Man-made Columns in Ruins Surrounded by God’s Solid Rock

Pautas para dar

Autor: Ray C. Stedman


Los capítulos 8 y 9 de la 2ª carta a los corintios tratan en su totalidad de la donación cristiana, no de una forma de dar tacaña, miserable o de mala gana, ni de una forma de dar descuidada, derrochadora y descontrolada, sino abundante, generosa, amable y sincera, lo que Pablo llama “donación alegre”. Lo sorprendente es que Pablo hace todo esto en dos capítulos ¡sin mencionar el dinero ni una sola vez! Así que, no vamos a hablar de dinero, pero vamos a hablar de dar. Él empieza en el capítulo 8 con un ejemplo de lo que es dar que él encontró cuando estuvo en Macedonia.

Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, porque, en las grandes tribulaciones con que han sido probadas, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad.  Doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor y luego a nosotros, por la voluntad de Dios. (2 Corintios 8:1-5)

El trasfondo de esto es la gran hambruna que golpeó la tierra de Palestina (reseñada también en 1ª de Corintios), por la cual mucha gente fue privada de su sustento. Hubo una gran sequía, muy semejante a la que tuvimos en California hace unos cuantos años, que resultó en una hambruna en la cual muchos de los cristianos de Jerusalén sufrieron porque no tenían suficiente para comer. Cuando llego a Pablo noticia de esto, decidió contar con la ayuda de las iglesias gentiles para aliviar a los cristianos judíos. Pensaba que era una manera maravillosa de expresar la unidad del cuerpo de Cristo y del derribo del muro de separación entre los judíos y los gentiles, así que dondequiera que iba, les hablaba de la necesidad en Jerusalén. Cuando lo mencionó en estas iglesias de Macedonia (las iglesias de Filipos, Tesalónica y Berea), la respuesta fue tremenda, y eso le animó enormemente, como cuenta a los corintios.

En esta respuesta de Macedonia tenemos un ejemplo maravilloso de la forma de dar sincera. Estoy encantado de haber llegado a estos dos capítulos en esta carta, porque veo que la mayoría de los cristianos hoy día ―y recalco que es la mayoría― no entiende cómo dar apropiadamente. Muchos de ellos están dando por los motivos equivocados, de manera equivocada, o no dando en absoluto, así que necesitamos desesperadamente alguna enseñanza en este aspecto. Aquí el apóstol mismo nos instruirá. Miremos al ejemplo de los macedonios en lo que se refiere a dar: Fíjese en que lo primero en que el apóstol incide es en que la verdadera dádiva se origina en la gracia de Dios. Miren el versículo 1 otra vez:

Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia... (2 Corintios 8:1)

Si tuviera que poner eso en una escala del uno al diez, diría que lo clasificaría absolutamente en el número uno como motivo para dar. El único motivo verdadero para dar es la gracia de Dios, la bondad de Dios hacia usted. Si Dios no ha hecho nada por usted, entonces, por lo que más quiera, no le dé un céntimo. Pero si lo ha hecho, entonces vuélquese en la medida de lo que ha recibido. Ese es siempre el razonamiento de las Escrituras. En el Nuevo Testamento nunca se nos da una ley para dar. No se nos impone como un deber que tenemos que cumplir para pagar los gastos de la iglesia. Se nos da, más bien, como un privilegio del que podemos participar, para expresar la gratitud de nuestros corazones por la gracia que Dios ya ha dado.

Hay un montón de razones que mueven a la gente a dar. Sé que mucha gente, quizás muchos de ustedes aquí mismo, están planeando dar algo que desgrave, para así no tener que dárselo al gobierno. ¡Gracias por preferirnos a nosotros al gobierno! Estamos encantados de que haga eso, pero si ese es su único motivo para dar, no es adecuado. Una desgravación no es suficiente. No es que no vayamos a recibir el dinero ―lo recibiremos porque Dios debe tenerlo y usarlo para Sus propios propósitos―, pero eso no le va a ayudar en nada a usted. Dar no es tanto algo que usted hace por los demás, como algo que hace por usted mismo, porque tiene un efecto tremendo sobre su propia vida. Una desgravación no consigue eso.

Alguna gente da para ganarse una reputación. Es llamativo que la primera muerte de la que tenemos noticia en la iglesia ocurrió cuando una pareja, Ananías y Safira, decidieron ganar una buena reputación por dar que no merecían. En el quinto capítulo de los Hechos, leemos que otra gente estaba donando propiedades. Esta pareja pensó que entrarían en el honor y prestigio que estaban ganando los que generosamente daban, así que donaron alguna propiedad. Pero fingieron que daban todo lo que tenían, cuando en realidad no era así. Cuando el Espíritu Santo se ocupó de esa manera hipócrita de dar, lo hizo muy severamente.

A Dios le importan mucho los motivos. Conozco a algunaspersonas que han dado porque tenían miedo de morir y querían ganar puntos con Dios. He conocido a hombres que dieron cientos de miles de dólares porque creían que ello les ayudaría en su comparecencia ante el tribunal del juicio de Dios. Pero no daban para ayudar a la causa de Dios. No tenían más sentido para la obra de Dios que un santo con dos pistolas. Daban para ganarse una reputación por dar. Todos estos motivos están mal.

Estos macedonios dieron porque sus corazones fueron movidos por la gracia de Dios. La extensión de su dádiva es destacada por el apóstol. Ellos ignoraron todas las posibles excusas para no dar. Según Pablo, estaban pasando por una dura prueba de aflicciones, es decir, estaban siendo perseguidos. Por supuesto, eso les haría inclinarse a aferrarse a sus propiedades o dinero, porque no sabían lo que podrían necesitar. Al mismo tiempo estaban sufriendo una pobreza extrema, posiblemente a causa de la persecución. Qué buena excusa hubieran tenido para decirle a Pablo: “No nos hables de los santos de Jerusalén; nosotros mismos estamos a punto de morirnos de hambre. No podemos mandar nada”. Pero ellos habían sido tocados por la gracia de Dios. Pablo dice que su severa prueba de aflicción y su extrema pobreza, en lugar de ser un motivo para no dar, en realidad se convirtió en un motivo más para dar. Ellos entendían lo que la gente siente cuando pasa por una pobreza extrema. Habían sido tan bendecidos que querían dar, y dar abundantemente. Pablo sigue señalando que ellos en realidad se superaron a sí mismos dando. Dice que no sólo dieron “conforme a sus fuerzas”, sino que dieron “más allá de sus fuerzas”.

Oí de un hombre a quien le pidieron una ofrenda y dijo: “Bueno, puedo dar 10 dólares y no notarlo”. El encargado dijo: "¿Y por qué no da 20 y lo nota?". Es sólo cuando usted lo nota que la bendición de dar llega.

Los macedonios dieron más allá de sus fuerzas. Se rascaron el bolsillo y pidieron el privilegio de hacerlo así. Aquí es donde está el ejemplo asombroso. Evidentemente Pablo era reacio a contarles las necesidades de Jerusalén porque no pensaba que pudieran responder. Pero, cuando ellos oyeron sobre el asunto le preguntaron si no les dejaría hacer una colecta para dar a esta gente necesitada de Jerusalén. Una de las grandes señales de que un corazón ha sido verdaderamente tocado por la gracia de Dios es que considera que dar es un privilegio.

Tuvimos a una mujer en esta iglesia durante muchos años a quien le encantaba dar. De hecho, los bancos en los que están sentados fueron donados por ella. Solía venir a mí y darme un cheque cada dos por tres y luego, a veces, un cheque muy grande. Se le saltaban las lágrimas al dármelos y solía decir: “Oh, señor Stedman” (Ella me llamaba así; ¡es la única que alguna vez lo hizo, creo!), “yo cumplí 62 años antes de entender la gracia del Señor Jesús, a pesar de haber sido miembro de la iglesia toda mi vida. Considero un gran privilegio dar en Su nombre”. Y decía estas palabras muy de verdad. De ese modo actuaban los macedonios. Pidieron el privilegio de dar, y tuvieron la prioridad por derecho. Pablo dice: “a sí mismos se dieron primeramente al Señor”. Esa es la clave de un corazón dadivoso. Lo que usted piensa de sus posesiones es muy revelador. Estos macedonios entendían que todo lo que tenían pertenecía a Dios. Primero se dieron a sí mismos, y cuando usted se da a sí mismo, también ha dado todo lo que tiene. ¿Ha notado alguna vez que no hay diezmo en el Nuevo Testamento?

Ni una sola vez en las epístolas leerá jamás que se les pida a los cristianos el diezmo. A muchos cristianos hoy día se les enseña a dar el diezmo, pero yo siempre lamento oír eso, porque eso no es una enseñanza del Nuevo Testamento. El diezmo era una tasa que se imponía a la gente con el propósito de mantener al clero sacerdotal, un grupo separado de gente que hacía cosas religiosas. Cuando usted llega al Nuevo Testamento encuentra que el sacerdocio, en cierto sentido, ha sido eliminado. Ahora cada cristiano es un sacerdote. Somos un reino de sacerdotes, las epístolas nos lo dicen, y no hay ninguna colecta especial o tasa para mantenerlo. Depende de nosotros dar voluntariamente, en la medida que nuestro corazón sea movido y empujado por la gracia de Dios. Eso es lo que estos macedonios hicieron. Ellos comprendieron que una vez que usted se ha dado a sí mismo es fácil dar cualquier otra cosa. Esa es la clave. La actitud cristiana apropiada hacia las posesiones se refleja en el himno que cantamos:

No te damos sino lo que es Tuyo,
cualquiera que sea la dádiva:
todo lo que tenemos es sólo Tuyo,
un depósito, oh Señor, que nos confiaste.

Usted no toma el diez por ciento y se lo da al Señor, y el 90 por ciento sigue siendo suyo. Eso no es la donación cristiana. El cien por cien pertenece a Dios. La verdadera actitud cristiana es: “Todo es Tuyo, Señor. Haz lo que quieras con ello. Cualquier cosa que me digas que haga con ello, la haré, porque te pertenece a Ti, no a mí. Sólo soy un administrador, un depositario, responsable de distribuirlo por el amor de Tu nombre”. Esto es lo que estos macedonios habían visto, y, por tanto, habiéndose dado a sí mismos, libremente continuaron con todo lo que tenían.

Esta es también la enseñanza de Jesús. Una vez le preguntaron si la gente debería pagar impuestos o no. Él pidió una moneda y, sosteniéndola en alto, dijo: “―¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le dijeron: —De César. Y les dijo: —Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:20-21, Marcos 12:16-17, Lucas 20:24-25). ¿Quién tiene la imagen de Dios? Usted la tiene, ¿no es así? Usted está hecho a Su imagen; usted lleva grabada Su imagen. Désela a Dios entonces. Eso es lo que Él quiere. Cuando usted da esto, todo lo demás va detrás. Usted tiene cosas en depósito para ser usadas siempre que Él le haga saber que hay necesidad de ellas. Eso es una entrega cristiana adecuada. Así que estos macedonios se convirtieron en modelo para otras iglesias, Pablo continúa diciendo, en el versículo 6:

De manera que exhortamos a Tito, para que tal como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia. Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud y en vuestro amor por nosotros, abundad también en esta gracia. No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro. (2 Corintios 8:6-8)

Note cuán cuidadosamente evita presionar. No está coaccionando a esta gente. No dice que tienen que dar. No está intentando hacerles sentir culpables. No dice: “Ahora veamos si podéis superar a los macedonios. Vamos a poner dos marcadores cuando llegue a Corinto. Uno mostrará lo que dieron los macedonios y el otro lo que dais vosotros, y será mejor que intentéis hacerlo por lo menos tan bien como ellos”. No, no hay nada de esto; no hay presión. “No hablo como quien manda”, dice. Su razonamiento es este: “Los macedonios dieron porque su amor era auténtico. Fueron movidos por la gracia de Dios. Si ustedes dan en base a eso, ustedes también pueden demostrar que su amor es tan genuino como el de ellos”. Sin presión, les exhorta a considerar lo que es dar: una manifestación de un corazón que ha sido tocado por el amor y la gracia de Dios. Eso, por supuesto, conduce al más alto ejemplo de todos, el supremo ejemplo de dar de Jesucristo. Versículo 9:

Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos. (2 Corintios 8:9)

Este pequeño y precioso versículo casi desafía cualquier explicación, ya que expone el caso tan perfectamente. Una vez más la gracia está en la esencia del acto de dar: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo”. Nosotros cantamos:

En la cruz su amor Dios demostró
y de gracia al hombre revistió
cuando por nosotros se entregó
el Salvador.

Eso es lo que Pablo sostiene para que lo veamos como ejemplo de lo que significa dar. Hubo un tiempo en que Jesús era rico. (Usted puede buscar en los evangelios, pero no lo encontrará ahí.) Él no fue rico en la tierra, aunque algunas veces se alojó con gente rica. Tuvo amigos y vecinos que eran ricos; algunos de los que le seguían eran ricos, pero Él mismo no tenía nada en absoluto. Pero una vez fue rico, según este versículo. ¿Cuándo fue eso? ¿Recuerda usted cuando, en el discurso del aposento alto, en la oración de Jesús recogida en Juan 17, Él ora al Padre y dice: “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiera” (Juan 17:5)?

No sé si Él recordaba aquello o no, pero ese es un muy maravilloso y esclarecedor versículo que indica que Él sabía que hubo un tiempo en que era rico, cuando todo en el universo le pertenecía. Todas las huestes celestiales se inclinaban en continua adoración de Su nombre, y cientos de miles estaban listos para correr a Su mandato. Lo poseía todo, todo era Suyo, pero Él lo abandonó voluntariamente y se empobreció a Sí mismo deliberadamente. Como Pablo dice en Filipenses: “se humilló a sí mismo” (Filipenses 2:8b) y se hizo hombre, nada más que un hombre pobre.

¿Recuerda cómo constantemente lo pedía todo prestado? Fue el más grande gorrón de la historia; lo digo reverentemente. Siempre estaba pidiendo prestado. No tenía nada propio. Pedía comida, ropa, pidió prestada una moneda para ilustrar una enseñanza, pidió prestado un burro para entrar en la ciudad de Jerusalén, y finalmente tuvo que tomar prestada una tumba en la cual yacer. Una vez hubo una ocasión en la que les dijo a los discípulos que se fueran todos a sus casas, pero Él se fue al Monte de los Olivos. No tenía un hogar donde ir, ni un lugar donde reposar Su cabeza. ¿No es asombroso?

¿Por qué hizo esto? ¿Por qué se hizo pobre? Pablo nos recuerda que fue para que pudiéramos ser ricos. ¿Ha pensado usted en lo rico que el Señor le ha hecho? Justo el otro día, en medio de todo el tumulto de la escena internacional que vemos en los reportajes, yo estaba pensando qué cosa tan terrible sería tener que vivir hoy día sin el Señor. ¿Le gustaría tener que hacer eso, ahora que lo conoce? ¿Le gustaría tener que abandonar todo el gozo, toda la paz, todo el sentimiento de perdón, todo el alivio de la carga de culpabilidad; abandonar la sensación de Su presencia, de una fuente de poder disponible para usted, para cualquier cosa que necesite hacer, de una provisión continua de gozo y alegría y restauración, de todo lo que enriquece su vida? Vi en televisión no hace mucho un homenaje a Frank Sinatra, uno de los hombres más ricos de nuestra generación y un ídolo de millones por todo el mundo. Mientras lo miraba me dije a mí mismo: “No me cambiaría por ese hombre ni por un millar de homenajes como ese”. Él está afligido por la pobreza y va camino de una pobreza aun más extrema, mientras que yo no tengo más que alegría que aumenta y riquezas que me esperan. Yo no me cambiaría por él, ¿y usted?

¡Qué ricos nos ha hecho Jesús!. Él se hizo pobre para que pudiéramos ser ricos. Cuando uno piensa en eso, ¡qué malo parece negar nuestros bienes a aquellos que están en necesidad alrededor de nosotros! ¿Cómo podemos guardarnos nuestra abundancia cuando nuestros hermanos y hermanas están necesitados? Quizás este podría ser un buen momento para llamar su atención hacia la “Hoja de necesidades” que se publica cada semana aquí en el boletín de la iglesia. Usted no tiene que ir a Jerusalén para encontrar santos necesitados. Aquí hay algunos:

#5 Se necesita desesperadamente casa de acogida para chico de 14 años.

Aquí hay una oportunidad para cambiar la vida de un adolescente para siempre.

#8 Se busca a alguien para cuidar a un niño de 4 años los jueves por la tarde de 7 a 9 mientras su madre asiste a un estudio bíblico que necesita mucho. No puede pagar.

Aquí hay una necesidad que una joven madre desesperada tiene. Seguro que sus corazones deberían responder a necesidades como esta.

#9 Se necesita transporte los lunes, miércoles y jueves desde Palo Alto hasta el Centro Médico Valley. Estoy pasando cuatro horas al día en el autobús.

Bueno, quizás usted no va por esa ruta; quizás sólo va un día a la semana en esa dirección. Pero sea lo que sea que podamos hacer por estas necesidades, será la manifestación de un corazón que ha sido tocado por la gracia de Dios.

#12 Sally y Mitchell Sloan necesitan platos y un cubo de la basura.

¿Ha pensado alguna vez que podría satisfacer una necesidad con un cubo de basura? Lea la lista cada semana y vea qué puede hacer para responder a las necesidades de hermanos y hermanas de estos alrededores. Eso es una manifestación de la gracia de Dios. El apóstol ahora vuelve a los asuntos prácticos en Corinto e instruye a los corintios precisamente sobre lo que Dios espera de un corazón que ha despertado. En este pasaje tenemos algunos principios maravillosos para la donación. Versículo 10:

En esto doy mi consejo, porque esto os conviene a vosotros, que comenzasteis antes, no sólo a hacerlo, sino también a quererlo, desde el año pasado. Ahora, pues, llevad también a cabo el hacerlo, para que, así como estuvisteis prontos a querer, también lo estéis a cumplir conforme a lo que tengáis, porque si primero está la voluntad dispuesta, será aceptado según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. (2 Corintios 8:10-12)

Evidentemente, cuando Tito los visitó por primera vez en Corinto les anunció la necesidad de los santos en Jerusalén, y muchos habían prometido dar para esa necesidad. Prometieron hacer una colecta, pero en realidad nunca fue hecha; así que ahora, un año más tarde, Pablo se lo recuerda. Aquí hay una insinuación de que algunos corintios habían indicado que ahora eran incapaces de dar la cantidad que habían prometido antes, así que están esperando hasta que lo reúnan todo antes de darlo. (Pueden haberse preocupado por la Ley, que exigía que si alguien hace un voto a Dios debe cumplirlo.) La Ley advierte que si usted hace un voto a Dios, no lo ignore, porque Él oye ese voto y espera que lo cumpla.

Pero Pablo dice: “No lo retraséis. Dad lo que podáis, “porque [como pone en el versículo 12] si primero está la voluntad dispuesta, será aceptado según lo que uno tiene, no según lo que no tiene”. Así que cuando la necesidad existe, dad lo que podáis. Esa es la cuestión. Si no es tanto como dijisteis que daríais, Dios lo entiende. Él conoce vuestro corazón y no está pidiendo algo que no tenéis. Él se deleita en el que da todo lo que puede. Eso es lo que le complace. Más adelante dirá: “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Quiere decir que Dios ama al que siente que cualquier cosa que la donación pueda hacer es mucho más importante que el valor de lo que se da. Este es un gran principio en lo que se refiere a dar. Dé conforme a lo que tenga. No se preocupe si no es tanto como le gustaría que fuese, ni siquiera tanto como dijo que sería. Otro principio surge aquí en los versículos 13 al 15:

No digo esto para que haya para otros holgura y para vosotros escasez, sino para que en este momento, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: «El que recogió mucho no tuvo más y el que poco, no tuvo menos. (2 Corintios 8:13-15)

Algunos han tomado la mención de la palabra “igualdad” como justificación de una especie de socialismo cristiano, de que tiene que ser diseñado algún sistema para que la riqueza se redistribuya de vez en cuando y así todos tengan una “igualdad”, que todos tengan la misma cantidad. Pero eso es malinterpretarlo muy severamente. Eso no es lo que Pablo dice. Él no está discutiendo una igualdad de cantidad. Está discutiendo una igualdad de respuesta: “Ahora es vuestro tiempo de dar, porque puede ocurrir pronto que podáis perder todo lo que tenéis, y entonces será vuestro turno de recibir”. Eso es igualdad. Él no está diciendo que quiere trabajar para que el otro pueda jugar: “No digo esto para que haya para otros holgura y para vosotros escasez”. Ni quiere decir: “Quiero que me deis, y yo (como hace el gobierno) tomaré el 80 por ciento para mis gastos y entregaré el 20 por ciento a Jerusalén”. No, no está diciendo eso. Por lo que a él respecta, la cantidad completa iba a llegar a Jerusalén.

Lo que él está diciendo es: “Ahora resulta que tenéis más de lo que necesitáis, y ellos tienen menos, y la razón por la que tenéis más de lo que necesitáis es para que podáis dar a aquellos que tienen menos”. Él respalda esto con esta cita del libro de Éxodo: “no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco” (Éxodo 16:18b). Esto sale de la historia del maná que caía en el campo para alimentar a una gran multitud de dos millones de personas. Ellos no sabían lo que era, así que lo llamaron “maná”, que significa “¿qué es esto?”. (¿Se pueden imaginar comer “¿qué es esto?” durante cuarenta años?) Cuando salían a recogerlo algunos eran capaces de recoger más que otros. Quizás tenían recipientes más grandes o trabajaban más rápido; por varias razones algunos recogían mucho y otros recogían poco. Pero según la historia de Éxodo, lo sorprendente era que cuando lo juntaban todo en el campamento y empezaban a ponerlo en platos, aquellos que tenían más de lo que necesitaban daban a los que tenían menos, de modo que estaba exactamente igualado; todos tenían exactamente lo que necesitaban. Pablo lo usa como una parábola. Dice: “Esa es la intención de Dios. Dios está detrás de lo que tenéis”.

Oigo a alguna gente presumir de que son hombres hechos a sí mismos, arrogándose el mérito del hecho de tener tanto porque fueron prudentes o fueron muy astutos en sus inversiones. Bueno, esas cosas tienen validez para ellos, lo reconozco, pero no es por eso por lo que tienen mucho. Ustedes y yo conocemos a gente que no tiene ninguna sabiduría en absoluto, que son descuidados, y sin embargo tienen todo lo que pueden gastar y encima mucho más. ¿Por qué hay desigualdades en las posesiones? La respuesta es: Dios lo hace. Dios da a algunos más de lo que necesitan, para que puedan tener el gozo de dar a alguien que tiene menos. Quizás, en otra ocasión, se lo quitará, para que puedan saber lo que se siente también al recibir. Dios lo determina todo.

El doctor Donald Grey Barnhouse, el gran expositor bíblico, fue pastor durante años de la Décima Iglesia Presbiteriana de Filadelfia. Acostumbraba a tener una especie de debate después del mensaje, muy parecido al que tenemos aquí los domingos por la mañana, en el que la gente podía hacerle preguntas. En una de estas preguntas, una persona bastante escéptica dijo: “Doctor Barnhouse, ¿qué explicación da al hecho de que casi dos millones de personas pudieran vivir en un desierto durante 40 años? ¿Cómo explica semejante cosa? El Dr. Barnhouse contestó con una palabra: “Dios. Siguiente pregunta, por favor”.

Sí, Dios. Dios le da lo que tiene. Dios le dio a usted la oportunidad de ganar dinero. Usted no lo consiguió gracias a su listeza. Hay personas diez veces más listas que usted que lo han intentado duramente pero no se las arreglaron. Dios da estas oportunidades para que podamos aprender el gozo de compartir con aquellos que nos rodean que tienen necesidades. Pablo lleva a estos cristianos corintios a reconocer eso. Él sigue diciendo mucho más acerca de la responsabilidad de dar, su práctica real, etc., pero vamos a dejar eso para la semana que viene. Vayámonos con este pensamiento en nuestras mentes y corazones:

Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos. (2 Corintios 8:9)

Oración:

Gracias, Señor, por el gozo de dar. Gracias por pedirnos que demos, no tanto porque quieras que se satisfagan las necesidades de otros, como porque quieres que nos ocurra a nosotros algo. Cuando damos, hay cosas que empiezan a suceder dentro de nosotros: nos volvemos más amables, más generosos, más relajados, más abiertos, gente más amorosa. Sabemos cuán desesperadamente necesitamos eso. Gracias por la ya generosa dádiva de muchos de esta congregación. Que también nosotros aprendamos a dar, pues es más bienaventurado dar que recibir. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.