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Devociones diarias

Levítico: El camino a la integridad

Yo soy Jehová, vuestro Dios. Vosotros por tanto os santificaréis y seréis santos, porque yo soy santo. Así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. Yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo. (Levítico 11:44-45)

Debemos entender que somos el pueblo de Dios de hoy. Lo que Dios dijo a Israel también nos lo está diciendo a nosotros, pues en la nueva relación que tenemos en Jesucristo no hay ni judío ni gentil; no hay sino un solo hombre, un cuerpo en Cristo.

  1:  La necesidad de pertenecer Levítico 1
  2:  La necesidad de responder Levítico 2
  3:  La necesidad de paz Levítico 3
  4:  La necesidad de confesar Levítico 4
  5:  Pecado involuntario Levítico 5
  6:  La necesidad de restaurar Levítico 6
  7:  El secreto de la paz Levítico 7
  8:  La necesidad de un sacerdote Levítico 8:1-9
  9:  El trabajo de un sacerdote Levítico 8:10-36
10: La gloria presente Levítico 9
11: Fuego extraño Levítico 10:1-10
12: La intención de la ley Levítico 10:11-20
13: La necesidad de un estándar Levítico 11
14: ¿Naturaleza o educación? Levítico 12
15: Manejando la lepra de la vida Levítico 13
16: La necesidad de purificación Levítico 14
17: Manejando los flujos de la vida Levítico 15
18: El día de la expiación Levítico 16
19: Manejando la vida Levítico 17
20: La verdad sobre el sexo Levítico 18
21: Lo que no debemos mezclar Levítico 19
22: El poder para hacer Levítico 20
23: Libre para servir Levítico 21
24: Disfrutando nuestro sacerdocio Levítico 22
25: El verdadero sábado Levítico 23:1-3
26: Sin levadura Levítico 23:4-44
27: El modelo del hombre Levítico 24
28: El verdadero fundamento del interés social Levítico 25
29: Promesas benditas Levítico 26
30: Votos Levítico 27

Introducción a las devociones de abril

No sé cuál es tu reacción al libro de Levítico, pero sospecho que no estás muy entusiasmado sobre él. Éste es el sitio donde la mayoría de la gente se engancha cuando empiezan a leer a través de la Biblia. No tienes ningún problema con Génesis, aprendiendo sobre Abraham, Isaac y Jacob y todas las cosas que les ocurrieron. Entonces llegas a Éxodo, donde hay incidentes tan dramáticos al enfrentarse Moisés con Faraón en la corte de Egipto, la apertura del Mar Rojo, y Dios dando la ley. Entonces empiezas Levítico. Después de haberte arrastrado por las ofrendas, llegas al sacerdocio, las ceremonias, todas las restricciones de la dieta y las especificaciones de las vestiduras del sumo sacerdote, y varias otras extrañas funciones y festivales. Para entonces tu interés se esfuma, te quedas sin gasolina, y ése es el final de tu leer a través de la Biblia. ¿No es cierto? Ésa es la experiencia de muchos.

Puedo entender eso. Sé que este libro es un tanto difícil. Parece ser muy seco. Se le podría llamar la barrera de la sequedad. Si puedes penetrar la barrera de la sequedad, encontrarás que la Biblia es, de hecho, un libro fascinante para leerlo hasta el final.

El propósito del libro de Levítico se encuentra en el capítulo 20, cuando Dios le dice a Su pueblo: “Habéis, pues, de serme santos, porque yo, Jehová, soy santo, y os he apartado de entre los pueblos para que seáis míos” (Levítico 20:26). Cuando los cristianos leemos esto, debemos entender que nosotros somos el pueblo de Dios hoy. Lo que Dios le dijo a Israel también nos lo dice a nosotros, porque en la nueva relación que tenemos con Jesucristo no hay ni judío ni gentil; hay un solo hombre, un cuerpo en Cristo. Las promesas que aparecen en forma de imágenes en el Antiguo Testamento nos pertenecen a aquellos de nosotros que vivimos a este lado de la cruz.

Quizás la palabra santo en este versículo te disuadió desde el principio. No sé lo que piensas que significa la palabra santo. Quizás apliques cosas de tus experiencias en el pasado que te lo hacen desagradable. La mayoría de nosotros lo asociamos con algún tipo de gravedad. Pensamos que la gente santa es aquella que parece que han sido empapados de vinagre o calados de líquido de embalsamar. Yo solía pensar de esa palabra en esa forma, y la santidad no me era atractiva para nada. Me repelía. Pero entonces me encontré un versículo en las Escrituras que hablaba de “la hermosura de la santidad” (1 Crónicas 16:29). Me pregunté a mí mismo: “¿Qué es lo que hay de hermoso en la santidad?”. Cuando lo averigüé, estuve de acuerdo que efectivamente la santidad es una cosa hermosa.

Si quieres entender el significado de esta palabra, debes volver a su raíz original. Esta palabra se deriva de la misma raíz de la cual viene una palabra muy atractiva. Ésta es la palabra integridad. Así que la santidad significa “integridad”, estar completo. Y si lees “integridad” en vez de “santidad” en todas partes donde lo encuentras en la Biblia, estarás mucho más cerca de la intención de los autores originales. Todos sabemos lo que es la integridad: Es el tener todas las partes que deberíamos tener ahí, y el tenerlas funcionando como fueron diseñadas a funcionar.

Es de esto de lo que Dios estaba hablando. Él le dice a Su pueblo: “Tú serás íntegro, porque yo soy íntegro”. Dios es completo; Él es perfecto. No hay mancha en Dios; Él vive en armonía consigo mismo. Él es una persona bella. Él es absolutamente lo que una persona debería ser. Él está lleno de gozo y amor y paz. Él vive con integridad. Y Él nos ve en nuestro quebrantamiento y nos dice: “Tú también serás íntegro”.

La palabra integridad tiene el poder de despertar un deseo en nuestro ser. Nosotros anhelamos ser un pueblo íntegro. ¿No es así? ¿No quieres aquello para lo que Dios te hizo, con todos los ingredientes de tu personalidad siendo capaces de ser expresados en balance? Eso es el ser una persona bella, y eso es lo que busca Dios. Ese es el tema de Levítico.