo el Espíritu de Dios conoce estas cosas profundas de Dios, estos profundos y reveladores secretos que nos ayudan a comprender con claridad lo que está pasando en nuestra vida o en la de cualquier otra persona. Por lo tanto, no estamos hablando sencillamente de absurdas teologías. Es la verdad práctica que nos ha sido ocultada y que sólo Dios mismo puede revelar.

Las Escrituras hablan acerca de diversos misterios. En 2ª de Tesalonicenses, Pablo habla acerca del "misterio de la iniquidad" (2 Tesalonicenses 2:7). Eso es lo que están intentando resolver todos los que están hoy a nuestro alrededor, el motivo por el que persiste la maldad en los corazones humanos, por lo que parece haber una fuente de maldad y violencia en el hombre que, hagamos lo que hagamos por tratar los síntomas, continúa fluyendo, y cada vez hay más manifestaciones de violencia, de amargura, de odio, de prejuicios y de persecución. Ahí es donde se debaten los educadores, los legisladores y los planificadores sociales. Por eso es por lo que necesitamos entender la Biblia más que ninguna otra cosa, porque es la clave de todos los problemas que encontramos en nuestra vida.

A continuación Pablo habla acerca del "misterio de la piedad" (1 Timoteo 3:16), que es lo contrario de la iniquidad. Ese es el secreto de cómo afrontar la vida, cómo resolver los problemas de la violencia y del mal con los que se pueda encontrar usted; así es como se puede afrontar las presiones y los desastres, las perplejidades y todos los disgustos corrientes que nos llevamos en nuestra vida, para que sepamos cómo reaccionar, para que sepamos lo que hacer al respecto y podamos afrontar todo lo que nos ocurra, permaneciendo serenos y en paz, y para que podamos ser efectivos en la vida de otras personas. Ese es el misterio de la piedad. El verdadero significado de la palabra es que seamos semejantes a Dios en santidad.

Pero Marcos se refiere aquí al "misterio del reino de Dios" (Marcos 4:11). ¿Qué es lo que quiere decir eso? Significa entender lo que está haciendo Dios en la historia, para que comprendamos de qué modo los acontecimientos actuales están siendo usados en el programa y en la planificación de Dios, y cómo gobierna en la vida de los hombres que están participando en los acontecimientos de nuestro tiempo. Ese es el misterio del reino, la manera en que Dios funciona en la sociedad humana, que es exactamente lo que está haciendo hoy y cómo lo está haciendo. El mundo quiere que creamos que todo lo que pasa no tiene nada que ver con Dios y que, si existe Dios, efectivamente, está tranquilamente sentado allá arriba, mirándonos a nosotros pobres mortales que luchamos aquí abajo en el plano pecaminoso de la vida, pero que en realidad Él nada tiene que ver con ello; que se limita sencillamente a contemplar lo que sucede. Pero las Escrituras revelan que Dios mismo participa en cada uno de los acontecimientos, que nada sucede que Dios no esté involucrado en ello y que no lo haya arreglado y permitido que pasase. Él no anula nuestra voluntad para escoger, nuestra libertad para movernos, pero, sin embargo, todo lo está llevando a cabo dentro del ámbito de un propósito vasto y cósmico que nos anuncia a nosotros. Ese es el misterio del reino de Dios. "Y a vosotros", dice Jesús, "que sois mis discípulos, os es dado el secreto y lo podéis entender".

Pero existe una segunda clase, a los que se describe como "a los que están fuera": "pero a los que están fuera, por parábolas todas las cosas". ¿Quiénes son esas personas? Pues son, ni más ni menos, todas aquellas personas que no son discípulos. Puede que esta mañana haya muchas de ellas aquí, miembros de iglesia, o personas que acuden a la iglesia con regularidad, pero que no son realmente discípulos, que no están realmente abiertas a entender y a obedecer al señorío de Cristo (que es lo que debe ser un discípulo) y, por ello, la verdad se les oculta. Para esas personas las parábolas no serán más que sencillos relatos sin demasiado significado.

Jesús dijo algo realmente solemne y asombroso: "... por parábolas todas las cosas, para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados". Esta es la parte que preocupa a muchos. La verdad es que suena como si Jesús estuviese diciendo: "No quiero que se conviertan, y he ocultado esta verdad, para que no puedan convertirse. Lo último que deseo es que sean perdonados", pero sabemos en seguida que eso no es verdad y que no puede ser lo que quieren decir estas palabras.

Pero obtendremos una gran ayuda si entendemos dos cosas acerca de este relato. Una de ellas es que está muy condensado. Lo que cuenta Marcos sobre esta declaración es lo que más condensado está. Necesitamos los relatos paralelos de Mateo y de Lucas, especialmente el de Mateo, para entender lo que está diciendo Jesús en este caso, y lo examinaremos en un momento. Lo segundo que debemos entender es que es un relato que ha sido editado de una manera bastante deficiente. Al llegar a este punto los editores nos han fallado. Nos sería de gran ayuda si cogiésemos un lápiz o un bolígrafo y pusiésemos algunas exclamaciones alrededor de estas palabras: "... vean y no perciban... oigan y no entiendan, ¡para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados!". Jesús no es el que dice originalmente estas palabras, sino que está citando a Isaías. Está diciendo que estas palabras de Isaías se están cumpliendo en la actualidad. No está diciendo: "Estoy hablando por medio de parábolas para que se pueda cumplir", sino que está diciendo: "Estoy hablando con parábolas porque se está cumpliendo". Eso es una gran diferencia. Sería perfectamente válido que introdujese usted las palabras "se está cumpliendo" en el versículo 12 "... para que [se cumpla] que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan y les sean perdonados los pecados". Si echa usted un vistazo a Mateo 13, verá que eso es exactamente lo que ha sucedido. En este pasaje paralelo, se nos da la cita completa de Isaías en el versículo 14:

De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: "De oído oiréis, y no entenderéis:; y viendo veréis, y no percibiréis", (Mateo 13:14)

A continuación Isaías explica por qué sucede eso. Marcos deja sin mencionarlo y solamente cita la conclusión. El versículo 15 de Mateo 13 dice:

"porque el corazón de este pueblo se ha entorpecido, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos... " (Mateo 13:15a)

¿Quién les cerró los ojos? No fue Dios; fueron ellos. ¿Y por qué cerraron los ojos?

"... para que no vean con los ojos, ni oigan con los oídos, ni con el corazón entiendan, ni se conviertan y yo los sane". (Mateo 13:15b)

Aquel pueblo no tenía deseos de ser sanado. Esa es la cuestión, y, a fin de evitar que su espíritu fuese sanado, que fuese eliminado el sufrimiento de su corazón, cosa que Jesús deseaba hacer, cerraron sus ojos y sus oídos. ¿Qué es lo que quería aquel pueblo? Lo que querían era la curación física, y eso era todo lo que querían. Querían que Jesús les curase sus enfermedades y librarse de sus aflicciones, para que pudieran continuar viviendo exactamente como lo habían venido haciendo hasta entonces. Jesús, sabiéndolo, les dice: "Estáis cumpliendo las palabras que dijo Isaías el profeta, en el sentido de que no estáis dispuestos a escuchar lo que tengo que deciros. Lo único que queréis es que sane vuestros cuerpos".

Eso es exactamente lo que pasa actualmente en muchas de las llamadas reuniones de "sanidades" y funciona el mismo principio. Las gentes no quieren que su espíritu sea transformado, que es el verdadero problema que es preciso resolver. Eso era lo que estaba pasando en ese caso, que ellos dejaban de prestar atención cuando Jesús comenzaba a enseñarles.

De modo que, a fin de captar la atención de ellos, Jesús les dijo: "Os diré la verdad por medio de parábolas. Si no estáis dispuestos a escuchar esta enseñanza, os la presentaré de una manera diferente", y lo hizo con el fin de poder llegar a ellos. Esto nos permite entender claramente lo que está diciendo en Marcos, que las parábolas han sido diseñadas para los que no están interesados, para los que han alejado su mente. Es Su primera explicación: que hay dos clases de personas con dos maneras de escuchar.

Inmediatamente nos encontramos con la explicación de la parábola del sembrador y las distintas clases de tierra, que reservaremos para la próxima vez. Saltemos al párrafo que comienza en el versículo 21 del capítulo 4 de Marcos y fijémonos en el segundo motivo que da Jesús para usar estas parábolas:

También les dijo: "¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Pues bien, nada hay oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de salir a luz. Si alguno tiene oídos para oír, oiga". Y les dijo también: "Prestad atención a lo que oís, porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá a vosotros los que oís, porque al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". (Marcos 4:21-25)

Tenemos en ese párrafo tres principios que nos ayudan a entender cómo funcionan las parábolas. El primero es el que se menciona en los versículos 21 al 22: "¿Acaso se trae la luz para ponerla debajo de una vasija o debajo de la cama?". ¡Claro que no! Si un hombre lleva una luz a una casa, la coloca sobre un candelero, no la oculta. Fíjese en que Jesús está hablando aún sobre el motivo por el que hablaba en parábolas. Dice: "Pues bien, nada hay oculto [y una parábola es una manera de ocultar la verdad] que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de salir a luz". En otras palabras, y para que quede claro, el ocultarlo hace que la verdad resulte más visible. ¿No es asombroso? Es lo que llamamos una paradoja, pero es verdad. Si se oculta ligeramente la verdad, resulta aun más fácil de ver.

Cada mañana cuando me levanto me pongo delante del espejo, y no lo hago para admirar lo que veo, cosa que me desanimaría mucho, sino para poder afeitarme. Mi espejo tiene dos luces, con dos intensidades diferentes: una muy brillante y otra más tenue. Hace ya mucho tiempo descubrí que si ponía la luz brillante, brillaba de un modo tan intenso en mis ojos que no me podía ver la cara, y la única manera que puedo afeitarme sin problemas es poner la luz tenue, y entonces puedo ver lo que estoy haciendo. Cuando la luz es más tenue, me resulta más fácil verme la cara, y eso es, en parte, lo que está diciendo Jesús aquí.

En Proverbios 25, nos encontramos con esta gran enseñanza:

Gloria de Dios es encubrir un asunto, pero honra del rey es investigarlo. (Proverbios 25:2)

A Dios le encanta ocultar la verdad. Todos nos sentimos intrigados por los misterios, por las cosas enigmáticas y ocultas. Nos encanta investigarlas. Dios recurre a esto en la naturaleza humana y nos oculta la verdad, pero solo lo hace con el propósito de que resulte más visible. Esto es algo de lo que se vale en la naturaleza. ¡Cuánta verdad ha ocultado Dios en el mundo de la naturaleza que nos rodea! A lo largo de los siglos, los hombres se han sentido intrigados, han meditado, se han rascado la cabeza y han hecho uso de diversos enfoques esforzándose por descubrirla. Al ir gradualmente entendiendo algo sobre ella, la verdad que han descubierto ha cambiado todo el curso de su vida. Dios la ha ocultado con el fin de que el hombre la pudiese descubrir.

Lo mismo hizo con Jesús. El evangelio de Juan nos dice: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros... " (Juan 1:14a). Dios se ha reducido, por así decirlo, a la forma de hombre. Si pudiéramos ver de repente a Dios en todo Su esplendor, nos quedaríamos totalmente pulverizados. Pero la gloria de Dios, tan brillante y resplandeciente que ningún ser humano puede permanecer ante Su presencia, se hallaba oculta en un hombre, en Jesús: "... lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre" (Juan 1:14b). Gracia y verdad, las dos cosas que le dan gloria a Dios; pero los hombres no podrían haber visto nunca esa gloria de no haberse hallado oculta en la vida de Jesús.

Entendiendo este principio, Jesús sabía que los hombres captarían mejor la verdad si se ocultase en una parábola. Y también los hombres lo saben. Epicteto, el Estoico, uno de los antiguos filósofos, quería enseñar a sus discípulos una verdad que todo el mundo necesita aprender: que la verdad entendida no es de ningún valor; es la verdad en base a la cual se actúa la que cambia las cosas. Esta es una gran verdad, pero eso se lo podemos decir a la gente y parece como si les resbalase. En ocasiones intentamos transmitirla por medio de un pequeño epigrama como pueda ser: "Practica lo que predicas". Eso viene a decir lo mismo, pero de una manera un poco más gráfica. Pero creo que el antiguo filósofo lo hizo mejor, porque lo enseñó de la siguiente manera: Reunió a sus discípulos a su alrededor y les dijo lo siguiente:

¿Os habéis dado cuenta alguna vez de que las ovejas nunca devuelven la hierba que han comido a los pies del pastor para impresionarle? Las ovejas la digieren a fin de producir lana y leche.

Esta es una manera muy gráfica de ilustrar esa verdad, ¿no es cierto? ¡Una que no es factible que olvide usted! Y así es como son las parábolas; es un medio para transmitir la verdad de modo resumido, claro y exacto, de una manera que no se nos puede olvidar. Por eso era por lo que Jesús recurría a las parábolas, porque los hombres habían apartado sus corazones y era preciso volver a ganárselos, a recuperar su atención. Por lo tanto, el primer principio es que el ocultar algo hace que resulte aun más visible.

En el versículo 24, Jesús revela otro principio: "Les dijo también: ꞌPrestad atención a lo que oís:, porque con la medida con que medís, os será medido, y aun se os añadirá... ꞌ". ¿Qué es lo que quiere decir con esto? Lo que quiere decir es que al buscar la verdad nos encontraremos más de lo que esperábamos encontrar, y ese es un principio conforme al cual debemos actuar. Para hacer una parodia del teólogo superlativo, el Dr. Flip Wilson, "¡Lo que buscas es lo que encuentras, y aun más". Añadiéndosele aun más: "... y aun se os añadirá a vosotros", dijo Jesús. No se puede conseguir sin buscarlo. Si no desea usted escudriñar la Palabra de Dios y buscar la verdad, para pensar sobre ella, ¡olvídese!, porque no significará nada para usted. Su Biblia le resultará tan aburrida y carente de vida como cualquier otro libro, y eso es lo que les pasa a muchísimas personas. Pero si está usted dispuesto a buscar, si está deseoso de buscar, preguntar, orar y examinar, Dios le dará lo que está usted buscando. Al buscar, hallará... y mucho más de lo que esperaba usted encontrar. Yo sé que eso es cierto. He visto como pasaba cientos de veces cuando las personas se han propuesto encontrar la verdad.

El tercer principio se encuentra en el versículo 25: "porque al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". Es posible que diga usted: "Pero eso no es justo". Puede que no lo sea, pero así es la vida. Esa es la norma básica de la vida: Si no se usa lo que se tiene, se pierde. Esto se aplica a todos los niveles. Si se venda usted el brazo para no moverlo prácticamente nada durante dos semanas, cuando se quita la venda se encontrará con que ha perdido temporalmente el uso de su brazo y tendrá usted que ejercitarlo durante un tiempo antes de poder usarlo otra vez. Si no se usa el cerebro para razonar y para pensar en las cosas, se pierde esa habilidad, y la vida se vuelve entonces muy superficial, y no se halla nada que sea profundo, dejándonos llevar por la emoción del momento, pasando de un sentimiento a otro. Si no se aprovecha la oportunidad que tenemos a nuestro alcance, se pierde: "... al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará".

Ese es el principio de la vida. Por eso fue por lo que Jesús habló por medio de parábolas, porque estas cosas son verdad. Si buscamos, encontraremos la verdad que, de lo contrario, no veríamos, y mucho más de lo que esperábamos. Pero si no buscamos, nos encontramos con que hemos perdido incluso la verdad que creíamos haber poseído.

Saltaremos por encima de las parábolas del grano que crece y de la semilla de mostaza, reservándolas para la próxima vez, y continuaremos con los versículos 33 y 34, en los que nuestro Señor concluye Su explicación de por qué habló valiéndose de las parábolas:

Con muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos se lo explicaba todo en privado. (Marcos 4:33-34)

Tenemos una vez más a dos clases diferentes de personas que le escuchaban. Y también aquí tenemos una importante norma con respecto a la revelación, que se explica con estas palabras: "conforme a lo que podían oír". En otra ocasión les dijo a Sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar" (Juan 16:12). El Señor sólo dice a los hombres lo que pueden soportar. Esa es la norma de que se vale Dios en Su modo de actuar con nosotros, no enseñándonos todo de una vez. Si lo hiciese, nos destruiría.

Uno de los laicos que asistieron al seminario para pastores, que se ha celebrado durante estas dos últimas semanas en PBC, era un hombre muy grande de Albuquerque. Estaba absorbiendo todo lo que escuchaba, y en la reunión final era gracioso verle. Era como un niño pequeño junto a un árbol de Navidad, tan emocionado con todo lo que había descubierto que estaba radiante, abrazando a todas las personas a las que se encontraba. Es un hombre tan grande que, si le abrazaba, ¡se daba usted cuenta de ello! Se estaba regocijando con la libertad del nuevo nacimiento que había hallado en su matrimonio, en sus relaciones de trabajo y en todas partes, al hallar el secreto del reino de Dios, el misterio de Dios obrando en su vida. Me dijo: "¡Esto ha sido tan maravilloso! Me gustaría volver a mi casa, coger mi Biblia y estudiarla a fondo y encontrar mucho más que todo esto". Entonces, se detuvo y dijo: "¡Pero supongo que si lo hiciese me mataría! No podría soportarlo". Y tenía razón; no podría soportarlo.

Esto es lo glorioso y maravilloso de las Escrituras. Los libros se han unido de una manera tan asombrosa que es preciso tanto de la Palabra como del Espíritu para poder entender la Biblia. Puede usted leer la Biblia, pero si no está usted abierto y dispuesto a recibir lo que dice, esas palabras no le dirán absolutamente nada. Pero si está abierto, aprenderá algo de ellas. La próxima vez puede usted volver y leer las mismas palabras y aprender algo más, así una y otra vez. Cada vez aprenderá usted algo mas. No dejan nunca de refrescar su espíritu e instruir su mente, al tiempo que abre y amplia su capacidad para recibir de Dios. Así es como nos enseña Dios la verdad, según somos capaces de soportarla.

Y eso también es cierto en lo que se refiere a lo que nos revela Dios acerca de nosotros mismos. Lo que pasa con las Escrituras es que le muestran a usted quién es y quién ha sido durante todo este tiempo. En ese sentido Dios se muestra compasivo con nosotros. No se limita sencillamente a rasgar el velo, para que de repente veamos la persona tan despreciable que somos. Si lo hiciese nos sentiríamos destruidos, completamente destruidos. Él lo levanta poco a poco, mientras usted tiembla y se dice: "¡Menos mal que eso ha quedado atrás!". La próxima semana levanta un poco más el velo, y usted se echa nuevamente a temblar, mientras se pregunta: "¿Es así cómo he sido?". Se queda usted horrorizado por la manera en que ha estado tratando a otros, y piensa: "¡Menos mal que eso ya ha pasado!". A la otra semana lo levanta un poco más aún, y vuelve usted a pasar por ello y se dice: "¡Por fin hemos llegado al fondo!". Y entonces Dios levanta el velo más alto todavía, para que pueda ver usted aun más, y se siente otra vez destrozado, pero poco a poco puede usted enfrentarse con ello. Porque juntamente con la revelación acerca de sí mismo, se revela a sí mismo y su capacidad para enfrentarlo, así que usted comienza a darse cuenta gradualmente de cómo ha sido usted durante todo ese tiempo, pudiendo soportarlo. Así es como obra Dios.

Por eso nos oculta la verdad y por qué hace falta mucho tiempo para comprender las Escrituras y por qué se pasará usted el resto de su vida estudiándolas y no acabará nunca. Esa es la norma por la que se regía Jesús. Les explicaba las cosas y les enseñaba muchas, muchas cosas, según eran capaces de entenderlas o soportarlas. ¿No es maravilloso que nos entienda de ese modo y que nos trate como lo hace? Si nos revelase las glorias celestiales de repente, cada uno de nosotros saldría corriendo a tirarse al mar y para hacerlo todo lo rápido que pudiese. Pero Él levanta el velo poco a poco, según podemos soportarlo. Nuestro deseo es que Dios le anime a empezar a descubrir estos grandes misterios.

La cosa más terrible que veo hoy es que la gente acude a la iglesia con la Biblia en la mano y van a iglesias en las que se enseña la Biblia, pero no acaban de entender los secretos del reino de los cielos, estas enormes verdades que cambian sus vidas, porque no están abiertos a ellas ni desean obedecerlas, ni están dispuestos a buscar e investigar, para poder encontrar lo que Dios ha ocultado en Su Palabra. Ojalá que nuestros corazones se sientan ahora preparados a hacerlo, gracias al estudio que estamos haciendo juntos.

Oración

Padre, abre nuestros ojos para que podamos contemplar "los destellos de la verdad que tienes para mí". Ayudanos a entender lo que leemos y a buscar lo que no entendemos, a que nos sintamos intrigados y atraídos por el deseo de continuar buscando las verdades que se encuentran ocultas a nuestros ojos. Padre, no permitas que tratemos Tu Palabra con indiferencia, y a veces incluso con burla, sino que llegue a nuestros corazones con fuerza y con poder. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.