Master Washing the Feet of a Servant
El Gobernante que sirve

La gloria que sigue

Autor: Ray C. Stedman


Hoy vamos a examinar uno de los acontecimientos más impresionantes de las Escrituras, que posiblemente se pueda colocar en importancia de orden tras la crucifixión y la resurrección de nuestro Señor: la transfiguración de Jesús. Este suceso sigue a Su anuncio de la cruz y el camino del discipulado, que hace referencia tanto al precio que habrían de pagar los que fueran a convertirse en Sus discípulos como la bendición que recibirían. Es evidente, basándonos en lo que dice el texto de Marcos, que Jesús estaba al corriente de que se iba a transfigurar, pues es algo que anunció por lo menos seis días antes de que sucediese. Había llevado a los discípulos, a los doce, al pie de Monte Hermón, para que estuviesen preparados para este extraordinario acontecimiento.

Estoy convencido de que la transfiguración tuvo lugar en el Monte Hermón, ese precioso monte, cubierto de nieve, al norte del Mar de Galilea que, en la actualidad, es el escenario de una serie de conflictos entre los ejércitos palestinos y los israelíes. El relato comienza con el último versículo del capítulo 8 y continúa con los primeros 13 versículos del capítulo 9. Este es otro de los evidentes lapsos mentales que cometió el hombre que dividió el texto bíblico en capítulos. Algo interesante que nos llama la atención al principio mismo es el hecho de que nuestro Señor explicara el motivo por el que se iba a producir este acontecimiento antes de que tuviese lugar, y leemos en el primer versículo del capítulo 9:

También les dijo: "De cierto os digo que algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder". (Marcos 9:1)

Algunos comentadores liberales han malinterpretado este pasaje, creyendo que Jesús estaba prediciendo el momento en que se produciría Su segunda venida, y asegurando que era algo que tendría lugar durante la vida de aquellos que estaban vivos en aquel momento. Muchos se han sentido inquietos por esta interpretación, porque es evidente que Su segunda venida no se produjo entonces. Algunos han llegado incluso a decir que Jesús se equivocó con respecto al momento en que se produciría Su segunda venida.

Pero si enlazamos esta afirmación con lo que sucede a continuación, lo que está diciendo Jesús está claro. Se está refiriendo a la transfiguración, diciendo que algunos de los que se encontraban allí presentes en ese momento no gustarían la muerte antes de haber presenciado esta manifestación del reino de Dios, de Su venida y de la gloria de Su reino con poder. Por lo tanto, esto nos ofrece una clave de lo que quiso decir. Lo que Jesús nos está ofreciendo es un avance de Su gloria venidera. Afirma que será una manifestación de la venida de Su reino con poder. En ocasiones posteriores, al enseñar a Sus discípulos en el Monte de los Olivos y en otros lugares, habla acerca de esa venida con poder: "... cuando vean al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria" (Mateo 24:30b). Fijémonos en que acaba de referirse a esto al final del capítulo 8:

"Por tanto, el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles". (Marcos 8:38)

Este es el acontecimiento que habían de examinar. El hecho de que sea así nos lo dice claramente el propio Pedro. Nuestro Señor escogió a Pedro, a Jacobo y a Juan para que estuviesen con Él sobre la cima del monte. De los tres, solamente Pedro se refiere después explícitamente a este acontecimiento en sus escritos, pero lo hace de una manera clara y cuidadosa en 2ª de Pedro, en el capítulo 1, versículos 16 al 18:

No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad, pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: "Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia". Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. (2 Pedro 1:16-18)

Por lo tanto, Pedro confirma que el Señor nos está ofreciendo una visión anticipada de cómo será cuando vuelva de nuevo en gloria, con todos Sus santos ángeles.

Además, y esto es muy importante, está implicado en las palabras de Jesús que este acontecimiento es lo que le espera al creyente en el momento de la muerte. Fijémonos que dice: "... algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder". La implicación es que normalmente el creyente puede ver el reino de Dios con poder una vez que ha pasado por la muerte. Otros mensajes confirman muy claramente que cuando muere un creyente, el acontecimiento con el que se encuentran sus ojos y al que pasa al dejar el tiempo e introducirse en la eternidad, es esta venida de Jesús con sus ángeles. Por eso es por lo que en la epístola a Judas se dice: "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: ꞌVino el Señor con sus santas decenas de millaresꞌ" (Judas 14). Ese es el acontecimiento que le espera al creyente a la hora de su muerte.

Una querida amiga nuestra se fue con el Señor el viernes pasado. No tengo la menor duda de que el suceso con el que se encontró esta mujer, al pasar del tiempo a la eternidad, fue que también ella vio al Señor viniendo con diez mil de Sus santos y, mediante la muerte, probó el reino de Dios en Su venida con poder.

Pero aquí el Señor estaba diciendo que algunos de los que se encontraban presentes lo verían antes de la muerte. Está claro, por tanto, que el motivo por el que tuvo lugar la transfiguración fue para animar a los discípulos. Acababa de anunciar el camino de la cruz y Su muerte en Jerusalén, que no tardaría en producirse. De modo que les permite presenciar este incidente con el propósito de fortalecer la fe de ellos, para animarles y para que supiesen que no iba a acabar todo en oscuridad y en desastre, sino que terminaría en triunfo, victoria y gloria. Y también tiene como fin animarnos a nosotros cuando, también en nuestra vida, llega el momento de que tomemos nuestra cruz. Podemos estar completamente seguros de que no va a terminar en desastre, sino que va a terminar en gloria.

Veamos ahora el acontecimiento mismo, empezando con el versículo 2:

Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto. Allí se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra las puede dejar tan blancos. Y vieron a Elías y a Moisés que hablaban con Jesús. Entonces Pedro dijo a Jesús: "¡Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí! Hagamos tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". No sabía lo que hablaba, pues estaban asustados. Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado; a él oíd". Y luego, cuando miraron, no vieron a nadie más con ellos, sino a Jesús solo. (Marcos 9:2-8)

¡Qué acontecimiento tan extraordinario! En este relato encontramos cuatro sucesos impresionantes que inmediatamente nos llaman la atención. En primer lugar, está el glorioso cambio que se produce en la persona del mismo Señor. Mateo nos dice que de repente, cuando estaban en el monte con Jesús, se le alteró el rostro. Su cara brilló, Sus vestiduras se volvieron blancas y todo Su ser irradiaba gloria. Es interesante leer de qué modo tratan este incidente algunos comentadores críticos. Uno dice que Jesús estaba orando en la cima del monte cuando de repente el sol brilló a través de las nubes y le dio de lleno, y por causa de esa luz tan brillante del sol, a Sus discípulos les pareció que se había producido un cambio sobrenatural. Todo eso está muy bien para justificar el cambio que se produjo, pero no explica la presencia de Moisés y de Elías, ni los otros acontecimientos que tuvieron lugar. Está claro, según vemos en este relato (y también el de Mateo y el de Lucas), y Marcos se asegura de acentuar este punto, de que el cambio que se produjo fue sobrenatural. Ningún timador de la tierra podría producirlo. Esto es algo que sobrepasa incluso las afirmaciones que hacen los actuales anuncios de jabón y de detergente de nuestros tiempos. No hay blancura que se le pueda parecer, y los escritores se aseguran de dejar este hecho perfectamente claro.

¿Qué fue lo que le sucedió a Jesús? Esto es algo que sólo lo podemos entender cuando nos damos cuenta de que lo que hizo fue pasar, en un sentido, a la eternidad, recuperando la gloria que había tenido antes de tener Su forma humana, a la que posteriormente se refiere en la gran oración que encontramos en Juan 17, en la que oró diciendo: "Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve antes que el mundo existiera" (Juan 17:5). Esa es la gloria que de repente les es revelada a los tres discípulos. Es evidente, por lo tanto, que nuestro Señor no tenía necesidad de morir; ese es uno de los significados de la transfiguración. Deja perfectamente claro que no había motivo para que tuviese que pasar por la muerte; podía dar un paso atrás, atravesando la barrera del tiempo a la eternidad, sin tener que pasar por la muerte. Nosotros debemos morir, pero Él no tenía necesidad de hacerlo. Podía pasar a la gloria en cualquier momento y, en este caso, lo hizo.

Estoy seguro de que a esto es a lo que se refiere Juan en su evangelio cuando, aunque no nos hace un relato de la transfiguración, sí dice: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros... y vimos su gloria" (Juan 1:14). Aunque no nos dice dónde, sin duda lo que recordó fue el momento en el monte.

Lo segundo que realmente nos llama la atención es el relato de los visitantes celestiales, Moisés y Elías, que aparecieron y comenzaron a hablar con Jesús. ¿No es interesante que a los discípulos no les costase trabajo reconocer de inmediato a aquellos hombres? Jesús no les dijo: "Pedro, Jacobo, Juan, os presento a Moisés y a Elías". No, supieron de inmediato quiénes eran. En la gloria no habrá necesidad de hacer presentaciones; sabremos en seguida quiénes son las personas. Por lo que este relato nos ofrece una visión acerca de cómo será el cielo.

¿Por qué tuvieron que ser Moisés y Elías? Muchos se han sentido intrigados por ello. ¿Por que no otro de los profetas, como Isaías, o Jeremías o David, o alguno de los otros importantes dirigentes del Antiguo Testamento, como Abraham o tal vez Noé? Pero fueron concretamente Moisés y Elías los que aparecieron con Jesús en el monte. Creo que los comentadores tienen razón en general cuando dicen que es debido a que estos dos fueron, de un modo destacado, los representantes de la Ley y de los Profetas, esas dos grandes divisiones del Antiguo Testamento, que apuntaban hacia la venida del Mesías; Moisés, el gran dador de la Ley; Elías, el primero, y en algunos sentidos el más importante, de los profetas.

Es también interesante darnos cuenta de que estos dos hombres representan dos maneras diferentes de entrar los hombres en el cielo. Moisés entró mediante el proceso normal y natural de la muerte. Cuando murió Moisés no estuvo presente ningún hombre; el Antiguo Testamento dice que Dios le enterró. Y sin embargo, aquí está Moisés, cuando su cuerpo se encuentra en alguna tumba que no ha sido marcada, en la cima de una montaña mas allá del río Jordán, pero aparece Él mismo con un cuerpo resucitado, sobre el monte junto a Jesús. Por otro lado, Elías fue uno de los dos hombres que fue llevado al cielo sin pasar por la muerte. Encontramos en el Antiguo Testamento la impresionante historia de la ascensión de Elías a la gloria, llevado en un carro de fuego, sin tener que pasar por el proceso normal de la muerte.

Tenemos una predicción de este mismo fenómeno en el Nuevo Testamento. Actualmente los creyentes entran en la gloria por medio de la muerte, como lo hizo Moisés, pero Pablo nos dice que la generación de cristianos que estén vivos el día en que vuelva el Señor no pasará por la muerte. En 1ª de Corintios 15:51-52, nos dice: "Os digo un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta... ". Y en 1ª de Tesalonicenses 4:16-17 dice: "El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor". De manera que hay dos maneras en que los creyentes pueden entrar en la gloria y están representadas aquí por Moisés y por Elías.

¡Siempre me siento intrigado por el hecho de que Moisés está aquí, porque significa que llegó por fin a la tierra prometida! En el desierto, debido al hecho de que se enfadó y desobedeció al Señor, Dios le dijo que no se le permitiría conducir al pueblo de Israel a la tierra prometida. Podría llegar a verla, pero no entraría en ella; pero esa prohibición fue sólo algo relacionado con el tiempo. Ahora, en la eternidad, se le permite entrar en la tierra, y le encontramos aquí, sobre la cima del monte, y me lo imagino mirando a todo su alrededor, viendo aquella tierra, diciendo: "¡De modo que ahí está! Llevo años queriendo venir aquí, y por fin lo he conseguido!".

Lucas nos dice que hablaron acerca del éxodo de Jesús, de Su partida de Jerusalén. Discutieron juntos cómo se marcharía de la tierra por medio de la cruz y de la resurrección. Estoy seguro de que estos tres discípulos se mostraron tan perturbados por el esplendor de la gloria y lo extraño de aquella escena que no recordarían todo lo que habían oído. Es una lástima, ¡porque debió de ser una gran conversación! ¡Cómo me hubiese gustado haber estado presente y oírles hablar acerca de estas cosas. Posiblemente Moisés charlase acerca de cómo Jesús era el cumplimiento de aquellos sacrificios que exigía la Ley, todas las ovejas y los carneros, los toros y las cabras que tuvieron que morir como imagen del que habría de venir para sufrir. Elías, como uno de los profetas que era, posiblemente hablase del anhelo de los hombres, el deseo que tenían de encontrar un dirigente, un conquistador, un Salvador, y sobre las predicciones de los profetas acerca del que había de venir con el fin de llevar sobre Sí las transgresiones de los hombres, para entrar en sus corazones y liberarnos de nosotros mismos. De eso debieron de tratar sus conversaciones.

El tercer elemento de gran interés de este relato es la propuesta que hace Pedro. Después de haber escuchado hablar juntos a aquellos hombres acerca de esos acontecimientos tan extraños, Pedro interrumpe, como tenía por costumbre, diciendo: "Rabí, es bueno que nosotros estemos aquí. ¡Esto es algo tremendo! Hagamos tres enramadas y quedémonos a vivir aquí, estableciéndonos y situando aquí nuestra central mundial. Haremos una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Es evidente que lo que Pedro tenía pensado era transformar aquel monte en la central del movimiento de reforma mundial que habría de comenzar, operando desde el monte mismo, como el centro de toda la actividad.

Bueno, eso demuestra lo insensato que fue y lo poco que entendía lo que Jesús había estado intentando decirle. De hecho, Marcos, que sin duda debió de escuchar este relato de labios del propio Pedro, indica que el motivo que le indujo a Pedro a hablar de aquella manera era el temor, puesto que dice: "porque tuvieron miedo". Alguien ha dicho que no hay más que dos clases de oradores: aquellos que tienen algo que decir, ¡y los que tienen que decir algo! Pedro era de los que sencillamente tenían que decir algo. Dijo lo primero que se le ocurrió, sin detenerse a pensar si tenía sentido o no. De modo que hace su proposición de que fijen su central para llevar a cabo una gran campaña por el mundo entero.

Pero apenas hubo pronunciado aquellas palabras cuando se vio interrumpido, y sucedió el cuarto y espectacular acontecimiento. De repente se vieron cubiertos por una nube. Mateo nos dice que fue una nube brillante, una nube muy brillante y reluciente. Yo estoy convencido de que era la misma nube que se menciona en el Antiguo Testamento, que flotó sobre el tabernáculo durante el día, la gloria de Dios, también conocida como la Shekinah. Oyeron una voz que hablaba de entre las nubes, diciendo: "Éste es mi Hijo amado, a él oíd". No cabe duda de que esta es una corrección a la impetuosa afirmación de Pedro. El Padre mismo le está diciendo: "Pedro, no pongas a Jesús al mismo nivel que a Moisés y a Elías. Escúchale. Él es Aquel acerca del cual hablaron Moisés y Elías. Es el que cumplió todas las predicciones de los profetas y los sacrificios de la Ley. Escúchale; es mi Hijo amado".

En el Nuevo Testamento hay tres ocasiones en que la voz de Dios habla directamente desde el cielo acerca de la obra de Jesús. Una de ellas fue durante Su bautismo, cuando comenzó Su ministerio. Allí las palabras fueron dirigidas directamente a Jesús: "Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia". Es evidente que la voz se escucha con el fin de comenzar el ministerio de Jesús. Aquí tenemos las palabras dirigidas a los discípulos, para corregir un error que habían cometido. El tercer relato se encuentra en el evangelio de Juan, en el capítulo 12, justo antes de la cruz, en Jerusalén. Jesús habla acerca de haber completado la obra que el Padre le ha dado para que la realice y le dijo en oración: "Padre, glorifica tu nombre", y se oyó una voz desde la gloria que dijo: "Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez", refiriéndose a la cruz a la que habría de ir muy poco después. En ese caso la voz se oye, y el propósito es completar el testimonio de la vida y del ministerio de Jesús. De modo que la voz del Padre hablando desde el cielo se escucha en tres ocasiones diferentes: para lanzar Su ministerio, para corregir una idea equivocada acerca de Él y para completar el testimonio que dio Jesús por medio de Su vida y de Su ministerio.

Marcos finaliza esta historia diciéndonos que mientras hablaba la voz, de repente la escena se desvanece, y vuelven a encontrarse en la misma situación normal. Como dice él de una manera tan maravillosa: "... no vieron a nadie más con ellos, sino a Jesús solo". Jesús permaneció junto a ellos después de que la gloria desapareciese.

En la próxima sección tenemos la discusión que se produjo a continuación mientras bajaban del monte:

Mientras descendían ellos del monte, les mandó que a nadie dijeran lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de los muertos. Por eso guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos. Le preguntaron, diciendo: "¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?". Respondiendo él, les dijo: "Elías a la verdad vendrá primero y restaurará todas las cosas. Pero ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe padecer mucho y ser despreciado? Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él". (Marcos 9:9-13)

En este relato existen dos características importantes. En primer lugar, la cuarentena verbal que Jesús impuso a estos discípulos. Una vez más les prohibe que hablen acerca de lo que han visto, no pudiendo evidentemente hablar sobre ello ni siquiera a los demás discípulos. Como es lógico, lo que nos preguntamos de inmediato es: ¿Por qué hace algo así? ¿Por qué les muestra Su transfiguración, pero les dice que no digan nada? Si lo estudiamos detenidamente, encontramos dos motivos:

Una de ellas, como es natural, era porque su información era incompleta. Necesitaban la resurrección para poder entender todo lo que estaba pasando. Sin ella, todo el proceso estaría incompleto. Aparentemente, ellos habían hecho caso omiso de todo lo que les había dicho acerca de la resurrección, y ahora Jesús les dice que no digan ni una palabra hasta después de que suceda. Sin eso, Su mensaje no tendría ningún significado y no sería más que para sembrar una terrible confusión, que no serviría más que para descarriar a los hombres y llevarles por el camino equivocado.

Y segundo, está muy claro que su comprensión era incompleta. Su información era incompleta, y lo mismo sucedía con su comprensión. Se lo guardaron entre ellos, pero se preguntaron: "¿Qué significaba eso de que resucitaría de entre los muertos?". Eso era algo que no entendían. Probablemente, al igual que le sucedió a Marta, en el capítulo once de Juan, relacionaron esto con la resurrección aún futura, cuando se levantarían todos los muertos, y acerca del cual habló el Antiguo Testamento. Ellos, sin embargo, no saben establecer la conexión y no se dan cuenta de que se refiere a la resurrección de Jesús.

Si entendemos esto, entonces entenderemos por qué hicieron la pregunta sobre Elías que siguió inmediatamente: "¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?". Si volvemos hacia atrás y ponemos todo eso en contexto, podrán ver que ellos sintieron que lo que acababan de ver sobre la montaña ―Elías y Moisés hablando con Jesús― era el cumplimiento de la profecía de Malaquías de que Elías debía venir. Pero su problema era que había venido en el orden equivocado. No había venido primero, antes que el Mesías apareciese, y no podían entender eso. Ellos dijeron: "¿Por qué entonces los escribas dicen que primero debe venir Elías?". El énfasis está puesto en la palabra "primero". Están confusos; no saben cómo ligar la resurrección con esto, y no saben cómo explicar que Elías no viniera primero y restaurara todas las cosas antes de que el Mesías apareciera.

Por lo que la respuesta que les da Jesús es muy instructiva. Debemos examinarla con mucha atención, porque aquí hace algo que se sale completamente de lo normal. Les dice: "Elías a la verdad vendrá primero y restaurará todas las cosas. Pero ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre [refiriéndose a Sí mismo, no a Elías] debe padecer mucho y ser despreciado [Jesús]?". Si se fija usted, ha cambiado con sumo cuidado el tema de Elías, para hablar acerca de Sí mismo. A continuación dice: "Pero os digo que Elías ya vino [fijese en el tiempo del verbo], y le hacen [no dice "hicieron", tal como está tracido] todo lo que quieren, como está escrito de él". ¿A quién se está refiriendo ahí? Al Hijo del hombre, no a Elías. Eso concuerda con lo que acaba de citar, que padecería muchas cosas y que le tratarían con desprecio. No está escrito en ninguna parte que Elías sufriría mucho y sería tratado con desprecio. Eso es una referencia al Mesías. Así que Jesús está diciendo: "Elías vendrá, pero en cuanto al Mesías, le están haciendo lo que quieren, como está escrito acerca de él". Cambia el enfoque de la pregunta que ellos le han hecho acerca de Elías, para hablar sobre Sí mismo.

¿Qué quiere decir todo esto? Está diciendo que no se trata de que primero venga Elías, ni mucho menos. Lo primero que tendrá que pasar será el sufrimiento y la muerte del Mesías, y en eso era en lo que debían concentrarse. Es lo que está intentando hacerles entender, lo que les intenta impartir una y otra vez durante todo el proceso de Su enseñanza antes de ir a la cruz, y lo vuelve a enfatizar aquí: "La cruz debe venir primero".

Es cierto que en el relato de Mateo se refiere a Juan el Bautista como si hubiese cumplido, en cierta manera secundaria, la promesa concerniente a Elías. Y recordará usted que cuando fue anunciado el nacimiento de Juan el Bautista, le apareció un ángel a su padre, le dijo que su mujer tendría un hijo, que deberían llamarle Juan, y dijo acerca de él que iría delante del Señor para preparar el camino, y que lo haría en el espíritu y el poder de Elías. Nuestro Señor indica que, en cierto modo, Juan era el cumplimiento de esa predicción acerca de Elías, pero no era Elías, sino que vino con el mismo espíritu y poder de Elías. No era la reencarnación de Elías, pero realizaba la misma clase de ministerio que había llevado a cabo Elías.

Pero nuestro Señor también deja claro aquí que antes de que aparezca el Mesías en gloria, en Su segunda venida, Elías vendrá: "Elías viene primero", dice. Pero lo importante ahora para los discípulos es la vergüenza y el sufrimiento de la cruz que Jesús tiene que experimentar.

El relato finaliza con la historia de un suceso que aconteció al pie del monte: la curación de un muchacho que estaba endemoniado. Se une con la transfiguración, como veremos en un momento. Marcos empieza, contando la impotencia de los discípulos:

Cuando llegó a donde estaban los discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que discutían con ellos. En seguida toda la gente, viéndolo, se asombró; y corriendo a él, lo saludaron. Él les preguntó: "¿Qué discutís con ellos?". Respondiendo uno de la multitud, dijo: "Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que lo toma, lo sacude: echa espumarajos, cruje los dientes y se va secando. Dije a tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron". Respondiendo él, les dijo: "¡Generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportaré? Traédmelo". (Marcos 9:14-19)

Necesitamos ser un poco comprensivos con estos discípulos. No tenían fe, como dijo Jesús, pero en este caso se enfrentan con un difícil problema. Está claro que este muchacho con el que se encuentran era un caso muy difícil de manejar, cosa que hasta Jesús reconoce más adelante. No era un sencillo caso de epilepsia, como puede parecer de entrada. Es cierto que los síntomas que se mencionan son los clásicos síntomas de la epilepsia, pero la Biblia relata casos de epilepsia, además de casos de posesión de demonios, y los distingue unos de otros. En este caso concreto está claro que el problema lo está causando, no la epilepsia, sino el poder del demonio. En la actualidad sabemos que pueden pasar muchas cosas en el cerebro que produzcan ataques convulsivos. Un tumor cerebral o un desequilibrio químico los puede producir. No hay duda alguna de que no es ni mucho menos increíble que el poder del demonio pudiera producir un ataque de esta clase. De modo que no se trata de epilepsia, aunque pueda parecerlo por su forma externa. Más tarde Jesús le pregunta al padre del muchacho: "¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?". Esa fue la clave que hace que Jesús considere que es un caso muy difícil de manejar. Además, mientras Jesús se hallaba ausente, los discípulos estaban rodeados de los escribas incrédulos, que se oponían a todo lo que ellos hacían, discutiéndoles todo. Era una situación muy difícil, por lo que fueron incapaces de echar el demonio.

¿Por qué fracasaron? Estoy convencido de que nuestro Señor dio en el blanco, en lo que se refiere al motivo básico: la falta de fe, pero fijémonos en algo muy importante. No fallaron por no haber esperado que sucediese algo, porque sí lo esperaban. Casi siempre consideramos la fe como una especie de esperar que suceda algo. Si tan sólo podemos creer que va a pasar algo, sucederá. Pero estos discípulos esperaban que sucediese algo y se sorprendieron cuando no fue así. Esperaban que el muchacho fuese liberado. Habían visto con anterioridad cómo algunas personas habían sido liberadas de los demonios cuando ellos dijeron la palabra y lo hicieron en el nombre de Jesús, pero en esta ocasión no sucedió de esa manera. De modo que la fe no es sólo esperar que pase algo. Eso debiera de quedar claro por lo que dice este relato. Entonces ¿qué es? Jesús dijo que su problema consistía en que no tenían fe. Pero tenían cierta fe; esperaban que sucediese algo. Entonces, ¿qué quiso decir Jesús?

La verdad es que si meditamos en ello veremos lo que pasó. Tenían fe, pero había pasado de ser una fe en Dios a tener fe en el proceso que habría de seguir. Creían que si decían las palabras indicadas y seguían el ritual correcto, el demonio tendría que marcharse. Sin que ni siquiera se diesen cuenta, habían transferido su fe de la confianza en un Dios que puede obrar a una fórmula que puede producirlo. Eso es lo que hacemos con frecuencia. Pensamos que son las cosas que decimos o la manera cómo las decimos, o lo que está pasando en nuestras vidas, el motivo por lo que suceden las cosas, más bien que pensar que es porque Dios está actuando. Jesús les reprendió por ello, diciéndoles que era preciso que depositasen su fe en Dios mismo, si deseaban tener una fe fresca y vital.

El Señor mismo nos ofrece un ejemplo de la clase de poder que tiene esa fe:

"Se lo trajeron, y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, que cayó al suelo revolcándose y echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?". Él dijo: "Desde niño. Y muchas veces lo arroja al fuego o al agua, para matarlo; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos". Jesús le dijo: "Si puedes creer, al que cree todo le es posible". Inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: "Creo; ayuda mi incredulidad". Cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te mando que salgas de él y no entres más en él". Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: "Está muerto". Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo enderezó; y se levantó". (Marcos 9:20-27)

Es digno de que nos fijemos en la sincera incredulidad del padre: "... pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos". Esa es una declaración sincera de dónde se encuentra. Jesús le desafía con amabilidad: "¡Si puedes... !". Ese no es nunca el problema. No "si puedes"; el problema es "si estás dispuesto a creer", creer no sólo en un Dios que puede, sino en un Dios que lo hará, puede hacerse. Nada es imposible si se cree. El problema está en vosotros, no en mí", le dice Jesús. De inmediato aquel hombre hizo algo precioso. Dijo estas palabras que desde entonces han animado a muchos: "Creo; ayuda mi incredulidad". Con la sinceridad de su debilidad, se dejó llevar por el Señor. "Sí, Señor, creo, pero siento mi incredulidad y no sé cómo resolverlo. Hazme creer". Esa clase de fe es pequeña, pero es como un grano de mostaza, que puede mover montañas. El momento en que dijo esas palabras, se deja llevar en su debilidad por el Señor, y eso era todo lo que Dios quería que hiciese. Nuestro Señor dijo las palabras, y su hijo fue liberado. Podemos ver la gravedad del caso. Fue de una manera reacia, incluso después de que Jesús se lo mandase, que el espíritu salió del muchacho. Clamó a gran voz, le produjo convulsiones y luego le dejó como muerto, pero Jesús le tomó de la mano y le restableció.

En el último versículo encontramos el secreto de ese poder:

Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: "¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Y les dijo: "Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno". (Marcos 9:28-29)

No se refiere a la oración hecha en un momento, porque Jesús mismo no oró al echar a este demonio. No está hablando acerca de una cierta clase de oración que se pueda pronunciar en el momento que se quiere liberar a alguien de un demonio. No, a lo que se refiere es a una vida de oración: "Este género con nada puede salir, sino con un corazón que se mantiene fresco y vivo y en contacto con Dios mediante una vida de oración". De ahí procedía el poder de Dios. Él estaba siempre en contacto con el Padre, siempre tomando del poder de Su Padre. Siempre anduvo confiando en Dios, refiriendo cada uno de los sucesos de Su existencia al Dios que habitaba en Él, y oraba de manera consistente y constante al Padre, esperando que Él obrase. Está refiriéndose a ésto; habla de mantener una relación renovada y constante con Dios y de confiar en Él. Esta es una vida de oración.

Para terminar, quiero regresar al principio por un momento. Recuerde lo que dijo Jesús: "algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que hayan visto que el reino de Dios ha venido con poder". ¿Qué acababan de ver aquellos discípulos? Habían visto venir al reino de Dios con poder a la vida de un padre y de su hijo. ¿Y qué era lo que había hecho que viniese? Bueno, como dijo Jesús, fue la presencia interior de un Dios vivo y una confianza mantenida gracias a una constante comunicación con Él. Esto es lo que permite que el reino de Dios venga con poder, ahora mismo, en medio de nuestros asuntos diarios. Cuando entendamos eso, podremos decir juntamente con Pablo: "Si Dios es con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31b).

Oración

¡Qué tremendos temas han ocupado nuestros pensamientos durante estos pocos minutos, Padre! Hemos podido tener una visión de la eternidad, de las glorias celestiales, del terrible mundo de los demonios y el daño que hicieron a la humanidad, el reconocimiento del poder de la fe. Hemos podido entender acerca de los santos de otros tiempos y la relación que tienen con nosotros. ¡Qué maravillosos los temas que hemos estado examinando juntamente con este incidente! Señor, deseamos que todo ello encuentre su enfoque en estas sencillas palabras de Jesús: "Este género con nada puede salir, sino con oración", y "al que cree todo le es posible". Esa es la vida de oración, el elevar nuestro corazón a Dios, teniendo un sentido de la inmediata presencia de un Señor resucitado en medio de nuestras actividades monótonas y rutinarias de todo el día. Ese es el secreto del poder. Enséñanos de nuevo, te pedimos en el nombre de Jesús. Amén.