Master Washing the Feet of a Servant
El Gobernante que sirve

Velad

Autor: Ray C. Stedman


Llegamos ahora a la gran profecía de Jesús, que trata acerca de los últimos días antes de que regrese el Rey con poder y gloria. Se encuentra en el capítulo trece de Marcos y es un pasaje al que se le llama familiarmente el discurso del Monte de los Olivos, sencillamente porque Jesús pronunció este discurso sentado en dicho monte, mirando sobre la ciudad de Jerusalén, justo un par de días antes de Su crucifixión y al contemplar el destino que le esperaba a la ciudad en respuesta a las preguntas que le habían hecho Sus discípulos. Nos encontramos con estas preguntas en los primeros versículos del capítulo 13:

Al salir Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: "Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!". Jesús, respondiendo, le dijo: "¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada".

Y se sentó en el Monte de los Olivos, frente al Templo. Entonces Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?". (Marcos 13:1-4)

Este relato deja claro que los discípulos debían de estar bastante molestos por las cosas que había hecho Jesús durante la última semana. Había limpiado el templo y había reprendido y condenado a los dirigentes del templo. Es evidente que los discípulos estaban convencidos de que había sido demasiado duro, y están intentando sacarle alguna explicación acerca de lo sucedido en el templo. Por ello, hacen que se fije en la grandeza de los edificios del templo y en las piedras con las que habían sido construidos. Josefo nos dice que algunas de aquellas piedras eran de doce metros y pico de longitud y cinco metros y medio de altura, unas piedras verdaderamente masivas. Pero una vez más la respuesta de Jesús les molesta y les deja perplejos, porque les dijo que aquellas piedras, a pesar de su enorme tamaño, serían destruidas, y el templo también. Los discípulos se mostraron preocupados por ello, y creo que eligieron a una delegación, para que fuese a hablarlo con Jesús. Eligieron a dos parejas de hermanos para ello, a Pedro y a Andrés, a Jacobo y a Juan, que pertenecían al círculo interno. Hallando a Jesús sentado en la montaña, le preguntaron en privado: "¿Cuándo sucederán estas cosas, y qué señal habrá cuando estas cosas estén por cumplirse?".

Esta es la pregunta que casi todo el mundo quiere hacer al leer esta sección profética: "¿Cuándo van a suceder estas cosas?". Conocemos bien estas palabras, con las que Jesús anuncia por adelantado lo que acontecerá en la tierra antes de Su regreso, pero la pregunta que ha estado siempre en la mente de los hombres ha sido: "¿Cuándo va a suceder? ¿Será durante mi vida? ¿Y cuáles serán las señales para que podamos saber cuándo va a empezar a suceder?". Los hombres se han estado haciendo esta pregunta durante veinte siglos, anticipando que habría de suceder durante su vida. Esto es algo con lo que nos debemos enfrentar honestamente. Cada generación ha pensado que Jesús iba a regresar durante su vida, debido a las señales que han observado. o que han creído ver, en los acontecimientos inmediatos de su época.

Pero creo que está claro, al leer totalmente este relato, que el preguntar ¿cuándo? es hacer la pregunta equivocada. Jesús deja muy claro que si concentramos nuestra atención en el "cuándo", iremos por el camino equivocado y, al final, nos dejaremos engañar. Y esta es la historia de lo que les ha sucedido a muchas personas, a muchos dirigentes y maestros, al intentar descubrir la respuesta a la pregunta ¿cuándo?. Jesús no hace caso omiso de la pregunta, pero la deja para el final.

Quiero leer todo este capítulo con usted y examinar lo que dice realmente y de qué modo trata esta pregunta al llegar al final. Hay cuatro secciones del mensaje de Jesús que están relacionadas con la pregunta hecha por los discípulos: "¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas estén por cumplirse?". Y hay una sección al final en la que responde a la pregunta: "¿Cuándo sucederá esto?". Sigamos las secciones en el mismo orden que nos las dio Jesús; y recuerde que si queremos el relato completo de lo que les dijo a los discípulos, debemos leer Mateo 24 y 25, así como Lucas 21, que son los relatos paralelos al de Marcos, en lo que se refiere a lo que dijo Jesús a Sus discípulos. Necesitamos todos esos pasajes juntos para tener el cuadro completo. Cada uno de los escritores de los evangelios selecciona algunas cosas concretas que desea enfatizar. Mateo le concede una gran importancia a lo que le sucederá a Israel; Lucas es el único que nos cuenta la caída de Jerusalén, la inmediata cautividad de los judíos y la dominación de la ciudad por parte de los gentiles, pero Marcos es el que enfatiza el peligro que correrá la fe en la época de la crucifixión y resurrección de nuestro Señor. Jesús lo resume todo en una breve frase que nos encontramos justo al principio:

Jesús, respondiéndoles, comenzó a decir: "Mirad que nadie os engañe". (Marcos 13:5)

Eso es lo que Él enfatiza, la nota clave, y nos damos cuenta de que el mensaje comienza y termina con ese énfasis. Aquí dice: "Mirad que nadie os engañe", lo cual quiere decir: "Manteneos despiertos", y la palabra final del pasaje es "Velad", que quiere decir: "No os durmáis". Así que al principio les dice: "Manteneos despiertos", y al final les dice: "No os durmáis", y se refiere a toda la época. Esto es lo que Jesús desea enfatizar durante toda la era.

En la primera sección que viene a continuación, desde el versículo 6 al 13, Jesús nos ofrece lo que me gustaría llamar "aquellas que no son señales", es decir, ciertas cosas que han engañado a las personas a lo largo de las diferentes épocas relacionadas con la venida del Señor, cosas que han considerado como señales, pero que no lo son, ni mucho menos. Estoy seguro de que habrá usted leído libros o que habrá escuchado sermones basados en lo que se ha llamado "las señales de los tiempos"; pero no son realmente señales, como deja perfectamente claro Jesús.

La primera denominada "señal" que muchos consideran como algo que marca el fin, es la aparición de varios pretendientes religiosos o falsos Cristos. En el versículo 6, Jesús dice:

",,, vendrán muchos en mi nombre, diciendo: ꞌYo soy el Cristoꞌ, y engañarán a muchos". (Marcos 13:6)

Estaba leyendo el otro día al doctor Charles Feinberg, un destacado erudito judío cristiano, que dice que durante el curso de la historia de Israel, desde los tiempos de nuestro Señor, han aparecido sesenta y cuatro personas diferentes alegando ser el Mesías, de manera que es verdad, como dijo Jesús, que aparecerían muchos, diciendo: "Soy el Mesías; soy yo".

Pero no creo que necesitemos limitarlo a los que vienen a los judíos, porque también se refiere a todos los que durante estos veinte siglos han afirmado hablar en el nombre de Jesús, pero que enseñan algo que Jesús no enseñ&o, y eso es algo que pasa con mucha frecuencia. Al pasar con el coche por la área de la Bahía de San Francisco, podemos leer las calcomanías en los coches que dicen "Bless Man", que es un movimiento de carácter local, que anuncia que está siguiendo las enseñanzas de Jesús y que viene en Su nombre. Pero el Jesús al que presenta no es un Jesús bíblico. Las enseñanzas de Jesús que presentan son una selección entresacada de todos los dichos bíblicos de Jesús, pero que solamente incluye las doctrinas que acepta este movimiento, y no incluye, ni mucho menos, muchas de las cosas que Jesús dijo. Han seleccionado ciertos preceptos morales y enseñanzas éticas de Jesús, y las llaman "las enseñanzas de Jesús". Como es natural, esta es una distorsión de la imagen bíblica de Jesús. En todas las épocas han sido muchos los que se han dejado arrastrar por esta clase de presentación.

La mayoría de las llamadas sectas "cristianas" hacen esto. Vienen en el nombre de Jesús, pero lo que enseñan no es lo que enseñó Jesús. Vienen y dicen, de hecho: "Yo soy Él", pero lo que enseñan dista mucho de la presentación bíblica del Señor Jesús. Jesús dijo que eso no es más que un engaño, para hacer que muchos se descarríen; y muchos se dejarán llevar, por lo que Su palabra de advertencia aquí es: "Id con cuidado con estas cosas; estad alerta; aseguraos de que el Jesús al que seguís sea el Jesús bíblico, el Cristo apostólico, Aquel acerca del cual dieron testimonio los apóstoles, o, de lo contrario, vais a seguir el camino equivocado". Esto ha sido cierto durante los veinte siglos de historia que llevamos.

La segunda amenaza, que muchos han considerado como una señal del fin, se menciona en los próximos dos versículos. Ciertos desastres seculares se mencionan en ocasiones como "señales de los tiempos", pero el Señor dice:

"Pero cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os turbéis, porque es necesario que así suceda; pero todavía no es el fin, pues se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores son estos". (Marcos 13:7-8)

Estas palabras dejan perfectamente claro que a lo largo de los siglos habrá guerras, hambres, terremotos, desastres naturales, pero que no son señales de los tiempos y no son señales de que el Señor está a punto de venir. Pero si leemos lo que se ha escrito a lo largo de toda la historia, nos daremos cuenta de que una y otra vez ha habido gente que ha malinterpretado estos sucesos y los han considerado como señales. Cuando era joven leía libros en los que se decía que la primera guerra mundial era el cumplimiento de esta palabra: "se levantará nación contra nación y reino contra reino". Los libros decían: "Ninguna otra guerra en la historia ha cumplido lo anunciado de un modo tan completo; por lo tanto, esa es una señal del fin". Luego vino la segunda guerra mundial, y tuvieron que explicar eso. Así que dijeron que la primera guerra mundial cumplió la parte de "se levantará nación contra nación", y la segunda cumplió la parte que dice: "reino contra reino". Lamentablemente, así es como han tratado este texto los expositores, pero Jesús dice que ninguna de éstas son señales. Ha habido guerras y rumores de guerras desde el principio mismo, y habrá hambres y terremotos en distintos lugares a lo largo de toda la historia.

Recuerdo de niño haber leído un libro acerca del terremoto de San Francisco. Lo leí con una gran fascinación, porque contaba la historia del terremoto de 1906 con todo detalle; pero la tesis del libro era que esta es una señal del fin, ¡y estuve esperando que regresase el Señor al día siguiente mismo, al acabar de leer el libro! Eso debió de ser hace cuarenta años, pero no ha regresado. Pero entonces no entendía, como lo entiendo ahora, que Jesús dice que éstas no son señales; no son más que el principio de los sufrimientos. No podemos decir que el aumento de los desastres naturales son señales del fin de los tiempos.

Hay otra "señal" que con frecuencia aparece en la lista que indica que se aproxima el final de los tiempos, y es la persecución de los cristianos. Jesús dijo:

"Pero cuidad de vosotros mismos. Porque os entregarán a los concilios, y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos. Y es necesario que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones. Pero cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os sea dado en aquella hora; eso hablad, porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo". (Marcos 13:9-11)

Esta es una época de persecución, y lo ha sido desde el principio. Desde el primer siglo mismo se han estado cumpliendo estas palabras. El libro de los Hechos nos dice cómo el apóstol Pablo, y otros apóstoles y los cristianos primitivos, fueron con frecuencia azotados en las sinagogas, arrastrados ante los gobernadores y los reyes, y dieron testimonio ante su presencia.

De algún modo Marcos enlaza este hecho con la predicación del evangelio. Alguien dice: "No hay duda de que el que se predique el evangelio por todo el mundo es una señal del fin. Esta es la primera generación en la que esto ha sucedido. Pero fijémonos de qué manera lo enlaza Marcos. En medio de esta declaración acerca de ser llevados ante la presencia de gobernadores y de reyes, dice que ha de ser predicado el evangelio, indicando que existe algún vínculo de unión ahí entre esos acontecimientos. Esto nos sugeriría que cuando el evangelio ha penetrado en alguna nación, hasta el punto de llamar la atención de las autoridades que gobiernan, que entonces exigen que rindan cuentas aquellos que han predicado el evangelio, esto indica que el evangelio ha sido dado como un testimonio a esa nación. Cuando Pablo se encontró ante Nerón, emperador de Roma, alrededor del año 67 d.C., eso nos da a entender que el evangelio había penetrado por una gran parte del imperio romano y que había servido de testimonio a las naciones del mundo de aquellos tiempos.

Y es, efectivamente, verdad que cuando los cristianos han sido llevados en presencia de los gobernadores y de los reyes, Dios en la persona del Espíritu Santo les ha dado palabras especiales que decir como testimonio. Recordemos cómo Pablo acostumbraba a hablar con esa gran sabiduría en presencia del rey Agripa, de Felix y de Festo, los gobernadores romanos, cuando se encontró en su presencia. Y a Martín Lutero, al encontrarse en presencia del emperador del Sacro Imperio Romano, en la ciudad de Worms, le fueron dadas las palabras que debía decir y que han sonado a través de los siglos: "Aquí estoy, con la ayuda de Dios, y no puedo hacer otra cosa". Y otros mártires y testigos han recibido una sabiduría especial para hablar cuando les ha llegado la hora, como testimonio a las naciones. Pero estas no son señales del fin, porque son cosas que han venido sucediendo a lo largo de todas las épocas, y caracterizará a los tiempos hasta el fin; y ese es el punto que destaca Jesús.

Pero entonces da a entender que la persecución es tan intensa que constituye una verdadera amenaza para la fe. Y la angustia de semejante persecución es que implica que los miembros de una familia se traicionarán los unos a los otros. Dice:

"El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán. Y seréis odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo". (Marcos 13:12-13)

Ahora bien, el "fin" al que se está refiriendo ahí no es el fin de la tribulación, es el fin de la vida de la persona. Todos los cristianos somos llamados a ser fieles hasta la muerte. ¿Se ha dado usted cuenta de eso? En el libro del Apocalipsis, Jesús pide a las iglesias a las que está escribiendo: "Sed fieles hasta la muerte, y os daré la corona de la vida". Esa palabra no va sólo dirigida a los mártires, sino a todos los cristianos. "Sed fieles hasta el día de la muerte". ¿Por qué? Porque el que persevere hasta el fin será salvo, y no porque se haya ganado su salvación por perdurar hasta el fin, sino porque ha demostrado que tiene vida verdadera perdurando hasta el fin. Sólo los cristianos verdaderos sobrevivirán a esta prueba de los tiempos.

Recuerde que Juan dice acerca de ciertas personas en 1ª de Juan 2:19: "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron, para que se manifestara que no todos son de nosotros"; Todas las épocas han sido testigo de esos que parecen ser cristianos, que empiezan bien, que parecen ser personas contentas, felices y entregadas, pero que empiezan a desaparecer bajo las presiones y las tensiones de los tiempos. Cuando van en aumento las tensiones y las presiones, incluso hasta el punto de romper los lazos familiares más queridos, hay muchos que se dan la vuelta y revelan, de ese modo, que nunca tuvieron realmente vida en Cristo. Por eso es por lo que tenemos estos pasajes, como el de Hebreos 6, que nos advierten que tenemos que asegurarnos de que la vida que tenemos es real, genuina, fundada en Cristo Jesús, porque el que permanezca hasta el fin será salvo.

En la segunda sección, llegamos a la respuesta de nuestro Señor a la pregunta que le hacen los discípulos acerca de las señales. Le preguntaron: "¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas estén por cumplirse?". En todas las épocas ha habido el deseo de saberlo. Nuestro Señor lo dice con una frase muy sencilla:

"Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda)... " (Marcos 13:14a)

Esta declaración entre paréntesis es una referencia al hecho de que necesitamos pensar sobre esto. Mateo nos dice que Jesús se refiere al libro de Daniel. Es decir, que el lector entienda el libro de Daniel, porque Daniel habla acerca de este sacrilegio desolador, que es una abominación desoladora que habrá de establecerse en el templo, contaminándolo y profanándolo. En 2ª de Tesalonicenses, es evidente que el apóstol Pablo se está refiriendo a ese mismo sacrilegio cuando habla del "hombre de pecado" que aparecerá, que ocupará su puesto en el templo de Dios, proclamando que él mismo es Dios. Esta es una religión, a nivel mundial, de los últimos tiempos, que afirmará que el hombre es Dios y que no necesitamos a ningún otro Dios, que el hombre mismo es suficiente para sus propios fines: "¡Podemos resolver nuestros propios problemas porque el Hombre es Dios!". Esta religión se personificará en la persona, valga la redundancia, que ocupará el trono del templo de Dios.

Ese es el motivo por el que los estudiantes de la Biblia siempre han observado con gran interés la posibilidad de la reconstrucción del templo en Jerusalén. En el 70 d.C., los ejércitos romanos de Tito cumplieron las profecías de Jesús en cuanto a la destrucción del templo, destruyéndolo por completo. Desde aquel día no ha vuelto a haber un templo en Jerusalén; pero Jesús está hablando acerca de un sacrilegio desolado que se establecerá en el templo, lo cual significa que tendrá que haber un templo en Jerusalén. Y al acercarnos a un tiempo en que es posible que se construya un templo, estamos viendo la posibilidad del cumplimiento de este suceso incluso en nuestros días y en esta época. Pero nosotros no somos los primeros, porque ha habido otros momentos en los que se podría haber construido un templo en Jerusalén, posiblemente durante las cruzadas. Pero una vez más en nuestra época hay una posibilidad muy real de que esto suceda. Así que puede que sea el principio de la auténtica señal de los tiempos.

Jesús dice que cuando esto aparezca, se producirán tres resultados inmediatos, tremendos y terribles. En primer lugar, habrá un inmediato y repentino peligro para los creyentes que estén en Jerusalén y en la región de alrededor. ¡Vosotros, los que vais a Tierra Santa de turistas, tomad nota!

"... entonces los que estén en Judea huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda a la casa ni entre para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. ¡Ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días! Orad, pues, para que vuestra huida no sea en invierno". (Marcos 13:14b-18)

Será un tiempo en que habrá un terrible peligro tan inminente que las personas no tendrán ni tiempo de volver a sus casas y empaquetar sus cosas, sino que se tendrán que marchar inmediatamente de la ciudad, o encontrarse atrapadas. El segundo resultado es el estallido de una gran tribulación por todo el mundo:

"Porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios hizo, hasta este tiempo, ni la habrá. Y si el Señor no hubiera acortado aquellos días, nadie sería salvo; pero por causa de los escogidos que él eligió, acortó aquellos días". (Marcos 13:19-20)

Pero este será un tiempo terrible de agonía sin precedentes. Si desea usted enterarse de los detalles gráficos sobre esos tiempos, lea los pasajes de Apocalipsis que tratan acerca del derramamiento de las copas de la ira de Dios, y cuando se abren los siete sellos y el sonido de las siete trompetas. Será un tiempo de rígido control económico, cuando todo el comercio será controlado por una autoridad central, y a todo el mundo se le dará un número mediante el cual podrá hacer negocios. Tal vez haya leído usted algún relato acerca del sistema de ordenadores que ya se han establecido en Bélgica y que ha sido diseñado para emitir números para todas las personas del mundo, a fin de facilitar las transacciones de diversos tipos de negocios. No estoy diciendo que esto sea forzosamente el cumplimiento de esta profecía, porque cada época parece acercarnos más a ella, y luego parece como si nos alejásemos. Tal vez volvamos a echarnos atrás, ¿quién sabe? Pero podría cumplirse en estos tiempos, y por eso es por lo que necesitamos fijarnos en los acontecimientos. El tercer resultado será:

"Entonces si alguno os dice: ꞌMirad, aquí está el Cristoꞌ, o ꞌMirad, allí estáꞌ, no lo creáis, porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios para engañar, si fuera posible, aun a los escogidos. Pero vosotros ¡tened cuidado! Os lo he dicho todo de antemano". (Marcos 13:21-23)

Este será un tiempo de engaños religiosos a escala mundial. Creo que debemos considerar a estos falsos cristos y falsos profetas que se mencionan aquí como agentes de un solo y supremo anticristo que reina y gobierna en este tiempo. Por todo el mundo hay personas que son delegadas y cuya misión es someter a los hombres y a las mujeres a la religión mundial cuyo credo es "el Hombre es Dios".¡Qué gran amenaza es esta para la fe! Podemos ver el comienzo de esta situación en nuestra propia época en el constante aumento del secularismo. En el pasado han existido tendencias similares, no lo olvidemos, pero puede que ésta sea la que conduzca a ese engaño final, a nivel mundial, llevado a cabo por los agentes del anticristo. Entonces, dice Jesús, es cuando se producirá la culminación:

" Pero en aquellos días, después [después, no antes] de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor. Las estrellas caerán del cielo y las potencias que están en los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Entonces enviará a sus ángeles y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra y hasta el extremo del cielo". (Marcos 13:24-27)

Este será el punto culminante de la historia, cuando aparecerá Jesucristo como Señor, con gran poder y gloria. (Aquí no se trata para nada el tema del "rapto", la partida de la iglesia, que se trata en otros pasajes.) Vemos que vuelve a aparecer Jesucristo con gran poder y gloria, precedido, como han anunciado por adelantado todos los profetas, por terribles señales del cielo. Es evidente que un enorme cataclismo trastorna todo el sistema solar del que formamos parte, o tal vez la galaxia entera. Para mí ha sido interesante que los astrónomos actuales están comentando las fuerzas recién descubiertas que actúan en los cielos, y extraños e inexplicables cuerpos celestiales, acerca de los que nadie parece saber mucho, misteriosos agujeros negros en el espacio, y cuásars, que emiten tremendas cantidades de energía y que, a pesar de ello, parecen estar tan alejados de la tierra que nadie puede estar completamente seguro de lo que son. Basándonos en otros pasajes, sabemos que esta desorganización de los cuerpos celestiales ejercerá un efecto sobre la tierra, al hacer erupción los volcanes y al aparecer olas gigantescas. Entonces aparecerá el Hijo del hombre y todos Sus poderosos ángeles con Él. Él envía a Sus ángeles a reunir a Israel de nuevo a su tierra. Estoy seguro de que la reunión de los elegidos es el cumplimiento de las predicciones de los profetas, en el sentido de que llegará un tiempo en que Israel será congregada desde los cuatro rincones de la tierra, no por medios naturales, sino sobrenaturales, para establecer el reino de Dios aquí en la tierra.

Entonces el Señor nos ofrece una sección que saca una analogía de la naturaleza:

"De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna y brotan sus hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De cierto os digo que no pasará esta generación sin que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". (Marcos 13:28-31)

Esto es fácil de seguir. Cuando vemos que a los árboles les salen las hojas en la primavera, sabemos dos cosas con toda seguridad. Una, que se aproxima el verano. No tardarán mucho los días en prolongarse y ser cálidos, y el tiempo frío habrá quedado atrás. Segundo, es seguro, y nada lo va a impedir. Cuando aparecen las ramas en los árboles, no hay duda de que va a llegar el verano. Jesús dice que podemos sacar la misma conclusión al ver los acontecimientos que destaca y que van a pasar, diciendo: "Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, conoced que está cerca". ¿Qué quiere decir con "estas cosas"? No creo que se refiera a las señales en el cielo, porque no son el comienzo de los acontecimientos. Yo creo que más bien está hablando acerca de las señales en la tierra, es decir, a la aparición del sacrilegio desolador en el templo de Jerusalén. Cuando veamos que las cosas se mueven en esa dirección, las cosas que empiezan a hacer posible estos acontecimientos, sabemos que el Señor está cerca, tan cerca, de hecho, que Jesús dice: "De cierto os digo que no pasará esta generación sin que todo esto acontezca". Es decir, una vez que empiece, acabará todo antes de que pase la generación correspondiente, y una generación son aproximadamente unos veintisiete años.

Y también, es seguro. ¿Hasta qué punto lo es? "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Estas palabras nos han sido dadas con el propósito de fortalecer nuestra fe en un tiempo de prueba, un tiempo en el que puede dar la impresión de que la Biblia está equivocada y que los acontecimientos siguen un camino diferente. Cuando parece como si la historia bíblica no es más que un sueño y que no podemos confiar en ella, recordemos las palabras de Jesús: "El cielo y la tierra pasarán [por sólidos y reales que nos puedan parecer], pero mis palabras no pasarán". Eso es algo que pasará, sin duda alguna. Así es como terminará la historia. Recuerde usted esto, digan lo que digan a su alrededor todas las voces seculares.

En la última sección, Jesús responde a la pregunta sobre cuándo pasarán estas cosas:

"Pero de aquel día y de la hora, nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre". (Marcos 13:32)

Esto significa que cualquiera que afirme que ha recibido una revelación acerca de cuándo tendrá lugar este acontecimiento están engañados, porque ni siquiera los ángeles lo saben. Los ángeles caídos no lo saben, y ni siquiera lo saben tampoco los santos ángeles.

Y ahora nos encontramos con lo que posiblemente sea lo más sorprendente que haya dicho jamás Jesús: "ni el Hijo. Yo no lo sé". Esto pone de manifiesto la humanidad del Señor, que dejó de lado el poder valerse de Su deidad al venir a la tierra, y no la ejercitó nunca mientras estuvo aquí. Fue un hombre como nosotros, limitado al conocimiento que Dios quiso darle a conocer, de modo que no lo sabía. Él dijo: "Yo no sé la respuesta; sólo la sabe el Padre". Recordemos que incluso después de Su resurrección les dijo a Sus discípulos: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones [¡Dejad de intentar averiguarlo!] que el Padre puso en su sola potestad" (Hechos 1:7). Así que la pregunta ¿cuándo? no es importante porque es algo que no se puede determinar. No hay manera de que ninguno sepamos ni el día ni la hora, y si continuamos leyendo nos daremos cuenta de que ni siquiera nuestro Señor sabía cuánto tiempo pasaría antes de que regresase. Todos estos discípulos estaban convencidos de que pasaría durante sus vidas, y Jesús parece hablar como si así fuese, efectivamente: "Cuando veáis la abominación desoladora... ". Pero no sucedió entonces. No creo que el mismo Jesús nos hubiese podido decir durante cuánto tiempo se ausentaría. Han pasado casi dos mil años, y durante todo ese tiempo nadie ha sabido cuándo volverá. Él dice:

"Mirad, velad [eso es lo importante] y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo. Es como el hombre que, yéndose lejos, dejó su casa, dio autoridad a sus siervos, a cada uno le dio un trabajo y al portero mandó que velara. Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!". (Marcos 13:33-37)

Aquí reúne todo el tiempo que transcurre entre Su primera y Su segunda venida, y lo divide en cuatro guardias, una larga noche del pecado del mundo, y dice: "No sabéis [Y creo que implica: "yo no sé"] si va a venir temprano durante ese tiempo, en medio de él, o cuando hayan transcurrido tres cuartas partes del tiempo, o al final del todo". Nadie lo sabe; yo no lo sé y usted tampoco. Pero es como un hombre que sale en un viaje (aquí lo compara a cuando Él se marche), que les da trabajo que hacer a sus siervos y espera que lo hagan, y pone un guarda para vigilar.

¿Qué es lo que tiene que vigilar? ¿Debe vigilar para cuando vuelva el dueño? Así es como normalmente se interpreta, pero no es eso, porque debe comenzar la guardia en cuanto se marche el dueño, y sabe que pasará bastante tiempo antes de que regrese. ¿Qué es, entonces, lo que debe vigilar? Tiene que vigilar para asegurarse de que nadie le engañe y consiga entrar en la casa, estropeando, arruinando y robando todo lo que tenga. De modo que la palabra de advertencia de Jesús es: "¡Estad alerta; no os durmáis; velad!". Hay tentaciones y presiones que nos asaltarán, para hacernos creer que todo es una mentira, para que nos demos por vencidos y para que dejemos de vivir como cristianos, para que dejemos de caminar en fe, para que dejemos de creer en la verdad de Dios. Vigile para que no suceda eso y, entretanto, continúe con su trabajo. No deje que nada le aparte ni le desvíe, haciendo que deje usted de ser lo que Dios desea que sea usted en este día y en esta época. Así es como debemos velar. No tenemos que estar todo el tiempo mirando al cielo, esperando Su venida. Eso sucederá cuando Él esté listo. Lo que debemos hacer es velar, para no dejarnos engañar.

Yo me siento muy turbado, como les sucederá también a muchos de ustedes, al ver la cantidad de cristianos que se están apartando de sus caminos. Me pongo a pensar en estos treinta años de mi ministerio que han pasado, y veo a hombres que hubiera jurado que eran sólidos, entregados de verdad, fieles, cristianos que enseñaban la Biblia, pero que actualmente niegan su fe y se han apartado. Y da la impresión de que esto es algo que está pasando por todas partes, que hay muchas personas que están cayendo en inmoralidades e iniquidad, apartándose de su fe y diciendo, de hecho, que ya no creen en el Señor o en la Biblia. El Señor nos está advirtiendo precisamente en contra de esto. Y nos dice que, por lo tanto, debemos mantenernos despiertos. No debemos prestar atención a todas las voces seculares que nos dicen que el mundo continuará para siempre tal y como está ahora mismo. No prestemos atención a esas otras voces que dicen que Dios no existe y que podemos vivir como queramos o que, si Dios existe, no nos juzgará nunca. No creamos en las voces que nos susurran constantemente y que intentan apartarnos de nuestra fe. Jesús termina Su mensaje con una sola palabra contundente, cautivadora, de una gran autoridad: "¡Velad!".

Oración

Padre, te damos gracias por esta palabra de advertencia. Sentimos los peligros de estos tiempos en los que vivimos. Sabemos que vivimos sometidos a presión y que esa presión puede aumentar en ocasiones y nos puede arrastrar cuando menos nos lo esperamos. Gracias por la palabra fiel, que nos advierte que habrá momentos de prueba y de dificultad incluso dentro de nuestra propia familia, y ocasiones en que tendremos que tomar decisiones que pueden ser dolorosas y difíciles de tomar, cuando nos costará algo defender la verdad. Señor, te pedimos que Tú nos mantengas firmes, nos fortalezcas y nos ayudes para que depositemos nuestra confianza y nuestra fe en Ti, para que podamos resistir hasta el fin y para que podamos ser fieles hasta la muerte. Para que también nosotros podamos estar en ese gran día entre los que reciban la corona de la vida, porque la vida del Señor Jesús nos haya mantenido firmes en todas las pruebas y dificultades con las que nos hayamos tenido que enfrentar. Te damos gracias, en el nombre de Jesús. Amén.