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Antiguo Testamento

Miqueas: ¿Quién es como Dios?

Autor: Ray C. Stedman


Miqueas fue contemporáneo del gran profeta Isaías, y su libro tiene un estilo muy parecido. De hecho, en algunas ocasiones a este libro se le llama "Isaías en miniatura", porque es una presentación mucho más breve de lo que es esencialmente el mismo mensaje que el de la profecía de Isaías.

El tema de esta breve profecía se encuentra en el significado del nombre del profeta. Espero que tengan ustedes una Biblia que les ayude con el significado de los nombres hebreos porque con frecuencia estos nombres son muy importantes. Por ejemplo, en el libro de Génesis el nombre del hombre que se hizo famoso por ser el hombre más viejo que jamás haya vivido en el mundo es de por sí una profecía. De hecho, cuando nació Matusalén, su padre Enoc aprendió algo que no olvidó nunca, y estaba oculto en el nombre de Matusalén. Matusalén vivió un total de 969 años, y su nombre quiere decir: "Cuando él muera, vendrá". El año en que él murió llegó la inundación, de manera que eso nos enseña algo acerca del significado de los nombres hebreos.

El nombre Miqueas quiere decir: "¿Quién es como Dios?" o "¿Quién es como Jehová?". Por lo tanto, esta es su pregunta repetida. Al parecer, a dondequiera que iba este hombre, preguntaba: "¿Quién es como Jehová?", "¿Quién es como Dios?", hasta que la gente comenzó a llamarle de ese modo. Se ha llegado incluso a sugerir que ese era el apodo por el cual conocían a este hombre. ¿Podemos imaginarnos a la gente que estaba alrededor de Miqueas mirándole al pasar por la calle y diciéndose a sí mismos: "Aquí viene el viejo Quién es como Dios"? Comoquiera que de esto es de lo que habla Miqueas en este libro, el tema del mismo es la semejanza a Dios, y el gran mensaje de Dios al mundo hoy es cómo ser semejantes a Dios, que es además el tema de la epístola de Pablo a los Efesios; y creo que es muy instructivo unir estos dos mensajes, a fin de que nos demos cuenta de que el Antiguo y el Nuevo Testamento enseñan la verdad de muy diferentes maneras. Eso es lo que hace que el Antiguo Testamento nos resulte tan revelador, y si no entienden ustedes el Nuevo Testamento, lean el Antiguo.

¿Recuerda usted la historia del filósofo griego Diógenes? Era un hombre que iba todo el día con una linterna, buscando a un hombre honesto. Incluso a plena luz del día llevaba su linterna para despertar la curiosidad. Cuando alguien le preguntaba a Diógenes: "¿Por qué vas por ahí con una linterna a plena luz del día?", les contestaba: "Estoy buscando a un hombre honesto". Es como la búsqueda de Miqueas:

Palabra de Jehová que fue dirigida a Miqueas de Moreset en los días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá; lo que vio sobre Samaria y Jerusalén. (Miqueas 1:1)

El libro se divide en tres partes. Los primeros tres capítulos describen el fracaso de la nación. Este es un mensaje que transmiten muchos de los profetas, pero en este libro lo que encontramos es una imagen de la falta de semejanza a Dios, y a continuación una maravillosa sección, en los capítulos cuatro y cinco, que es una visión del futuro, del que es semejante a Dios. Esta es una sección con una predicción esperando la venida de Cristo, el Mesías. Los tres últimos capítulos nos muestran la súplica que le hace Dios a esta nación.

En el primer capítulo hay una imagen magnífica de Dios, que se aproxima con el fin de juzgar a esta nación de Judá por causa de su amargo fracaso y por no ser capaces de ser santos a pesar de que Dios les ha provisto todo cuanto precisan para ser semejantes a Él. Eso es algo que nos resulta familiar, ¿verdad? ¿Por qué no somos nosotros como Él? Tenemos todo cuanto precisamos, en el Espíritu Santo, para ser semejantes a Él. Por lo tanto, este libro nos viene como anillo al dedo, porque estamos en la misma barca.

En la primera sección tenemos una imagen preciosa y poética de un Dios que sale y desciende sobre este pueblo:

Porque Jehová sale de su lugar, desciende y camina sobre las alturas de la tierra. Los montes se derretirán debajo de él y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por una pendiente. Todo esto por la rebelión de Jacob, por los pecados de la casa de Israel. (Miqueas 1:3-5a)

A continuación Dios elige a las capitales de estas dos naciones. ¿Cuál fue la transgresión de Jacob? Samaria. Es decir, la capital, el corazón de la nación. ¿Y cuál fue el pecado de la casa de Judá? ¿Acaso no fue Jerusalén? Dice:

"Haré, pues, de Samaria montones de ruinas [o un basurero], tierra para plantar viñas. Derramaré sus piedras por el valle". (Miqueas 1:6a)

Todo esto es una imagen de la destrucción que causarían los ejércitos de Asiria que, cientos de años después, asolarían el campo y destruirían todo cuanto hallasen a su paso. El profeta dice que este es el juicio de Dios.

En los versículos 10 al 16, encontramos algo muy interesante, aunque en otro idioma que no sea el original puede resultar difícil de ver. Estos profetas eran equivoquistas, y aunque algunas personas dicen que un juego de palabras es la peor forma de humor, la Biblia está llena de ellos; pero a nosotros nos cuesta trabajo hallarlos si no entendemos el hebreo. Si pudiesen ustedes leer el original en hebreo, se darían cuenta de que hay un montón de juegos de palabra en los nombres de las ciudades mencionados por Miqueas. En el versículo 10 dice:

"No lo digáis en Gat, ni lloréis mucho... " (Miqueas 1:10a)

Gat significa "llorar", y el profeta hace un juego de palabras con ese nombre, y de esta manera sucede en todo. Va eligiendo los nombres de ciudades y los relaciona con el juicio de Dios. En este caso diría:

"No lloréis en la Ciudad del Llanto; revolcaos en la Ciudad del Polvo [Bet-le-afra significa ꞌpolvoꞌ]. En la Ciudad de la Belleza, la belleza quedará desnuda y con vergüenza [pues el significado de Safir es ꞌbellezaꞌ]. En Zaanan [que quiere decir ꞌmarchaꞌ] no salen. En la Ciudad de los Vecinos acabarán con un vecino inútil. En la Ciudad de la Amargura harán amargo duelo". (Miqueas 1:10-12)

En el versículo 13, está Laquis, que quiere decir "caballo", la Ciudad del Caballo, o ciudad de un solo caballo. Miqueas dice: "Oh habitantes de la Ciudad Caballo". Es un juego de palabras tras otro.

En el capítulo 2, se describe de un modo muy gráfico la total destrucción del pueblo, incluyendo los gobernantes, los profetas, las mujeres y los niños.

En el capítulo 3, leemos el motivo por el que Dios les juzga de este modo. Miqueas ha estado buscando la santidad y la busca donde sería de esperar encontrarla, entre los gobernantes de la nación, entre los representantes de Dios, pero lo que encuentra es corrupción, opresión, soborno e injusticia por todas partes. Miqueas expone esta lamentable situación en Jerusalén y dice que el motivo por el que Dios está juzgando a este pueblo es que aquellos a los que les ha sido concedida la autoridad para actuar en nombre de Dios se han olvidado de que son responsables ante Él.

Esto es algo que siempre nos afecta, ¿no es cierto? Porque siempre que nos encontramos en un puesto de autoridad se nos dice que recordemos que también tenemos una autoridad sobre nosotros. Poco importa si es usted una autoridad en la iglesia, como anciano, o en la ciudad, como alcalde o parte del consejo, o si ha sido nombrado presidente de su clase o si dirige su propio grupo. El Nuevo Testamento nos recuerda que es preciso que los amos no olviden que tienen también un amo en el cielo y que Dios tiene toda la autoridad y es el responsable (Efesios 6:9), Por lo tanto, el hombre que olvida este hecho usa el poder para su propio provecho, y eso fue precisamente lo que había corrompido a aquella nación. El profeta nos lo resume en el capítulo 3, versículo 11:

Sus jefes [o gobernantes] juzgan por cohecho, sus sacerdotes enseñan por precio, sus profetas adivinan por dinero... (Miqueas 3:11a)

Hay tres clases diferentes de gobernantes en la nación: los dirigentes espirituales, los gobernantes civiles y los dirigentes morales, y, aunque precisamente ellos debían haber sido santos, son los más impíos, porque no han sabido reconocer que cuando el hombre ocupa un puesto de responsabilidad de cualquier clase, lo ocupa con el fin de representar a Dios. Esto se aplica incluso a los jóvenes que ocupan cargos en las escuelas. Estamos representando a Dios en esos cargos. Pablo dijo: "... no hay autoridad [o poderes] que no provenga de Dios (Romanos 13:1a). Y eso no se refiere solo al gobierno civil, sino que se aplica a todos los niveles. Pablo les llama los ministros de Dios para bien, y cuando los gobernantes, sean civiles, espirituales o morales, reconocen que son representantes de Dios, siempre hay un buen gobierno, pero cuando se olvidan, se produce la corrupción, la opresión, los sobornos, la agonía y las lágrimas.

En el capítulo 4, encontramos un pasaje que es una visión maravillosamente exaltada, en el que el profeta eleva sus ojos y mira a lo largo de los siglos más allá del retorno de Babilonia, después del gran imperio occidental de Grecia, del imperio romano y los tiempos de los Cesares, más allá de la edad media con Martín Lutero y la Reforma, y John Wesley, e incluso más allá de nuestra propia época, a la venida del que es semejante a Dios. Este es el más precioso de los pasajes mesiánicos en las Escrituras:

Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa de Jehová será colocado a la cabeza de los montes, más alto que los collados, y acudirán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: "Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; él nos enseñará en sus caminos y andaremos por sus veredas", porque de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Él juzgará entre muchos pueblos y corregirá a naciones poderosas y lejanas. Ellos convertirán sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces. Ninguna nación alzará la espada contra otra nación ni se preparará más para la guerra. Se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien les infunda temor. ¡La boca de Jehová de los ejércitos ha hablado! (Miqueas 4:1-4)

Eso aún tiene que suceder. Las naciones no olvidarán nunca cómo hacer la guerra, nunca obedecerán a esta palabra de convertir sus espadas en azadones y sus lanzas en hoces hasta que no venga Aquel que sabe gobernar en santidad. El resto del capítulo 4 describe cómo se reunirá Israel y por fin derrotará a sus enemigos.

El capítulo 5 empieza con un nuevo pensamiento. El profeta le dice a Israel:

"Rodéate ahora de muros, hija de guerreros [una imagen del ejército asirio que se había reunido alrededor de la ciudad], pues nos han sitiado... " (Miqueas 5:1a)

Pero además es una imagen del día en que un gran ejército asirio, procedente del norte, descenderá contra Israel. El motivo por el que viene este ejército se menciona en este versículo:

"... y herirán con vara en la mejilla al juez de Israel". (Miqueas 5:1b)

Esta es una referencia bastante rápida a la primera venida del Señor Jesús, cuando se halló ante Pilato y los gobernantes de la nación, y le golpearon con una caña, le colocaron una corona de espinas sobre la cabeza y le vistieron con un manto de púrpura, inclinándose ante Él, haciéndole burla, golpeando en la mejilla al gobernante de Israel (Mateo 27:27-30).

El profeta ve de repente de dónde vendrá este gobernante. Este es uno de los grandes pasajes proféticos del Antiguo Testamento:

"Pero tú, Belén Efrata, tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será Señor en Israel; sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad". (Miqueas 5:2)

Desde la eternidad, desde siempre y para siempre. ¿Recuerda usted cuando vinieron los sabios del Este buscando al rey de los judíos que había nacido? Le dijeron a los gobernantes de Jerusalén: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?". Y los principales sacerdotes les contestaron: "En Belén de Judea" (Mateo 2:1-6). ¿Cómo lo sabían? Porque 700 años antes, Miqueas les había dicho: "Pero tú, Belén Efrata [es decir, Belén, en la tierra de Efraín], tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será Señor en Israel; sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad".

Y luego en el versículo 3 hay un paréntesis:

Pero los dejará [a la nación de Israel] hasta el tiempo... (Miqueas 5:3a)

Y por eso es por lo que Israel ha estado vagando en derrota, sin un rey, sin un templo y sin sacrificio durante siglos. Una de las maravillas del mundo es que esta nación de Israel sigue manteniendo su identidad, a pesar de hallarse dispersa entre las naciones. "Los dejará hasta el tiempo... "

... que dé a luz la que ha de dar a luz, y el resto de sus hermanos volverá junto a los hijos de Israel. (Miqueas 5:3b)

Y mirando de nuevo al que había de venir de Belén Efrata:

Y él se levantará y los apacentará con el poder de Jehová, con la grandeza del nombre de Jehová, su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los confines de la tierra. (Miqueas 5:4)

Setecientos años a través del espacio de los siglos Miqueas ve claramente a Aquel que habría de surgir de entre las tinieblas para cumplir estas profecías. Su venida es desde la eternidad porque es el Dios-hombre, el único hombre santo que jamás ha caminado sobre la tierra, el que es semejante a Dios.

En los capítulos 6 y 7, en un pasaje de poder y belleza, Jehová vuelve a suplicar a Su pueblo y a mostrarles el camino de la santidad. En la actualidad oímos hablar mucho acerca del diálogo, de que necesitamos hablar con aquellos a los que nos oponemos. En este caso, Dios tuvo una controversia con Su pueblo y lo habló con ellos en este pasaje. El profeta dice:

"Oíd ahora lo que dice Jehová: ¡Levántate, pelea contra los montes y oigan los collados tu voz! Oíd, montes y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de Jehová, porque Jehová tiene un pleito con su pueblo y altercará con Israel". (Miqueas 6:1-2)

Eso prepara el escenario. Aquí Dios habla, y he aquí lo que dice:

"Pueblo mío, ¿qué te he hecho o en qué te he molestado? Di algo en mi contra. Te hice subir de la tierra de Egipto, te redimí de la casa de servidumbre y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María. Pueblo mío, acuérdate ahora qué aconsejó Balac, rey de Moab, y qué le respondió Balaam hijo de Beor, desde Sitim hasta Gilgal, para que conozcas las justicias de Jehová". (Miqueas 6:3-5)

¿Qué cree usted que va a responder el pueblo a esto? Aquí tenemos su respuesta:

"¿Con qué me presentaré ante Jehová y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?". (Miqueas 6:6-7)

"¿Qué es lo que quieres Dios?". (¿No es eso lo que dice tantas veces la gente?) "¿Qué es lo que me pides?". Escuchemos la misericordiosa respuesta de Dios, que es uno de los más hermosos versículos de toda la Biblia:

"Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios". (Miqueas 6:8)

Esa es la respuesta, ¿no es cierto? Así es cómo podemos ser semejantes a Dios: caminando en humildad ante Dios. Después de todo, Él es el que puede hacer que seamos semejantes a Dios, santos, pero los israelitas no lo consiguieron, de modo que aparece de nuevo la declaración de juicio, cuando por fin Dios se ve obligado a hacer que despierten de su insensatez y de su debilidad. La descripción del juicio se resume y continúa hasta que llegamos al final del capítulo 7, donde el profeta concluye el mensaje con una imagen maravillosa de Dios. Fíjese cómo empieza:

¿Qué Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en la misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades y echará a lo profundo del mar todos nuestros pecados. [Como alguien dijo en cierta ocasión: "Y luego pondrá un letrero diciendo: ꞌProhibido pescarꞌ".] Mantendrás tu fidelidad a Jacob, y a Abraham tu misericordia, tal como lo juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos. (Miqueas 7:18-20)

¿Qué camino hay que seguir para ser semejantes a Dios? Dejar a un lado nuestra maldad, confesando nuestra culpa ante Dios, esperando que Él perdone nuestras iniquidades y que eche nuestros pecados en lo más profundo del mar. ¿No es eso lo que dice el Nuevo Testamento?: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). ¿Cómo se puede caminar en humildad ante Dios? Juan contesta diciendo que debemos andar en luz de la misma manera que Él está en luz, es decir, andar de una manera abierta y honesta, no intentando ocultarle nada a Dios. No debemos pretender ser lo que no somos ante Él: "Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).

La pregunta de Miqueas resuena en nuestros oídos. ¿Quién es como Dios? El único que es como Dios es el hombre que camina con el Señor Jesucristo, que es Dios mismo el que es semejante a Él.

Oración

Padre, te damos gracias por permitirnos ver Tu corazón que derrocha amor, aunque en toda justicia debes juzgar a los pueblos para que sean conscientes de sus caminos insensatos. Pero Tu corazón está constantemente suplicando, y bajo el trueno del juicio y de la oscuridad de la destrucción está ese latido de amor, de preocupación, dispuesto siempre a perdonar, a restaurar y a traernos de nuevo a Ti para que tengamos comunión contigo. Ayúdanos, pues, a recordar esta pregunta: "¿Quién es como Dios?". Lo pedimos en el nombre de Cristo. Amén.