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Nuevo Testamento

1 Pedro: Piedras vivas

Autor: Ray C. Stedman


En el mes de julio del año 64 d.C., se declaró un gran incendio en la ciudad de Roma, y toda la ciudad se vio envuelta en llamas. Cientos de edificios públicos se quemaron y quedaron derruidos, cientos de acres del terreno de la ciudad se ennegrecieron, y miles de hogares fueron destruidos, de manera que miles de los habitantes de la ciudad se quedaron sin hogar. La historia ha llegado a la conclusión de que el emperador Nerón fue el que provocó el incendio, con la intención de destruir los edificios destartalados de Roma, a fin de disponer del espacio necesario para erigir algunos palacios de mármol y otros monumentos, que consideró que le ayudarían a que su nombre pasase a la historia. Como es natural, fue en esta época cuando surgió la historia de que Nerón tocaba una especie de violín (también se ha dicho que tocaba la lira) mientras Roma ardía, pero desde entonces se ha demostrado, de manera concluyente, que el violín no existía en aquellos tiempos. Resulta difícil saber exactamente qué instrumento tocaba, pero lo que está perfectamente claro, a juzgar por lo dicho por algunos de los historiadores contemporáneos, es que se vio al emperador contemplando la ciudad y disfrutando la vista mientras la ciudad ardía. Hay algunos que afirman que cuando se lograba apagar el incendio en una parte de la ciudad, de repente y de forma misteriosa se volvía a encender, de manera que los historiadores de aquellos tiempos parecen haber llegado, casi de manera unánime, a la conclusión de que fue Nerón el que incendió la ciudad.

El populacho se sintió encolerizado, dispuestos a sublevarse y derrocarle, por lo que Nerón buscó rápidamente un chivo expiatorio al que pudiese culpar del incendio. En Roma había un grupo de personas que se hallaban en la situación idónea para cargar con la culpa por el incendio, a los que se conocían como los cristianos, que seguían a un hombre llamado Cristo, acerca del cual se decían las cosas más extrañas, y ellos mismos también hacían cosas bastante extrañas. Por toda Roma corrían los rumores de que eran canibales, porque hablaban de reunirse en sus casas para beber la sangre de alguien y comer su cuerpo. Hablaban acerca de "fiestas de amor", en las que se saludaban unos a otros con un beso santo y compartían sus más íntimos problemas unos con otros. No tardaron estas historias en exagerarse y referirse a ellas como orgías sexuales, por lo que los cristianos se convirtieron en personas que suscitaban grandes sospechas. Por lo tanto, cuando el emperador necesitó un chivo expiatorio, hizo correr el rumor por toda Roma de que habían sido los cristianos los que habían prendido fuego a la ciudad.

Hubo muchas personas que se negaron a creerlo, pero hubo otras que sí lo creyeron, y, para imponer la idea, el emperador comenzó una serie muy grave de persecuciones contra los cristianos. Fue en esa época cuando a los cristianos se les metió en alquitrán y se les quemó como antorchas, para iluminar los jardínes de Nerón cuando celebraba fiestas al aire libre. Fueron atados a sus carros, siendo arrastrados por las calles de Roma hasta que morían. Fueron echados a los leones; les ataron dentro de bolsas de cuero y les tiraron al agua, de manera que al encogerse el cuero, los cristianos morían asfixiados. Nerón se las arregló para encontrar cientos de maneras diferentes de impresionar sobre sus mentes la locura que representaba ser cristianos.

Fue precisamente durante la época en la que se produjeron las persecuciones de los cristianos en Roma cuando el apóstol Pedro escribió esta epístola, y la escribió, según creen la mayoría de los eruditos, estando en Roma, a "los exiliados", como dice, o a "los extranjeros que se hallaban en la dispersión":

... a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo... (1 Pedro 1:1b-2a)

Y así tenemos esta maravillosa y preciosa carta que llamamos "Primera epístola de Pedro".

Notará que al final de esta carta Pedro dice que escribía desde Babilonia. Algunos dicen que se refería literalmente a la Babilonia junto al río Eufrates, aunque la mayoría de los eruditos parecen estar de acuerdo en que usaba el término que era corriente entre los cristianos de aquel siglo para referirse a Roma, debido al libertinaje, la idolatria y el mal de Babilonia, que se había transferido a la capital del imperio romano. Así que es muy posible que el apóstol Pedro escribiese esta epístola desde la ciudad de Roma alrededor del año 67 d.C. Escribió a los cristianos, principalmente a los cristianos gentiles, que se encontraban dispersos por las ciudades de la provincia del noreste de lo que actualmente llamamos Asia Menor o Turquía, a los que les llegó esta epístola. Estaban siendo acosados y perseguidos por todo el imperio a causa de la proclamación de Nerón, por lo que el apóstol les escribió con el propósito de animarles, consciente de las dificultades con las que se estaban enfrentando.

Por lo tanto, esta es una de las epístolas del Nuevo Testamento especialmente indicada para cualquier persona que esté pasando por alguna dificultad. Si se enfrenta usted con el problema del sufrimiento, sea de la clase que sea, le animaría a que leyese Primera de Pedro. Si se pregunta lo que está haciendo Dios en el mundo actualmente y lo que va a suceder en vista de todas las tensiones, presiones y posibilidades de terror que nos esperan en el futuro, esta es una epístola excelente para leer, debido a que fue escrita a cristianos que se encontraban en circunstancias muy semejantes.

Pedro comienza con uno de los hechos más importantes en la vida de cualquier cristiano, su relación con Jesucristo y el nuevo nacimiento. Pedro dice:

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer... (1 Pedro 1:3a)

Esa es la cosa más importante que jamás le sucede a nadie. Cuando yo era niño, recuerdo a los cristianos dando testimonio, y con mucha frecuencia solían decir: "La cosa más importante que jamás me ha sucedido fue el día en que conocí a Jesucristo". Yo era cristiano, pero no creía en el fondo de mi corazón que fuese la cosa más importante que me había podido suceder, sino que más bien parecía un incidente casi insignificante en mi vida. No había tenido ninguna gran experiencia; solo tenía 10 años cuando conocí a Jesucristo, y creí que para mí era algo de gran valor, pero no parecía ser algo de gran importancia, porque había otras decisiones que tendría que tomar poco después que me parecían más importantes, como la clase de trabajo que haría, con quién me iba a casar y dónde iba a vivir, algunas cosas como esas; pero ahora, al mirar atrás después de aproximadamente medio siglo, puedo decir que incuestionablemente y sin duda alguna, por encima de cualquier otra decisión, esa fue la decisión más importante de mi vida, que tomé siendo un niño de 10 años, y que todo lo demás, de un modo u otro, ha tenido relación con ella.

Pablo explica aquí por qué es cierto eso. Dice que hay tres cosas acerca de esta decisión que son de una enorme importancia, que se pueden sentir al tomarla y que no se podrían sentir por ningun otro motivo. Una de ellas es una esperanza viva. ¡Qué palabra tan reconfortante para estos tiempos tan faltos de esperanza! Pedro dice:

... para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos; para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros... (1 Pedro 1:3b-4)

¿Sabía usted que ya tiene hecha su reserva en el cielo? Algunas personas dicen: "Eso es del más allá. Es el opio de las masas, ya saben, para mantenernos contentos mientras luchamos aquí abajo", que fue exactamente lo que le dijo Karl Marx al mundo, y supongo que podríamos interpretarlo de ese modo, en cierto sentido. Al contemplar la falta total de esperanza que satura nuestra sociedad actual, y al ver a los jóvenes, que debieran sentirse llenos de vida y del deseo de vivir, tumbados en ocasiones durante horas enteras como si fuesen zombies, como cadáveres en nuestros parques públicos porque no tienen nada que hacer, no tienen ninguna parte a donde ir, nada por lo que vivir, nos damos cuenta de lo que significa realmente una esperanza viva, que nos activa y que nos motiva ahora mismo. Eso es lo grande del cristianismo. Si eliminamos la esperanza en otro mundo, de otra vida, destruimos el significado de esta vida, y Pedro comienza precisamente con eso:

Pero no es eso todo. Él dice que no solo tenemos una esperanza viva, sino un poder que está presente, y que ese poder nos mantiene:

... que sois guardados por el poder de Dios, mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final. (1 Pedro 1:5)

Un poder presente y que nos sustenta. Nos sostiene cuando nos sentimos dominados por el terror, la ansiedad o la necesidad, y nos fortalece, viniendo a nosotros a pesar de todos los obstáculos que la vida coloca en nuestro camino.

Y en tercer lugar, un amor lleno de regocijo, porque dice:

Vosotros, que lo amáis, sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso... (1 Pedro 1:8)

Espero que todos ustedes sepan a qué se está refiriendo aquí: a esa clase de gozo tranquilo que llena el corazón sencillamente por el hecho de conocer a Jesucristo. No por nada de lo que Él haga por usted, sino por lo que es, porque vive, porque le ama a usted y usted a Él. Aunque no le puede usted ver, le ama.

A continuación Pedro dice que esto ha sido ya anunciado por los profetas del Antiguo Testamento. Esto no es algo que alguien ha soñado o se ha imaginado, algo que se ha sido fabricado por alguna mente fantasmagórica. No se trata de ninguna fábula, como dice un poco más adelante, sino que es una verdad que ha sido anunciada y que se confirmó exactamente tal y como había sido pronosticado. Sucedió de ese modo, y podemos depender de ello. Así que de esta manera nos anima por el hecho de que tenemos este testimonio interno y además el testimonio del exterior. Esta es la base sobre la que descansa la fe cristiana, en cualquier época y en cualquier momento.

Pedro nos muestra que basándonos en esto debieran producirse ciertos cambios en nuestra vida como resultado de ello. Si esto es lo que somos, lo que debemos hacer de un modo u otro estaría relacionado con eso, o de lo contrario no nos está sucediendo a nosotros. Todo lo que él dice y todo lo que nos dice continuamente el Nuevo Testamento es: sé lo que eres. Eso es todo. Sea sencillamente tal y como es usted, sin ser hipócrita, porque eso es ser lo que no es; así que sea usted lo que es.

Hay tres cosas que destaca en esta epístola de cara a aquellos cristianos y a nosotros mismos. Para empezar, dice: "Sed santos. ¿Qué se le ocurre a usted al oír la palabra santo? ¿Se imagina usted a una persona con la cara muy larga y amargada? ¿Se la imagina como una persona tan piadosa que no hace más que repetir frases piadosas y hablar acerca de cosas religiosas? ¿Es eso lo que significa la santidad para usted? Pues la verdad es que no ha entendido usted, ni mucho menos, el verdadero significado del término si es así como piensa usted.

¿Sabe usted de qué modo se refiere el Antiguo Testamento a la santidad? Lo llama "la belleza de la santidad", y hay algo precioso acerca de la persona que es santa, porque la santidad representa la integridad, y esta es una persona íntegra. Para mí los ingredientes de la integridad son primero, la entrega. Es una persona que tiene puesta la vista en una meta, en una persona a la que seguir, y esa persona es profunda y totalmente importante para él, hasta el punto de que no hay nada más que le interese que no esté relacionado con esa persona en concreto. Eso es entrega y dedicación, y hay algo de atractivo en ello. Siempre que se encuentra usted a un hombre de la infantería de marina (especialmente en Estados Unidos) que se siente orgulloso del cuerpo al que pertenece, puede ver usted la clase de entrega a la que me refiero. Está orgulloso de pertenecer a la infantería de marina, y anda y habla como un infante de marina.

Hay esa misma calidad en el cristiano que entiende a su Señor. Es santo, en el sentido de que vive consagrado. Además, tiene paz consigo mismo. No está luchando con nadie y ciertamente no lucha consigo mismo, sino que tiene absoluta calma. Está equilibrado. No se molesta y enfada con todo lo que le rodea ni se desmorona, y eso es la santidad.

Es más, está interesado en usted y es comunicativo. No se pasa la vida pensando en sí mismo, pensando en lo que le gusta, lo que le interesa y le consuela, sino que piensa en los de los demás y cómo les va. Son personas de lo más amables, y da gusto estar con ellas. A mí me encantan las personas santas y daría cualquier cosa por ser santo. ¡Sería tan maravilloso venir a la iglesia!

A continuación Pablo dice: "Conducíos en temor". Sí, lo dice:

Si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir (la cual heredásteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo... (1 Pedro 1:17-19a)

¿Qué quiere decir con eso de que nos conduzcamos "con temor"? Quiere decir, como es natural, sentir un sincero respeto por la clase de Ser que es Dios, recordando con Quién está usted tratando. No está tratando con otro hombre, que se deje engañar por sus acciones o sus actitudes, sino que está tratando con Uno que le conoce más a fondo de lo que se conoce usted a sí mismo, y Él no hace acepción de personas, y no puede usted comprar Su favor. No puede engañarle, para que le trate de manera diferente de lo que trata al resto de las personas. No puede convertirse tampoco en Su favorito, porque Dios no actúa de ese modo. Si se porta usted con Él como un libertino astuto, los resultados con los que Él dice que se tendrá usted que enfrentar le sucederán igual que a cualquier otra persona.

Esa clase de Ser nos conoce tan bien que nos produce como una sensación de temor, ¿no es así? Eso es precisamente lo que quiere decir Pedro. Comportaos con temor, recordando que está usted tratando con Uno al que no es posible engañar, y, por lo tanto, sea usted sincero, recordando que ha sido comprado, no con cosas que los hombres usan en el mercado, sino con algo que ninguna otra persona podría haber dado, la preciosa sangre de Jesucristo.

Y en tercer lugar, nos dice que, como resultado de todo ello, debemos ser sacerdotes:

Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, pero para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales... (1 Pedro 2:4-5a)

Por cierto que esa es la respuesta a la pregunta que muchas personas hacen hoy en día. ¿Qué quiso decir Jesús cuando le dijo a Pedro: "Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominaran" (Mateo 16:18)? Como es lógico, sabemos que la palabra "Pedro" significa "roca", y que la iglesia católica nos dice que lo que quiso decir Jesús fue que iba a edificar Su iglesia sobre Pedro; pero Pedro dice que no, y él estaba allí, así que debía de saber lo que se decía. Él nos dice: "Jesús es la Roca". Y cada creyente que viene a Cristo es como una piedra edificada sobre esa Roca, esa gran Roca subyacente, sobre la Cual Dios está erigiendo el edificio llamado hoy "iglesia". Pero Jesús es esa Roca, y usted está edificado sobre Él, como piedras sobre una gran roca, a fin de que pertenezca usted al sacerdocio, dice Pedro, con el propósito de ofrecerle algo a Dios, algo que Dios desea y quiere ardientemente. ¿Y qué es eso? ¿Qué es lo que puede usted dar a Dios que Él no tenga? Piense en ello. ¿Qué podemos, usted y yo, simples seres humanos en este gran universo, dar a Aquel que lanzó las estrellas al espacio, y que además sea algo que Él quiere muchísimo. ¿De qué se trata? Pedro nos lo dice en el versículo 9:

Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9)

Eso es lo que Dios quiere. Él quiere que hable acerca de lo que Él ha hecho por usted, que cuente a otros cómo es Él en su opinión y que ofrezca un sacrificio a Dios, que es como un holocausto de olor fragante y que tiene el sabor de la adoración frente a Él.

Pedro trata a continuación algunos de los aspectos más prácticos de la vida, sobre cómo deben vivir como ciudadanos. Aquellas personas vivían en el imperio romano, sometidas a persecución, a pesar de lo cual, tenían ciertas obligaciones. En el capítulo 2, versículo 11 en adelante, trata acerca de estas obligaciones. Nos dice que como ciudadanos debemos someternos al gobierno y a los poderes existentes:

Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed [amad] a Dios. Honrad al rey (o al emperador). (1 Pedro 2:17)

¿A qué emperador? ¿A Nerón, que arrastraba a los cristianos detrás de sus carros, que les quemaba como antorchas en sus jardines? ¿Que honren al emperador? En estos días cuando los jóvenes, incluso en ocasiones los jóvenes cristianos, creen que tienen derecho a tomar la ley en sus propias manos, desobedeciendo a los poderes establecidos, haciéndolo en el nombre de Dios, debieran leer este pasaje y recordar que era acerca del emperador que estaba causando tantísimas aflicciones entre los cristianos sobre el que Pedro escribía estas palabras: "Honrad al rey".

A continuación habla acerca de los siervos:

Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos [no les hagáis el boicot ni os rebeléis ni hagáis manifestaciones contra ellos]... no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Lo que merece aprobación es que alguien, a causa de la conciencia delante de Dios, sufra molestias padeciendo injustamente. (1 Pedro 2:18-19)

Y a continuación les recuerda el ejemplo dado por el Señor Jesús, diciendo: "Eso fue lo que él hizo:

Cuando lo maldecían, no respondía con maldición... (1 Pedro 2:23a)

Se encomendaba al que juzga con justicia.

Después de esto, habla sobre el hogar. De la misma manera que el Señor tuvo que soportar el trato injusto que le fue dado, dice:

Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos... (1 Pedro 3:1a)

a pesar de que no siempre tengan razón.

Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente... (1 Pedro 3:7a)

a pesar de que en ocasiones se metan con vosotros, les molesten y les den la lata, "dando honor a la mujer", de la misma manera que vosotros, los cristianos, debéis honrar a este tirano que ocupa el trono de Roma, allí donde Pedro dice: "Maridos, igualmente, honrad a vuestras mujeres". Y en versículo 8:

En fin, sed todos de un mismo sentir: compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables. (1 Pedro 3:8)

Esa es la marca del cristiano en la sociedad.

A continuación hallamos este difícil pasaje acerca de los espíritus en la cárcel y el bautismo que nos salva, y todas estas cosas con las que muchos se han estado debatiendo; pero la clave de todo el pasaje está, en el versículo 18:

Asimismo, Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios... (1 Pedro 3:18a)

Esa es la clave. Esto lo hizo con el propósito de llevarnos a Dios. Cristo tuvo que soportar los sufrimientos, viniendo en la carne y muriendo en la carne. Todo esto lo hizo para llevar a cabo el gran fin, para poder llevarnos a Dios.

Esto le recuerda a Pedro la manera en que era predicado el evangelio en los días de Noé, y cómo el Espíritu de Cristo, hablando por medio de Noé, predicaba a las gentes de aquella época a fin de llevarlos a Dios, pero se negaron, por lo que el arca apareció, como una imagen de la vida del Señor Jesucristo, para llevarlos por encima del diluvio del juicio y llevarles a Dios. El bautismo, que también es una imagen relacionada con el arca, nos salva ahora de la misma manera que Noé se salvó, gracias al arca. El bautismo (no el que se lleva a cabo por inmersión, y lo dice, no para quitar la suciedad del cuerpo, sino el bautismo del Espíritu que nos sitúa en el arca de la seguridad, que es nuestro Señor Jesús) es lo que nos salva ahora como una súplica a Dios de la clara conciencia, por medio de la resurrección de Jesucristo. Si lee usted el pasaje bajo esa luz, creo que no tendrá ninguna dificultad con él.

De modo que Pedro concluye este asunto del sufrimiento, exhortando a los cristianos a que recuerden que aunque ya anden en honestidad y fidelidad ante Dios, no viviendo como lo hacen los gentiles, todos los escritores bíblicos dicen esto: "Ya no debéis vivir como lo hacen los gentiles, sino que debéis devolver bien por mal". Esa es la idea. No debemos preocuparnos por nuestra propia satisfacción ni nuestros derechos. Nos preocupamos tanto que la verdad es que nos sucede lo que nos merecemos, y ese es el espíritu de la época en la que vivimos, en la que se lucha por los derechos propios, que recibamos lo que nos merecemos; pero no es ese el espíritu de un cristiano, y es preciso que nosotros, los cristianos, lo aprendamos y empecemos a comportarnos sobre esa base, porque hasta que no comencemos a comportarnos como cristianos, no daremos ningún testimonio ante la ley. Si empezamos a insistir en nuestros derechos, aunque sea de maneras insignificantes, anulamos el poco testimonio que hayamos dado.

Posiblemente haya leido usted la historia del niño que estaba preocupado por todo el trabajo que tenía que hacer en casa. De modo que una mañana dejó junto al plato de desayuno de su madre una lista de algunas cosas: por cortar el césped, 1 dólar; por limpiar mi dormitorio, 50 centavos; por pasar la aspiradora a la alfombra, 50 centavos, y algunas cosas más; y luego sumó el total y colocó allí la factura al lado del plato de su madre, y ella la leyó. No dijo nada, pero a la mañana siguiente el niño encontró una lista al lado de su plato, que decía: por lavarte la ropa, ni un centavo; por hacerte la comida, nada; por ordenar tu habitación, nada, y otra serie de cosas. A continuación hizo la suma del total y escribió debajo: "sin cobrar nada, hecho por amor", y lo colocó junto al plato de su hijo. Ese día el niño hizo todo lo que tenía que hacer en la casa sin la menor queja. Había entendido el mensaje de su madre.

Eso es lo que debe hacer el cristiano, devolver bien por mal, y esta epístola de Pedro va dirigida a personas que se están viendo sometidas a un verdadero castigo.

La última sección trata acerca de la vida en el cuerpo de Cristo. Es una sección que es de una gran ayuda, y empieza en el capítulo 4, versículo 7:

El fin de todas las cosas se acerca... (1 Pedro 4:7a)

Y si eso se aplicaba a aquella época, imagínese hoy en día.

¿Qué es lo primero que deberíamos hacer ahora? ¿Qué pasaría si viniese el Señor el año que viene? ¿Qué sucede si nos encontramos ya en el fin de los tiempos? "El fin de todas las cosas se acerca". ¿Qué es lo primero que se debería decir? Pedro dice:

... sed, pues, sobrios y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. (1 Pedro 4:7b-10)

Ese es Su programa para el fin de los tiempos. A la vista del mundo no parece exactamente impresionante, pero lo es a la vista de los cielos, y esto es lo que hará que se cumpla la voluntad de Dios:

... para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo... (1 Pedro 4:11b)

Y luego habla acerca del sufrimiento y la manera de regocijarse, porque compartimos los sufrimientos de Cristo, no para sufrir como si fuesemos hacedores de maldad, sino para regocijarnos por el hecho de que Dios está obrando.

Pedro habla a continuación sobre el ministerio mutuo de los ancianos para con los miembros y los miembros los unos para con los otros. Y concluye su epístola diciendo:

Pero el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. (1 Pedro 5:10)

¿Se puede pedir algo mejor que eso?

A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. (1 Pedro 5:11)

Esas son, realmente, palabras maravillosas para personas que viven al final de una época, ¿no es cierto? Tomémoslas en serio.

Oración

Padre nuestro, te damos gracias por esta visión que ofreces del primer siglo para nosotros que vivimos en el siglo XX. Pedimos que estas palabras, que fueron verdad entonces y que siguen siéndolo igualmente hoy, puedan hallar una respuesta en nuestros corazones, tanto en los de los jóvenes como en los de los mayores. Señor, ayúdanos a recordar que somos extranjeros y exiliados, que este no es nuestro hogar, aunque hayamos sido temporalmente asignados a realizar aquí nuestra labor. Ayúdanos a ser fieles a Ti y obedientes a Tu Palabra, a que reaccionemos frente a Tu gracia y Tu amor hasta que Aquel, al que todavía no hemos visto pero al que amamos con todo nuestro corazón, nos dé la bienvenida y nos restaure, incluso mucho más de lo que jamás nos hubiesemos atrevido a soñar y más allá de lo que nos ha sido quitado. Lo pedimos en Su nombre. Amén.