Master Washing the Feet of a Servant
El Gobernante que sirve

La extravagancia del amor

Autor: Ray C. Stedman


Hemos llegado al capítulo catorce de nuestra serie de estudios en el evangelio de Marcos. Como recordará usted, Marcos nos está llevando a aquellos momentos memorables de la última semana que habrá de pasar nuestro Señor en Jerusalén y sus alrededores, justo antes de Su crucifixión y Su resurrección. En este capítulo, Marcos hace algo que ha hecho con frecuencia en su evangelio: reúne varios sucesos y temas que sucedieron en diversos momentos durante esa semana y deliberadamente los coloca unos junto a otros, para que podamos ver el contraste de varios de los que enfatiza. Como si fuese un gran pintor, traza dos líneas de la verdad, llevando esa línea de pensamiento que gira alrededor del odio, y la que gira alrededor del amor, y uniéndolas. En los versículos 1 y 2 nos encontramos con el relato que nos ofrece Marcos del odio que sentían los sumos sacerdotes por Jesús, seguido de la historia del amor que sentía María de Betania por Él. Luego, en los versículos 10 y 11, nos encontramos con la historia del creciente odio de Judas y su enemistad contra Jesús, seguido por el relato del amor que siente Jesús por Sus discípulos, como queda patente durante la última cena de la Pascua que celebran juntos, y la mezcla de estos dos temas en la revelación hecha por Jesús de la traición de Judas, sentado a la mesa con el Señor. Comencemos con las palabras que suscitaron el odio de los sumos sacerdotes:

Dos días después era la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura. Los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderlo con engaño y matarlo. Y decían: "No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo". (Marcos 14:1-2)

Como nos da a entender aquí Marcos, aquellos sumos sacerdotes se daban cuenta de que les quedaba poco tiempo, que si habían de actuar, lo tenían que hacer pronto. Se acercaba la fiesta de la Pascua y de los Panes sin levadura. Josefo, el historiador judío, nos dice que en las fiestas de la Pascua en ocasiones había hasta tres millones de personas en Jerusalén y en los pueblos colindantes, llegando los peregrinos de todas las partes de la tierra. La Pascua sólo se podía celebrar en Jerusalén, de manera que la ciudad estaba abarrotada de extraños de diferentes partes del mundo. Los sumos sacerdotes y los escribas sabían que si prendían a Jesús en el momento culminante de la fiesta, podían suscitar un alboroto, por lo que querían actuar de antemano. Como no les quedaban más que dos días, tenían un profundo sentido de la urgencia que rodeaba a su malévola amenaza, algo que es siempre característico del odio. El odio no puede nunca esperar y tiene que actuar tan pronto como se le presenta una oportunidad.

Además Marcos deja claro que aquellos sacerdotes se sentían motivados por el sentido de su propia situación. ¿Por qué querían matar a Jesús? Porque Su sistema de enseñanza y todo Su estilo de vida era una amenaza para ellos. Ellos estaban intentando hacerse pasar por hombres de Dios, por hombres religiosos, hombres cuyos intereses y preocupaciones eran aliviar la aflicción y el sufrimiento de otros, pero cuando Jesús enseñaba les desenmascaraba, veía a través de la hipocresía de ellos y ponía de manifiesto que eran unos mentirosos. Eso era una amenaza para ellos, por lo que estaban dispuestos a acabar con Él.

Marcos nos muestra al mismo tiempo que aquellos hombres tenían mucha prisa. Tenían que moverse de manera subrepticia y tenían que prenderle en secreto, algo que también es característico del odio. El odio se mueve tras el escenario, y no actúa abiertamente si se puede evitar.

En agudo contraste con esta situación, Marcos nos ofrece un relato de lo que pasó en Betania. De hecho, sucedió pocos días antes de esto, porque Juan nos dice que fue seis días antes de la Pascua. Marcos se limita a contarlo y no lo hace en orden cronológico, sino como algo que contrasta con el odio de los sumo sacerdotes. Es la historia del amor de María de Betania:

Estando en Betania, sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho valor; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Entonces algunos se enojaron dentro de sí, y dijeron: "¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?, pues podría haberse vendido por más de trescientos denarios y haberse dado a los pobres". Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: "Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tenéis a los pobres con vosotros y cuando queréis les podréis hacer bien; pero a mi no siempre me tendréis. Ésta ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella". (Marcos 14:3-9)

Aquí tenemos un maravilloso relato del amor de esta mujer. Marcos no nos dice su nombre, pero Juan nos dice que se trataba de María, la hermana de Marta y de Lázaro, que aprovechó la oportunidad para ungir la cabeza de Jesús. En este breve relato tenemos tres escenas:

La primera es el acto del sacrificio del amor. Nos lo podemos imaginar: María entra en la habitación con el frasco de alabastro de perfume caro, mientras Jesús está reclinado sobre un sofá. Juan nos dice que ella ungió tanto Su cabeza como Sus pies, ambos perfectamente accesibles a ella, mientras Él estaba reclinado, al estilo oriental, sobre el sofá junto a la mesa. Ella rompe el frasco y derrama todo su contenido sobre Su cabeza y Sus pies, ungiéndole. Es un acto precioso, que llama la atención de todos los presentes.

Y, en segundo lugar, produce una reacción. Marcos nos dice que la primera reacción es de indignación por el hecho de que ella haya derrochado el perfume de esa manera. Juan nos dice que fue Judas el que objetó, algo muy característico de él, que sólo le preocupase el derroche del dinero. Juan nos dice que era un ladrón. Había sido nombrado tesorero de los discípulos, no porque fuese un ladrón, sino porque era bueno con el dinero. Pero como resultado de ello se volvió un ladrón. Siempre hay personas que conceden un valor monetario a las cosas. Parecen saber el precio de todas las cosas, pero no saben el valor de nada. En este relato, Jesús nos advierte acerca de la insensatez de esta actitud, porque si sólo miramos al mundo en términos de dólares y centavos, nos vamos a perder tres cuartas partes de lo que ofrece la vida; y eso es lo que nos quiere enseñar aquí.

En tercer lugar, nuestro Señor toma este precioso incidente y nos enseña su auténtico valor. Dice cinco cosas acerca de él que lo marcan como un acto de gran valor: "Buena obra me ha hecho"; y la belleza de lo que hizo radicaba en su extravagancia. Esta mujer no escatimó nada del perfume, sino que rompió el frasco y derramó todo su contenido sobre Jesús. Era un ungüento caro. Judas, con su mente práctica como computador, calculó que debía de valer unos trescientos denarios. Un denario representaba el salario de un día de un obrero. En estos tiempos de inflación, el sueldo de trescientos días sería considerado como una enorme suma, probablemente unos 10.000 dólares. Pero en aquellos días, un denario valía aproximadamente 20 centavos, por lo que aquel perfume posiblemente valiese 60 dólares, el salario de casi todo un año. En opinión de Judas, aquella mujer había derrochado una enorme cantidad de dinero al derramar aquel perfume sobre Jesús. Era un acto de despilfarro, y ahí precisamente radica su belleza. Jesús dijo: "¡Eso es precioso! No se ha quedado con nada, sino que lo ha derramado todo; lo que ha hecho conmigo es algo precioso".

En segundo lugar, nos dice que lo que hizo fue muy oportuno; era algo que solamente podía hacer en aquel momento: "Siempre tendréis a los pobres con vosotros y cuando queráis les podréis hacer bien; per a mí no siempre me tendréis". Y está bien ayudar a los pobres, pero hay oportunidades que se nos presentan en la vida que hay que aprovechar en ese mismo momento porque no se vuelven a presentar. María lo había sentido y había aprovechado el momento para hacer algo que solamente pudo hacer entonces, porque nunca más se le volvería a presentar una oportunidad como aquella. Fue por la sensibilidad de su corazón por lo que se dio cuenta de que era el momento oportuno, y Jesús lo reconoció.

Entonces, hizo lo que era factible. Es decir, hizo lo que ella pudo. Era todo lo que tenía a su alcance. No podía prepararle una comida porque no quedaba tiempo para eso. No podía hacerle una prenda porque tampoco le daría tiempo. No había ninguna otra cosa que pudiese hacer para demostrar su amor más que aquello, y por eso lo hizo. Hizo lo que pudo, y eso me gusta. Estoy seguro de que el Señor ha llamado nuestra atención a este hecho porque es tan práctico para nosotros. Alguien ha dicho: "No soy más que un hombre, pero soy un hombre. No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo; y lo que puedo hacer, debo hacerlo, y lo que debo hacer, estoy dispuesto a hacerlo.

Esta es realmente la actitud que el Señor nos pide a todos nosotros. No podemos hacerlo todo; no podemos alimentar a un mundo hambriento, pero sí podemos alimentar a una persona. No podemos consolar a todos los corazones solitarios de la tierra, pero sí podemos consolar a uno o dos, y María hizo lo que pudo. Por todas las Escrituras, eso es todo lo que Dios nos pide, que le traigamos lo que tenemos a mano. Puede que algunos de ustedes piensen que llevan vidas aburridas y que nunca han tenido una auténtica oportunidad de servirle, ¡pero sí que la tienen! Eso es lo que nos dice esta historia. Hay algo que puede hacer usted hoy, y si lo hace esperando que Dios lo aproveche y lo amplíe, se encontrará usted con que es posible obtener grandes resultados. Debemos traer nuestros panes y nuestros peces, una comida muy sencilla, y Jesús alimentará a las multitudes. Cuando hacemos lo que podemos, esperando que Dios lo use, ¡esa es una expresión preciosa!

El cuarto elemento de este acto es que fue perceptivo. Nuestro Señor dice: "[Ella] se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura". Es interesante examinar los relatos de las Escrituras y fijarnos en las muchas veces que Jesús dijo a estos discípulos que iba a morir. Les informó una y otra vez que iba camino a la muerte. Ninguno de ellos le creyó, excepto María de Betania. Ella le creyó y se dio cuenta de que había venido con ese propósito, y eso era lo que la motivó. Ella entendió que iba a ser sepultado, y de la misma manera que su amor ansiaba prestarle algún servicio, porque no estaba segura de que volvería a tener una oportunidad de encontrar Su cuerpo y ungirlo para ser enterrado según la costumbre judía, lo hizo en aquel momento. Creo que está claro, basándonos en este relato, que Jesús sabía que ella lo había hecho deliberadamente con ese propósito. ¡Qué gran consuelo debió ser ese para el Señor! De todos los amigos que estaban a Su alrededor en aquellos momentos, solamente ella tiene la suficiente sensibilidad en su corazón como para entender lo que estaba pasando. Para nosotros no hay nada más consolador que ser entendidos en lo que estamos intentando hacer. ¡Cómo debió ella de atender a Sus necesidades por medio de este acto lleno de comprensión!

Finalmente, lo que hizo ella es algo que merece ser recordado. Fue algo memorable, y Jesús dijo: "La historia de este acto precioso será contado en recuerdo suyo dondequiera que sea predicado el evangelio por todo el mundo". Aquí estamos hoy, 2000 años después, cumpliendo esta misma palabra, contando una vez más este acto llevado a cabo por María de Betania, cuando ungió la cabeza y los pies del Señor. Esos elementos constituyen lo que Jesús explica diciendo: "Buena obra me ha hecho".

Inmediatamente, y en contraste con este relato, nos encontramos con el odio de Judas:

Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba oportunidad para entregarlo. (Marcos 14:10-11)

Este es posiblemente una de las partes más tristes de la historia de Judas, ese momento mezquino cuando fue a los sumo sacerdotes, intentando deliberadamente encontrar la ocasión de traicionar al Señor. Actualmente hay algunos eruditos que intentan excusar a Judas, diciendo sencillamente que estaba equivocado, que esperaba que Jesús introdujese el reino, y que tenía en mente aquel programa para Él, y debido a que Jesús no actuó de acuerdo con su plan, Judas estaba sencillamente intentando forzar Su mano. Y a pesar de que estaba equivocado, no tuvo nunca realmente una mala intención. Pero este relato refuta semejante argumento. Fue deliberadamente a los sumos sacerdotes, tomando la iniciativa, con la intención de traicionar a su Señor. Marcos lo destaca con estas palabras: "uno de los doce". Pertenecía al círculo interno, a aquellos en los que Jesús se apoyaba y de los que dependía, a pesar de lo cual, fue a traicionar a su Señor.

Marcos nos dice que lo hizo por codicia y ambición. Nos encontramos nuevamente con esa sensación de urgencia que siempre acompaña al odio. Es algo que tiene que hacer rápidamente y, debido a que es malo, también tiene que hacerlo en secreto. Fue en secreto, motivado por un profundo sentido de ambición. Si unimos todos los relatos del evangelio, nos encontramos con que había urdido su propio plan. Había estado robando del tesoro, a fin de comprar para sí mismo un terreno, que habría de ser suyo cuando llegase al reino. Necesitaba un poco más de dinero, sólo treinta monedas de plata, y fue por esa causa por la que hace un pacto con los sumos sacerdotes, a fin de poder completar su compra. Por lo que no fue más que la avaricia común y corriente lo que hizo que Judas traicionase al Señor. Fue deliberadamente, actuando en frío, con la intención de que le funcionase de ese modo.

Una vez más Marcos introduce el tema del amor. En el final del relato de esta sección, nos muestra el amor de Jesús al celebrar la última fiesta de la Pascua. Nos encontramos otra vez con tres escenas diferentes: primero, la preparación de la Pascua, comenzando con el versículo 12:

El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le preguntaron: "¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la Pascua? Y envió a dos de sus discípulos diciéndoles: "Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y donde entre decid al señor de la casa: ꞌEl Maestro dice: "¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos?"ꞌ. Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto. Haced allí los preparativos para nosotros". Fueron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron lo que les había dicho y prepararon la Pascua. (Marcos 14:12-16)

Una vez más, como pasó en el caso de los arreglos hechos para conseguir el pollino sobre el que entró en Jerusalén, no tenemos que leer nada milagroso en esta señal que dio Jesús a Sus discípulos, en cuanto a cómo poder encontrar el aposento alto. Ambos casos habían sido arreglados por adelantado, habiendo acordado las cosas por adelantado, pero no tienen significado alguno, porque Él lo planeó deliberadamente para que esta fuese la señal. Les dijo: "Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua". Eso seria algo que destacaría (al igual que sucedería hoy en día si saliese a la calle un hombre llevando un bolso), porque era trabajo de mujer. Solamente las mujeres llevaban los cántaros de agua sobre sus cabezas. Puede que un hombre accediese a llevar un pellejo con agua, pero no un cántaro. Los cántaros los tenían que llevar las mujeres. En aquellos días existían las divisiones con respecto al trabajo, de la misma manera que existen en la actualidad. Y supongo que las de la liberación femenina estaban igual de enfadadas en aquellos tiempos como lo están en la actualidad. Él les dijo: "No tendréis ninguna dificultad, porque encontraréis a un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle". Y se encontraron con que pasó tal y como Él les había dicho.

¿Por qué usó ese símbolo? No puedo leerlo sin estar convencido de que nuestro Señor hizo esos arreglos de esta manera porque deseaba decir algo al hacerlo. Los símbolos de Dios siempre tienen un significado si sabemos cómo entenderlos y leerlos. Aquí les está diciendo algo en concreto, y ni siquiera tenemos que adivinarlo, porque las Escrituras nos dicen lo que quería decir aquel símbolo. Hay otra fiesta de los judíos que gira en torno al hecho de que fuese un hombre el que llevase el cántaro de agua. Juan se refiere a dicha fiesta en el capítulo siete de su evangelio. Jesús se puso en pie en la fiesta y dijo a toda la multitud: "Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva" (Juan 7:37b-38). Creo que es eso lo que les está diciendo a Sus discípulos: "No entendéis a dónde vamos. Aunque conocéis algo acerca del simbolismo de esta fiesta del cordero pascual, hay otros elementos de ella que no conocéis, pero seguidme, y de vuestros corazones fluirán ríos de agua viva".

A continuación tenemos una segunda escena, la del aposento alto:

Cuando llegó la noche vino él con los doce. Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: "De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar". Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: "¿Seré yo?". Y el otro: "¿Seré yo?". Él, respondiendo, les dijo: "Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. A la verdad el Hijo del hombre va, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido". (Marcos 14:17-21)

Creo que el recuerdo que tenemos de esta ocasión, la iniciación de la última cena del Señor, es equivocada por causa del cuadro de Leonardo da Vinci. Hemos visto ese cuadro con tanta frecuencia que nos imaginamos a aquellos hombres reunidos alrededor de la mesa, tal y como nos los ha presentado da Vinci. De hecho y como ha dicho alguien, parece que Jesús acababa de decirles: "Todos los que queráis aparecer en el cuadro, ¡venid a este lado de la mesa!". Pero no fue así como sucedió. No estuvieron sentados alrededor de la mesa, y tampoco lo estuvieron en tres lados de la mesa. Estaban recostados en una especie de tumbonas alrededor de una mesita baja, según la costumbre romana, que también observaban los judíos de aquella época. En ese arreglo, la cabeza de Juan el discípulo estaba cerca del pecho de Jesús, pero al otro lado de Jesús, igualmente cerca de él, estaba Judas, de manera que la cabeza de Jesús estaba cerca del pecho de Judas. Esa debió ser la colocación, a fin de hacer posible el intercambio alrededor de la mesa. Cuando Jesús dijo: "Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato, el que me traicionará"; sólo había dos de los discípulos que podrían haber llegado al mismo plato que usaba Jesús, Juan y Judas. Lo que les estaba diciendo a los demás discípulos es que era uno de esos dos.

Con todo y con eso, y a favor de los discípulos, cuando Jesús dijo: "El que me va a traicionar es uno de vosotros doce", ni a uno solo de ellos se le ocurrió decir: "Yo sé quién es". En lugar de eso, miraron a Jesús y le preguntaron: "¿Seré yo?". Cada uno de nosotros reconocemos el sentimiento de que hay algo malo en nosotros, algo en lo que no confiamos, algo que no estamos seguros que no saldrá a relucir en algún momento y que nos obligue a hacer algo que lamentaremos, algo que nos espanta hacer. Algo de esa falta de confianza en nosotros mismos se apoderó de aquellos hombres en aquel momento, y dijeron: "¿Seré yo?". Pero Jesús les tranquilizó diciendo: "No, es el que moja el pan en el plato conmigo".

Otros relatos nos dicen que poco después de esto, le dijo a Judas en privado: "Lo que vas a hacer, hazlo pronto", y Judas se marchó. Pero antes de hacerlo, Jesús les dijo a aquellos discípulos: "El Hijo del hombre va, tal y como está escrito de él", es decir, había sido pronosticado que sería traicionado por uno de los Suyos, y eso se estaba cumpliendo. Pero, y es importante que nos fijemos en esto, Jesús dijo también: "¡Ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado!", no porque esté haciendo algo que no puede evitar, sino porque podría haberlo evitado. Judas no fue empujado a traicionar al Señor; lo hizo porque quiso. Por eso es por lo que Jesús añade lo que son posiblemente las palabras más solemnes que jamás se hayan dicho: "Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido". No creo que saliesen jamás de los labios de Jesús palabras más terribles que esas. ¿No odiaría usted que Él dijese algo así acerca de usted?

Y ahora nos encontramos ante la última escena:

Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo; lo partió y les dio, diciendo: "Tomad; esto es mi cuerpo". Después tomó la copa y, habiendo dado gracias, les dio y bebieron de ella todos. Y les dijo: "Esto es mi sangre del nuevo pacto que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios". (Marcos 14:22-25)

Es evidente que esto es un simbolismo. Nuestro Señor está nuevamente enseñando por medio de símbolos, pero los símbolos son muy significativos. Tomó el pan y dijo: "Esto es mi cuerpo", y partió el pan, que simbolizaba de qué manera iba a ser quebrantado Su cuerpo, y tomó la copa y dijo: "Esto es mi sangre del nuevo pacto", es decir, el nuevo acuerdo que establece Dios con los hombres por medio de la fe y no por las obras; creyendo, y no por lo que puedan hacer. Ese es el nuevo pacto. Entonces les recordó que era el fin, que nunca más volvería a beber de la copa de nuevo, hasta que la bebiese en el cumplimiento del reino de Dios.

Ahora entendemos por qué Marcos coloca este relato junto al de la historia de María de Betania. Porque aquí nuestro Señor está enseñando a estos discípulos que Él les estaba haciendo a ellos lo que María le había hecho a Él. Ella había traído un precioso frasco de alabastro y lo había roto. Les dijo: "Mi cuerpo es ese frasco y voy a ser roto por vosotros". Ella derramó el frasco con todo el perfume que había en su interior, de manera que la fragancia que había en él llenó toda la habitación, como ha llenado toda la tierra en los siglos que han transcurrido desde entonces. Y Jesús dijo: "Derramaré el frasco de mi cuerpo [lo que llama Pedro ꞌla preciosa sangreꞌ], todo él, para que su fragancia pueda llenar vuestra vida y para que llene toda la tierra".

Ayer vi la nueva película, "The Hiding Place" (El refugio secreto), una película maravillosa, así que no se la pierdan. Es una de las películas más poderosas y conmovedoras que jamás he visto. En la película hay una escena en el campo de concentración de Ravensbruck en Alemania. Corrie ten Boom y su hermana Betsie están allí, junto con otras diez mil mujeres más, en las condiciones horriblemente degradantes y espantosas de aquel campo de concentración. Están reunidas con algunas de las mujeres en los barracones, en medio de las camas, pasando frío y hambrientas, cubiertas de piojos, y Betsie está dirigiendo una clase bíblica. Una de las mujeres se burla de ella desde su camastro y se ríe de ellas por adorar a Dios. Comienzan una conversación, y aquella mujer dice lo que normalmente se les echa en cara a los cristianos: "Si vuestro Dios es un Dios tan bueno, ¿por qué permite esta clase de sufrimientos?". De un modo profundamente dramático se arranca unos vendajes y viejos trapos que cubren sus manos, mostrando sus dedos rotos y deformados, y dice: "Soy la primera violinista de la orquesta sinfónica. ¿Es esto lo que ha querido vuestro Dios?". Durante un momento nadie contesta. Entonces Corrie ten Boom se coloca junto a su hermana y dice con palabras sencillas: "No podemos contestar a esa pregunta. Todo cuanto sabemos es que nuestro Dios vino a esta tierra, se convirtió en uno de nosotros, y sufrió con nosotros, fue crucificado y murió, y lo hizo por amor".

Eso es lo que nos está diciendo esta historia a nosotros. Esta es la extravagancia del amor. Cuando usted y yo participamos juntos de la mesa del Señor, Jesús está diciendo: "Mirad, soy yo el que rompe el frasco de mi propio cuerpo, para derramar sobre vosotros el precioso perfume, para que entendáis que ya no es la ley la que gobierna vuestra vida; es el amor".

Oración

Padre nuestro, te pedimos que nos enseñes esta preciosa lección, con ese maravilloso ejemplo del sacrificio realizado por María de Betania, para que nos ayudes a entender que ella no es más que la imagen de un sacrificio mucho mayor, de un acto de amor mucho más precioso, que no podremos nunca olvidar, que se grabará en nuestros corazones y nos enseñará y fortalecerá todos los días de nuestra vida. Señor, ayúdanos a regocijarnos en ello y a dar gracias en este momento a Aquel que nos amó y se entregó por nosotros. Lo pedimos en Su nombre. Amén.