Man-made Columns in Ruins Surrounded by God’s Solid Rock

Dar con alegría

Autor: Ray C. Stedman


La semana pasada vimos algunos de los grandes ejemplos de donación en el capítulo 8 de la 2ª carta a los corintios. Había la donación de aquellos macedonios golpeados por la pobreza que dieron más allá de sus fuerzas, sacando de su extrema y desesperada penuria. Luego había la increíblemente rica dádiva de Jesús, quien lo dejó todo y se hizo pobre para que pudiéramos estar provistos de una increíble riqueza. ¡Qué maravillosos ejemplos de dádiva de los dos extremos opuestos!: desde el pobre que no tenía nada que dar y, sin embargo, dio, hasta el más rico de todos, que dio todo lo que tenía para que pudiéramos ser ricos. Luego empezamos a mirar algunas de las pautas para dar con las que guiarnos. No conozco ningún aspecto de la vida de la iglesia que esté más necesitado de enseñanza que este.

Leí esta semana que las tres cadenas religiosas más grandes de este país reciben más de 163 millones de dólares en contribuciones cada año. La cantidad combinada de donaciones cristianas, en los Estados Unidos solamente, ha sido estimada en más de medio billón de dólares al año. Eso es un montón de dinero, y gran parte se desperdicia. Se da para causas que no deberían ser apoyadas. Se da de maneras estúpidas y derrochadoras. Mucho va a los bolsillos de codiciosos sin escrúpulos, siendo usado para el enriquecimiento de unos pocos y la explotación de muchos. Necesitamos desesperadamente que nos ayuden en esta área para dar responsablemente, con inteligencia y cuidado, de modo que el dinero se destine a los propósitos correctos y se use de manera adecuada. No todo este dinero se desperdicia, de ningún modo. Dar es ciertamente una práctica cristiana muy correcta y apropiada. Pero el objetivo exacto de estos capítulos es ayudarnos a entender cómo dar.

La semana pasada miramos algunos de los principios que el apóstol mencionó en esta sección, aquí en el capítulo 8. Vimos, primero, que nuestro motivo es más importante que la cantidad. Dios no está tan interesado en cuánto da usted como en por qué da. Él lee el corazón. Tenemos una cantidad de pasajes del Señor mismo que subrayan esto. En uno, Él habló sobre una viuda que echó dos moneditas al arca del templo. Eso era todo lo que tenía, pero ella lo echó todo. Jesús, observándola, dijo: “De ciertto os digo que esta viuda pobre echó más que todos... ” (Marcos 12:42-44, Lucas 21:2-4). Su ofrenda fue más útil y agradable para Dios que todas las demás cantidades que se dieron. Así que no es la cantidad lo que importa, sino el corazón. Como dice Pablo aquí, si hay una “voluntad dispuesta” de dar, “será aceptado según lo que uno tiene, no según lo que no tiene” (2 Corintios 8:12b). Dios mira eso, no la cantidad deducida en el impuesto sobre la renta, sino el por qué dio usted ese dinero.

El segundo principio era que nuestras oportunidades de dar están dispuestas por Dios. Dios da más a algunos y menos a otros, para que aquellos que tienen más puedan dar a aquellos que tienen menos. No es para que podamos gastarlo en nuestros caprichos, o para que podamos tener un nivel de vida que aumente más que el de los demás. Eso nunca se enseña en las Escrituras. Pero se nos enseña que Dios da a algunos de sobra, y la razón es que ellos puedan tener para dar a otros. Eso puede ser vuelto del revés también. Lo que usted tiene ahora de sobra se le puede quitar, puede desaparecer de la noche a la mañana, y entonces usted podría ser el que necesite que le den. Dios mismo lo determina. Pablo ilustra esto con el maná que caía en el desierto, el cual venía todo de Dios. Se esperaba que aquellos que recogían mucho dieran a los que tenían menos; así había igualdad. En el versículo 16 del capítulo 8, tenemos un tercer principio concerniente a la responsabilidad cuando damos:

Doy gracias a Dios que puso en el corazón de Tito la misma preocupación por vosotros, pues a la verdad recibió la exhortación; pero estando también muy solícito, por su propia voluntad partió para ir a vosotros. Y enviamos juntamente con él al hermano cuya alabanza en el evangelio se oye por todas las iglesias. Y no sólo esto, sino que también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación para llevar este donativo, que es administrado por nosotros para gloria del Señor mismo y para demostrar vuestra buena voluntad. (2 Corintios 8:16-19)

Sáltense los siguientes dos versículos, 20 y 21. Volveremos a ellos. Veamos qué más dice Pablo sobre el grupo de hombres que iba a ir a Corinto. Versículo 22:

Enviamos también con ellos a nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora se muestra mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros. En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias y gloria de Cristo. Mostrad, pues, con ellos, ante las iglesias, la prueba de vuestro amor y de nuestro motivo de orgullo respecto de vosotros. (2 Corintios 8:22-24)

Aquí hay un principio muy importante de la donación. Dar requiere que el control de una cierta cantidad de dinero sea conferido a varios individuos, no sólo a uno. Pablo deja muy claro que él ha urgido a las iglesias a designar a otros hombres para que vayan con Tito a Corinto a recoger esta colecta para aliviar a los santos de Jerusalén azotados por el hambre. Él tiene mucho cuidado de comprobar que el control de estos fondos no se ponga en una sola mano. Y no fue a cualquiera a quien nombraron. Eran hombres examinados y probados. Eran hombres responsables a quienes las iglesias mismas habían seleccionado para ir, porque se podía contar con ellos.

Eran tres. A Tito ya le conocemos. Ha sido muy destacado en esta carta. Él es el que bajó a Corinto y le trajo a Pablo noticias de vuelta. Él va y viene como correo y como asociado del apóstol, y ahora se le ha pedido que vuelva otra vez y recoja esta colecta antes de que llegue Pablo. Y “con él”, dice Pablo, “vamos a mandar al hermano que es famoso en todas las iglesias por su predicación del evangelio”. Todo el mundo empieza a conjeturar inmediatamente sobre quién es este. Basándose en estas pistas, la mayoría de los eruditos han deducido que probablemente es nuestro viejo amigo, el doctor Lucas. Lucas, el amado médico que era efectivamente compañero de viaje de Pablo. Ya que tenemos el Evangelio según Lucas, parece muy probable que fuera él que era conocido por su predicación del evangelio; por tanto, la mayoría de los eruditos piensan que Lucas era el enviado junto con Tito. Con ellos había otro hermano cuyo nombre no se nos da, a quien Pablo identifica como “nuestro hermano, cuya diligencia hemos comprobado repetidas veces en muchas cosas, y ahora se muestra mucho más diligente por la mucha confianza que tiene en vosotros”.

Es casi imposible identificar quién es este. Francamente, creo que Pablo está ahora cerca de los 60 años. Está sufriendo algunos de los problemas que aquellos de nosotros que hemos sido jóvenes durante mucho tiempo sufrimos, o sea, ¡un lapsus de memoria! No puede acordarse del nombre del hermano. ¿Han tenido ustedes alguna vez un problema así? Es un signo de vejez. Pablo está dictando esta carta, y no le viene a la mente: “¿Cómo se llama este hombre?”. Así que lo describe: “Es el que hemos examinado y probado”. Los corintios, por supuesto, sabrán quién es cuando llegue. Así que nosotros simplemente le llamaremos “Fulanito de Tal”. Tito, Lucas y Fulanito de Tal bajaron a Corinto. Lo importante, claro está, es que iban a ser bienvenidos porque eran hombres responsables y de confianza. Así que Pablo tiene mucho cuidado de supervisar que esta responsabilidad es compartida entre varios. Volvamos ahora a los versículos que nos saltamos y veamos lo que dice Pablo acerca de esto. Versículos 20-21:

Evitamos así que nadie nos censure en cuanto a esta ofrenda abundante que administramos, procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante del Señor sino también delante de los hombres. (2 Corintios 8:20-21)

Qué cosa tan tremenda se dice aquí, y qué diferente es de lo que a menudo oímos hoy. En estos días, si se le piden cuentas a alguien a quien se le da responsabilidad sobre los fondos, dice: “¿Qué pasa? ¿No confía en mí?”. Es muy difícil hacer un seguimiento de algo porque parece como si se estuviera poniendo en duda su integridad. Pero Pablo nunca se permitiría a sí mismo llegar a esa situación. Él dice: “Sabemos en nuestro corazón que estamos obrando correctamente, pero eso no es suficiente. Tiene que ser obvio para todo el mundo que estamos obrando bien. También debe estar claro a la vista de los hombres”.

Cuando yo era un cristiano joven era miembro de una iglesia donde el pastor tomaba todas las ofrendas, las cuales depositaba en un banco en una cuenta a su nombre. Él incluso poseía el edificio de la iglesia donde se celebraban las reuniones. No fue una sorpresa, aunque fue doloroso para mí como cristiano joven, que después de un par de años de gestión hubiera sospechas acerca de su manejo de los fondos. Quedó de manifiesto que se estaba apropiando de una gran parte de ellos para su propio uso personal. Al final eso dividió a la iglesia, y la congregación se dispersó por varios caminos a causa de un fallo al encargar la responsabilidad sobre el dinero que el pueblo de Dios daba. Pues bien, este es un principio importante. Pablo tiene cuidado de organizar el reparto del control para evitar cualquier crítica. Esto constituye, por tanto, una pauta útil sobre cómo y dónde debemos dar nuestro dinero.

Personalmente, yo nunca daría nada a una organización cristiana dirigida por un sólo individuo, no importa lo responsable que pueda parecer. Simplemente no es sabio confiar a un individuo la administración de cantidades de dinero. Conozco organizaciones cristianas dirigidas por una sola persona, que, por ejemplo, no tienen una junta. Más aun, yo nunca donaría a una organización dirigida por una junta en la cual hubiera varios miembros de una misma familia. Es una cosa común en el servicio cristiano tener un grupo familiar constituyendo una junta: el hombre que la fundó, su esposa, y varios de sus hijos quizá. Eso no es diferente a dar a un mismo individuo. No es una gestión responsable de los fondos. Pablo nunca hubiera permitido eso. Estos tres hombres no eran sus parientes. De hecho, él ni siquiera los eligió. Mandó a Tito, pero los otros dos fueron elegidos por las iglesias; él no tenía nada que ver con quienes eran. Personalmente pienso que es buena idea dar sólo a los grupos que están dispuestos a publicar una auditoría, o a dar a conocer sus fondos de alguna manera a la gente que quiera saber cómo gestionaron su dinero.

Una de las cosas que ha evitado que el dinero de las cruzadas de Billy Graham sea mal empleado durante estos 30 años ha sido la práctica que adoptaron desde el principio de publicar una página del periódico de la ciudad donde celebraban la cruzada, dando una contabilidad de sus fondos. Eso ha ayudado a aliviar la tendencia normal de muchos a sentir que los fondos han sido mal usados. Además, en este sentido, es una práctica excelente que se necesiten dos firmas en cada cheque desembolsado de los fondos cristianos. Nosotros hacemos eso en Peninsula Bible Church. El otro día, en nuestra reunión de la junta, alguien sugirió que eso era incómodo porque significaba que el que escribía los cheques algunas veces tenía que dar vueltas para encontrar a alguien. Se sugirió que abandonáramos este sistema de dos firmas. Pero uno de los ancianos se levantó y dijo: “No, de ninguna manera. Es imposible en esta iglesia que una persona escriba un cheque a su propio nombre sin que nadie lo sepa, y está bien preservar eso”. Así que se tomó la decisión de continuar con esa práctica.

Necesitamos tener mucho cuidado con nuestras donaciones. El dinero se nos da como un depósito que Dios nos confía. Somos responsables de que se maneje correctamente, y no deberíamos encargárselo simplemente a gente que lo use de formas que no sabemos y de las que no tenemos una rendición de cuentas. Ahora bien, el apóstol sigue y señala otra razón para mandar a estos hermanos, en los versículos de apertura del capítulo 9:

En cuanto a la ayuda para los santos, es por demás que yo os escriba, pues conozco vuestra buena voluntad, de la cual yo me glorío entre los de Macedonia, pues les he dicho que Acaya está preparada desde el año pasado; y vuestra diligencia ha estimulado a la mayoría. Pero he enviado a los hermanos para que nuestro motivo de orgullo respecto de vosotros no sea vano en esta parte; para que, como lo he dicho, estéis preparados; no sea que, si van conmigo algunos macedonios y os hallan desprevenidos, nos avergoncemos nosotros, por no decir vosotros, de esta nuestra confianza. Por tanto, consideré necesario exhortar a los hermanos que fueran primero a vosotros y prepararan primero vuestra generosidad antes prometida, para que esté lista como muestra de generosidad y no como de exigencia nuestra. (2 Corintios 9:1-5)

Hay otro principio muy importante respecto a dar. El dar no debe surgir de la presión. Pablo dice: “Envié a estos hermanos a vosotros de modo que todo este asunto quede resuelto antes de que yo vaya, para que no os sintierais avergonzados en el último minuto por no haber tenido tiempo de reunirlo todo”.

Segundo, como nos dice en Primera de Corintios, capítulo 16: “Quiero que esté hecho antes de que yo llegue porque no quiero que mi presencia sea la razón por la que dais”. Qué contraste tan grande con muchos líderes cristianos, evangelistas y otros de hoy día, quienes insisten en que esperen hasta que ellos lleguen antes de que se recoja la ofrenda. Ellos quieren usar el exprimidor, contar historias emocionales de experiencias en el lecho de muerte, mostrar en alto fotos de niños llorando, para encogerles el corazón, usar la competitividad y la rivalidad como medio para extraer más fondos. Esto es una cosa terrible. Es un desprecio al espíritu de gracia de una congregación. Así que esto es otra pauta muy útil. No dé a organizaciones ni grupos de gente que habitualmente se apoyan en reclamos emocionales para hacer que usted dé. Estoy seguro que usted recibe, lo mismo que yo, docenas de cartas cada semana pidiendo fondos. Frecuentemente son descaradamente emocionales. Incluyen fotos de niños muriendo de hambre y terribles historias de gente sufriendo. Bueno, eso tiene una cierta verosimilitud. No lo estoy descartando; deberíamos ser capaces de oír hablar de necesidades. Pero estoy hablando de reclamos que se basan en eso por costumbre, porque esa es una mala base para dar. El conocimiento de la necesidad está bien, pero intentar usarlo como unas tenazas emocionales para extraer más fondos está absolutamente mal.

Hace algún tiempo la bien conocida institución de Nebraska, La Ciudad de los Muchachos, fue severamente vilipendiada en la prensa porque se descubrió que estaban haciendo peticiones de ayuda para los huérfanos, cuando en realidad tenían cientos de millones de dólares en el banco, los cuales les hubieran posibilitado llevar a cabo su obra durante años sin ninguna donación adicional en absoluto. Esa es una petición irresponsable, y hay organizaciones que están haciendo esa clase de peticiones hoy. Cuando Vic Whetzel y yo estuvimos en Polonia este año pasado, oímos de organizaciones que estaban amontonando Biblias en almacenes porque no podían introducirlas en la Unión Soviética. Pero todavía estaban haciendo llamadas a la gente para que donaran para poder comprar Biblias, cuando en realidad, tenían almacenes llenos de ellas a las cuales no podían dar salida. Esa es la forma equivocada de dar. Cuando nos enteramos de algo como eso, deberíamos dejar de dar, porque somos responsables de lo que hacemos. Finalmente, el apóstol se ocupa ahora de las posibilidades de dar. En el versículo 6 del capítulo 9, dice:

Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. (2 Corintios 9:6)

Lo que está diciendo, básicamente, es que la analogía que tenemos en la vida más cercana a la donación es la del granjero que siembra sus cultivos. Donar es más que entregar sus fondos o recursos; es un proceso que le devolverá algo a usted también, como un agricultor que siembra la semilla en la primavera. Cuando él sale a hacer esto, parece como si la estuviera tirando. Esparce la semilla sobre el suelo y no la puede recoger de nuevo. Parece como si se hubiera perdido para él, y así es. Él realmente tiene que perder su control sobre ella y su uso. La tira al suelo donde se deteriora, se pudre y aparentemente se pierde.

Pero no se ha perdido, ahí está la clave. Pablo dice que no ha desaparecido. Déjela que pase por el debido proceso, y el granjero la recuperará de nuevo y además mucho más. Así es como Dios lo dispuso. El rendimiento está proporcionado a la siembra. Si un granjero siembra una pequeña cantidad de semilla, eso es lo que ganará: una pequeña y tacaña cosecha. Si siembra abundantemente y esparce con generosidad, recibirá una cosecha generosa a cambio. La analogía está clara. Si usted da sólo un poquito, entonces lo que conseguirá será también un poquito. Pero si usted da abundantemente, entonces lo que consigue será abundante también. Pablo da un breve sumario sobre cómo dar en las palabras que siguen. Primero, subraya de nuevo que el dar debe ser voluntario (versículo 7):

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. (2 Corintios 9:7)

No sé usted, pero siempre me dan escalofríos las reuniones donde se pone un énfasis tremendo en la ofrenda. Algunas veces se convierten en una especie de circo de tres pistas. Hay gente posicionada con máquinas calculadoras, los acomodadores corren pasillo arriba y pasillo abajo, los marcadores están en la parte alta y se arenga a la gente para que dé. Se consigue un sentimiento de competencia y rivalidad por el que la gente está intentando ver cuánta cantidad pueden dar más que los demás, con el objeto de hacer subir el marcador; y si no hay suficiente, simplemente se sigue recogiendo la ofrenda hasta que lo haya. Francamente, pienso que eso es una vergüenza, pero sé que se da un montón de dinero de esa manera. Eso hace que la gente se vanaglorie de la cantidad. Se pueden sentir muy a gusto por ser una iglesia tan dispuesta a la misión. Pero yo deploro esa forma de dar, y creo que el apóstol Pablo lo haría también.

No, el dar debe provenir del deseo de solucionar una necesidad, no del deseo de ganar una reputación como iglesia que da un montón de dinero. Jesús nos advirtió sobre eso: "Si usted da para ser visto de los hombres, ya ha obtenido su recompensa, que es ser visto por los hombres. Ya está. No espere nada más" (Mateo 6:1-2). Pero si usted da porque sabe que Dios le ha dado y quiere compartir la bendición que Dios está llevando a cabo, entonces: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación [presión], porque Dios ama al dador alegre”.

Luego, el segundo principio que Pablo resume es: La verdadera dádiva debe ser una dádiva esperanzada. Usted está tratando con Dios, y Él es capaz de devolver lo que le da. Mucha gente se pone nerviosa con esto. Dicen: "Bueno, eso es dar para que te devuelvan. Eso es dar egoístamente". Bueno, es posible convertirlo en un estilo egoísta de dar, lo admito, pero no hay nada malo en reconocer que usted será beneficiado por dar, porque la Palabra en todas partes nos dice eso. Si usted no da, le va a ocurrir algo. Usted se va a volver estrecho, rígido; los límites de su experiencia se estrechan y reducen, y usted se convierte en una persona tensa, miserable y avara.

Pero, por otro lado, aquellos que aprenden a dar y dan por las razones correctas se vuelven generosos, misericordiosos, con una mente que se eleva a Dios. De esto está hablando Pablo aquí. Dios es capaz de devolver. No está mal que usted dé teniendo eso en mente, ya que todo lo que tenemos, en última instancia, viene de Él. Cuando usted se come una rebanada de pan debería recordar que "tras el pan está la harina, y tras la harina el molino, y tras el molino el campo de trigo, la lluvia, y la voluntad del Padre". Por lo tanto, todo viene de Su mano. Él puede dar, nos dice Pablo (versículo 8):

Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra... (2 Corintios 9:8)

Así que dé y le será dado de vuelta, dijo Jesús. Los hombres derramarán bienes para usted en la medida en que usted aprenda a dar: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38). Versículo 9:

... como está escrito:
"Repartió, dio a los pobres,
su justicia permanece para siempre."

Y el que da semilla al que siembra y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia... (2 Corintios 9:9-10)

Eso no está mal. Si usted da para poder tener más que dar, está usted justo en la línea de los planes de Dios. Eso es exactamente lo que Él quiere. Ahora bien, eso no es para que se lo gaste en usted mismo. Nuevamente aquí entra el motivo como pauta para guiarnos. Si usted da para tener más para disfrutar, entonces está dando por el motivo equivocado. A muchos cristianos se les enseña eso hoy día.

Después del servicio de esta mañana una mujer se acercó a mí y me habló de su hermano, el cual es graduado de una universidad cristiana en esta zona. El líder de la facultad le dijo que, si él daba, Dios le devolvería, de modo que nunca tendría escasez material en su vida. El muchacho le había pedido a Dios 50 mil dólares. No los consiguió y su fe estaba empezando a vacilar por eso. Sentía, porque de hecho así se lo habían enseñado, que está mal que un cristiano sea pobre, que, si usted sigue dando, Dios le hará rico. Esto es una aplicación retorcida y distorsionada de este pasaje.

Ya les conté antes lo que un amigo mío contestó a una carta en la cual le decían: “Usted no puede dar más que Dios. Hemos echado cuentas, por lo tanto, si usted y todos los demás que oyen nuestro programa nos mandan 67 dólares, tendremos todo el dinero que queremos, y Dios les devolverá a ustedes cinco veces más”. Él les contestó: “Me creo eso. Creo que ustedes no pueden dar más que Dios. Pero les diré una cosa: Denme los 67 dólares a mí, y Dios les dará a ustedes cinco veces más. ¡Así ustedes tendrán la cantidad mayor!”. Por alguna razón lo quitaron de la lista del correo. A Dios le encanta dar, pero Su devolución no es siempre, de ningún modo, una devolución material. Eso es lo que los siguientes versículos siguen mostrándonos. Versículo 11:

... seáis ricos en todo para toda generosidad, la cual produce, por medio de nosotros, acción de gracias a Dios, porque la entrega de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios. Ellos, por la experiencia de este servicio glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la generosidad de vuestra contribución para ellos y para todos. De igual modo, en su oración a favor de vosotros, os aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. (2 Corintios 9:11-14)

¿Ve lo que está diciendo? Está diciendo que, si usted da según la ley de la cosecha, Dios le devolverá. Y será de esta forma: Primero, despertará la gratitud de aquellos a los que da. Nosotros hemos tenido en muchas ocasiones en esta congregación la alegría de tener gente que se pone de pie y da gracias, algunas veces con lágrimas corriendo por sus mejillas, por la respuesta que la gente en este cuerpo ha dado a una necesidad física o material que tenían. Quiero decirles que ha habido muchas veces que he estado orgulloso de esta congregación por su respuesta a una llamada. No sé de ninguna necesidad que haya sido expuesta ante ustedes a la que alguna gente, o a veces mucha gente, no hayan respondido muy generosamente. Estoy encantado por eso. Es una recompensa maravillosa a nuestras dádivas ver gente conmovida, bendecida y ayudada y dando gracias por ello.

Pero eso no es todo. Según el apóstol Pablo, no sólo se despierta gratitud en los corazones de la gente, sino que, segundo: los anima a que oren por usted. Usted que dio se convierte en el objeto de las oraciones de otros. Eso es lo que dice Pablo: “en su oración a favor de vosotros, os aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros”. Y cuando la gente ora por usted, usted se convierte en el beneficiario de la bendición de Dios en maneras que usted, quizás, nunca sabrá completamente hasta que llegue a la gloria. Pero el cielo comienza a abrirse y a derramar bendiciones en maneras que usted nunca podría identificar, ni siquiera sospechar, porque la gente está orando por usted.

Y tercero, se glorifica a Dios con la acción de gracias de muchos. ¡Cómo agrada a Dios ver que Su pueblo responde generosamente a las necesidades! “La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre", dice Santiago, "es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). Pablo concluye todo esto con este apunte. Dice en una oración breve:

¡Gracias a Dios por su don inefable! (2 Corintios 9:15)

Dar es algo de Dios, y en todas partes de las Escrituras se nos recuerda que hemos de dar porque se nos ha dado a nosotros. Por tanto, somos animados por un pasaje como este a sembrar con mano pródiga, a dar generosamente, a darnos cuenta de que tenemos abundancia, tenemos dinero de más que supera nuestras necesidades, precisamente para que podamos tener algo que dar a aquellos que tienen menos. Aprovéchese de eso. Jesús lo expresó tan bella y sencillamente como jamás pudo ser dicho: “... de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8b). Ese es el motivo fundamental de Dios y el motivo para incentivar nuestra donación cristiana.

Oración:

Señor, ciertamente hemos recibido mucho de Tu mano. No lo merecemos, pero se nos ha dado en Jesucristo. Cuando recordamos que Tú no escatimaste a Tu propio Hijo, sino que gratuitamente lo entregaste por todos nosotros, ese regalo inefable, también somos alentados a esperar que gratuitamente nos darás con Él todas las cosas. Que ese regalo gratuito de Tu parte nos estimule a solucionar las necesidades que nos rodean. Ayúdanos a ser cumplidores, a darnos cuenta, buscando lugares donde dar, sabiendo que eso aumenta nuestro gozo y deleita Tu corazón; que eso además produce efectos maravillosos en nosotros cuando damos. Pedimos esto en el nombre de Jesús. Amén.