Master Washing the Feet of a Servant
El Siervo que gobierna

Pensamientos como semillas

Autor: Ray C. Stedman


Hoy queremos unirnos a los discípulos para poder escuchar a Jesús dando una explicación sobre lo que llama los "secretos del reino de Dios". Estos "misterios del reino", como se refieren a ellos con frecuencia las Escrituras, son realmente verdades vitales acerca de la humanidad que no pueden descubrirse mediante los estudios seculares. No se pueden encontrar en el currículum de ninguna universidad, a menos que sea una que esté relacionada con la Palabra de Dios. Pero, con todo y con eso, son verdades esenciales que debemos saber acerca de nosotros mismos, acerca de la vida y sobre el mundo en que vivimos, a fin de poder crecer y realizarnos en la vida.

En nuestro último estudio vimos, en el capítulo 4 de Marcos, cómo Jesús comenzó a hablar a las gentes por medio de parábolas. Fue la primera vez que usó este medio de comunicación, y lo hizo, como nos dice, porque se había producido un cambio sutil en la multitud. Como resultado del comienzo de Su ministerio, habían oído hablar sobre Su poder para realizar milagros, Su ministerio de sanidades y Sus poderosas y maravillosas palabras de liberación. Se había corrido la voz por todo el país, y habían venido personas del norte, del sur, del este y del oeste, y se habían reunido en Galilea, con el fin de escuchar a aquel asombroso profeta. Al principio, Jesús pudo hablarles con toda claridad y de un modo directo, haciendo declaraciones de gran importancia acerca de la humanidad. Durante este período, dio el mensaje que llamamos "el sermón del monte", que es, sin duda, el mejor mensaje que jamás se ha dado en presencia de los hombres, de ningún lugar y de todos los tiempos. Jesús ardía en deseos de abrirles mucho más los ojos, sus mentes y sus corazones.

Pero se había producido un cambio. Las multitudes le apretujaban, y no lo hacían para escuchar la Palabra, sino para ser sanados de sus enfermedades. La sanidad se estaba convirtiendo cada vez más en la atracción principal. Aquellas personas habían cerrado sus mentes, haciendo oídos sordos a las palabras de Jesús y concentrando fijamente su atención sobre los hechos que realizaba. Fue por ese motivo por lo que Jesús empezó a hablarles por medio de parábolas. Dijo que ocultó la verdad con el fin de despertar la curiosidad de las gentes, y ellos buscarían la verdad. Advirtió a las gentes acerca de una ley natural, que se podría explicar de la siguiente manera: "Úselo o piérdalo". Si no obedece usted a la verdad, la perderá, y no sólo la verdad que está escuchando, sino una parte de la verdad que cree que ha captado. Eso fue algo que Jesús dejó perfectamente claro.

Es más, dijo que al empezar los hombres a investigar el significado de las parábolas e intentar comprenderlas descubrirían la verdad, según pudiesen recibirla. Esta es una revelación asombrosa, que pone de manifiesto el carácter radical del cristianismo. La verdad cristiana, que es básicamente realidad, es decir, que muestra las cosas tal y como son, es tan diferente de lo que creemos que son las cosas que casi no podemos recibirlo. El nivel de los valores, los comportamientos y los estilos de vida son tan diferentes, son todo lo contrario de lo que aprendemos del mundo, que les oponemos resistencia. No queremos oírlo, y sólo gradualmente Dios puede alzar el velo y dejarnos ver lo que somos en realidad, de modo que el principio de la revelación es: "según podemos recibirlo". En 1ª de Corintios 3, Pablo afirmó ese concepto transmitiéndoselo a los corintios: "Os di a beber leche, no alimento sólido, porque aún no erais capaces; ni sois capaces todavía" (1 Corintios 3:2). Esa es la condición de la humanidad.

Marcos nos ofrece tres de las parábolas que pronunció nuestro Señor en aquel día en que les estuvo hablando por parábolas, pero se refiere a "muchas parábolas semejantes". Mateo ha dejado constancia de siete parábolas, pronunciadas en aquella ocasión. Las tres de Marcos son la parábola del sembrador y las diferentes clases de tierra, la de la semilla que crecía en secreto y la de la semilla de mostaza. Cada una de ellas es una revelación del reino invisible de Dios en los asuntos humanos. En cada una de ellas Jesús nos lleva detrás del escenario y nos muestra algo acerca del modo de actuar Dios en la vida humana, revelando, por lo tanto, algunos de estos misterios del reino.

No tenemos necesidad de adivinar cuál de ellas fueron. El punto de cada parábola se destaca con toda claridad según vamos entendiendo lo que Jesús nos ha explicado. La primera, la parábola del sembrador, tiene la intención de mostrarnos cómo se introduce el reino en la vida humana, de qué modo son abiertos nuestros ojos, lo que está haciendo Dios, y de qué modo nos afecta y entra en nuestro corazón. La segunda, la parábola de la semilla que crece en secreto, nos muestra de qué modo crece el reino, las fuerzas con las que podemos contar para asegurarnos de que el conocimiento acerca de nosotros mismos y sobre Dios vaya en aumento. La última, la parábola de la semilla de mostaza, nos muestra un efecto muy sorprendente que tendrá el reino en este mundo, y ese es el bosquejo de nuestro estudio de hoy. Examinemos estas parábolas una por una, comenzando en Marcos 4:3:

"Oíd: El sembrador salió a sembrar; y, al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo y se la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra, y brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero cuando salió el sol se quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre los espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó, creció y produjo a treinta, a sesenta y a ciento por uno". Entonces añadió: "El que tiene oídos para oír, oiga". (Marcos 4:3-9)

La primera de todas las parábolas es muy típica del poder que tiene Jesús para ofrecernos un ejemplo de la naturaleza. Estoy seguro de que estaba sucediendo algo así ante la vista de aquella gente. Jesús estaba junto al lago, y la multitud se hallaba esparcida por la colina. Podían ver la ladera de la próxima colina, a lo largo de la curva de la orilla del lago, donde había un sembrador que estaba sembrando el grano en los campos. Y buscando una manera de ilustrar la idea que deseaba transmitirles, Jesús vio al sembrador, usó su actividad como texto y contó la historia, mientras la multitud veía cómo sucedía ante sus propios ojos. Podían ver cómo caía la semilla en las diferentes clases de tierra, cómo los pájaros venían y se llevaban una parte, todo ello sucediendo ante ellos de una manera completamente gráfica.

Cuando Jesús dijo: "El que tiene oídos para oír, oiga", dejó perfectamente claro que en Sus palabras había mucho más que una historia, y no lo hacía sencillamente con el propósito de entretenerles. Esa frase está como un letrero que dijese: PENSAD, pero es evidente que la multitud no le entendió. Hasta los doce que estaban reunidos le pidieron después: "Explícanos la parábola". Así que Jesús explicó la parábola a los doce, y nos la explica a nosotros, porque, recuerde usted, Él dijo: "A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios" (Marcos 4:11a). Y al darles la explicación les dijo esto tan sorprendente, en el versículo 13:

Y les dijo: "¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?". (Marcos 4:13)

Esa es una frase de suma importancia, porque nos está diciendo que esta parábola del sembrador es la clave para interpretar todas las parábolas. De lo contrario, estas palabras carecen de significado, así que es muy importante que nos fijemos en este hecho. Si no lo hacemos, cometeremos el mismo error que cometen muchos comentadores, que sencillamente hacen que estas parábolas quieran decir lo que ellos quieren que digan. Han hecho caso omiso de esta clara afirmación de Jesús, en el sentido de que la parábola del sembrador es la clave para interpretar todas las parábolas. De hecho, muchos de los comentadores establecen sus propias normas de interpretación según van hablando, y quiero compartir con usted un ejemplo típico de ello, para que entienda lo que quiero decir y vaya con cuidado con lo que lee. He aquí el caso de un hombre al que leen muchos evangélicos, y esto es lo que dice acerca de la parábola del sembrador:

No debemos tratar nunca las parábolas como alegorías. En una alegoría, cada parte, cada acción y detalle del relato tiene un significado y una importancia interna. El progreso del peregrino y La reina de las hadas son alegorías. En ellas, cada uno de los acontecimientos, las personas y detalles tienen un significado simbólico; pues si eso es así, está claro que una alegoría es algo que se debe leer, estudiar, examinar e investigar, pero una parábola es algo que se escuchó una vez y sólo una vez.

Está sugiriendo que no tenemos necesidad de dedicar mucho tiempo a los detalles de estas parábolas, que tenemos que llegar al punto que se quiere destacar en ellas y seguir adelante, porque las parábolas no hay que verlas en detalle y tratarlas como alegorías. Esto a pesar de que Jesús dijo: "El que tiene oídos para oír, oiga", que es una invitación a examinar, investigar y estudiar detenidamente el contenido. Este comentarista continúa, diciendo:

Por lo tanto, lo que debemos buscar en una parábola no es una situación en la que cada uno de los detalles representa algo; debemos buscar una situación en la que una gran idea se destaca y brilla como un relámpago. Siempre es una equivocación hacer que cada detalle de una parábola tenga algún significado. Siempre está bien preguntar: "¿Qué idea le hubiese venido a la mente a un hombre al escuchar la historia por primera vez?".

Escuchemos ahora la manera en que Jesús interpreta esta parábola, comenzando en el versículo 14:

"El sembrador es el que siembra la palabra. Los de junto al camino son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen viene Satanás [representado por los pájaros] y quita la palabra que se sembró en sus corazones. De igual modo, los que fueron sembrados en pedregales son los que, al oír la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí y no se mantienen firmes; por eso, cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, tropiezan. Los que fueron sembrados entre espinos son los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, el engaño de las riquezas y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y la hacen infructuosa. Y los que fueron sembrados en buena tierra son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno". (Marcos 4:14-20)

¡Fíjese, por favor, que Jesús la trata exactamente como el comentador dice que no se debe tratar! La trata como una alegoría, diciendo que cada detalle tiene un significado. Y dice, además, que así es cómo hay que enfocar todas las parábolas. Esa es la clave para entenderlas. Las parábolas son alegorías en las que todos los detalles tienen una aplicación y tienen su importancia en la historia completa. Creo que de ello podemos deducir una exhortación práctica. Como dice la canción: "Lee tu Biblia; las palabras en ella son verdad y fieles". ¡Y arrojan una gran cantidad de luz sobre los comentarios!

Echemos un vistazo a esta historia del sembrador y descubramos el primero de los secretos del reino, para ver de qué modo el reino de Dios llega a nosotros. Jesús nos dice que lo primero que hace el sembrador es salir a sembrar, y lo que siembra es la Palabra. Así es cómo llega el reino a los corazones humanos. La Palabra de Dios se siembra mediante la predicación o la enseñanza o la lectura o el estudio o el testimonio o de alguna otra manera. La Palabra cae en los corazones como las semillas caen en la tierra. La Palabra es el elemento de vida que puede cambiar toda la situación y enriquecer y cosechar en una vida. Por lo tanto, el momento en que se siembra la Palabra es una hora mágica. Es un momento en que está presente la oportunidad para que se produzca un cambio.

Yo acostumbraba leer este relato como si las diferentes clases de tierra fuesen cuatro tipos de personas diferentes, que permanecían igual durante toda su vida; algunas de ellas tenían siempre el corazón endurecido, como el primer ejemplo que nos da; algunas de ellas eran impulsivas, como la segunda; algunas de ellas estaban dominadas por las diversas preocupaciones, como la tercera, etc. Pero tengo que darme cuenta de que lo que está describiendo nuestro Señor no es tanto las diferentes clases de personas, sino las condiciones del corazón en cualquier momento en concreto, es decir, las condiciones que se dan cuando está siendo sembrada la Palabra. Siempre que está siendo sembrada la Palabra, las personas se encuentran en una condición o en otra, tal y como nos describe esta parábola. Todos nosotros nos hemos mostrado insensibles en alguna ocasión, al escuchar la Palabra. Todos hemos sido impulsivos en nuestra reacción, emocionalmente superficiales. Todos hemos estado preocupados por otros asuntos y hemos tenido ocasiones en las que nos hemos mostrado abiertos e impresionables a la Palabra.

¿En qué estado se encuentra su corazón actualmente? Usted se halla en una de estas cuatro situaciones. ¿En cuál de ellas? Esa es la cuestión. Examinémoslas. En primer lugar, tenemos lo que llamamos el corazón encallecido. La semilla se siembra en el sendero muy trillado y por el que pasan muchos. Esto representa a las personas que tienen corazones muy ocupados, que no están abiertas, que se han visto golpeadas por la vida en tantas ocasiones que se han vuelto cínicas, con el corazón endurecido, insensibles a la verdad. Cuando reciben la semilla, los pájaros llegan de inmediato y se la comen. (Tal vez haya personas como estas aquí en esta mañana. Están ustedes aquí no porque deseasen escuchar la Palabra, sino porque el venir a la iglesia es lo "correcto", pero sus corazones se muestran insensibles y no responden, de modo que la Palabra llega a ellos como si fueran de cemento.) ¿Qué dice Jesús acerca de esa clase de vida? ¡Que es estrictamente para los pájaros! La semilla será arrancada por Satanás antes de que tenga usted ni siquiera la oportunidad de escucharla.

C.S. Lewis, en su libro Screwtape Letters (Cartas del demonio a su sobrino), describe a un hombre que entra en una biblioteca para leer y meditar. De repente comienza a pensar profundamente en Dios. Preocupado por su propia situación ante Él, comienza a pensar en términos de su bienestar eterno. Entonces, nos dice Lewis, los demonios que han sido asignados con el fin de evitar que descubra la verdad distraen su atención con los sonidos de la calle, con el muchacho que vende periódicos y que grita las últimas noticias, y hacen que se dé cuenta de que está hambriento y está listo para la comida. Desaparecen de su mente todos los pensamientos acerca de Dios, y se ve involucrado en los asuntos mundanos de la vida y, desde el punto de los emisarios satánicos, se ve liberado del peligro de pensar en Dios. Eso es lo que le sucede al corazón y a la mente encallecidos.

Luego están los corazones impulsivos. La semilla cae en ellos, y responden inmediatamente con alegría. La semilla enraíza y crece rápidamente. El problema es que ellos responden así a todo: modas gastronómicas, libros nuevos, líderes políticos, cualquier movimiento popular que suceda en ese momento. Como resultado, sus vidas son tan superficiales que la semilla de la Palabra que da vida no puede enraizar profundamente y cambiarles. En consecuencia, la vida que aparentemente está presente, se marchita y muere. Jesús dice que esta clase de vida es superficial; no puede soportar el calor. Cuando la persecución y la tribulación llegan, inmediatamente se marchita. Se alejan y pierden interés y no pueden aguantar.

La tercera condición del corazón es la que representan los espinos, que son las personas que oyen la Palabra, pero brotan los espinos y la ahogan. Es lo que llamamos el corazón demasiado ocupado. Hay tres cosas que detalla Jesús aquí y que son los espinos que ahogan a la Palabra que da vida:

En primer lugar, están los intereses, es decir, las preocupaciones. Son personas que están siempre preocupadas con lo que va a pasar a continuación, por la situación con la que se enfrentan, ansiosas, nerviosas, personas que están siempre en tensión y que no saben descansar ni cómo dejar las cosas en las manos de Dios, sino que están constantemente intentando resolver ellas mismas las situaciones. Jesús dice que estas personas están perdiéndose la verdad. La semilla ha llegado a sus corazones, pero no arraiga, porque la ahogan los espinos, y no tardan en perderla.

En segundo lugar, están las que se deleitan en las riquezas, que se ocupan de enriquecerse, siguiendo la filosofía de Playboy, constantemente planeando cómo entretenerse y cómo disfrutar de los placeres. En eso consiste toda su vida. La Palabra, que da la vida y que podría hacer de esas personas verdaderos hombres y mujeres, les está llegando, pero no puede echar raíz en ellos ni desarrollarse, porque no les queda lugar para la Palabra en sus corazones.

Tenemos también lo que Jesús llama "el deseo de otras cosas", o lo que podríamos llamar "inquietud". Estas son personas que están siempre yendo de una cosa a otra. James Michener escribió un libro, The Drifters (Las personas sin rumbo; en español se titula Hijos de Torremolinos), en el que describe a esta clase de personas, especialmente los jóvenes, que no pueden permanecer durante mucho tiempo en un sitio, como para echar raíces, sino que van, sin rumbo fijo, de una experiencia a otra. Jesús dice que se están perdiendo la verdad de la Palabra liberadora y que se ven ahogados por la vida.

Pero tenemos también el caso del corazón receptivo, el que está dispuesto a recibir, personas abiertas que responden inmediatamente. Esta semana estuve hablando con un importante hombre de negocios que pasaba por esta región. Me contó cómo se hizo cristiano. Le habían criado sin llevarle para nada a la iglesia y había tenido cuatro parejas de padres adoptivos antes de cumplir los dieciocho. Había probado varias filosofías, buscando respuesta a algunas interrogantes sobre el misterio de la vida, entre ellas, la meditación transcendental y las religiones de oriente, pero nada le había satisfecho.

Un día un amigo le invitó a que fuese a la iglesia, por primera vez en su vida. El pastor habló acerca de Cristo, y después conoció al pastor y le dijo: "Señor, si le he entendido correctamente, el cristianismo está diciendo que allá arriba hay un Dios y que el hombre está aquí abajo, y que entremedias se encuentra Jesucristo, y que Él es la clave para que el hombre pueda llegar a Dios. ¿Es correcto?". El pastor le respondió: "Sí, así es, efectivamente. De hecho, ha descrito usted con exactitud un versículo de las Escrituras, que dice: "pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre" (1Timoteo 2:5). El hombre le dijo: "La verdad es que, en mi opinión, eso tiene sentido".

El pastor dijo: "Tengo un libro que me gustaría que se llevase a su casa y lo leyese. Y la semana que viene, si vuelve usted y lo ha leído, nos sentaremos y hablaremos sobre él". El hombre le contestó al pastor: "Se lo agradezco, pero dígame, si es verdad que Jesús es realmente el camino a Dios, ¿por qué tengo que esperar hasta la semana que viene? ¿Por qué no puedo acudir a Él ahora mismo? Si realmente funciona, funcionará ahora, y si no funciona, entonces no servirá nunca de nada". El pastor le contestó: "Tiene usted toda la razón". De modo que inclinaron sus cabezas, y el hombre recibió a Cristo, haciéndose cristiano de inmediato. Recibió la Palabra y, desde entonces, ha crecido en gracia y se ha convertido en un poderoso testimonio para Cristo.

Ese es el caso de un corazón receptivo que está dispuesto a actuar. Esto es cierto, no solo de las etapas iniciales del cristianismo, sino de cada vez que recibimos la Palabra y de todas las ocasiones en las que se siembra la semilla. Todos los aspectos de nuestra vida están o bien listos para responder o, como cualquiera de las otras clases de tierra, rechazar la verdad. Así es cómo llega el reino de Dios, la norma de Dios, a nuestros corazones. La pregunta mas importante es, por lo tanto: Examine usted su corazón cuando la Palabra se está sembrando. ¿Cómo se encuentra? ¿En qué estado está actualmente su corazón?

La segunda parábola se encuentra en los versículos 26 al 29, en los cuales habla el Señor acerca de la semilla que crece en secreto:

Decía además: "Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra. Duerma y vele, de noche y de día, la semilla brota y crece sin que él sepa cómo, porque de por sí lleva fruto la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado". (Marcos 4:26-29)

Este es un secreto sobre el reino de Dios, y, en mi opinión, es una de las parábolas que mas nos estimula de entre todas las que contó Jesús. Está hablando de cómo esta norma de Dios va en aumento, cómo se desarrolla en una vida. Lo explica como el momento en que ha llegado la siega, gracias a la paciente espera, sabiendo que Dios obrará. La clave de todo este pasaje es: "... la semilla brota y crece sin que él sepa cómo, porque de por sí lleva fruto la tierra... ". Es decir que están en funcionamiento fuerzas que serán fieles y realizarán su obra, tanto si el hombre se pone nervioso y se preocupa sobre ello como si no. Hace lo que puede, lo que se espera de él, pero entonces es cuando Dios tiene que obrar, y así lo hará, y con esa confianza este hombre puede sentirse seguro.

Mientras el Señor presenta esta imagen, el granjero sale a segar. El trabajo de la siega es duro, pero es lo que puede hacer el hombre. A continuación, se marcha a su casa y se va a dormir. No se queda toda la noche sentado mordiéndose las uñas, preguntándose si la semilla cayó en donde debía caer o si echará raíz. Ni se levanta a la mañana siguiente y sale a la desentierra, para ver si ha brotado ya o no. Descansa tranquilo, sabiendo que Dios está obrando, que forma parte del proceso, que Él debe hacerlo; nadie puede hacerlo en Su lugar, sino que Él lo llevará a cabo fielmente. Así que el granjero descansa seguro, sabiendo que, al ir creciendo la semilla, hay etapas que se pueden observar: "... primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga". Sólo cuando el grano está maduro tiene necesidad de hacer algo. Cuando la cosecha está lista, tiene que actuar una vez mas.

Eso es exactamente lo que Pablo nos describe en 1ª de Corintios 3: "porque nosotros somos colaboradores de Dios" (1 Corintios 3:9a). Así es cómo deberíamos esperar que obrase. Lo primero que se necesita es el testimonio, una palabra de enseñanza o de exhortación a alguna persona o a nosotros mismos. Y a continuación empieza un proceso inevitable, un proceso que lleva tiempo y requiere paciencia y permite que Dios obre. Una de las fuerzas más destructivas en la iglesia actual es nuestra insistente exigencia de obtener resultados de inmediato. Deseamos que la gente se convierta en seguida, que haya respuestas de inmediato y que cada vez que hablemos se produzcan dedicaciones de inmediato. No permitimos que la Palabra eche raíces y crezca y llegue el momento de la siega, pero nuestro Señor nos está enseñando la gran verdad de que debiéramos hacerlo.

He estado observando a un muchacho en la congregación de PBC que ha ido creciendo desde la escuela primaria. Vi cómo llegaba a la adolescencia y cómo pasaba por una etapa de amarga rebeldía en contra de Dios. Observé a sus padres, doloridos y destrozados por sus actitudes, pero que a pesar de ellas siguieron orando, diciéndole lo que podían, pero sobre todo elevándole en oración. Observé todo el proceso, al tiempo que la semilla que había sido sembrada en su corazón comenzaba a crecer. Había pequeñas señales que se podían observar, y se veía cómo se iba produciendo el cambio. Regresó gradualmente al Señor y se abrió a la familia cristiana. Hace sólo una semana que me pidió que rellenase un formulario para que pudiese ir al seminario. Esa es la Palabra creciendo en secreto. El segador no sabe cómo sucede, pero puede descansar seguro en ello. Nuestro Señor nos está enseñando la fantástica verdad de que Dios está obrando. ¡No todo depende de nosotros! Una vez que hemos hecho lo que nos ha sido dado para que lo hagamos, entonces podemos descansar, sabiendo que Dios está obrando.

La parábola de la semilla de mostaza es la última de este trío, y la encontramos en los versículos 30 al 32:

Decía también: "¿A qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Es como el grano de mostaza, que cuando se siembra es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra, pero despues de sembrado crece y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra".

Posiblemente esta sea una de las parábolas mas intrigantes. Muchos han meditado horas enteras sobre ella, porque parece ser contraria a la naturaleza. Las semillas de mostaza sencillamente no se convierten en arbustos de gran tamaño con grandes ramas en las que los pájaros puedan hacer sus nidos. No crecen de ese modo aquí en California ni crecen de ese modo en Palestina, ni jamás lo han hecho. Cualquier informe que haya usted podido leer acerca de "los árboles de mostaza" en los libros se refiere a plantas que en nada se parecen a la de la mostaza.

¿De qué se trata entonces? Creo que tenemos una clave en cuanto al extraño carácter de esta parábola en la manera en que el Señor la presenta. Parece casi perplejo: "¿Veamos, cómo podría ilustrar esto? ¿Con qué puedo comparar el reino de Dios o qué parábola debiera usar?". Hay un elemento acerca de ello que es diferente, extraordinario, y hasta Jesús da la impresión de tener dificultades para encontrar una ilustración natural con la que compararlo. Entonces cuenta la historia de la semilla de mostaza.

Cualquiera que haya leído el Nuevo Testamento sabe que Jesús usaba con frecuencia la semilla de mostaza como un símbolo de la fe, y es un símbolo precioso. Mateo 17:20 dice: "De cierto os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará... ". Nosotros, los que nos movemos dentro del círculo cristiano, hemos adoptado esa expresión. Nuestra querida amiga, Lillian Dickson, tiene una agencia en Taiwan a la que llama La Semilla de Mostaza, y es una organización paraguas que avala a muchas organizaciones y grandes obras que ha comenzado, todas las cuales dependen de la fe.

La semilla de mostaza es un símbolo excelente de la fe, porque tiene dos cualidades: En primer lugar, está la cualidad de la semilla misma, su inherente capacidad para crecer. La semilla puede crecer, y también puede hacerlo la fe. De hecho, la fe que no se usa no se desarrolla, pero si se usa, va en aumento. Por eso es por lo que Jesús usa la semilla como un símbolo de la fe, y por eso es por lo que usted no tiene nunca que preocuparse de si su fe es grande o es pequeña. Si es pequeña, puede crecer y acabar por ser grande. De ahí han surgido todas las personas con una gran fe, de personas que han confiado en Dios para las cosas insignificantes y luego para las cosas mas importantes, cada vez más, hasta que su fe crece y puede con cosas más grandes todavía. Ese es un principio invariable de la Palabra de Dios. Cuando confiamos en Él para las cosas pequeñas, aprendemos a confiar para las cosas mayores, y nos encontramos con que nuestra fe ha ido en aumento y podemos ir un paso más allá.

También es así la semilla de mostaza. La mostaza posee una característica especial. Cuando yo me estaba criando en Montana, no podíamos contar con la ayuda de un médico y tampoco teníamos medicinas. Pero siempre que teníamos un resfriado, había un solo remedio. Nos colocaban una cataplasma de mostaza sobre el pecho, una cataplasma pegajosa, que tenía un fuerte olor y que era viscosa. Poco tiempo después de que nos la pusieran, comenzaba a producir una irritación, a quemar y a estimular. La carne se ponía enrojecida y, si no se vigilaba, se formaban hasta ampollas. No sé cómo funcionaba, pero parecía curar los resfriados. ¡Yo al menos me mostraba muy reacio a admitir que estaba resfriado! Pero esa es la cualidad de la mostaza, el irritar, el estimular, y esa es la cualidad de la fe. Si su fe se está desarrollando, también lo está la fe de otros. Su fe servirá de estímulo a otros para tener fe. No tarda mucho en extenderse por todo el cuerpo cristiano, y las personas que nunca lo habían hecho antes comienzan a caminar en fe. Así es, dijo Jesús, como es el reino de Dios. Tiene la cualidad de las semillas de mostaza y ha sido plantado de tal modo que se desarrollará y funcionará de una manera extraordinaria.

Pero lo asombroso acerca de esta parábola es que la semilla de mostaza no es una semilla corriente, sino que actúa de un modo que nunca ha actuado antes. La naturaleza pretendió que fuese un arbusto bajito, de unos tres metros como mucho, delgaducho, y sin duda no puede soportar el peso de los nidos de los pájaros, sino que es un arbusto un tanto frágil, pero, a pesar de ello, con un fuerte olor y un poderoso efecto. Así es como debería ser la iglesia, mansa y poco impresionante, pero al mismo tiempo poderosa en la sociedad; pero, según Jesús, esta semilla de mostaza podía crecer y convertirse en un arbusto impresionante, probablemente de más de 7 metros de altura, con grandes ramas que podrían soportar el peso de los nidos y, por ello, pudiesen acudir los pájaros y construir sus nidos en su sombra; pero la auténtica semilla de mostaza no ha crecido nunca de ese modo, en ninguna parte, porque eso sería contrario a su naturaleza.

¿Qué quiere decir esto? Nuestro Señor nos está contando un secreto relacionado con el reino de Dios. Dice que esta semilla de mostaza, que se supone que es humilde y nada impresionante, puede producir un falso crecimiento, pudiendo estimular a todo un sistema completamente falso, que se caracterice por su ambición de dominio, muy impresionante y poderosa, que ejerza una gran influencia, de tal modo que las fuerzas satánicas (recordará usted que en la parábola del sembrador, la clave de todas las parábolas, eso es lo que dice Jesús que representan los pájaros) residan en su gran estructura. Dará la impresión de ser tremendamente poderosa y llevará el nombre del reino de Dios, pero será ¡cualquier otra cosa menos eso!

Ahora sabemos, después de veinte siglos de historia, que eso es exactamente lo que ha sucedido. Han surgido grandes iglesias, que han buscado el poder del mundo y el dominio de la vida política, ejercitando su influencia sobre la gente de ese modo. Esto es algo que no sólo ha sido cierto de la iglesia católica, sino de las iglesias protestantes por igual. ¡Siempre me quedo asombrado de aquellas cosas que los evangélicos consideran como las señales de una iglesia que tiene éxito! Normalmente, la cantidad de gente que acude a ellas. Pero, a pesar de ello, las sectas pueden conseguir mas personas de las que podemos conseguir nosotros. O si obtienen un montón de dinero, como señal de éxito. O si se cuenta con edificios fastuosos, con un arte de gran valor y una arquitectura que ha costado mucho, es una señal del éxito. ¡O, por sorprendente que parezca, algunos consideran el número de autobuses que tiene una iglesia como la historia de éxito de nuestros días! Eso es algo que no puedo comprender. O la lista de logros en el informe anual. Pero nos olvidamos de que, en el libro de Apocalipsis, Jesús advirtió a la iglesia: "Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desaventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo" (Apocalipsis 3:17). Ninguna de estas cosas son señales de éxito en la iglesia verdadera.

¿Cuál es la señal del éxito? En Efesios 4, Pablo exhorta a la iglesia de Éfeso, diciendo: "os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados". ¿Qué es una iglesia digna, una iglesia que tiene éxito? Él nos lo está diciendo. Es la que se caracteriza por "... toda humildad y mansedumbre, soportandoos con paciencia los unos a los otros en amor; procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:2-3). Esa es una iglesia con éxito, un lugar donde la gente está creciendo en humildad, no buscando engrandecerse a sí mismos, sino ser poderosos donde se encuentran, con modestia, pero, no obstante, extremadamente estimulantes, soportándose unos a otros en amor, llevándose bien, perdonándose mutuamente, siendo accesibles y compartiendo, siendo abiertos con los demás. Esto es una iglesia con éxito, "procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz".

Marcos selecciona, para que los podamos leer, los tres secretos relacionados con el reino de Dios. ¿Qué nos dicen a nosotros? Dios sigue obrando hoy de la misma manera que lo hizo en aquellos tiempos. Está sembrando la Palabra, de diversas maneras, en nuestras vidas y en nuestros corazones. Debemos asegurarnos de que nuestro corazón esté dispuesto y sea receptivo a la Palabra, y luego descansar en Él. Él es el que lleva todo el peso de la batalla. La batalla le pertenece al Señor, y no a nosotros. Él está realizando Sus propósitos en las vidas individuales y en la vida de la iglesia como un todo. Él lo hará. Podemos confiar en ello hasta que llegue el momento de la siega, y entonces Él nos volverá a llamar para que actuemos. Finalmente, debemos ser humildes, no buscando alcanzar un cierto nivel social ni el progreso, sino estimulándonos los unos a los otros, de la misma manera que lo hace la semilla de mostaza. Y cuando lo hagamos, podremos esperar provocar a todo este sistema falso que se erguirá por todas partes, pero hemos de caminar como es digno de Dios, de la manera que Él nos ha llamado a que lo hagamos.

Oración

Gracias, nuestro Padre, por permitirnos ver otro aspecto de la verdad que nos enseña el Espíritu, de labios de Jesús nuestro Señor. Oramos para que cada uno de nosotros sea un instrumento que responda, Señor, y que reciba la liberación de la Palabra, de esta maravillosa Palabra que nos hace libres. Ayúdanos a mostrarnos receptivos, a comprenderla y obedecerla. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.